Bolívar había iniciado la invasión de Venezuela con un contingente de seiscientos soldados neogranadinos (hoy diríamos colombianos) aportados por el Congreso de Bogotá y un puñado de oficiales venezolanos, y a medida que avanzaba victoria tras victoria su ejército se iba incrementando con tropas venezolanas. Era lo que después se llamó la “Campaña Admirable”.
En aquel ejército colombo-venezolano destacaban junto a los venezolanos Urdaneta, Ribas y Gogorza los neogranadinos Atanasio Girardot, los primos Antonio Ricaurte y Joaquín Paris Ricaurte, Luciano D´Eluyar, Hermógenes Maza y valiosos militares españoles partidarios de la independencia como Campo Elías y Villapol (estos cinco últimos casi ignorados por la memoria colectiva venezolana).
Es así que el ejército insurgente avanza arrolladoramente venciendo en Agua de Obispos (Carache), La Grita, Niquitao, Ponemesa (Betijoque), Los Horcones y Taguanes para finalmente ocupar Valencia y Caracas donde se establece la Segunda República de Venezuela.
Pero los realistas comandados por Domingo Monteverde quedaban en posesión de la importante plaza de Puerto Cabello, a la cual Bolívar sitió, pero a mediados de septiembre llega a dicho puerto un fuerte contingente de tropas españolas enviadas de la península: el batallón “Granada” compuesto por veteranos de las guerras napoleónicas, bajo las órdenes del coronel Salomón.
Estos, sumados al Batallón de Pardos des Valencia (tropas criollas realistas) que tenía Monteverde en el puerto eran superiores a las fuerzas sitiadoras, lo que lleva a Bolívar a retirarlas hasta Valencia, con la intención de presentar batalla cuando los realistas bajaran a las inmediaciones de la ciudad, donde los patriotas tendrían la ventaja de la caballería.
Cuando Monteverde, vio que los patriotas se retiraban ordenó el contraataque: El batallón de pardos de Valencia, que eran afectos al rey y una parte de las tropas del Granada recién llegadas bajo el mando del comandante Bobadilla, tomarían las montañas de Bárbula inmediatas a Naguanagua, mientras él con el grueso del “Granada” esperaba en Trincheras para caer sobre Valencia o por la retaguardia del enemigo.
Los “Pardos de Valencia”, que no tenían caballería, llegaron hasta las montañas de Bárbula, lugar donde los caballos de los republicanos no serían efectivos. Bolívar esperó por tres días que bajaran al valle de Naguanagua para destruirlos con la superioridad de la caballería, pero como no cayeron en la celada envió a la infantería al mando de Urdaneta y los colombianos Girardot y D´Eluyar. Las tres columnas de los republicanos tomaron por asalto las montañas y luego de unas cinco horas de batalla destruyeron totalmente a las tropas del rey que huyeron en desbandada. Monteverde se quedó en Trincheras sin hacer nada. Su jefe Bobadilla escapó gravemente herido, pero al final del combate los republicanos tuvieron una gran pérdida: una bala impactó al coronel Girardot matándolo en el acto.
Bolívar ordenó solemnes funerales para Girardot, y que sus restos fueran enterrados en la Iglesia Matriz de Valencia, mientras que su corazón fue llevado a Caracas para ser inhumado en la Catedral. Fue muy dolorosa para los insurgentes la muerte del joven e intrépido Girardot.
Como dato curioso, la batalla de Bárbula permanece ignorada para la mayoría de los venezolanos, pero quedó inmortalizada en la letra del himno nacional de Colombia que canta:
En Bárbula no saben
las almas ni los ojos,
si admiración o espanto
sentir o padecer.
Con motivo del primer centenario de la batalla (1913) se develó una estatua en honor a Girardot en el sector de Camoruco frente a la quinta La Isabela (Palacio Iturriza), luego en 1930 esta estatua fue colocada en una de las colinas de Bárbula, a orillas de la carretera, donde hoy se encuentra. Se supone que se eligió ese lugar porque se puede observar desde la vía, pero el combate y la muerte del prócer no fue precisamente en ese lugar, sino más adentro en las montañas.
Estuvimos en ese sitio esta semana. Tiene una vista espectacular; es digno de visitar y está rodeado de simpáticas luncherías y es seguro, pero lamentablemente luce abandonado y enmontado, y las barandas que facilitan la subida a la cima se desplomaron. Se hace necesaria la intervención de la Alcaldía de Naguanagua o de la Gobernación del Estado para restaurar este monumento y lugar histórico.
Fuentes:
Alcántara Borges, Armando. Carabobo Sendero de Libertad. Secretaría de Cultura del Gobierno de Carabobo. Valencia. 1992
Hellmund Tello, Arturo. Cumbres de Gloria. Caracas 1957. Imprenta López. Buenos Aires.
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