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Luis Gómez López, el médico que no pudo con el dolor

Luis Alber­to Per­o­zo Padua
Peri­odista espe­cial­iza­do en cróni­cas históricas
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En las redes sociales: @LuisPerozoPadua

La medicina fue su vocación, pero el dolor lo venció

Hay hom­bres que ded­i­can su vida a luchar con­tra la muerte, pero a veces, la muerte encuen­tra gri­etas en el alma que la cien­cia no puede sanar. Luis Gómez López no solo fue un médi­co; fue un guer­rero silen­cioso con­tra la tuber­cu­lo­sis, un sal­vador de vidas, y un sím­bo­lo de esper­an­za para muchos en Venezuela. Era como si, con cada pul­món enfer­mo que san­a­ba, tejiera un escu­do invis­i­ble entre la vida y la muerte.

Sin embar­go, el des­ti­no, cru­el e impre­deci­ble, lo empu­jó a una batal­la que no pudo ganar: el due­lo. Su his­to­ria es la de un hom­bre que, tras años com­bat­ien­do la enfer­medad y el sufrim­ien­to ajeno, ter­minó atra­pa­do por un dolor más pro­fun­do, uno que ningu­na med­i­c­i­na pudo aliviar.

Dr. Luis Gómez López, con más de tres décadas de ser­vi­cio públi­co en Bar­quisime­to, su lega­do per­du­ra como uno de los más sig­ni­fica­tivos en la his­to­ria de la med­i­c­i­na en el esta­do Lara, refle­ja­do en el actu­al Hos­pi­tal Gen­er­al Uni­ver­si­tario “Luis Gómez López”.

For­ja­do en la vocación médica

Luis Gómez López nació el 27 de febrero de 1911 en Pariaguán, esta­do Anzoátegui, en un hog­ar humilde que le incul­có el val­or del esfuer­zo y la edu­cación como medios para salir ade­lante. Des­de joven, mostró una incli­nación nat­ur­al hacia la cien­cia, encon­tran­do en la med­i­c­i­na una vía para con­tribuir al bien­es­tar social.

Estudió el bachiller­a­to en el liceo Andrés Bel­lo de Cara­cas, donde tuvo el priv­i­le­gio de ser alum­no del desta­ca­do escritor y edu­cador Rómu­lo Gal­le­gos, graduán­dose en 1928. Luego ingresó a la Fac­ul­tad de Med­i­c­i­na de la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela (UCV), donde egresó con hon­ores en 1935, desta­can­do por su dis­ci­plina y com­pro­miso con la profesión.

Cursó el bachiller­a­to en el Liceo Andrés Bel­lo de Cara­cas, donde se graduó en 1928
Se desem­peñó como radiól­o­go y tisiól­o­go en el Hos­pi­tal Anto­nio María Pine­da, cuan­do este esta­ba ubi­ca­do en la car­rera 15, donde hoy fun­ciona el Museo de Barquisimeto

Durante sus años uni­ver­si­tar­ios, fue dis­cípu­lo del Dr. José Igna­cio Baldó, con­sid­er­a­do el padre de la tisi­ología en Venezuela, lo que des­pertó en él un interés par­tic­u­lar por las enfer­medades pulmonares.

Con­sciente de la necesi­dad de espe­cial­ización, com­pletó sus estu­dios en tisi­ología y radi­ología en pres­ti­giosos insti­tu­tos de Esta­dos Unidos, Fran­cia y Alemania.

Sin tregua con­tra la tuberculosis

Su regre­so a Venezuela coin­cidió con una época en la que la tuber­cu­lo­sis hacía estra­gos en la población. En los primeros años del siglo XX, alrede­dor del 15% de los habi­tantes de las zonas rurales padecía esta enfer­medad, lo que la con­vertía en uno de los prob­le­mas de salud públi­ca más urgentes del país. La fal­ta de infraestruc­tura y la lim­i­ta­da capac­itación médi­ca para enfrentar­la hacían de este un ene­mi­go formidable.

Entre 1941 y 1950, las tasas de inci­den­cia alcan­z­a­ban los 100 casos por cada 100.000 habi­tantes, con una mor­tal­i­dad de 94,6 por cada 100.000 habi­tantes. El esta­do Lara no era la excep­ción: la tuber­cu­lo­sis gol­pea­ba con fuerza, y la fal­ta de infraestruc­tura médi­ca ade­cua­da y per­son­al espe­cial­iza­do agrav­a­ba la situación.

Los bar­rios más humildes de Bar­quisime­to reg­is­tra­ban un alar­mante número de casos, con famil­ias enteras luchan­do con­tra una enfer­medad que parecía invencible.

El Dr. Gómez López, mod­ern­izó los ser­vi­cios del Sana­to­rio, equipán­do­lo con tec­nología de lab­o­ra­to­rio y rayos X

Fue entonces cuan­do, en 1937, Luis Gómez López se instaló en Bar­quisime­to, ciu­dad que se con­ver­tiría en el epi­cen­tro de su incans­able labor.

Según el cro­nista bar­quisimetano Car­los Guer­ra Brandt, “El Dr. Luis Gómez López se instaló en 1937 en Bar­quisime­to. En la emblemáti­ca Quin­ta Pariaguán, ubi­ca­da en la inter­sec­ción de la car­rera 17 con la calle 41, una silen­ciosa fila de veci­nos aguard­a­ba cada día. 

No importa­ba cuán ago­ta­do­ras fuer­an las horas que Luis Gómez López ded­i­ca­ba al Hos­pi­tal Cen­tral o a la Clíni­ca Acos­ta Ortiz; al caer la tarde, su hog­ar se trans­forma­ba en un con­sul­to­rio impro­visa­do donde la esper­an­za lle­ga­ba de la mano de aquel noble médi­co que nun­ca cerra­ba la puer­ta a quien bus­cara alivio”.

En 1939, jun­to al Dr. Car­los Zubil­la­ga, comen­zó la con­struc­ción del “Sana­to­rio Anti­tu­ber­cu­loso”, una insti­tu­ción que ofrecía tratamien­to y seguimien­to a los pacientes afec­ta­dos por la enfer­medad. Gómez López tenía una visión clara: la tuber­cu­lo­sis solo podía com­bat­irse medi­ante la pre­ven­ción, la edu­cación y el acce­so equi­tati­vo a los ser­vi­cios médicos.

El Dr. Luis Gómez de pie, durante sus pal­abras en el acto de aniver­sario de la Liga Anti­tu­ber­cu­losa del esta­do Lara, el 13 de mar­zo 1966
Médi­cos jun­to al Dr. Luis Gómez López (al cen­tro) frente al hos­pi­tal que hoy lle­va su nom­bre en Barquisimeto
En esta intere­sante grá­fi­ca colec­ción del cro­nista Car­los Guer­ra, se apre­cia a los inte­grantes de la Liga Anti­tu­ber­cu­losa, entre ellos la sobre­saliente peri­odista Cas­ta J. Riera, con el coman­dante Car­los Morales, gob­er­nador de Lara, entre­gan­do la Estampil­la de Navi­dad creación del Dr. Gomez Lopez con el propósi­to de recabar fon­dos para la liga Anti­tu­ber­cu­losa del esta­do Lara

El 9 de febrero de 1943, dio un paso más allá y fundó la Liga Anti­tu­ber­cu­losa, una orga­ni­zación sin fines de lucro des­ti­na­da a la recau­dación de fon­dos para la aten­ción y el tratamien­to gra­tu­ito de los enfer­mos. Gra­cias a su gestión, la Liga se con­vir­tió en el ger­men de lo que hoy es el Hos­pi­tal Gen­er­al Uni­ver­si­tario “Luis Gómez López”, una insti­tu­ción que ha sal­va­do miles de vidas y con­tinúa sien­do un bastión en la lucha con­tra las enfer­medades res­pi­ra­to­rias en Venezuela.

La lle­ga­da de medica­men­tos anti­tu­ber­cu­losos como la estrep­tomic­i­na y la iso­niaci­da a par­tir de 1952 mar­có un pun­to de inflex­ión en el tratamien­to de la enfer­medad, con­tribuyen­do a la reduc­ción de la mor­tal­i­dad. No obstante, la tuber­cu­lo­sis per­sis­tió como un prob­le­ma de salud públi­ca en el país durante las décadas sigu­ientes, lo que reforzó aún más el com­pro­miso de Gómez López con la pre­ven­ción y el tratamiento.

Además, ejer­ció como tisiól­o­go y radiól­o­go en el Hos­pi­tal Anto­nio María Pine­da, cuan­do este se encon­tra­ba en la car­rera 15, actu­al sede del Museo de Bar­quisime­to. Fue pio­nero en la cirugía de tórax, téc­ni­ca rev­olu­cionar­ia para la época, y con­tribuyó a la mod­ern­ización de los ser­vi­cios médi­cos en la región.

Entre 1944 y 1945, asum­ió la pres­i­den­cia del Cole­gio de Médi­cos del esta­do Lara, orga­ni­zación de la que fue miem­bro fun­dador. Su lid­er­az­go fue deter­mi­nante para con­sol­i­dar la pro­fe­sión médi­ca y moti­var a las nuevas gen­era­ciones de galenos a seguir sus pasos.

El 9 de febrero de 1943 fundó la Liga Anti­tu­ber­cu­losa, una orga­ni­zación sin fines de lucro ded­i­ca­da a brindar ayu­da y aten­ción a pacientes con tuber­cu­lo­sis. Esta ini­cia­ti­va se con­vir­tió en el ori­gen del hos­pi­tal que, tras su fal­l­ec­imien­to, lle­varía su nom­bre, el cual dirigió durante 21 años

La trage­dia que mar­có su destino

A pesar de sus logros pro­fe­sion­ales y del respeto gana­do en la comu­nidad médi­ca, la vida per­son­al de Luis Gómez López estu­vo mar­ca­da por una trage­dia que lo sum­ió en una pro­fun­da depre­sión de la que nun­ca pudo recuperarse.

Su hijo, Luis Gómez Armas, era su orgul­lo y esper­an­za. Joven bril­lante y prom­ete­dor, estu­di­a­ba una espe­cial­i­dad en el Cen­tro Exper­i­men­tal de Estu­dios Supe­ri­ores (hoy Uni­ver­si­dad Cen­tro Occi­den­tal Lisan­dro Alvara­do — UCLA). Sin embar­go, el des­ti­no le jugó una car­ta cruel.

En 1968, a la edad de 20 años, fal­l­e­ció en un acci­dente de trán­si­to en Chiva­coa, esta­do Yaracuy. La noti­cia cayó como un golpe dev­as­ta­dor sobre su padre, quien, des­de ese momen­to, se con­vir­tió en una som­bra de sí mis­mo. De ser un médi­co com­pro­meti­do y acti­vo, pasó a ser un hom­bre ensimis­ma­do, dis­tante de la med­i­c­i­na, de la vida públi­ca y de sus seres queri­dos. El dolor lo con­sumía en silencio.

El Dr. Luis Gómez López se casó con Lil­ian Armas, y de su unión nacieron dos hijos: Lil­ian y Luis
Dr. Luis Gómez López

Un infaus­to final

El sába­do 20 de julio de 1968, la tris­teza alcanzó su pun­to máx­i­mo. A las 9:15 de la mañana, mien­tras su esposa vis­ita­ba la tum­ba de su hijo en el Cemente­rio Gen­er­al del Sur, Luis Gómez López tomó la decisión de seguirlo.

La noti­cia de su muerte con­mo­cionó a Bar­quisime­to y a la comu­nidad médi­ca. Un hom­bre que había ded­i­ca­do su vida a sal­var a otros no pudo vencer la angus­tia que lo ahoga­ba. El gremio médi­co, sus pacientes y la ciu­dad entera llo­raron su partida.

El lega­do de Luis Gómez López no se mide solo en hos­pi­tales y estadís­ti­cas. Per­manece latente en cada vida sal­va­da, en cada pul­món que res­pi­ra libre de enfer­medad, y en cada joven médi­co que hoy empuña un este­to­sco­pio con el mis­mo ímpetu con el que él algu­na vez desafió a la muerte.

Hos­pi­tal de Cari­dad, obra neo­clási­ca de fines del siglo XIX. Balestri­ni, 1920. Colec­ción Fotote­ca de Barquisimeto

Con infor­ma­ción del cro­nista Car­los Guer­ra Brandt
Fotos: Diario El Impulso/Carlos Guer­ra Brandt

CorreodeLara

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