CrónicasHistoriaReportajes

Protocolo Urrutia, el tratado que pretendió evitar una guerra civil en Venezuela

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista especializado en crónicas históricas
luisalbertoperozopadua@gmail.com
En las redes sociales: @LuisPerozoPadua

Un documento que desarrolló el tatarabuelo del presidente electo Edmundo González Urrutia y que marcó un precedente en la diplomacia internacional

Corría el año de 1857, la cri­sis políti­ca en Venezuela se agudiza inmedi­ata­mente después que el Con­gre­so de la Repúbli­ca apro­bara una refor­ma con­sti­tu­cional para per­pet­u­ar el poder del pres­i­dente José Tadeo Mon­a­gas, con­sagran­do la reelec­ción y legal­izan­do el nepo­tismo y la cor­rup­ción, entre otros vicios.

Tan­to los con­ser­vadores descon­tentos des­de 1848, como los lib­erales que venían con­frontan­do las políti­cas “per­son­al­is­tas” de Mon­a­gas, unieron sus causas para emplazar a viejos caudil­los como Juan Crisós­to­mo Fal­cón y a José Anto­nio Páez que esta­ba en el exilio, para urdir una rev­olu­ción y con­frontar al tira­no en el poder.

Final­mente, el gen­er­al Julián Cas­tro, gob­er­nador de la Provin­cia de Carabobo, se hizo car­go del asun­to y encabezó la rebe­lión cono­ci­da después como la Rev­olu­ción de Marzo.

 

 

 


Wences­lao Urrutia, 
Sec­re­tario de Rela­ciones Exte­ri­ores de Venezuela y fir­mante del documento

 

 

 

 

 

 

 

Entonces Cas­tro marchó con cin­co mil hom­bres que inte­gra­ban el Ejérci­to Lib­er­ta­dor, des­de Valen­cia y que, en solo diez días, sin una sola baja, ocupó Cara­cas para prop­i­ciar la renun­cia del pres­i­dente José Tadeo Mon­a­gas y la de su sobri­no-yer­no Pablo Giusep­pi quien fungía como vicepresidente.

Mon­a­gas, luego de pre­sen­tar su dimisión al Con­gre­so el 15 de mar­zo de 1858, buscó asi­lo en el con­sula­do francés, jun­to con su yer­no y su antiguo min­istro, Jac­in­to Gutiérrez.

Una tur­ba sitió la casa del Con­sula­do francés gri­tan­do con eufo­ria con­tra el expres­i­dente, exigien­do el some­timien­to a juicio e increpan­do ‑inclu­so- su muerte.

El hos­til esce­nario obligó a los agentes diplomáti­cos extran­jeros izar las ban­deras en los pre­dios de la legación france­sa para acen­tu­ar el hecho de que Mon­a­gas se encon­tra­ba ampara­do por el asi­lo diplomático.

Sal­i­da diplomática

Con la renun­cia de Mon­a­gas surgió un nue­vo Gob­ier­no con Pedro Gual como pres­i­dente pro­vi­sion­al, car­go que ejer­ció des­de el 15 al 18 de mar­zo. Fig­u­ran tam­bién con­ser­vadores de reconocimien­to gen­er­al como Manuel Felipe de Tovar como sec­re­tario de Inte­ri­or y Jus­ti­cia y Fer­mín Toro como sec­re­tario de Hacien­da; así como lib­erales de trascen­den­cia entre los que desta­can Wences­lao Urru­tia, nom­bra­do sec­re­tario de Rela­ciones Exte­ri­ores de Venezuela (can­ciller) y quien será el tatarabue­lo de Edmun­do González Urru­tia pres­i­dente elec­to de Venezuela el 28 de julio de 2024.

En medio de este caos, el 26 de mar­zo de 1858, el can­ciller Wences­lao Urru­tia, en un inten­to diplomáti­co para evi­tar más vio­len­cia y una posi­ble guer­ra civ­il, con­vocó al cuer­po diplomáti­co a una con­fer­en­cia «con el fin de con­venir en el mejor modo de lograr los deseos, tan­to del Gob­ier­no de la Repúbli­ca como del Cuer­po Diplomáti­co, rel­a­ti­va­mente a la pronta sal­i­da del país del Señor gen­er­al José Tadeo Mon­a­gas y su famil­ia, sin menoscabo del deco­ro de los pabel­lones extran­jeros ni de la dig­nidad del Gobierno».

Después de una breve dis­cusión, se acordó que Mon­a­gas se pon­dría, a dis­posi­ción del nue­vo gob­ier­no, cuyos miem­bros empeñarían su pal­abra de que el exman­datario no sería someti­do a juicio, ni veja­do en man­era alguna.

Asimis­mo, Mon­a­gas sería acom­paña­do a una casa par­tic­u­lar por el gob­er­nador de la provin­cia, el min­istro francés, o cualquier otro miem­bro del Cuer­po Diplomáti­co que así lo desease. Dispon­drían de una guardia en la puer­ta de la casa para evi­tar todo veja­men o tumulto.

Gen­er­al José Tadeo Mon­a­gas, pres­i­dente de Venezuela

Podrían vivir jun­to con Mon­a­gas su esposa y su hijo José Tadeo y entrar y salir de la casa de habitación sus hijas, los miem­bros del Cuer­po Diplomáti­co y todas aque­l­las per­sonas que no inspiren al gob­ier­no ningún recelo.

El gob­ier­no se respon­s­abi­lizaría de la seguri­dad del expres­i­dente durante el tiem­po que per­maneciera en la casa. Expi­ra­do el pla­zo no fijo, pero sí muy cor­to, se daría al gen­er­al Mon­a­gas pas­aporte y salvo­con­duc­to para trasladarse con su famil­ia al extran­jero, garan­ti­zan­do el gob­ier­no su seguri­dad has­ta su sal­i­da del ter­ri­to­rio nacional. 

Una vez suscrito el doc­u­men­to por el sec­re­tario de Rela­ciones Exte­ri­ores de Venezuela Wences­lao Urru­tia (de quien fue toma­do el apel­li­do para nom­brar el doc­u­men­to) y los rep­re­sen­tantes diplomáti­cos Car­los Eames, min­istro Res­i­dente de los Esta­dos Unidos; Ricar­do Bing­ham, encar­ga­do de Nego­cios del Reino Unido de la Gran Bre­taña; Leon­cio Lev­raud, encar­ga­do de Nego­cios del Impe­rio Francés; Felipe José Pereira Leal, encar­ga­do de Nego­cios del Impe­rio del Brasil; José H. Gar­cía de Queve­do, encar­ga­do de Nego­cios de España y Par­ma, y Pedro Van Rees, comis­ario Espe­cial de S. M. el Rey de País­es Bajos.

El der­ro­ca­do pres­i­dente Mon­a­gas sal­ió de la legación france­sa el 27 de mar­zo por la mañana y fue traslada­do a la casa que se le tenía prepara­da. Por su parte, Jac­in­to Gutiér­rez y Pablo Giusep­pi, por su parte, ante el recrudec­imien­to de los dis­tur­bios frente al con­sula­do francés, deci­dieron entre­garse los días 30 y 31 de mar­zo respec­ti­va­mente y fueron lle­va­dos a la cárcel.

El can­ciller tam­bién renunció 

Cuan­do la total­i­dad de los miem­bros del gabi­nete cono­ció el tex­to del Pro­to­co­lo Urru­tia el 6 de abril de 1858, se indig­naron y acusaron al can­ciller Urru­tia de extralim­i­tar sus fun­ciones. Él había declar­a­do al cuer­po diplomáti­co que esta­ba «ple­na­mente autor­iza­do por el Gabinete».

Dos días después, Manuel Felipe de Tovar, min­istro del Inte­ri­or y Fer­mín Toro, min­istro de Hacien­da, pre­sen­taron sus renun­cias, acu­san­do a Urru­tia de haber empeña­do sin con­sul­ta pre­via la pal­abra de sus cole­gas en el gabi­nete. Urru­tia tam­bién renun­ció ese mis­mo día, ale­gan­do que actuó por instruc­ciones del jefe del Gob­ier­no. El Con­se­jo de Esta­do acep­tó la renun­cia de Urru­tia más no la de Tovar y Toro.

Fer­mín Toro

Deman­dan respeto al Protocolo

Fer­mín Toro es nom­bra­do sec­re­tario de Rela­ciones Exte­ri­ores e inmedi­ata­mente se plantea rec­on­cil­iar las partes afec­tadas por el impase con el cuer­po diplomáti­co que se sin­tió estafa­do por el Gob­ier­no de Cas­tro al descono­cer el doc­u­men­to suscrito.

“Para Toro, el con­cur­so del Cuer­po Diplomáti­co en la sum­isión de Mon­a­gas no debía enten­der­se sino como una «prestación de buenos ofi­cios» y a la vez ‑recono­cien­do como tes­ti­gos de alta respon­s­abil­i­dad a los miem­bros del Cuer­po Diplomáti­co- el gob­ier­no vene­zolano no los con­sid­er­a­ba como partes en la prome­sa hecha al gen­er­al Mon­a­gas, ni creía que hubier­an sido sus deseos inter­venir en los nego­cios domés­ti­cos de Venezuela”, escribe el his­to­ri­ador Niki­ta Har­wich Vallenilla.

Las Lega­ciones de Esta­dos Unidos, España, Brasil y los País­es Bajos se mostraron de acuer­do con los prin­ci­p­ios expuestos por Toro. No obstante, el con­flic­to escaló cuan­do los encar­ga­dos de nego­cios de Inglater­ra Richard Bing­ham, y Léonce Lev­raud, de Fran­cia, quienes ven­ti­l­a­ban una posi­ción frontal en con­tra de la Rev­olu­ción de Mar­zo, exigieron cumplim­ien­to inmedi­a­to del Pro­to­co­lo Urru­tia, declararon sus­pendi­das sus rela­ciones ofi­ciales con el gob­ier­no vene­zolano y solic­i­taron la inter­ven­ción de sus respec­ti­vas armadas.

Blo­queo internacional

El 5 de mayo, una escuadra ali­a­da anglofrance­sa se apos­tó frente al puer­to de La Guaira y trans­mi­tió un ultimá­tum, exigien­do repara­ciones y el cumplim­ien­to del Pro­to­co­lo en el tér­mi­no de 48 horas. 

El 5 de julio de 1858, se instaló la Con­ven­ción en Valen­cia, que luego de encen­di­dos debates san­cionó que el encar­ga­do del Poder Ejec­u­ti­vo no podía tomar res­olu­ción algu­na sobre la sal­i­da del gen­er­al José Tadeo Mon­a­gas del país «sin pre­via res­olu­ción de este cuer­po». Esto prác­ti­ca­mente daba al traste con lo fir­ma­do en el Pro­to­co­lo, lo que con­duciría a un fatídi­co con­flic­to arma­do inter­na­cional, por lo que Toro activó sus dotes de bril­lante políti­co y diplomáti­co, logran­do así dom­i­nar la tem­pes­tad par­la­men­taria y per­suade a los diputa­dos de la Con­ven­ción de Valen­cia de apo­yar el Protocolo.

El 5 de agos­to, la Con­ven­ción san­cionó un acuer­do medi­ante el cual podía «el Jefe del Esta­do cumplir la prome­sa que hizo al gen­er­al Mon­a­gas, cuan­do hayan desa­pare­ci­do de nue­stros puer­tos los buques de guer­ra ingle­ses y franceses». 

Eso no ocur­rió, por el con­trario, los rep­re­sen­tantes diplomáti­cos de Inglater­ra y Fran­cia se negaron al retiro de los buques antes de que se cumpli­era lo estip­u­la­do en el Pro­to­co­lo. Ambos se trasladaron a bor­do de sus buques y trans­mi­tieron un nue­vo ultimá­tum. El 12 de agos­to de 1858 qued­a­ban blo­quea­d­os los puer­tos venezolanos.

Gra­cias a las man­io­bras del gen­er­al Car­los Sou­blette, quien había sido envi­a­do a La Guaira como jefe de opera­ciones para acabar con las hos­til­i­dades, con­sigu­ió se suscri­biera un nue­vo Pro­to­co­lo, en vir­tud del cual las escuadras extran­jeras lev­an­tarían el blo­queo y aban­donarían los puer­tos de Venezuela, acción que se con­cretó el 30 de agosto.

En cuan­to a Mon­a­gas y Gutiér­rez, fueron traslada­dos a La Guaira y dester­ra­dos rum­bo a Mar­tini­ca el 31 de agosto.

Graba­do del alemán Willy Stöw­er rep­re­sen­tan­do el blo­queo de los puer­tos vene­zolanos en 1902. A la derecha el crucero pro­te­gi­do SMS Vine­ta, en el cen­tro el crucero ligero SMS Falke, a la izquier­da el cañonero SMS Panther

Arresta­do por conspirador

Años más tarde, Wences­lao Urru­tia se unió a la Fed­eración y al poco es arresta­do con los car­gos de con­spir­ación y sub­l­e­vación. Fue con­duci­do al islote de Bajo Seco, que se conoce como el primer cam­po de con­cen­tración de Venezuela.

En 1868, es nom­bra­do min­istro de Hacien­da, pero tiem­po después de que asum­iera el car­go, es exclu­i­do del con­se­jo de min­istros por el pres­i­dente Fal­cón. Cuan­do estal­la la Rev­olu­ción Azul, Urru­tia sigue par­tic­i­pan­do en la oposi­ción al gob­ier­no y a favor de la causa federal.

El 17 de agos­to de 1869, es ata­ca­da e inva­di­da su casa por ban­das de «lincheros» quienes señal­a­ban a Urru­tia como jefe del Comité Rev­olu­cionario Lib­er­al. Ante la ame­naza de muerte, Urru­tia inten­ta escapar, esca­lan­do la pared divi­so­ria con la casa veci­na, perteneciente al coro­nel Lino José Reven­ga, min­istro de Guer­ra, pero el esfuer­zo le oca­siona la rup­tura de un aneuris­ma, provo­can­do su muerte instan­tánea. Sus restos reposan en el Pan­teón Nacional des­de el 20 de abril de 1876.

Wences­lao Urru­tia nació en Cara­cas en 1795 y estudió dere­cho en la Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela, donde obtu­vo el doc­tor­a­do en jurispru­den­cia civ­il. Es tatarabue­lo del inter­na­cional­ista Edmun­do González Urru­tia, pres­i­dente elec­to de Venezuela en los comi­cios del 28 de julio de 2024.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *