Isaías Medina Angarita en la Casa Blanca
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
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La visita de Estado de Isaías Medina Angarita a Estados Unidos en enero y febrero de 1944, fue la primera de un primer mandatario venezolano a ese país. Se reunió con el presidente Franklin Delano Roosevelt y pronunció un histórico discurso ante una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos. Además de visitar Washington, D.C., fue a Filadelfia, Nueva York, Nueva Orleáns y Miami
El coronel Isaías Medina Angarita, ministro de Guerra y Marina (1936–1941) del gobierno del presidente Eleazar López Contreras; arribó a Washington DC, en visita oficial, el 21 de febrero de 1940.
Junto al Dr. Diógenes Escalante, embajador de Venezuela visitó la recién inaugurada sede diplomática de Venezuela en la capital del país norteamericano antes de entrevistarse con el presidente Franklin Roosevelt.
El 6 de marzo, Medina Angarita fue recibido por Roosevelt en la Oficina Oval de la Casa Blanca. Estaba acompañado del embajador Escalante, quien además escribió un informe detallado para el canciller venezolano Esteban Gil Borges, reseñando todo lo acontecido en el histórico encuentro.
Como era obvio, la Gran Guerra dominaba la agenda; la seguridad hemisférica y la coordinación de políticas defensivas fueron el punto más discutido en aquel imponente salón entre el primer mandatario estadounidense y el ministro venezolano.
Roosevelt comenzó por expresarle a Medina Angarita que «la noticia lanzada por la prensa, con ocasión de su reciente viaje al Canal de Panamá y regiones marítimas adyacentes, de que el gobierno de los Estados Unidos tenía el intento de pedir a las repúblicas americanas vecinas al Canal, el uso de ciertas bases para aumentar la defensa de aquél no reposa sobre fundamento alguno, y es insensata, por otra parte».
En lo referente a Venezuela, el presidente Roosevelt sugirió al ministro Medina tres medidas importantes que el embajador Escalante resumió así:
Creación de defensas antiaéreas en nuestras costas, por medio de cañones fijos móviles, sobre todo en las zonas que miran a Curazao y a Trinidad.
Creación de unidades motorizadas que puedan moverse rápidamente del interior a la costa, o actuar sólo en las costas. Esto no significaría aumento de soldados, sino de elementos de locomoción y de artillería ligera y ametralladoras.
Vigilancia extrema sobre el esfuerzo que hacen hoy las ideologías nazista y comunista para infiltrarse clandestinamente en los países americanos con el fin de provocar corrientes ideológicas similares que conduzcan al establecimiento de gobiernos afines, los cuales facilitarían el predominio de aquellas ideas y abrirían el camino a la conquista de dichos países por potencias extranjeras.
A este fin se aumentarían considerablemente las fuerzas aéreas armadas de los Estados Unidos, en una forma que pudieran operar como avanzados vigilantes de los tres mares desde las fortificaciones terrestres o marítimas que se construirían en puntos estratégicos.
En vista, le dijo Roosevelt a Medina Angarita, de que el peligro es común a todas las Repúblicas americanas, y de inmediato interés para aquellas situadas en las cercanías del Canal, el Gobierno de los Estados Unidos abrigaba la confianza de una preparación por parte de ellas, con el aumento de sus fuerzas armadas de suerte que las pusiera en capacidad de cooperar, llegado el caso en la defensa continental.
En el curso de su conversación, escribió Escalante, sobre los tópicos que se dejan mencionados, el presidente no ocultó su preocupación por el inmediato futuro de nuestro continente frente a los todavía inciertos, pero seguramente trágicos resultados de las guerras actuales.
Pasando a otros asuntos, Roosevelt les planteó a los venezolanos la necesidad de cooperar con los millones de refugiados y de perseguidos de Europa.
«Las Américas ‑dijo el presidente Roosevelt- están en el deber humanitario de contribuir a aliviar ese doloroso estado de cosas, y pueden hacerlo no sólo por razones de caridad cristiana, sino por su propio interés, ya que a muchos de nuestros países se les presentará muy propicia ocasión de poblar desiertos territorios con gentes blancas, cuya intención es radicarse en ellos para no retornar nunca a sus nativos lares».
El primero en el Salón Oval
El 5 de mayo de 1941, Isaías Medina Angarita, ya con el grado de general tomó posesión de la presidencia de la República asumiendo la neutralidad de Venezuela frente a aquella infame contienda bélica.
Pero luego del catastrófico ataque sorpresa japonés sobre la base norteamericana de Pearl Harbor, donde actuaron 366 bombarderos que destruyeron barcos y aviones y dejaron 2.403 norteamericanos muertos, la guerra se expandió a todos los mares del globo terráqueo.
Aquel espantoso ataque nipón en Pearl Harbor llevó la guerra a Venezuela, y la noche del 14 de febrero de 1942, mientras hacían su travesía desde el Lago de Maracaibo a las refinerías de Aruba y Curazao, siete tanqueros, entre ellos el venezolano Monagas, fueron torpedeados por submarinos nazis, además de bombardear las mencionadas refinerías. Aquel dantesco escenario unió el continente americano en defensa de la agresión alemana.
Huésped de honor
El 18 de enero de 1944, el presidente Medina Angarita viajó a Estados Unidos en visita de Estado, invitado por su homólogo norteamericano Franklin D. Roosevelt.
Como presidente, Medina mantuvo con Roosevelt una relación epistolar frecuente sobre los asuntos más sensibles de las relaciones entre ambos países, sobre todo aquellos vinculados con la seguridad hemisférica, la cooperación militar y las cuestiones petroleras.
El presidente viajó con una comitiva en la cual figuraban los ministros de Hacienda y de Obras Públicas, el procurador general de la Nación, representantes del Ejército y de la Marina, del comercio y de la industria. Un cortejo que respondía a la gran significación que el presidente de Venezuela le otorgaba a aquella convocatoria histórica.
Medina Angarita y su séquito fueron recibidos con actos honoríficos por un destacamento del US Marine Corps y una banda militar que tocó los himnos de Venezuela y Estados Unidos.
El presidente venezolano fue alojado la primera noche en la Casa Blanca, y luego en Blair House, la bella mansión cercana de la Casa Blanca, reservada para huéspedes oficiales.
Además de las conversaciones sostenidas entre ambos jefes de Estado, Medina Angarita cumplió una agitadísima agenda que lo llevó, de Washington D.C, a Filadelfia y Nueva York. En la capital estadounidense fue recibido por el Congreso de los Estados Unidos y por el Consejo Directivo de la Unión Panamericana.
Al mes siguiente, y en medio de la II Guerra Mundial, la primera dama de Estados Unidos, señora Eleanor Roosevelt, correspondió a la visita venezolana con un viaje a Caracas.
Un gran banquete
La noche del 19 de enero se iniciaron las conversaciones entre Medina y Roosevelt. Entre los acompañantes de los jefes de Estado se encontraban el ministro de Hacienda, Rodolfo Rojas, y el embajador Diógenes Escalante; el secretario de Estado, Edward Stettinius, el embajador Francis Patrick Corrigan (primer embajador y ministro plenipotenciario de EE. UU en Venezuela) Nelson Rockefeller y Philip Bonsal.
En la noche, Roosevelt ofreció un banquete a Medina, y entre sus invitados estaba el vicepresidente Henry Wallace, un hombre de gran simpatía en América Latina, y el general George Marshall. Los presidentes conversaron hasta la medianoche. El 20 volvieron a reunirse, y sólo los acompañaron Rojas y Bonsal. Este último redactó la minuta confidencial y un memorándum para la Secretaría de Estado.
Según estas fuentes, Roosevelt le planteó a Medina el asunto de las relaciones con Holanda y las islas de Aruba y Curazao; en ambas conversaciones, Roosevelt le expuso al venezolano la tesis relativa a la cooperación en la defensa del hemisferio con el establecimiento de bases con ese fin.
Cuando más adelante iba la conversación ‑observa Bonsal -, Medina hizo hincapié en que lo que deseaba de los Estados Unidos era que le suministraran los medios de defensa y que Venezuela no deseaba tropas extranjeras en su territorio. Medina asumía «una actitud nacionalista, tranquila y sin estridencias».
Roosevelt era partidario de un cierto número de acuerdos territoriales, por dos o tres años, antes de formalizarse.
En la mañana del 20, el presidente Medina expuso sus opiniones acerca de los problemas interamericanos, puntualizando la situación ecuatoriana y del deseo de Bolivia de tener un puerto. Ambos planteamientos eran, evidentemente, resultado de los compromisos o de las promesas del presidente venezolano contraídas por él durante su viaje a esos países. Tanto Roosevelt como Medina los analizaron detenidamente, e imaginaron probables soluciones.
«De allí pasó Medina Angarita a la cuestión sustancial de las relaciones bilaterales, y a los problemas venezolanos agravados por la guerra. Igualmente se refirió al amplio programa de Obras Públicas en el cual estaba empeñado su gobierno…».
Medina subrayó la importancia de este programa, sobre todo desde el punto de vista de los empleos que demandaba. Roosevelt, según el memorándum de Bonsal, escuchó con simpatía los planteamientos del venezolano y expresó su esperanza de que pronto mejorarían las condiciones para el suministro de materiales. Otros asuntos, planteó Medina a Roosevelt.
Gira por la gran confederación
Cuatro días estuvo Medina Angarita y sus acompañantes en Washington. El 21 de enero visitó Mount Vernon, residencia de George Washington, primer presidente de EE. UU. El 24 viajó a Filadelfia.
Fue recibido por el alcalde Bernard Samuel. En el Independence Hall pronunció el presidente venezolano un discurso importante.
Hizo un bello elogio de la ciudad que llamó de ladrillos rojos y verdes parques, se refirió al generalísimo Francisco de Miranda, a su participación en las tres grandes revoluciones, y a su amistad con Washington.
En la noche del mismo 24, la comitiva presidencial llegó a Nueva York, donde fueron recibidos por el alcalde Fiorello La Guardia. Al día siguiente, el presidente Medina depositó una ofrenda floral ante el imponente monumento ecuestre del Libertador Simón Bolívar.
Estuvo en la gran metrópoli hasta el 31 de enero, en conversaciones con los sectores privados de la economía; Medina fue objeto de una gran recepción ofrecida por Thomas Watson, CEO de la International Business Machines, IBM.
Los directivos de la Standard Oil of New Jersey y de la Creole Petroleum Corporation (y sus presidentes, R.W. Gallagher y C.H. Lieb) agasajaron, asimismo, al mandatario venezolano. La noche del 29 fue al Metropolitan Opera House para disfrutar de Las bodas de Fígaro, y al final, la Texas Oil Corporation le ofreció un brindis.
Las condecoraciones
Las universidades de Columbia y de Loyola le confirieron al presidente venezolano doctorados honoris causa.
La Sociedad Pan Americana de Nueva York, y la Cámara de Comercio Venezolana de los Estados Unidos también celebraron la presencia de Medina en la gran ciudad.
El presidente visitó la Casa de España en Nueva York; en donde hablaron el gran escritor español Federico de Onís y el venezolano Mariano Picón-Salas, para entonces profesor de la Universidad de Columbia.
Durante la gira, Medina condecoró con la Orden del Libertador al abogado Severo Mallet Prevost, ya de edad muy avanzada, quien a finales del siglo XIX había sido, junto con el expresidente norteamericano Benjamín Harrison, abogado de Venezuela en la controversia con la Gran Bretaña por la región del Esequibo.
De Nueva York, pasó la comitiva a Nueva Orleáns, y de allí, el 3 de febrero, a Miami, la ciudad en la cual había hecho su primera escala en su viaje desde Caracas, cerrando un círculo en el mapa del gran país.
La visita de Isaías Medina Angarita a Estados Unidos marcó un hito en las relaciones venezolano-norteamericana. Además de ser un hecho sin precedentes en la historia de la República, por tratarse de la primera vez que un presidente venezolano en ejercicio de sus funciones visitaba los Estados Unidos, el viaje en los momentos en que fue realizado se entendió como una demostración de la firme actitud de Venezuela al lado de las Naciones Unidas, como ya se llamaba a los países que combatían al Eje. Se consideró, como un episodio que le imprimía dimensiones de largo alcance a la política exterior de Venezuela.
Fuente: Simón Alberto Consalvi. Venezuela y Estados Unidos a través de dos siglos. Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria. Editorial Exlibris. Caracas, noviembre de 2000