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Juan Vargas fue el prefecto más simpático de Cabudare

 

Entre las crónicas del pueblo de Cabudare, destaca las acciones emprendidas por Juan Vargas, prefecto de esta localidad durante los primeros años de la democracia.

En la ima­gen desta­ca­da se apre­cia “el sim­páti­co Juan Var­gas” de últi­mo a la derecha. Le siguen: Aura Rosa Agüero, Eurípi­des Ponte, Julio Álvarez Casamay­or, Juan Irene Vásquez y Juan de Dios Meleán, todos miem­bros del cabil­do de Cabu­dare de 1963. 

Naudy Salguero, excon­ce­jal y cro­nista sen­ti­men­tal de Palave­ci­no, ates­tigua que este fun­cionario tenía una for­ma pecu­liar de “pon­er el orden en el pueblo”. 

Reseña que en una opor­tu­nidad, en la calle Juan de Dios Ponte, cer­ca de la capil­la San­ta Bár­bara, en una casa con­tigua a la famil­ia Men­doza, las autori­dades des­cubrieron una radio clan­des­ti­na que fun­ciona­ba en un sub­ter­rá­neo con­stru­i­do den­tro de la vivienda.

La larga ante­na de la emiso­ra la dis­im­u­la­ban entre el enra­ma­do de un pino altísi­mo, de unos diez met­ros, ubi­ca­do en el solar de la casa.

Cor­ría el año 63 ‑apun­ta Salguero hun­di­do en las crónicas‑, estando la guer­ril­la en su apo­geo, el pre­fec­to Juan Var­gas encabezó una comi­ti­va de fun­cionar­ios que se aper­son­aron para ver­i­ficar la exis­ten­cia de la emiso­ra clandestina.

Acom­pañaron al pre­fec­to, Eurípi­des Ponte, Fran­cis­co José Rojas, Roseliano Pala­cios, Ramón Bernal, entre otros, quienes inte­gra­ban el gob­ier­no munic­i­pal de ese entonces. 

“Que nadie de un paso más”

Nar­ra Salguero, que cuan­do la comisión de fun­cionar­ios llegó al sitio, y se situ­aron frente al boquete que daba acce­so al sub­ter­rá­neo -de un poco más de un metro de alto y uno de ancho‑, Juan Var­gas gritó tocán­dose la cin­tu­ra: “¡Que nadie de una paso más. Todavía no entre nadie porque dejé el revolver en la casa!”.

Ano­ta Salguero entre risas, que nadie dio un paso has­ta que Var­gas volvió con el arma. “La gente respetu­osa­mente esperó expec­tante al pre­fec­to Juan Var­gas, quien regresó con el revolver para descen­der por una incli­na­da escalera de madera, has­ta el sub­ter­rá­neo en donde con­fir­maron la exis­ten­cia de la radio. No encon­traron per­sona algu­na”, relata. 

Lo sim­páti­co de este pre­fec­to ‑resume‑, era que tenía arma pero nun­ca la uti­liz­a­ba. Juan Var­gas era her­mano del min­istro de la Defen­sa, gen­er­al Ramón Flo­ren­cio Gómez.

Gustaba jugar al dominó

Asimis­mo, Salguero apun­ta que Var­gas se trasnocha­ba en exce­so, aunque no ingería alco­hol, sino que era un fun­cionario pre­ocu­pa­do por la seguri­dad del pueblo de Cabu­dare y sus periferias. 

Gusta­ba Var­gas entablar par­tidas de dom­inó con ami­gos y cono­ci­dos, pero debido a los con­tin­u­os desve­los, el pre­fec­to se qued­a­ba dormi­do con la mira­da clava­da en las piezas, por lo que los jugadores creían que esta­ba pen­san­do la estrategia.

Luis Alberto Perozo Padua

CorreodeLara

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