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Retorno del proscrito general Páez a Venezuela

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
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En las redes @LuisPerozoPadua

A Wil­fre­do Bolívar, 
por su vig­ilia sobre las huel­las del pasado

 

En 1858, tras una década en el exilio, el general José Antonio Páez regresa a Venezuela por invitación del gobierno. Una ley de amnistía y un accidentado viaje marcan su último retorno a la patria

 

El 25 de noviem­bre de 1858, durante una para­da mil­i­tar en Broad­way orga­ni­za­da en su hon­or, el gen­er­al José Anto­nio Páez sufrió un acci­dente que mar­có su des­pe­di­da de Nue­va York. Su hijo, Ramón Páez, lo nar­ró con crudeza: “Las autori­dades mil­itares de Nue­va York le habían ofre­ci­do una gran revista de todos sus cuer­pos. Antes de su par­ti­da, cabal­ga­ba hacia el patio de armas en com­pañía del gob­er­nador King y una numerosa cabal­ler­iza, cuan­do su cabal­lo cayó tres veces deba­jo de él en el res­bal­adi­zo pavi­men­to de Broad­way, aplas­tán­dole la pier­na de la man­era más espantosa”.

Cumpli­dos los pro­to­co­los y des­pe­di­das, el 2 de diciem­bre de 1858, Ramón Páez parte hacia Venezuela jun­to a su padre y su her­mano pater­no Manuel Anto­nio Páez Ortiz. El exil­i­a­do gen­er­al embar­ca en el buque de guer­ra Atlanta y el séquito via­ja a bor­do del Cale­do­nia.

La amnistía del regreso

Regresa­ban a Venezuela por invitación del jefe pro­vi­sion­al de la Repúbli­ca gen­er­al Julián Cas­tro tras amnistía medi­ante ley aproba­da en sesión de la Con­ven­ción Nacional el 12 de julio de ese año, la cual se le excita­ba a “volver sin demo­ra al seno de la patria”; proyec­to de ley que se orig­inó por ini­cia­ti­va de var­ios diputa­dos, a la cabeza de los cuales esta­ba el gen­er­al Jus­to Briceño.

El pro­pio pres­i­dente le dirigió ofi­cio muy expre­si­vo y comi­sionó a Juan Bautista Mijares, Juan N. Echezuría y Simón Madriz, para que hicier­an la entre­ga per­sonal­mente del decre­to al viejo caudil­lo llanero.

Por su parte, la pren­sa norteam­er­i­cana no dejó pasar inad­ver­tido el acon­tec­imien­to. The New York Times pub­licó var­ios intere­santes y exten­sos artícu­los con moti­vo del regre­so a Venezuela del gen­er­al Páez que se pueden leer en el libro Cronología His­to­ri­ográ­fi­ca del Gen­er­al José Anto­nio Páez del his­to­ri­ador Roger Por­ras Belisario.

“Sal­i­da del Gen­er­al Páez para Venezuela”, tit­uló el New York Times, detal­lan­do con pre­cisión el emo­ti­vo embar­que del caudil­lo llanero. «A pesar de la debil­i­ta­da condi­ción del Gen­er­al Páez, resul­tante de su reciente infor­tu­na­do acci­dente, y la tor­men­ta que con­tin­uó durante todo el día de ayer, él man­i­festó su bue­na vol­un­tad para salir…».

Al mediodía del 2 de diciem­bre de 1858, desta­ca­men­tos de caballería y artillería bajo el man­do del gen­er­al Spicer y orga­ni­za­dos por el brigadier inspec­tor Smith for­maron frente al Hotel Astor Place, lis­tos para escoltar al ilus­tre pasajero. Páez fue baja­do en lit­era des­de su habitación, acom­paña­do por el alcalde Tie­mann, el gen­er­al Sand­ford y var­ios oficiales.

Ya en el muelle, fue traslada­do al vapor Atlanta. Al zarpar, la Com­pañía B del Cuar­to Regimien­to de Artillería dis­paró una sal­va de hon­or. La lit­era fue lle­va­da a la cubier­ta y, luego, al camarote espe­cial­mente acondi­ciona­do para su descanso.

A las tres de la tarde, el Atlanta y el Cale­do­nia partieron jun­tos, nave­gan­do por la bahía de Nue­va York con la ban­dera vene­zolana onde­an­do en la proa…

En alta mar, la nave­gación a bor­do del vapor Cale­do­nia donde via­jan Ramón Páez y Manuel Anto­nio Páez pre­sen­ta múlti­ples incon­ve­nientes, aver­ián­dose cin­co veces, lo que se tradu­jo en “un retra­so de entre tres y ochen­ta y cua­tro horas cada vez”.

Así lo describe en sus pape­les suel­tos el acu­cioso his­to­ri­ador Wil­fre­do Bolí­var, cro­nista ofi­cial del munici­pio Arau­re, esta­do Por­tugue­sa, quien despren­di­da­mente nos pro­por­cionó su colos­al inves­ti­gación sobre Páez en Esta­dos Unidos, así como fuentes del Congreso.

Bitá­co­ra de navegación

Bitácora de un retorno accidentado

El regre­so del gen­er­al José Anto­nio Páez a Venezuela a finales de 1858 fue un perip­lo que estu­vo mar­ca­do por una cade­na de vicisi­tudes y de con­tratiem­pos con el motor y las calderas del vapor en el que via­ja­ba Páez y sus hijos, y está nar­ra­do en detalle en la obra The mis­cel­la­neous doc­u­ments of the house of rep­re­sen­ta­tives (Los Doc­u­men­tos Mis­celá­neos de la Cámara de Rep­re­sen­tantes. Impre­so durante la primera sesión del trigési­mo sex­to Con­gre­so en Wash­ing­ton 1859–60)

Sobre el respec­to, el his­to­ri­ador Bolí­var pre­cisa: “En alta mar, la nave­gación a bor­do del vapor Cale­do­nia donde via­jan Ramón Páez y Manuel Anto­nio Páez pre­sen­ta múlti­ples incon­ve­nientes, aver­ián­dose cin­co veces, lo que se tradu­jo en un retra­so de entre tres y ochen­ta y cua­tro horas cada vez”.

En una cor­re­spon­den­cia inclu­i­da en Los Doc­u­men­tos Mis­celá­neos de la Cámara de Rep­re­sen­tantes, el coman­dante del Vapor Cale­do­nia, A. Lud­low Case, infor­ma des­de Nue­va York 2 de diciem­bre de 1858, a Isaac Toucy, Sec­re­tario de la Mari­na en Wash­ing­ton DC: «En obe­di­en­cia a instruc­ciones pos­te­ri­ores del comodoro SL Breese, hoy recibiré a bor­do una parte del séquito del gen­er­al Páez y nave­g­aré hacia Cumaná y alrededores.»

Veinte años después, un inédi­to escrito de los ofi­ciales del buque devela algunos entretelones de la trav­es­ía. “Quizás —pre­cisa el escrito— se podrían haber elegi­do mejores embar­ca­ciones, pero la ban­dera [norteam­er­i­cana] era lo prin­ci­pal, y los vene­zolanos, por regla gen­er­al, saben más de cabal­los y gana­do que de bar­cos […]. Entre nue­stros pasajeros se encon­tra­ban dos hijos del gen­er­al Páez, hom­bres de medi­ana edad. Había algunos mil­itares cuyas for­tu­nas esta­ban lig­adas a la del gen­er­al, pero nun­ca pudi­mos averiguar el esta­tus de la may­oría de los pasajeros. Entre los seguidores se encon­tra­ban dos ‘chi­cas Bow­ery’ de Nue­va York, que supues­ta­mente salían a enseñar a los vene­zolanos a usar la máquina de coser”, cita Bolívar.

Fotografía real­iza­da por Fed­eri­co Less­mann. Archi­vo Audio­vi­su­al. Bib­liote­ca Nacional de Venezuela

El 15 de diciem­bre de 1858, el Cale­do­nia lle­ga a duras penas a Saint Thomas. Pre­cisa la cróni­ca del mari­no: “Real­mente creo que lle­gar a Saint Thomas salvó algu­nas vidas; pues algu­nas de estas per­sonas no pro­baron ni un boca­do de comi­da durante la trav­es­ía, y su aspec­to, al lle­gar a puer­to, no era ni atrac­ti­vo ni beli­coso. Algunos, de piel muy oscu­ra, eran de un verde bron­cea­do espan­toso. De esta cat­e­goría debe excep­tu­arse a Don Ramón Páez, un vet­er­a­no via­jero y buen marinero, además de un con­suma­do artista y escritor”.

Los trastornos del trasla­do los hace públi­co un mes después el per­iódi­co Bal­ti­more Weck­er. “Durante la últi­ma parte de su via­je —recoge el impre­so— [el Cale­do­nia] con­tin­uó exper­i­men­tan­do condi­ciones muy duras, por lo que el bar­co cor­rió el peli­gro de encallar en la isla de Cuba. Mien­tras tan­to, el bar­co nave­g­a­ba, mejo­ra­do. Cuan­do el Cale­do­nia llegó a Saint Thomas, el señor Ramón Páez tuvo el plac­er de ase­gu­rar que su padre, el Gen­er­al José Anto­nio Páez, hubiese recibido una recep­ción muy entu­si­as­ta, tan­to por parte de los fun­cionar­ios como de la población, aunque no había sido el lugar de des­ti­no. Su hijo tam­bién fue trata­do con gran respeto en la isla. El vapor Atlanta par­tió de St. Thomas en la mañana del 15 del últi­mo día [de diciem­bre] y quería reunirse con el gen­er­al Páez en Cumaná […]”.

Cumaná, Margarita y el último recibimiento

El 18 de diciem­bre el gen­er­al Páez, Ramón, Manuel Anto­nio arrib­an a Cumaná. Des­de allí, el coman­dante del Cale­do­nia escribe la bitá­co­ra dirigi­da a Sec­re­tario de la Mari­na norteamericana:

«Esta­dos Unidos. Vapor Cale­do­nia. Cumaná 24 de diciem­bre de 1858. Señor. Ten­go el hon­or de infor­mar nues­tra lle­ga­da a este lugar anoche con una parte del séquito del Gen­er­al Páez seis días des­de St. Thomas tres y medio de los cuales el motor esta­ba ave­ri­ado y no esta­ba disponible En la tarde del 21 tuvi­mos la suerte de lle­gar a la isla de Tor­tu­gas donde encon­tramos un fondeadero para pasar la noche y sal­imos a la mañana sigu­iente después de que se com­ple­taron nues­tras reparaciones.»

El des­ti­no del Cale­do­nia y su com­pañero, el Atlanta, no era Venezuela. Iban en mis­ión expe­di­cionar­ia a Paraguay. La para­da en Cumana se real­izó para desem­bar­car a Páez y su séquito.

Decre­to del pres­i­dente Julián Castro

La nave­gación a bor­do del Cale­do­nia donde via­jan Ramón Páez y Manuel Anto­nio Páez pre­sen­ta múlti­ples incon­ve­nientes, arriban­do con ingente esfuer­zo a Saint Thomas el 15 de diciembre.

Tres días después, Páez y la comi­ti­va arrib­an a Cumaná, des­ti­no escogi­do por el lancero en agradec­imien­to al tra­to que en sep­tiem­bre de 1849 recibió de esa ciu­dad ori­en­tal durante su prisión de nueve meses en el Castil­lo de San Antonio.

Las fies­tas en Cumaná tienen un sabor de reen­cuen­tro nacional. Des­de meses ante­ri­ores la ciu­dad se había prepara­do para recibir al antiguo reo del Castil­lo de San Anto­nio. Durante diez días los cumane­ses dan rien­da suelta a fes­te­jos pop­u­lares en favor del llanero, describe el his­to­ri­ador Bolí­var en sus escritos.

En el ínterin, el Gob­er­nador José R. Armas y las autori­dades de la isla de Mar­gari­ta envían a Cumaná el bergan­tín Espar­tano para mover­lo has­ta Puer­to Cabel­lo, con la afec­tu­osa exi­gen­cia de que Páez vis­ite el sue­lo neoes­par­tano que prepara un pro­gra­ma espe­cial. El 28 de diciem­bre desem­bar­ca en Pam­patar en sil­la de manos y es alo­ja­do en la Casa Nue­va de la famil­ia Maneiro donde recibe man­i­festa­ciones de espe­cial estima.

El exten­so pro­gra­ma es sus­pendi­do por las molestas que via­je ha cau­sa­do por las afec­ciones del pie descoyun­ta­do en Nue­va York. Des­de Mar­gari­ta con­tinúa via­je a tier­ra firme con des­ti­no a Puer­to Cabel­lo donde desem­bar­ca el día 30 de diciem­bre de 1858.

La pren­sa norteam­er­i­cana reseñó su arri­bo a la patria, en un artícu­lo del New York Times inti­t­u­la­do Lle­ga­da del gen­er­al Páez a Venezuela, en cuyo cuer­po de la nota dice: «El Depar­ta­men­to de la Arma­da (Navy) ha recibido una comu­ni­cación del Coman­dante Ridge­ley del bar­co a vapor Atlanta, envi­a­da des­de Bar­ba­dos el 24 de diciem­bre. Él dice que el bar­co tuvo una trav­es­ía agrad­able has­ta Cumaná. El Gen­er­al Páez dis­frutó de bue­na salud, con la úni­ca excep­ción de que no era capaz de cam­i­nar, como con­se­cuen­cia de la heri­da que sufrió en su tobil­lo en Nue­va York, y tuvo que ser car­ga­do en una lit­era has­ta su residencia.»

Honores en Valencia

En horas de la tarde del 6 de enero de 1859, el cen­tau­ro hizo su entra­da a Valen­cia. Una comisión se había ade­lan­ta­do, en la mañana, a esper­ar­lo en Nagua­nagua; el Con­ce­jo Munic­i­pal, en pleno, recibió al ilus­tre pro­scrito y el batal­lón 5 de Mar­zo le rindió los hon­ores mil­itares, cor­re­spon­di­entes a su alto ran­go. A la entra­da de la ciu­dad le esper­a­ba un grupo de damas que rep­re­senta­ban las 21 provin­cias de la Nación.

Pos­te­ri­or­mente se dirigió a la Plaza Bolí­var y en la Casa de Gob­ier­no lo esper­a­ba el Pres­i­dente de la Repúbli­ca, gen­er­al Julián Cas­tro, quien impro­visó unas breves pal­abras de bien­veni­da, que fueron con­tes­tadas por el homenajeado.

Gen­er­al Jual­ián Cas­tro, jefe pro­vi­sion­al de la República

Entre las pal­abras del ofer­ente desta­camos: “…a pesar de la diver­si­dad de opin­iones, de choques, y si se quiere de agravios, los hom­bres vir­tu­osos podrán ser adver­sar­ios, pero jamás ene­mi­gos”. En su respues­ta, el pro­scrito gen­er­al ofre­ció su “…más efi­caz coop­eración para el tri­un­fo de los prin­ci­p­ios que proclamó el pueblo”. Las pasiones políti­cas volverían a enfrentar a estos dos personajes.

Su entra­da a Venezuela no fue un des­file mil­i­tar, sino un pere­gri­na­je fati­ga­do hacia los ecos de un país que ya no era el mis­mo. En las calles de Cumaná, entre guir­nal­das y clar­ines, quizás res­on­a­ban todavía los pasos de aquel joven cen­tau­ro de las cam­pañas del Apure. Pero el hom­bre que volvía era otro: heri­do, silen­cioso, envuel­to en la melan­colía de una patria reen­con­tra­da, pero tam­bién extraña. Allí ter­minó el via­je —no el del bar­co, sino el de la gloria.


Fuente: The mis­cel­la­neous doc­u­ments of the house of rep­re­sen­ta­tives. Print­ed dur­ing the first ses­sion of the thir­ty sixth con­gress 1859–60, in sev­en vol­umes. Wash­ing­ton Thomas H Ford. Print­er 1860
Roger Por­ras Belis­ario. Cronología His­to­ri­ográ­fi­ca del Gen­er­al José Anto­nio Páez. Fon­do Edi­to­r­i­al de la Acad­e­mia de His­to­ria del Esta­do Zulia. Mara­cai­bo – Venezuela, 2022
Apuntes e inves­ti­ga­ciones del his­to­ri­ador Wil­fre­do Bolí­var, cro­nista ofi­cial del munici­pio Arau­re del esta­do Portuguesa.

CorreodeLara

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