El uso del bosque como área recreacional provenía, sin embargo, desde hacía muchos años atrás. Se recuerda el agasajo organizado por el entonces gobernador el general Carlos Liscano e integrantes de la sociedad de notables de Barquisimeto el 23 de agosto de 1908, para agasajar la llegada del presidente de la República general Cipriano Castro, quien hizo su entrada a la ciudad por el Ferrocarril Bolívar.
Luego de que el general Castro a su llegada y después de haber lanzado por las calles de Barquisimeto monedas de oro a la pobrería (hecho sin precedentes en Venezuela), el agasajo llevado a cabo en el Bosque Macuto contó con la asistencia de las más altas personalidades representativas de la sociedad barquisimetana de entonces.
Hubo un magnífico almuerzo campestre, fuegos artificiales en pleno bosque, y exquisita música
En lo que respecta al marco del picnic, varios poetas locales recitaron sus mejores versos y canciones, como el tenor Rafael Soteldo. En fin, los líridas que obsequiaron a Cipriano Castro resaltaron su personalidad con poesías, los intelectuales la prosa lisonjera y los artistas del pentagrama con música y canciones.
A pesar de ello, desde esa fecha (1908) y desde mucho antes, se habían cuidado muy bien los barquisimetanos de no intervenir de ninguna manera el natural encanto del boscaje, no permitiendo la introducción y construcción de elementos que involucraran materiales no adecuados o extraños al entorno, como lo era, por ejemplo, del uso del cemento.
La primera colocación de una construcción de cemento en el bosque Macuto, se efectuó precisamente durante la época gomecista. Ello dio origen al comienzo de la destrucción del bosque.
Fue a propósito de un baile ofrecido al segundo vicepresidente de la República general José Vicente Gómez, hijo de Juan Vicente Gómez. Las agrias críticas de la colectividad barquisimetana y de los cremosos figurantes de la sociedad, celosos de su bosque y de la conservación de sus aguas desde la época de don Juan de Dios Ponte no se hicieron esperar.
A soterradas voces comentaban el despropósito de haber construido esa especie de torta de cemento romano para que el general José Vicente Gómez pudiera echar un pie. Terminado el bailoteo, así como llegó, se marchó con la fresca e insolente actitud del descarado.
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