Los Carnavales del Cabudare de antier
Conocí el espíritu festivo de Nedda Álvarez en los avatares de la víspera de una celebración carnestolenda en Cabudare, confiesa Jesús María Agüero, el barbero más antiguo de Palavecino, quien refiere que en esos días se respiraba en el pueblo, un ambiente festivo que contagiaba a propios y extraños, “¡tiempos que no volverán!”.
Son numerosas las personas que reconocen a Nedda como una de las primeras y más connotadas realizadoras de los Carnavales en esta población. Su voluntad alegre, a pesar de la adversidad política del momento, y su dedicación para organizar las fiestas del rey Momo y otros eventos, están grabados en la memoria oral cabudareña, más no en ningún ensayo escrito.
-Eran otros tiempos, dice con añoranza el Agüero sin agua, luego de entrecerrar sus ojos perfectamente azules. Afirma que era el tiempo dorado del Cabudare de antier, cuando las dos carrozas que participaban iban repletas de niños con sus disfraces y muchas señoritas lanzando caramelos a montones.
Pero detrás del telón y de la algarabía estaba Nedda Álvarez, artífice de las fiestas carnestolendas del “Cabudare de antier”, quien, según otros relatos, no descansaba hasta no ver clausurar la relumbrante celebración, quien cuidaba hasta el detalle de los caramelos “coquitos” pasando por el traje de la bellísima representante del carnaval.
El rey Momo pasó por Cabudare
Nedda Álvarez fue la promotora y realizadora de los primeros carnavales de la otrora capital palavecinense. Todo comenzó cuando un grupo de muchachas se reunieron en su casa y decidieron organizar las fiestas en honor al rey Momo, para tal fin compraron algunas revistas mejicanas contentivas de figurines, “para copiar los patrones y realizar los respectivos disfraces”.
No obstante, Nedda agrega que los primeros carnavales los vivió en la escuela Ezequiel Bujanda, que para ese entonces dirigía el profesor Reinaldo Leandro Mora, quien posteriormente llegaría a ocupar relevantes escaños en la política nacional, desde ministerios hasta representante diplomático acreditado en diferentes países.
-Recuerdo ver a este maestro excepcional caminar todas las mañanas acompañado de sus dos hijos, en dirección de la escuela. Años más tarde, cuando cae la dictadura, la Junta Pro mejoras de Cabudare invitó al doctor Reinaldo Leandro Mora a un almuerzo, donde nos sorprendió al saludarnos por nuestros nombres y comenzó a preguntarnos por sus ex alumnas: Hilda Padua, Jóvita Bravo, Gervasia Crespo, Ana Rosa Sequera, Ana Isabel Bravo, Claudina Oviedo, entre otras.
Rememora que los carnavales se costeaban con la venta de un ticket con un valor que comenzó costando un medio, luego un real hasta llegar a un bolívar, con la propósito de recoger fondos para la compra de cotillones y caramelos.
Transcurrían los años 50, y las fiestas carnestolendas se hacían con mucha moderación dentro del recinto de enseñanza, pues, comenta Nedda, que la dictadura perezjimenista no consentía este tipo de actividades por considerarlas pecaminosas. Menciona que la última reina de Carnaval fue Lilia Sánchez, agraciada niña cabudareña de cuarto grado.
Al tambalearse el régimen,comenzaron las fiestas
Explica Nedda Álvarez, que el aborrecimiento del militarismo y de la dictadura les llevó, a un grupo de cabudareños, a organizar las celebraciones del carnaval, “ya que al notar que el régimen tambaleaba, decidimos realizar nuestras festividades, lo cual ocurrió en 1957”, dice sonriente.
-Ese año volvió nuevamente el carnaval a Cabudare, y de forma más alegre, celebrándose con comparsas, carrozas, disfraces, bailes populares, arroz y confites, y al final de cada día, terminaban con agua y sustancias químicas como colorantes.
Apunta Nedda que las fiestas eran patrocinadas por el partido Acción Democrática y apoyadas por todo el pueblo, y a finales de los años cincuenta y hasta los sesenta, apareció en Cabudare y Barquisimeto un nuevo elemento en los carnavales: las famosas “negritas”, quienes escondían la identidad en el disfraz para disfrutar sin complejos de la festividad.
-Muchas veces eran hombres, los mismos muchachos del pueblo, quienes con una varita en mano pedían dinero y si no accedías a su petición, te chaparreaban, comenta remontándose a esos años.
Dice que el primer percance en la celebración del carnaval lo tuvieron con la señora Aura de Sequera, virulenta afecta al perezjimenismo, quien al pasar con la carrosa frente a su casa, nos lanzaron agua caliente y ocurrió que emparamaron a Aurora Villegas, la reina de ese entonces, quien con tan sólo quince años, se confeccionó su propio vestido.
Acota que Blanca Nieves Rojas Valbuena, fue la diseñadora de casi todos los disfraces y vestidos alusivos al carnaval. “A mí, expone Nedda, me hizo un traje que consistió en la representación del sol y la luna, azul y blanco con muchas escarchas amarillas”.
Indica que ya en el año 58, las fiestas estuvieron mejor organizadas y la gente participó con más entusiasmo. El partido blanco sufragó los gastos y el pueblo eligió como reina a Coromoto Torrealba. Las calles principales se adornaron con globos y serpentinas multicolores. “Los bailes comenzaban al caer la tarde y culminaban con los primeros cantos de los gallos”.
Al año siguiente el partido URD también efectuó una fiesta paralela y eligió su reina, a quien “pasearon por el pueblo en una carroza acompañada de dos carros más traídos de Barquisimeto, pero el grueso de los habitantes, con seis u ocho carros que eran los que existían en Cabudare, más igual número de carrozas, y muchas comparsas, participaban en nuestras celebraciones”.
Recalca con especial fantasía, que las fiestas de carnaval realizadas en Cabudare no tenían comparación, “pues fueron más alegres, coloridas y participativas, incluso que las de Barquisimeto, ya que más bien de allá venían a visitarnos en estos tiempos”.
-Pienso que ellos estaban más propensos a la mirada directa del dictador, cosa que en nuestro caso, no era que no nos preocupaba, pero no nos atormentaba, ya que los adecos estábamos formados con una coraza que nos protegía he impulsaba, expresó resaltando que el apoyo del pueblo fue trascendental para festejar las festividades.
El albor provinciano
Nedda María Álvarez de Rodil, cuenta con 72 años, se dice rápido “pero son muchos años”, revela dueña de una lucidez codiciada. Nació en Cabudare el 2 de noviembre de 1937, en una casona de tejas y jardín interno, ubicada en la calle Domingo Méndez entre Juan de Dios Ponte y Vicente Amengual.
-Recuerdo que en esa época existía un solo carro en Cabudare, cuyo propietario era el señor Abelardo Castellano, quien iba tempranito a mi casa a buscar la leche producto del ordeño, advirtió antes de proseguir con la descripción biográfica.
Nedda creció entre vacas y ordeño madrugador, pues, su padre vendía leche al detal en recipientes de aluminio. Quinceava hija de la unión en matrimonio de José Dolores Álvarez Romero y Benicia Casamayor Linarez. Fue bautizada por el padre Julián Arnedo en la Iglesia San Juan Bautista y estudio primaria en la escuela Ezequiel Bujanda con la maestra Reina Calderón de Ferrer.
Era una verdadera reina, por su belleza. Una mujer joven, esbelta, pulcra, de rasgos muy bellos, de excelente familia de sólidos y acentuados principios éticos y morales. Nos enseñó a leer y escribir a todos los muchachos del pueblo, y a mí en particular, a tocar piano, adicionó con acentuada admiración, acotando que las clases las ofrecía gratuitas los sábados en la tarde, luego de salir de la escuela.
La secundaria la realizó en el Liceo Lisandro Alvarado de Barquisimeto, donde luego de egresar, casó en 1959, con Jesús Antonio Rodil del Castillo, con quien tuvo tres hijos: Nelson, Rosa Marbella y Martín.
Pero Nedda no rompió del todo con su ayer. En su casa solariega rememora aquellas fiestas alegres atestadas de disfraces del “Cabudare de antier”, jocosa descripción para hacer alusión a muchos años pasados. Venera y guarda con recelo, una única fotografía, hecha en 1958, por Alejandro Rojas, fotógrafo de El Nacional.
Permanece su ejemplo como creadora, su voluntad impostergable como servidora y su orgullo de pertenecer a tiempos difíciles, que no le impidió su contribución personal, “un don del cual cualquiera no puede ufanarse”.
Los disfraces más habituales Nedda Álvarez sostiene que durante el carnaval se premiaba los disfraces más emblemáticos, resultando ganador en primer lugar las Negritas; en segundo, los loquitos y por último las viudas o los militares alusivos al general Marcos Pérez Jiménez.
Cabudare entre la tradición y la modernidad
Las fiestas de carnaval celebradas en Cabudare no están reseñadas en ningún ensayo, ni se tiene conocimiento bibliográfico que nos pueda describir cómo eran dichas festividades. Más, existe un interesante trabajo de grado para optar al título de magister en Cultura Popular Venezolana, Universidad de Carabobo, julio 1997, cuya autora, la profesora Mery Quiñones, en entrevista a Diana Hernández de Villarroel, nacida y criada en Cabudare, relata un singular acontecimiento.
Las augustas soberanas
Destacan en la lista memorable de los Carnavales del Cabudare de antier, las soberanas: Marilúz Sandoval, Lilia Sánchez, Aurora Villegas, Annette Casamayor, Maritza Romero, Teresa Bigott y Coromoto Torrealba
Anota Quiñones en narración de la señora Diana, que “en las fiestas de Carnaval con anterioridad elegían la reina, la cual era coronada en El Pino.
Una época muy linda vivió Maritza Romero cuando fue reina. Aunque eran tiempos de dictadura. Las coronaban un día domingo y después de las tres de la tarde salían las caravanas por Cabudare”.
La carroza de la reina era muy bonita, prosigue la crónica, iba a la cabeza, después la seguían camiones llenos de gente, lanzando caramelos, y ‘polvos y pinturas de uñas’, que eran regalos.
En el transcurso del día, salían los muchachos disfrazados de indios y mamarrachos, quienes perseguían a las personas con un rejo, lo que contribuía a pasar la tarde de lo más divertido”.
POR Luis Alberto Perozo Padua
Publicado en Diario EL IMPULSO
En la elocuente gráfica de 1954, que destaca este artículo, realizada por Alejandro Rojas, se observan de frente la princesa Ucrania Alvarado, seguido y también de princesa Teresa Bigott, Williams Álvarez, inmediatamente la reina del carnaval: Coromoto Torrealba, de pie al fondo, Francisco ‘Coché’ Rojas Rodríguez, Miguel Bernal, Nancy Bigott. Sentados: Nidia y Dinora Álvarez, hijas de don julio; Milagros Agüero, hija de Jesús María; y Rocío Crespo