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Indiana Jones tras la ruta de Simón Bolívar (Parte 2)

Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado-Historiador —
Miembro correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

El catedrático norteamericano emprende (en ruta inversa) la ruta con que Bolívar ejecutó la “Campaña Admirable”, desde Valencia, llano adentro…


Via­jan­do a Valen­cia y Cam­po de Carabobo

Antes par­tir, sus ami­gos le hacen ver su temor por lo incier­to de su via­je, le dicen que temen que no logre lle­gar y estar temerosos de su des­ti­no. Ninguno de los extran­jeros con quienes ha trata­do jamás han lle­ga­do llano aden­tro. Rela­ta sobre su equipo; teodolitos, pris­máti­cos, com­pas­es, sex­tante, coci­na de cam­paña, lin­ter­nas, sil­las de mon­tar, mecates, hamacas, tien­das de cam­paña, man­tas, raciones de emer­gen­cia como café, choco­late, azú­car, sal, equipos quirúgi­cos, un win­ches­ter y un máuser, dos escopetas, tres revólveres y abun­dante muni­ción, unos pocos mapas y la ropa nece­saria etc. Sale el tren alemán de Cara­cas el 3 de enero a las 8am, se que­ja de que le oblig­an a pagar exager­ada­mente un sobrepe­so que no es tal. Protes­ta por lo que con­sid­era un ultra­je: 65 dolares de Cara­cas a Valen­cia. Describe el via­je por cañav­erales y un bel­lo valle den­sa­mente cubier­to por un fol­la­je trop­i­cal alter­na­do con diver­sas planta­ciones y mon­tañas de lado y lado. Cuen­ta has­ta noven­ta túne­les, ninguno muy largo. Luego, el Lago de Valen­cia con un soli­tario vapor, una para­da abrup­ta del tren por un suje­to dormi­do en el medio de los rieles y por fin lle­gan a Valencia.

Valen­cia se le parece a Cara­cas, la mis­ma clase de car­ru­a­jes, algo más viejos y des­cuida­dos, las calles menos limpias, y las casas más pobres. Le gus­tan la Cat­e­dral y la Plaza. Conoce al padre Voghera, quien le ha acom­paña­do en el tren, es el direc­tor de Cole­gio Sale­siano, donde estu­di­an 90 mucha­chos y trece inter­nos, el insti­tu­to cuen­ta con teatro e imprenta. Pre­sen­ta su car­ta de recomen­dación al Pres­i­dente del Esta­do, pero este parece sen­tirse algo incó­mo­do y lo remite al gob­er­nador de distrito.

Para el 8 de enero com­pra las 5 mulas nece­sarias luego de galopar con ellas en el cen­tro de la ciu­dad para ver­i­ficar su condi­ción. Dice que la gente es amable. Conoce a Don Car­los Stelling, cuyo abue­lo mater­no luchó en Carabobo. En Cara­cas y Valen­cia acep­tan bil­letes de ban­co, pero para llano aden­tro tiene que lle­var pla­ta u oro, le han adver­tido. Las mon­edas de oro (onzas) son españo­las del s. XVIII y mex­i­canas, peru­a­nas y colom­bianas. Las de pla­ta son vene­zolanas. En Valen­cia se hospe­da en un hotel de un ital­iano que había via­ja­do por Mag­a­das­car, Aus­tralia, Chi­na y Cal­i­for­nia, que tiene habita­ciones des­cuidadas, pero comi­da exce­lente. No dice el nom­bre ni del ital­iano ni de su hotel. Com­pran una car­reta fuerte y con­tratan a un cochero, Rafael Rivas, recomen­da­do por Stelling, quien ha via­ja­do has­ta Bari­nas y está dis­puesto a via­jar has­ta el Arau­ca. Mien­tras ter­mi­na de apertrecharse explo­ra la ciu­dad y se mon­ta en el cam­pa­nario de la Cat­e­dral, des­de donde logra varias de las primeras fotografías des­de una altura de la ciudad.

El 10 de enero están lis­tos a las seis de la mañana para par­tir, pero el cochero no aparece has­ta las once porque había ido a des­pedirse de toda su famil­ia. A lo largo de todo el libro se que­ja de la poca pun­tu­al­i­dad de los vene­zolanos, que nun­ca salen tem­pra­no. Luego de horas de camino, hacen para­da en una agrad­able posa­da a las afueras de Tocuy­i­to. Se insta­lan final­mente en su primer obje­ti­vo; lo que supo­nen es el sitio de la batal­la de Carabobo, señal­a­do por un hito colo­ca­do por el gob­ier­no de Cas­tro, encuen­tran a un tuer­to vagabun­do , “el bohemio Bernar­do” Recor­ren col­i­nas y valles, Bernar­do los lle­va has­ta la col­i­na de Bellav­ista (Bue­nav­ista) Bing­ham tiene espe­cial interés en encon­trar la pica por donde la Legión Británi­ca pudo alcan­zar el valle para dar batal­la a los realistas.

En Carabobo per­manece var­ios días explo­ran­do y alter­nan­do con caballeros cazadores que vienen des­de Valen­cia a cazar vena­dos. En sus explo­raciones por el Cam­po inmoor­tal conoce sim­páti­cos ancianos, casi cen­te­nar­ios que tratan de engañar­lo ale­gan­do que vivieron los tiem­pos de la batal­la. Allí conoce a Don Alfre­do Pietri, quien lo lle­va a los lugares por donde posi­ble­mente incur­sionó la Legión Británi­ca para lle­gar a enfrentar a las tropas españo­las y en el recor­ri­do encuen­tran antiguas armas de la guer­ra. Comen­ta con ironía que un his­to­ri­ador vene­zolano le ha comen­ta­do que con­sid­era una pér­di­da de tiem­po el recor­rer el cam­po de batal­la y que él ha escrito mucho sobre la mis­ma, pero que jamás ha ido a Carabobo.

Llano Aden­tro

El 21 aban­dona el Cam­po de Carabobo, sigu­ien­do la ruta del río Chir­gua, lle­gan a Tinaquil­lo, Guami­ta, rio Tamana­co, Macapó. Describe el cli­ma, las gentes, la topografía, las aves, peces, ríos y cas­cadas con una sen­cillez y clar­i­dad que parece que estu­vier­amos acom­pañán­do­lo en la expedición.

Encuen­tra a Tina­co, la encru­ci­ja­da a los llanos cen­trales y occi­den­tales, bien dota­do con un hotel, varias tien­das y posadas. Se sor­prende del número de igua­nas y dice que es el ani­mal más rápi­do que haya visto.

Se duele del esta­do de Sn Car­los, antes una flo­re­ciente ciu­dad, aho­ra arru­ina­da por ter­re­mo­tos, guer­ras y pla­gas. Dice que en toda Améri­ca no hay ruinas tan pin­torescas; se mar­avil­la de los fres­cos y relieves que encuen­tra en las pare­des de algu­nas lujosas casas arru­inadas, así como sus pisos de mosaicos, que le recuer­dan a Roma y Pom­peya. Obser­va las prác­ti­cas de los llaneros y se impre­siona con las que­mas provo­cadas y con los caminos de bacha­cos (hormi­gas).

A fines de mes aban­do­nan Gua­nare por el río, que los mar­avil­la con sus enormes man­adas de garzas, y con­tinúan la ruta hacia Bari­nas sigu­ien­do el cablea­do del telé­grafo. Describe nuevas especies de aves, peces, rep­tiles y monos Luego, las ruinas de Tucu­pi­do, el camino a Bari­nas por Bocono era infran­que­able para el car­ro, y que deben Ir por Sabane­ta, cruzar el río Bocono diez mil­las más aba­jo, la sel­va alrede­dor del río y para lle­gar has­ta Sabane­ta donde per­noc­tan en la posa­da, el pun­to inter­me­dio entre Gua­nare y Barinas.Una ruda ruta por la sel­va, muy difí­cil para la car­reta, Hace cuida­dosas obser­va­ciones sobre los hormigueros y los caminos de hormi­gas, que jun­to con moscas, abe­jas y toda clase de insec­tos les hacían la vida imposible.

Luego Bar­ran­cas. Bari­nas. Conoce la his­to­ria del mar­qués que apoyó a los real­is­tas y su famoso pala­cio “La Marqueseña”

Esti­ma que la población de esos lugares,que han per­di­do su riqueza y grandeza debió ser diez veces más de lo que es aho­ra. Nota patios para bolas criol­las en casi cada pulpería. Obser­va la ele­men­tal pro­duc­ción de la zona: cer­dos, plá­tanos, café, papelón y cueros. El 4 de febrero con un guía con­trata­do, sale de Bari­nas donde final­iz­a­ba la línea de telé­grafo, rum­bo a Guas­d­u­al­i­to, sorte­an­do difi­cul­tades por lo inhóspi­to de el paisaje lleno de pan­tanos, ríos infran­que­ables y sel­vas impen­e­tra­bles. Rio Paguei.

Pueb­los de nom­bres casi olvi­da­dos como Totomal o San Sil­vestre, Suri­pa, La Calza­da, Grat­er­al, La Tigra. Se entu­si­as­ma al recor­rer los lugares por donde Páez bregó las batal­las de la inde­pen­den­cia. Habla de un lugar cono­ci­do como “El Tem­p­lo de la Inde­pen­den­cia” donde supues­ta­mente Páez orga­nizó a los bravos de Apure y vivió por 3 años. Describe las jor­nadas de los llaneros cruzan­do los ríos infes­ta­dos de caimanes con cen­tenares de cabezas de ganado.

Siguen la ruta hacia el Arau­ca por caminos de gana­do, no hay ningún tipo de car­reteras, cazan igua­nas y armadil­los, lapas, vena­dos, obser­van espe­jis­mos en la lla­nu­ra infini­ta, crit­i­ca la pereza del llanero: comen mal, tienen maíz pero no lo mue­len para hac­er arepas y pre­fieren dar­lo a los ani­males. Muchas vacas lecheras, pero poco ordeño. Lle­gan a Las Que­seras del Medio, el Amparo, un Guas­d­u­al­i­to com­ple­ta­mente arru­ina­do, en algu­nas partes la gente sale cor­rien­do despa­vori­da al ver­los arma­dos, pen­san­do que se tra­ta de una rev­olu­ción o de bandoleros.

El 10 de Febrero lle­garon a la población de Arau­ca, en Colom­bia, para pros­eguir la ruta de el Lib­er­ta­dor has­ta Pan­tano de Var­gas y Boy­acá, pero sus expe­di­ción por los llanos de Colom­bia será otra his­to­ria. Luego ven­drán otras expe­di­ciones por Suraméri­ca has­ta finalizar con su sen­sa­cional redes­cubrim­ien­to y divul­gación de las ruinas peru­a­nas de Machupichu.

CorreodeLara

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