Quién fue Dominga Ortiz, la primera dama de la República
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
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Esta crónica narra la apasionada unión entre José Antonio Páez y Dominga Ortiz, y su heroico sacrificio a lo largo de la lucha independentista, la adversidad familiar y la pérdida de sus bienes. Relata con detalle fechas y hechos clave en la vida de ambos, desde su unión en 1809 hasta la amarga vejez
Cuando la aurora se vestía de esperanzas y los campos de Barinas cantaban al amor, José Antonio Páez contrajo matrimonio con Dominga Ortiz el 1 de julio de 1809. En ese instante, ella ya ostentaba la soberanía de un próspero hato de ganado vacuno y caballar, complementado con sembradíos de diversos rubros, lo que hacía preludio de un destino marcado por la fuerza y la pasión.
Tenía 17 años, mientras que el catire Páez contaba 19, y su encuentro se dio cuando él, huyendo de la justicia, escapaba tras haber pagado con la vida a un salteador de caminos en Yaritagua.
Dominga aportó al vínculo con 2.000 cabezas de ganado, mientras que José Antonio Páez ofrecía poco en ese comienzo. De su matrimonio nacieron diez hijos, de los cuales ocho se apagaron en la infancia, dejando como supervivientes a Manuel Antonio, futuro esposo de Soledad Lovera Paúl, y a María del Rosario, que se casaría con Juan Nepomuceno de las Llamosas.
Los convulsos acontecimientos políticos de 1848 obligaron a la familia a abandonar Barinas, destruyéndose, por orden del gobierno los hatos El Cerrito y La Calzada.
Nacida en Canaguá, Barinas, el 1 de noviembre de 1792, Dominga Ortiz era hija del ganadero Francisco de Paula Ortiz y Micaela Orzúa, nombres resonantes en la sociedad de antaño. Huérfana a temprana edad, quedó bajo el cuidado y protección de sus tíos maternos, quienes administraban el legado familiar.
Una ferviente patriota
Luego de los sucesos del 19 de abril de 1810, José Antonio Páez se alistó en las filas patriotas, y Dominga lo acompañó en diversas campañas libertadoras.
El historiador Rafael Antonio Sanabria Martínez, cronista de El Consejo en el estado Aragua, relata que “era común verla entre las filas” y que la tropa la conocía cariñosamente como La Señora.
En 1816, organizó en Valle de la Pascua un grupo de mujeres para atender y curar a los heridos del ejército de llaneros durante la Guerra de Independencia.
En la epidemia de fiebre de 1817, que diezmó al ejército patriota, Dominga se destacó por su incansable labor asistencial, brindando cuidados y afecto, especialmente a su esposo, lo que le valió elogios y reconocimientos, incluso de parte del Libertador Simón Bolívar, quien en 1818 hizo públicas manifestaciones de gratitud hacia ella.
En varias ocasiones, sin temor alguno, utilizó la pluma de la opinión pública para denunciar, calificando de ladrones a Joaquín Herrera, gobernador de la Provincia Carabobo, y a Napoleón Sebastián Arteaga, gobernador de la Provincia de Barinas.
Tras la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, el heroico y victorioso Páez, enamorado de Barbarita Nieves, se distanció de Dominga Ortiz, quien se retiró con sus hijos, estableciendo su residencia entre Barinas y Valencia.
Con el tiempo, los aciagos sucesos de 1848 obligaron a Dominga a desvanecerse de la vida pública; se refugió en Pedraza (Barinas) por temor a la implacable persecución de los enemigos de Páez, viviendo en una condición de pobreza y carencia de recursos.

Destino trágico
El 2 de julio de 1849, cuando Páez fue aprehendido tras desembarcar en La Vela de Coro y confinado en un calabozo del castillo de San Antonio, en Cumaná, Dominga Ortiz recibió noticias del estado de indefensión del general.
Sin vacilación, se aventuró a visitarlo, acompañada de su hija María del Rosario, después de años sin verlo. Aprovechando su influencia y dignidad, Dominga inició incesantes gestiones, escribiendo al presidente José Tadeo Monagas para solicitar la gracia que le permitiera liberar a su esposo.

Finalmente, Monagas firmó el Decreto de excarcelación y destierro de Páez el 25 de marzo de 1850. Dominga y su hija se embarcaron junto a él en el buque Libertador rumbo a Saint Thomas, retornando a Venezuela el 28 de mayo de 1850, en la última ocasión en que sus ojos se encontraron con el legendario general.
El precio del destierro
Los bienes de Dominga Ortiz y de José Antonio Páez fueron confiscados y jamás pudieron ser recuperados. Ya en su ancianidad, Dominga solicitó al Congreso de la República “la limosna de una pensión, por cuanto los bienes del General Páez nunca le fueron devueltos y tampoco los de ella”, declarando ser una “viuda pobre, muy pobre, anciana y desvalida”.
Su vida estuvo marcada por el sufrimiento y la injusticia, que se prolongaron hasta su fallecimiento a los 83 años, el 31 de diciembre de 1875, en Caracas, en la casa de su hija María del Rosario, en la intersección de Tracabordo y Guzmán Blanco, en Puente Yánez.
Fuente: Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. 1999
Rafael A. Sanabria M. Dominga Ortiz Orzúa de Páez, la primera dama que no fue. Tal Cual. Junio 29 de 2023
Páez da inicio a los barraganatos .
Que tendrán en común Barbarita, Blanca Ibáñez y Cecilia Matos ?
Por favor ¿quien dijo que los presidentes eran arcángeles?, esa relación es reprochable para cualquier hombre
El que a hierro mata no puede morir a sombrerazos. Ella lamentablemente sufrió lo que debió sufrir el marido por traidor.