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Héctor Rojas: la huella secreta de Venezuela en la Misión Apolo

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
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En las redes @LuisPerozoPadua

Publi­ca­da orig­i­nal­mente el miér­coles 29 de enero de 1969, la noti­cia del Dr. Héc­tor Rojas, astrofísi­co vene­zolano vin­cu­la­do al pro­gra­ma Apo­lo de la NASA, mar­có una pági­na bril­lante –y poco cono­ci­da– en la his­to­ria cien­tí­fi­ca de Améri­ca Lati­na. Más de medio siglo después, su lega­do resurge como tes­ti­mo­nio de la con­tribu­ción his­panoamer­i­cana a una de las ges­tas más grandes de la humanidad.

En tiem­pos donde los via­jes espa­ciales vuel­ven a estar en el foco glob­al, recor­dar el papel de pio­neros olvi­da­dos se con­vierte en un deber de la memo­ria. Uno de esos nom­bres es el del Dr. Héc­tor Rafael Rojas, físi­co y astrónomo vene­zolano, naci­do en Mara­cai­bo el 10 de junio de 1928, que, en ple­na car­rera espa­cial, no solo tra­ba­jó para la NASA, sino que des­de su posi­ción cien­tí­fi­ca anun­ció con meses de antelación un hecho que cam­biaría la his­to­ria: “En julio de este año el hom­bre pis­ará la super­fi­cie lunar”, comu­nicó al mundo.

La afir­ma­ción, que en boca de otro pare­cería una fan­tasía, tiene peso defin­i­ti­vo cuan­do proviene de una fuente alta­mente cal­i­fi­ca­da como el doc­tor Rojas, quien ha venido tra­ba­jan­do inten­sa­mente en el cam­po de la inves­ti­gación astronáu­ti­ca, par­tic­i­pan­do direc­ta­mente en el pro­gra­ma Apo­lo, de la NASA, apun­ta la cita­da y exten­sa nota de El Nacional.

Nota de pren­sa diario El Nacional. 1969

Basa­do en la cien­cia y cál­cu­lo orbital

A difer­en­cia de lo que podrían supon­er sus con­tem­porá­neos, no se trata­ba de una cora­zon­a­da ni de una intu­ición. El Dr. Rojas, grad­u­a­do en físi­ca y exper­to en dinámi­ca celeste, tra­ba­ja­ba con parámet­ros físi­cos, méto­dos matemáti­cos y mod­e­la­je com­puta­cional que lo man­tenían al frente de un equipo de inves­ti­gación del pro­gra­ma Apo­lo. Su enfoque incluía el análi­sis del com­por­tamien­to de gas­es cós­mi­cos, trayec­to­rias orbitales y el dis­eño de mecan­is­mos uti­liza­dos en son­das y módu­los espaciales.

La pub­li­cación de El Nacional, en su pági­na D‑9, fir­ma­da por el peri­odista Ilde­maro Alguíndigue, tran­scribe parte de una car­ta envi­a­da por el astrofísi­co vene­zolano al econ­o­mista Enzio Rufi­no, un entrañable ami­go. En ella, el Dr. Rojas no solo rev­e­la­ba la fecha ten­ta­ti­va del alu­niza­je —que ter­mi­naría ocur­rien­do el 20 de julio de ese mis­mo año— sino que desta­ca­ba el pro­fun­do interés del astrofísi­co en que Venezuela, conociera y val­o­rara su par­tic­i­pación en tan cru­cial misión.

Dr. Héc­tor Rafael Rojas en la Asm­blea Leg­isla­ti­va del esta­do Aragua-Colec­cion Pierre Monteagudo

Al referirse a los tra­ba­jos que para entonces real­iz­a­ba, señala: “Para la preparación de los tra­ba­jos rel­a­tivos al alu­niza­je de hom­bres el próx­i­mo julio, decidí irme a Orland Park (Chica­go) con el obje­to de pro­gra­mar elec­tróni­ca­mente los parámet­ros físi­cos obtenidos medi­ante el méto­do de las trans­for­ma­ciones sucesivas”.

Y con­tinúa: “Una vez que la pro­gra­mación elec­tróni­ca de los parámet­ros físi­cos quede ter­mi­na­da, entonces he de ir a Pitts­burgh, Mary­land, para recibir de la NASA las instruc­ciones nece­sarias en lo que concierne al estu­dio y análi­sis del perímetro donde los astro­nau­tas se pasearán en la Luna el próx­i­mo julio. De allí habré de retornar al Manned Space­craft Cen­ter (actu­al John­son Space Cen­ter), en Hous­ton, Texas, para analizar las fotografías del sue­lo lunar tomadas por los astro­nau­tas del Apo­lo 8. En fin, de Hous­ton habré de ir al Jet Propul­sion Lab­o­ra­to­ry para ase­gu­rarme de que la próx­i­ma nave espa­cial a la Luna será tele­co­man­da­da des­de la Tier­ra en fun­ción de la exac­ta incli­nación del sitio de alunizaje”.

Para Pierre Mon­teagu­do, inves­ti­gador vene­zolano que durante tres décadas se ha ded­i­ca­do a escu­d­riñar los archivos en bus­ca de evi­den­cias sobre la figu­ra del Dr. Héc­tor Rojas, resul­ta alta­mente sig­ni­fica­ti­vo que este cien­tí­fi­co haya declar­a­do en enero de 1969 detalles pre­cisos sobre los planes de la NASA para julio de ese mis­mo año, en ple­na car­rera espa­cial. “Solo el per­son­al de may­or con­fi­an­za podía ten­er acce­so a los por­menores de esa plan­i­fi­cación estratég­i­ca del Pro­gra­ma Lunar Apo­lo”, acen­túa el biógrafo.

Estu­dios del sue­lo lunar

El doc­tor Rojas plantea en la epís­to­la que, a pesar de con­tar con abun­dante infor­ma­ción nue­va proce­dente de las son­das Ranger, Orbiter y Sur­vey­or, así como de las imá­genes tele­visadas por los astro­nau­tas del Apo­lo 8, (mis­ión espa­cial de la que fue pro­tag­o­nista) la NASA debía pros­eguir con estu­dios espe­cial­iza­dos sobre la com­posi­ción del sue­lo lunar.

Según él, aunque todas esas misiones sug­erían que la super­fi­cie no pre­senta­ba obstácu­los para la explo­ración humana, era cru­cial recor­dar que inclu­so en la Tier­ra exis­ten ter­renos aparente­mente inofen­sivos —como las are­nas movedi­zas— que pueden resul­tar letales. De for­ma análo­ga, un pun­to del regoli­to lunar, a sim­ple vista benig­no, podría estar for­ma­do por mate­ri­ales alta­mente cor­ro­sivos, por lo que cualquier certeza basa­da úni­ca­mente en fotografías o en la expe­ri­en­cia ini­cial de los astro­nau­tas resulta­ba insuficiente.

“Nadie quiere ver a los rusos alu­nizar primero”

Prosigue el sabio vene­zolano seña­lan­do que sat­is­fac­er la curiosi­dad de la opinión públi­ca esta­dounidense obe­dece a dos moti­va­ciones políti­cas fun­da­men­tales. La primera, porque el pueblo norteam­er­i­cano sabe que, en mate­ria de avances espa­ciales, no hay gran difer­en­cia con la Unión Soviéti­ca y nadie quer­ría ver a los rusos alu­nizar antes que ellos.

La segun­da, porque resul­ta inevitable pre­gun­tarse por qué se retrasa tan­to el alu­niza­je, tenien­do en cuen­ta la can­ti­dad de datos nuevos que ya per­mi­tirían lle­var­lo a cabo. Además, reconoce que estas ambi­ciosas misiones encar­e­cen con­sid­er­able­mente los impuestos y requieren enormes inversiones.

Por todo ello, afir­ma, la NASA insiste en pro­mover estu­dios espe­cial­iza­dos: no solo sat­is­facen la exi­gen­cia cien­tí­fi­ca, sino que tam­bién ofre­cen a la opinión públi­ca argu­men­tos sóli­dos y con­vin­centes sobre cada fase del pro­gra­ma lunar.

La pren­sa lati­noamer­i­cana en el espacio

“Cuan­do los medios de difusión se prestan a divul­gar esta clase de infor­ma­ción, están con­tribuyen­do en for­ma deci­si­va al des­per­tar del interés cien­tí­fi­co en el pueblo”, refiere en la esquela el astrofísi­co vene­zolano. Tam­bién suscribe que el públi­co lec­tor ha de estar infor­ma­do del momen­to históri­co que se vive, en el que el hom­bre está a pun­to de con­quis­tar el espacio.

En sus propias pal­abras, Rojas lam­en­ta­ba que la opinión públi­ca vene­zolana no estu­viera sufi­cien­te­mente infor­ma­da sobre la par­tic­i­pación de con­na­cionales en el proyec­to espa­cial estadounidense.

El astrofísi­co Héc­tor Rojas y el peri­odista Guiller­mo José Schael (de som­brero y lentes), en París. Abril de 1955. Colec­ción de Alfre­do Schael

“El pueblo vene­zolano debe saber que uno de sus hijos está tra­ba­jan­do jun­to a Hum­ber­to Cogorno en el análi­sis matemáti­co del mod­e­lo grav­ita­cional”, escribe.

Refir­ién­dose a la rue­da de pren­sa que hizo posi­ble cono­cer y divul­gar en Venezuela sus aportes a la cien­cia, indi­ca: “ella pro­du­jo efec­tos favor­ables en la joven gen­eración de nue­stro país. Creo que hizo com­pren­der a los jóvenes —expli­ca— que el nom­bre de Venezuela puede ir muy lejos si sus hijos luchan por lograr tal ide­al, pero sabi­en­do de ante­mano que tal lucha es dura antes de lograrlo”.

Ver­dad imprescindible

“Los peri­odis­tas han podi­do con­statar por sí mis­mos cuán pobre es mi famil­ia y al comen­tar este hecho en sus artícu­los demues­tran al mis­mo tiem­po a la juven­tud de nue­stro país que la pobreza no es en ningún caso imped­i­men­to para realizar un ide­al”, suscribe Rojas en la misi­va como una ver­dad imprescindible.

La figu­ra de Rojas ha queda­do casi invis­i­ble en los relatos ofi­ciales de la NASA, en los anales de la cien­cia y, aún peor, en la his­to­ria de Venezuela. Sin embar­go, su aporte fue deci­si­vo: sus estu­dios respal­daron los cál­cu­los de trayec­to­ria lunar, el alu­niza­je y el regre­so seguro de los astro­nau­tas a la Tier­ra. Un ver­dadero moti­vo de orgul­lo latinoamericano.

Dr. Héc­tor Rafael Rojas. Foto: Colec­cion del bió­grafo Pierre Monteagudo

Cien­cia con acen­to latino

Hoy, en medio de un ren­o­va­do auge por la explo­ración lunar, Marte y más allá, la figu­ra del Dr. Héc­tor Rojas emerge como sím­bo­lo de una cien­cia lati­noamer­i­cana que ha esta­do —y sigue estando— pre­sente en los grandes hitos del conocimien­to humano.

Des­de su escrito­rio en Mary­land, has­ta los lab­o­ra­to­rios de la NASA, el cien­tí­fi­co vene­zolano tejió con rig­or, cál­cu­lo y pasión cien­tí­fi­ca una de las predic­ciones más cert­eras de la his­to­ria contemporánea.

En tono con­move­dor el Dr. Rojas le recal­ca al Dr. Rufi­no: “Leer el con­tenido de los artícu­los (de pren­sa) fue un momen­to que no me es fácil describir con las pal­abras, pues, ya la idea for­ja­ba en mis pen­samien­tos de que Venezuela quizás un día sabría de mi amor por ella, pero cuan­do ya yo hubiere muerto”.

Su lega­do merece ser reivin­di­ca­do, no solo como dato históri­co, sino como inspiración para nuevas gen­era­ciones de cien­tí­fi­cos his­panos que, como él, creen que la cien­cia no tiene fron­teras… ni gravedad que deten­ga sus sueños.

CorreodeLara

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