CrónicasHistoriaSemblanzas

Mayda, la mujer que inspiró el nombre de la mítica quinta del Parque Ayacucho

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
luisalbertoperozopadua@gmail.com
En las redes sociales: @LuisPerozoPadua

Inagotables son los cuentos y leyendas que rodean la Quinta Mayda, la emblemática casona ubicada en las cercanías del Parque Ayacucho. Propiedad de una de las familias más distinguidas de Barquisimeto, este inmueble permanece estrechamente vinculado a Mayda Yepes Gil, la dama cuya presencia y esencia inspiraron su nombre

Hay quienes aún recuer­dan la his­to­ria de amor del acau­dal­a­do yaritagüeño dueño de “Mer­can­tiles El Globo” don Carme­lo Giménez quien mandó a con­stru­ir una majes­tu­osa casona, entre 1921 y 1922, en un solar frente a lo que años después sería el Par­que Ayacucho.

El his­to­ri­ador Romel Escalona, cro­nista de la par­ro­quia Con­cep­ción de Bar­quisime­to, ase­gu­ra que el rico com­er­ciante con­trató a un arqui­tec­to francés para diri­gir la obra y cuyo proyec­tista fue el Her­mano Juan.

Quin­ta May­da. Foto: LAPP sep­tiem­bre de 2014

La casona fue dis­eña­da al esti­lo de las man­siones que ador­nan las afueras de París, cumplien­do el deseo de una baila­r­i­na france­sa que había lle­ga­do a Bar­quisime­to con la com­pañía de Filo Vagontier.

El acau­dal­a­do com­er­ciante, cau­ti­va­do por su encan­to, vivió con ella un apa­sion­a­do, pero fugaz romance. La his­to­ria alcanzó su clí­max cuan­do, en un arreba­to de amor, él accedió a prestar­le una con­sid­er­able suma de dinero. Con aque­l­la for­tu­na en sus manos, la enig­máti­ca diva par­tió ráp­i­da­mente hacia su natal Fran­cia, prome­tien­do regre­sar. Sin embar­go, su ausen­cia se pro­longó eter­na­mente, y nun­ca volvió.

Arru­ina­do y con el corazón roto, don Carme­lo Giménez vendió la casona en 1928 al cañicul­tor del Valle del Tur­bio, Cruz María Yepes Gil. La propiedad fue un rega­lo para su esposa, Julia Ele­na “Yuya” Jou­bert León, quien se instaló en la majes­tu­osa res­i­den­cia jun­to a sus hijos, Edgar y Beyla.

May­da de moza

Bella musa

May­da Yepes Gil fue las dos cosas: Her­mosa y una musa.

Y como suele suced­er en los cuen­tos y las leyen­das iden­ti­tarias, esta dama inspiró el nom­bre de una de las casonas más icóni­cas de Bar­quisime­to, una de las más reseñadas y en cuyo entorno se han teji­do innu­mer­ables mitos y fantasías.

Allí, en la Quin­ta Car­men Lucía nac­erá May­da Jose­fa el 25 de mar­zo de 1935, razón por la que la propiedad inmedi­ata­mente adop­tará su nombre.

May­da con tri­ci­clo en la Quinta

Nos cuen­ta José Miguel Bermúdez Castil­lo (sobri­no nieto de May­da Yepes Gil y cro­nista de la famil­ia), que May­da apren­derá las primeras letras en la casona, y antes de cumplir diez años habla­ba var­ios idiomas, pues los aprendió de su madre, Doña Yuya, quien era orig­i­nar­ia de Curazao.

May­da de niña

May­da se for­mará en el recono­ci­do Cole­gio Inmac­u­la­da Con­cep­ción de su ciu­dad natal para más tarde ini­ciar estu­dios medios en la ciu­dad de Nue­va York, Esta­dos Unidos. Regre­sará a la quin­ta por un tiem­po antes de mar­charse a Cara­cas para inscribirse en la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela de donde egre­sará con hon­ores como abogada.

Refiere Bermúdez, que Don Cruz María y su famil­ia, en uno de esos tours por Europa que solían realizar, May­da de 16 años cono­cerá al abo­ga­do tachirense Rómu­lo Mon­ca­da Col­menares. Ambos fueron flecha­dos por Cupi­do. Tran­scur­ri­dos algunos años, en Venezuela se reen­cuen­tra con Rómu­lo, su amor platónico.

May­da frente al altar

Fas­tu­oso fue el mat­ri­mo­nio que se cele­bró en los jar­dines ele­gan­te­mente dec­o­ra­dos de la quin­ta, con un sun­tu­oso ban­quete y esplén­di­do sarao con varias retre­tas y más de 250 invi­ta­dos. La cel­e­bración de esta boda fue con­sid­er­a­da una de las mejores de la época. De esa unión nac­erán Rómu­lo, Ale­jan­dro y Alfonso.

Pasa­dos los años, May­da cel­e­brará sus segun­das nup­cias, en esta opor­tu­nidad con el Dr. Jonás Men­doza, con quien con­vivirá 17 años. Con él se estable­cerá var­ios años en París en donde per­fec­cionará el francés mien­tras su esposo cristal­iza estu­dios de post­gra­do. Esa eta­pa de su vida fue una de las más felices.

May­da de novia

Pos­te­ri­or al divor­cio con Jonás, May­da fijó res­i­den­cia en Méri­da durante una déca­da, en donde el dolor estreme­cerá su vida tras la pér­di­da de Alfon­so, su hijo menor y quien fuera su más cer­cano y queri­do vínculo.

Era una mujer muy caris­máti­ca, inteligente, audaz y deci­di­da ‑asien­ta Bermúdez- adi­cio­nan­do que May­da fue men­ciona­da en varias revis­tas regionales como: La mujer más ele­gante de Bar­quisime­to, nom­i­na­ciones que soslaya­ba por ser una dama “sen­cil­la pese a su posi­ción social”.

Bermúdez tam­bién describe, a modo de con­fe­sión, que May­da era una mujer muy sen­si­ble “una musa inspi­ra­da en la poesía”, pues sus ver­sos, logra­ban cau­ti­var al más céle­bres de los autores, logran­do que cualquiera sucumbiera a los influ­jos de sus poemas.

Deján­dome de mí en ti me he hallado
sin espa­cio ni tiem­po, en el supre­mo instante suspendida
mien­tras la reful­gente luz, con suavi­dad mi corazón tocaba
la rosa pal­pi­tante en ígneo gira­sol fue convertida
y el ave de cristal tendió sus alas
al infini­to espa­cio trascendida.

New York 30–5‑96
12 pm.

 

A un amigo
La amis­tad entraña humildad
de mostrarnos al ami­go sin fachada
de des­cubrir­le nue­stros hue­sos calcinados
y nues­tra propia carne lacerada
de ofre­cer­le lo que somos y más nada…

Méri­da, 30–5‑97

Su hora final

Cuan­do don Cruz María Yepes Gil fal­l­e­ció, el 4 de sep­tiem­bre de 1964, May­da y sus her­manos ya habían for­ja­do sus pro­pios caminos y deja­do atrás la quin­ta hacía años. 

Ante esta nue­va eta­pa, doña Yuya decidió repar­tir la heren­cia y cedió la casona a su hijo Edgar, quien ter­minó habitán­dola por menos tiem­po del que su madre lo había hecho.

May­da, la musa

La propiedad fue ven­di­da a medi­a­dos de los años noven­ta y, pese a haber sido declar­a­da Pat­ri­mo­nio Históri­co y Cul­tur­al de la Nación por el IPC, hoy sobre­vive en el más des­o­lador abandono.

En cuan­to a la her­mosa May­da, sus últi­mos años tran­scur­rieron en la tran­quil­i­dad de un hog­ar de retiro para ancianos, donde vivió un con­fi­namien­to invol­un­tario, acom­paña­da solo por el eco de sus recuerdos. 

Su hora final llegó el 26 de diciem­bre de 2024, en Cara­cas, a los 89 años, ponien­do fin a una vida mar­ca­da por el esplen­dor y tam­bién la melancolía.

Los relatos sobre la Quin­ta May­da, la leg­en­daria casona situ­a­da en las cer­canías del Par­que Ayacu­cho, pare­cen no ten­er fin. Propiedad de una de las famil­ias más influyentes de Bar­quisime­to, esta impo­nente res­i­den­cia que guar­da entre sus muros, siem­pre y para siem­pre, la his­to­ria de May­da Yepes Gil, la dama cuyo nom­bre le dio vida y carácter.


Fotos: Colec­ción José Miguel Bermúdez Castil­lo y Leonar­do Yepes Gil

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *