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Muerte de Bolívar continúa rodeada de enigmas

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

No obstante, en la autop­sia prac­ti­ca­da por Révérend, no se encon­traron lesiones ulcer­a­ti­vas en el trac­to diges­ti­vo que son car­ac­terís­ti­cas de las intox­i­ca­ciones por arséni­co. Lo más acep­ta­do has­ta el momen­to y basa­do en el estu­dio de Révérend, es que Simón Bolí­var fal­l­e­ció de tuber­cu­lo­sis pulmonar


AQUELLA TARDE enrareci­da, has­ta los susurros de los pre­sentes, se escuch­a­ba con estru­en­do ante el silen­cio sepul­cral que rein­a­ba en la alco­ba del gen­er­al. No hubo lágri­mas has­ta que el doc­tor Ale­jan­dro Próspero Réverénd, rev­eló que la hora mor­tal del Lib­er­ta­dor de Améri­ca, había lle­ga­do; fue entonces cuan­do su sobri­no Fer­nan­do Simón Bolí­var Tinoco, rompió en pavoroso llan­to, provo­can­do sonidos des­gar­radores que, has­ta José Lau­ren­cio Sil­va, el más aguer­ri­do de los mil­itares, se quebró.

Pasa­da la una de la tarde aquel 17 de diciem­bre de 1830, en San­ta Mar­ta, Colom­bia, fal­l­e­ció Simón Bolí­var. Al poco las cam­panas de la cat­e­dral anun­cia­ron el dece­so, pero no fue un even­to extra­or­di­nario para sus pobladores, tam­poco para el común, pues la gente vivía aun en medio de los hor­rores y errores de una con­tien­da que había des­bas­ta­do social y económi­ca­mente a gran parte del con­ti­nente suramericano. 

Según el informe de Révérend, el Lib­er­ta­dor fal­l­e­ció a la 1:05 de la tarde del 17 de diciem­bre de 1830

No fue has­ta febrero de 1831, ‑dos meses y medio después‑, que la noti­cia de la muerte del Lib­er­ta­dor se cono­ció en Cara­cas. Sus famil­iares no creyeron sobre la trage­dia, pues pen­saron que se trata­ba de un rumor de sus ene­mi­gos que cel­e­braron con mucho ánimo.

Uno de los más grandes enig­mas que envuel­ven la vida de Simón Bolí­var, es quizá su muerte pese a que nota­bles his­to­ri­adores e inves­ti­gadores han abor­da­do el tema con bas­tante interés y seriedad.

La hipóte­sis más repeti­da ‑y que has­ta hace poco era la más fundamentada‑, se ciñe a que la salud de Bolí­var, había sucumbido a causa de tuber­cu­lo­sis, cer­tidum­bre que otros cien­tí­fi­cos, ya han despejado.

“Tras meses de estu­dio, el equipo de cien­tí­fi­cos des­cubrió que las lla­madas dietas de lava­ti­vas apli­cadas al Lib­er­ta­dor por su médi­co de cabecera, Ale­jan­dro Próspero Rev­erend, le pro­du­jeron un dese­qui­lib­rio hidro­elec­trolíti­co y de allí la muerte”, señala el valioso informe y añade que esta ter­apia se real­iz­a­ba para com­bat­ir una infec­ción en el colon.

“Como parte del mis­mo prob­le­ma intesti­nal, Bolí­var segu­ra­mente recibió muy pocos ali­men­tos lo que dete­ri­oró aún más su salud y lo llevó a perder agua, sodio, bicar­bon­a­to y pota­sio”, se lee en el informe de la necrop­sia, que tuvo como obje­ti­vo deve­lar si el Lib­er­ta­dor fal­l­e­ció de tuber­cu­lo­sis, ver­sión con­sol­i­da­da históri­ca­mente, o fue asesina­do por Fran­cis­co de Paula San­tander, hipóte­sis defen­di­da por el desa­pare­ci­do pres­i­dente de Venezuela, Hugo Chávez.

Tes­ti­go de excepción

Uno de los tes­ti­gos de excep­ción de los días postreros de Simón Bolí­var, será su médi­co de cabecera, el francés Ale­jan­dro Próspero Révérend.

Había lle­ga­do a San­ta Mar­ta en 1824 y reval­i­da­do su títu­lo en Carta­ge­na. En 1830 era el Ciru­jano May­or del ejérci­to por des­i­gnación del gen­er­al Mar­i­ano Mon­til­la y por solic­i­tud de éste, acud­ió al aux­ilio del Lib­er­ta­dor durante los últi­mos 17 días de su exis­ten­cia vital. Igual­mente real­izó la autop­sia y en 1842, estu­vo pre­sente en la exhumación de sus restos para el trasla­do a Caracas.

Ale­jan­dro Pros­pero Revernd medico que atendió a Bolí­var en su lecho de muerte sus últi­mos 17 días

En los 33 boletines que emi­tió Révérend, dio cuen­ta sobre el cur­so fatal de la enfer­medad que, a su cri­te­rio, era una tisis galopante, es decir, una tuber­cu­lo­sis pul­monar avan­za­da. Pero el gen­er­al Mon­til­la, exigió una segun­da opinión, y Bolí­var fue exam­i­na­do entonces por el médi­co norteam­er­i­cano Mac Night, galeno de la gole­ta Gram­pus, ancla­da en la bahía de San­ta Marta. 

Su diag­nós­ti­co no fue el mis­mo de Révérend. A juicio del norteam­er­i­cano, los padec­imien­tos de Bolí­var no eran más que un palud­is­mo cróni­co. Se iden­ti­fi­caron, sí, en que la situación era muy grave y, para no con­trari­ar sus diag­nós­ti­cos, uno for­muló quin­i­na y el otro bál­samos pectorales.

Révérend, al ver el dete­ri­oro pro­gre­si­vo de su paciente, apeló a los parch­es de can­tári­da, insec­to cáus­ti­co que oca­sion­a­ba ampol­las en la piel. Se creía que de esa for­ma se extraía la enfer­medad. Los médi­cos his­to­ri­adores que han juz­ga­do el pro­ced­er de Révérend, le crit­i­can que hubiera uti­liza­do las can­tári­das, pues, al pare­cer, oca­sion­aron un pro­ce­so nefríti­co que con­tribuyó al dece­so del Lib­er­ta­dor.  Por aquel entonces, se desconocía este efec­to mal­sano de las cantáridas.

Otras hipóte­sis

Exis­ten otras hipóte­sis que han sido prop­ues­tas tratan­do de explicar las posi­bles causas de la muerte de Simón Bolí­var, todas antes de la necrop­sia real­iza­da a peti­ción del desa­pare­ci­do pres­i­dente vene­zolano: una de estas es la del his­to­ri­ador Jorge Mier Hoff­man, quien dis­curre que el Lib­er­ta­dor fue fusila­do por medio de una con­spir­ación entre Esta­dos Unidos y la oli­gar­quía colom­biana, dicho argu­men­to ha sido basa­do en la supues­ta bitá­co­ra del bergan­tín Gram­pus, de la Arma­da esta­dounidense, envi­a­do a Colom­bia por el pres­i­dente Andrew Jack­son, el cual se encon­tra­ba nave­gan­do entre Carta­ge­na y San­ta Mar­ta, des­de donde pudo divis­ar al bergan­tín Manuel, donde iba Bolí­var, pro­ce­di­en­do a su cap­tura y even­tu­al fusil­amien­to el 6 de diciem­bre de 1830.

Otra de las hipóte­sis es la que señala el académi­co Paul Auwaert­er, direc­tor clíni­co de la división de enfer­medades infec­ciosas de la Escuela de Med­i­c­i­na de la Uni­ver­si­dad John Hop­kins de Esta­dos Unidos, que sostiene que Bolí­var, fal­l­e­ció por un lento y pro­gre­si­vo enve­ne­namien­to con arséni­co (arseni­co­sis), sus­tan­cia que se cree le fue admin­istra­da durante su manda­to como pres­i­dente de Perú (1824–1827).

Esta teoría está basa­da en el hecho de que los sín­tomas pre­sen­ta­dos por el Lib­er­ta­dor al final de sus días son con­gru­entes con la intox­i­cación cróni­ca por arséni­co tras ingerir agua con­t­a­m­i­na­da con la sustancia.

 

No obstante, en la autop­sia prac­ti­ca­da por Révérend, no se encon­traron lesiones ulcer­a­ti­vas en el trac­to diges­ti­vo que son car­ac­terís­ti­cas de las intox­i­ca­ciones por arséni­co. Lo más acep­ta­do has­ta el momen­to y basa­do en el estu­dio de Révérend, es que Simón Bolí­var fal­l­e­ció de tuber­cu­lo­sis pulmonar.

Aprox­i­mada­mente 20 días antes de su fal­l­ec­imien­to el Lib­er­ta­dor desar­rol­ló pér­di­da de peso, anorex­ia, dolor torá­ci­co, tos y expec­to­ración puru­len­ta, sín­tomas car­ac­terís­ti­cos de tuber­cu­lo­sis, la autop­sia real­iza­da con­fir­ma el diagnóstico.


Fotos: IG/@CorreodeLara

CorreodeLara

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