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El primer Golpe de Estado en Venezuela

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
En las redes sociales: @LuisPerozoPadua

Cuan­do en sep­tiem­bre de 1830, el Con­gre­so de Valen­cia aprobó la nue­va Con­sti­tu­ción de Venezuela, rat­i­f­i­can­do la sep­a­ración defin­i­ti­va de la Gran Colom­bia y se con­sti­tuye la nue­va Repúbli­ca de Venezuela bajo la pres­i­den­cia del gen­er­al José Anto­nio Páez, se exac­er­ban los áni­mos y crece acel­er­ada­mente el descon­tento de líderes mil­itares a favor del sueño del Lib­er­ta­dor Simón Bolívar.

Veían aquel movimien­to como una traición imper­don­able, pues se desmoron­a­ba frente a ellos el sac­ri­fi­cio de décadas de luchas con­tra el dominio español, para que unos cuan­tos impusier­an sus intere­ses y dom­i­naran el esce­nario políti­co y los des­ti­nos de vas­to ter­ri­to­rio que Bolí­var, jun­to a un puña­do de valientes, había lib­er­ta­do para con­stru­ir el ter­ri­to­rio más poderoso del planeta.

En 1834, el gen­er­al Car­los Sou­blette es der­ro­ta­do en un polémi­co pro­ce­so elec­toral frente al Dr. José María Var­gas, y muy a pesar de que Sou­blette era el can­dida­to a la Pres­i­den­cia de Venezuela apoy­a­do por Páez, el caudil­lo llanero sigu­ió osten­tan­do el poder de las armas en el país, garan­ti­zan­do la esta­bil­i­dad y el respeto de la Constitución. 

El 9 de febrero de 1835 fue procla­ma­do el Dr. Var­gas como pres­i­dente de la Repúbli­ca, y des­de aquel pre­ciso momen­to se ini­cia­rá en Venezuela una cor­ri­ente de oposi­ción y un cli­ma de con­spir­ación permanente.

Páez, Var­gas y Mar­iño, pro­tag­o­nistas en la Rev­olu­ción de las Reformas

La his­to­ri­ado­ra Catali­na Banko refiere que des­de el momen­to mis­mo de la sep­a­ración de Colom­bia la grande, se estruc­tura un movimien­to rev­olu­cionario inte­gra­do por fig­uras que habían mil­i­ta­do ante­ri­or­mente en ban­dos políti­cos enfrenta­dos. Algunos pertenecían al grupo boli­var­i­ano, mien­tras otros habían sido voceros de la línea anti­bo­li­var­i­ana (aunque todos, de una man­era u otra, habían par­tic­i­pa­do en la Guer­ra de Inde­pen­den­cia). Entre los prin­ci­pales jefes del movimien­to desta­ca­ban: San­ti­a­go Mar­iño, Diego Ibar­ra, Pedro Briceño Mén­dez, Jus­to Briceño, Luis Perú de Lacroix, Pedro Caru­jo y José Tadeo Mon­a­gas, entre las fig­uras más promi­nentes, pero la ason­a­da cre­ció en cada rincón del país.

Banko rev­ela que muchos de estos líderes mil­itares incon­formes con las políti­cas del pres­i­dente Var­gas, eran recono­ci­dos ter­rate­nientes, sien­do los casos más resaltantes los de Diego Ibar­ra, San­ti­a­go Mar­iño, José Tadeo Mon­a­gas y Pedro Briceño Mén­dez, quien en 1828 le había plantea­do a Simón Bolí­var la creación de un Insti­tu­to de Crédi­to, con cap­i­tal del Esta­do, para hac­er prés­ta­mos a bajo interés y largo pla­zo a los pro­duc­tores agrarios.

Los ter­rate­nientes que jun­to con los mil­itares habían con­for­ma­do en 1830 el bloque social dom­i­nante, habían sido desplaza­dos pro­gre­si­va­mente del poder gra­cias a la acción de la bur­guesía com­er­cial y de los sec­tores lig­a­dos a ella.

Para estos líderes mil­itares, Var­gas y el Con­gre­so rep­re­senta­ban la alian­za entre godos, lla­ma­dos así porque apo­yaron la dom­i­nación españo­la y pertenecieron al ban­do real­ista durante la Guer­ra de Independencia.

Estal­la la insurrección

El 7 de junio de 1835, estal­la en Mara­cai­bo la insur­rec­ción denom­i­na­da Rev­olu­ción de las Refor­mas procla­man­do el sis­tema fed­er­al y al gen­er­al San­ti­a­go Mar­iño como jefe supre­mo del nue­vo gob­ier­no. La sub­l­e­vación mues­tra poca efec­tivi­dad en Mara­cai­bo, pero se desar­rol­la ráp­i­da­mente en otras partes de Venezuela.

Un mes después, el 8 de julio, en Cara­cas, Pedro Caru­jo, jefe del batal­lón Anzoátegui y el capitán Julián Cas­tro, apre­hen­den al pres­i­dente Var­gas y some­ten a todos sus colab­o­radores.  Al día sigu­iente, Var­gas y el vicepres­i­dente Andrés Nar­varte, son oblig­a­dos a salir al exilio des­de el puer­to de La Guaira has­ta la isla de Saint Thomas.

Coman­dante Pedro Carujo

En esa opor­tu­nidad ocurre el céle­bre diál­o­go entre Caru­jo y Var­gas que la his­to­ri­ografía ha recogi­do para la pos­teri­dad: «El mun­do es de los valientes», le dice Caru­jo a Var­gas. A lo cual con­tes­ta el man­datario: «No, el mun­do es del hom­bre jus­to; es el hom­bre de bien, y no el valiente, el que siem­pre ha vivi­do y vivirá feliz sobre la tier­ra y seguro sobre su conciencia». 

Después que los rebeldes tomaron el poder defin­i­ti­vo en Cara­cas, Pedro Briceño Mén­dez, jefe máx­i­mo del movimien­to arma­do en Cara­cas, leyó un man­i­fiesto donde se con­denó a la Con­sti­tu­ción nacional y el con­jun­to de leyes pro­mul­gadas a par­tir de 1830. El man­i­fiesto esgrimía un con­jun­to de refor­mas a car­go de los patri­o­tas que habían lucha­do en la Guer­ra de Independencia.

Acusaron al gob­ier­no de Var­gas de haber vio­la­do las lib­er­tades ciu­dadanas, por lo cual, los respon­s­ables de la rev­olu­ción se con­sid­er­a­ban asis­ti­dos por el «sagra­do dere­cho a la insur­rec­ción» con­tra las autoridades. 

El nue­vo gob­ier­no fue con­sti­tu­i­do con el gen­er­al Mar­iño, como jefe supe­ri­or; el gen­er­al Briceño Mén­dez, como sec­re­tario gen­er­al; el gen­er­al Diego Ibar­ra, como coman­dante de armas de Cara­cas; y el coman­dante Pedro Caru­jo, pro­movi­do a gen­er­al, como jefe de las tropas.

Resti­tuyen el hilo Constitucional

El gen­er­al Páez, quien esta­ba ale­ja­do del gob­ier­no, tras la der­ro­ta de Car­los Sou­blette en las elec­ciones pres­i­den­ciales de 1834, había sido fac­ul­ta­do por Var­gas como coman­dante del Ejérci­to. Sale el 15 de julio de 1835 des­de su hacien­da en San Pablo has­ta Cara­cas, en aux­ilio de las autori­dades destituidas.

Su alto pres­ti­gio mil­i­tar y su gran pop­u­lar­i­dad le per­miten, al pasar por Valen­cia, Mara­cay y La Vic­to­ria, reclu­tar mili­cianos arma­dos. Igual­mente incor­po­ra parte de las tropas que, al man­do del gen­er­al José Lau­ren­cio Sil­va, habían sido despachadas des­de Cara­cas para com­bat­ir­lo y reducirlo.

Andres Nar­varte, por Martín Tovar y Tovar

Cuan­do las tropas al man­do de Sil­va, hom­bre fiel a Bolí­var, vieron a Páez, se for­maron, se pusieron firmes y al uní­sono lo rev­er­en­cia­ron con el salu­do mar­cial. El viejo caudil­lo llanero, adver­sario de Var­gas, no tuvo que dis­parar un solo tiro, y acep­tan­do la rev­er­en­cia, invitó a los sol­da­dos a seguir­lo para restable­cer el gob­ier­no legí­ti­ma­mente electo.

Entró en Cara­cas el 28 de julio luego de más de 200 kilómet­ros de recor­ri­do. La ciu­dad se mostra­ba desér­ti­ca, había sido desa­lo­ja­da por los rebeldes. Páez Reunió entonces al Con­se­jo de Gob­ier­no, y le encar­ga el Poder Ejec­u­ti­vo al gen­er­al José María Car­reño, mien­tras una comisión es envi­a­da a Saint Thomas para traer de vuelta al pres­i­dente José María Var­gas y al vicepres­i­dente Nar­varte. El 20 de agos­to de 1835, Var­gas recu­peró la primera mag­i­s­tratu­ra de la República.

Der­ro­ta­da la conjura

El gen­er­al San­ti­a­go Mar­iño y sus com­pañeros de con­ju­ra se refu­gia­ron en el ori­ente del país, ampara­dos por Mon­a­gas. No obstante, la capaci­dad mil­i­tar de los reformis­tas se fue debil­i­tan­do. En noviem­bre, la región ori­en­tal quedó pacificada.

Medi­ante un decre­to dic­ta­do por Páez en el sitio de la Lagu­na de Pir­i­tal, el 3 de noviem­bre de 1835, los prin­ci­pales jefes de la rev­olu­ción quedaron indultados.

El patíbu­lo no per­donó la demora

Los con­spir­adores reduci­dos en Bar­quisime­to fueron sen­ten­ci­a­dos a la pena cap­i­tal en un juicio sumario. El 28 de diciem­bre de 1835, fueron con­duci­dos al muro sur de la igle­sia frente a la antigua Plaza Alt­a­gra­cia para ser fusila­dos por traición y sedición.

Eran ocho en total: Los coman­dantes Loren­zo Álvarez Mos­quera, Juan San­ti­a­go Tor­re­al­ba y Pedro Hur­ta­do Anzoátegui; Anto­nio Díaz, Félix Linares, José María Vásquez y los her­manos Már­mol, todos habían servi­do en casi todas las cam­pañas de la Guer­ra de Inde­pen­den­cia suramericana.

El pres­i­dente Var­gas había fir­ma­do, por inter­me­dio de la Corte de Jus­ti­cia, la sus­pen­sión de las eje­cu­ciones para los con­spir­adores, la cual fue aproba­da en Cara­cas el día 26 de diciem­bre, pero debido a la dis­tan­cia, el perdón llegó el 31 de ese mes, cuan­do ya el cas­ti­go había sido per­pe­tra­do. Las cróni­cas ates­tiguan, que este correo había sido retenido en Cabu­dare “por per­son­ajes influyentes de esta ciu­dad” has­ta días pos­te­ri­ores a la ejecución.

Un grupo de irre­ductibles, bajo el man­do de Pedro Caru­jo, ocupó la plaza de Puer­to Cabel­lo, declar­án­do­lo en esta­do de sitio para diciem­bre de aquel año. Páez se colocó al frente de los com­bat­es y, durante una sal­i­da, Caru­jo fue heri­do y tras ser cap­tura­do fue envi­a­do a Valen­cia, en donde fal­l­e­ció poco después a con­se­cuen­cia de la heri­da que había recibido.

Car­ta del Gral. José Anto­nio Páez al Gral. Bar­tolomé Salom llamán­do­lo al ser­vi­cio mil­i­tar de nue­vo “hoy que la patria está en una dis­trac­ción aflic­ti­va” (la Rev­olu­ción de las Refor­mas) y “que en estas cir­cun­stan­cias deben reunirse todos sus fun­dadores para sal­var­la”. 1835

Con­tin­uó el sitio de Puer­to Cabel­lo, mien­tras Mara­cai­bo era someti­da por las fuerzas del gob­ier­no el primer día del nue­vo año de 1836. Con la ren­di­ción de Puer­to Cabel­lo en mar­zo de 1836, ter­mina­ba la con­tien­da arma­da. El gen­er­al Mar­iño, entre otros, fue expul­sa­do a las Antillas.

El cli­ma políti­co en Venezuela con­tin­uó sien­do com­ple­jo. Final­mente, Var­gas renun­ció a la Pres­i­den­cia de man­era irrev­o­ca­ble y fue acep­ta­da por el Con­gre­so el 24 de abril de 1836, asum­ien­do el vicepres­i­dente Andrés Nar­varte como encar­ga­do del Poder Ejec­u­ti­vo, fun­ciones que ejer­ció durante 9 meses, has­ta el 20 de enero de 1837.


Fuente: Fuente: Eliseo Sotel­do. Ano­ta­ciones históri­c­as de la ciu­dad de Bar­quisime­to. 1801–1854. Tipografía Aguil­era. Bar­quisime­to, 1901.
Boletín 41 de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria. pág. 147, año 1958.
Catali­na Banko. Poder políti­co y con­flic­tos sociales en la Repúbli­ca Oligárquica, 1830–1848. Cara­cas: Uni­ver­si­dad San­ta María. 1986

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