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Fulgencio Orellana dibujó a Barquisimeto en sus crónicas

 

Por varias décadas, el periodista Fulgencio Orellana dedicó su devoción y amor por Barquisimeto a recoger sus historias y su gente para dibujarlas en sus frescas crónicas que quedaron como testimonios de la ciudad gentil que se fue, donde él era un elegante caballero de grato saludo, de trato amable y piropeador de los buenos.


El pasa­do 16 de enero se cumplió el primer siglo de su nata­l­i­cio en Guari­co, noble población de los andes larens­es, en el munici­pio Morán. Cien años como aque­l­la can­ción que inmor­tal­izó a Pedro Infante. Y allí, en aquel amable pobla­do oloroso a café recién tril­la­do, aprendió sus primeras letras en una escueli­ta rur­al regen­ta­do por las her­manas Bejara­no. Hijo de Gra­cil­iano Orel­lana y Jua­na Yépez, muy pron­to se vinieron a Bar­quisime­to con sus her­manos Ramón José y Simón Elías.

Lam­en­ta­ble­mente su aniver­sario –como suele suced­er en estos tiem­pos de omisión y desmemo­ria– pasó como dice el lugar común “por deba­jo de la mesa”. En su cen­te­nario, es prop­i­cia la ocasión para recor­dar a este estu­pen­do Cro­nista Sen­ti­men­tal de Bar­quisime­to, edi­tor, tipó­grafo e impre­sor como lo llamó en una sobre­saliente y car­iñosa reseña biográ­fi­ca Car­los Eduar­do López en sus Memo­rias Fotográ­fi­cas pub­li­ca­da el nueve de noviem­bre de 2013 en el decano nacional EL IMPULSO.

A muy tem­prana edad el niño Ful­gen­cio com­partía tra­ba­jos de ruti­na con los estu­dios en la escuela Riera Aguina­galde, dirigi­da entonces por Héc­tor Herice Ponte y allí se for­jó la idea de hac­erse el telegrafista que no pudo. Al enter­arse la dic­tadu­ra gomecista que el padre del apren­diz era un rev­olu­cionario con­spir­ador de las huestes del alza­do gen­er­al José Rafael Gabaldón, le pro­hi­bieron la entra­da al telé­grafo. Ado­les­cente pidió a su padre bus­car­le una pro­fe­sión que sonara pare­ci­do a telegrafista y don Gra­cil­iano lo llevó al taller de su ami­go el peri­odista Juan Guiller­mo Men­doza, donde se hizo tipó­grafo. “A los catorce años entré al tem­p­lo de las letras, como llam­a­ban los int­elec­tuales a las imprentas”, contaba.

EDICIÓN ESPECIAL 75 ANIVERSARIO DE EL IMPULSO
FULGENCIO ORELLANA EN SU JUVENTUD EN 1940 FECHA: 5/01/1979

En los com­pone­dores reunía el sem­a­nario Notas, del poeta Men­doza que repartía los lunes a los suscrip­tores. Se ini­ció en las artes grá­fi­cas y en la políti­ca de la mano de su pri­mo Ramón Orel­lana, edi­tor de los sem­a­narios El Com­pone­dor, El Com­bat­iente y Blan­co y Negro, quien además era sec­re­tario de orga­ni­zación de Acción Democráti­ca. Pub­licó cróni­cas sociales y comen­tar­ios en El Impul­so y otros diar­ios nacionales.

Jun­to a Her­mann Gar­men­dia, Luis Oropeza Vásquez, Cas­ta J. Riera, Fed­eri­co Per­aza Yépez, Amador Came­jo Octavio y su pri­mo Ramón, fue fun­dador de la Aso­ciación Vene­zolana de Peri­odis­tas. Tam­bién fue fun­dador de la Aso­ciación de Escritores del esta­do Lara, hoy pre­si­di­da con lujo de acier­tos por Pedro Lozada.

En su propia imprenta en un local modesto de la calle 26 entre 18 y 19 a media cuadra de la plaza Bolí­var, vio dis­cur­rir la his­to­ria de la ciu­dad que nos legó en más de un cen­te­nar de ame­nas y deli­ciosas cróni­cas des­de la his­to­ria del Par­que Ayacu­cho has­ta Bar­quisime­to y sus gob­er­nadores, pasan­do por hechos y per­son­ajes que for­man parte del dibu­jo que nos pin­tó de la ciu­dad de su tiempo.

POR Juan José Peralta

CorreodeLara

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