Boves, el venezolano perdido
Ángel Rafael Lombardi Boscán
Historiador y escritor
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
@lombardiboscan
Que Boves sea celebrado de manera subrepticia formando parte de las efemérides nacionales causa escozor en muchos. Su situación de asturiano y partidario de la guerra de colores en la rebelión popular del año 1814 que puso finiquito a la Segunda República con Bolívar a la cabeza es un muy grande estigma. De hecho, es uno de nuestros más famosos exiliados históricos.
Boves es tan venezolano como la arepa pelada. Además, es un venezolano arquetípico, que muy bien nos representa. Un escritor famoso del siglo XIX pasado, Juan Vicente González, lo bautizó como el Padre de la Democracia. Y yo concuerdo con esto. Democracia como nivelación social. Eso sí, a lo bravo.
La violencia que nos talla la Historia de Venezuela como tragedia y frustración. Giovanni Papini, un excelso comentador de la Biblia, sostiene que hay tres reacciones universales ante la violencia. La más usual es la venganza, la muy vieja Ley del Talión; el famoso: “Ojo por Ojo y Diente por Diente”. La violencia en estos casos se equipara tanto a nivel del agresor como en el caso de los justicieros y se hace intercambiable. Además, no remite, sino que se perpetúa en el tiempo. Los agravios no se perdonan.
La segunda reacción es la huida del injuriado. Lo cual fortalece al agresor y le da renovados motivos para seguir haciéndolo. La tercera reacción es la del Cristo: “No Resistir”; la incomprendida poner la otra mejilla que es la más valerosa de todas y la única capaz de apaciguar al violento. Esta es una propuesta poética. Y diríamos también, que inhumana.
En el año 1814; un año de la desdicha infinita para los venezolanos de ese entonces, ni Bolívar, y mucho menos Boves, van a optar por el comportamiento de hombres únicos de la estirpe del Cristo. Ellos son viscerales y vengativos; mundanos y ególatras. Ellos hicieron de la violencia un proyecto de liberación de coordenadas imprecisas y caóticas.
Boves, un bandido y contrabandista, proveniente de España, terminó recalando en Calabozo, un pueblito llanero dónde aprendió las artes de ser criollo indómito. Su extranjería fue borrada cuando aprendió a mimetizarse con el clima y las costumbres de un medio bárbaro y salvaje representado por los llaneros. Se ha dicho que los llaneros fueron el arma más eficiente para ganar la guerra de la Independencia. La Caballería Infernal de Yánez y Boves hundió a Bolívar y la Segunda República en ese fatídico año 1814. Y luego Páez los va a capitalizar aprovechando que Morillo los despreció.
Además, la biografía de Boves es la biografía de una insubordinación. Su pelea fue estrictamente privada. Su plan político, sí es que lo tuvo, fue atacar los cimientos de una sociedad colonial sostenida en la desigualdad étnica y social. Boves atentó contra los patricios criollos y blanquitos porqué son los integrantes de la elite colonial dueña de la riqueza.
Su misión como guerrero es la misión del agraviado. El rey de España no pinta mucho en éste capítulo de una historia de sangres contada a medias. Boves reúne a los pardos, a los llaneros, a los esclavos y a los indios en un solo batallón. Y les promete mediante la práctica del pillaje, el saqueo y el robo lo que los blancos les niegan bajo los auspicios de unas leyes que sólo vigilan sus privilegios. Matar a los blancos sin capítulo.
Al igual que en Haití (1791–1804) en Venezuela se avanzó en una guerra de exterminio racial. La única diferencia es que su principal intrigante era un blanco, aunque pobre, iracundo y resentido. Y esto representa la sociología esencial del venezolano en su historia: una historia alentada por la violencia popular como déficit de las oportunidades para ascender socialmente. Nuestro igualitarismo o es mocho o es subversivo. Y las élites siempre han logrado traicionar al Pueblo. Incluso, las que se autoproclaman socialistas.
Bauman tuvo que haber leído a Vallenilla Lanz y su famoso y esclarecedor libro: “Cesarismo Democrático” del año 1919. Ya que Bauman señala: “Al contrario, los objetos de deseo cuya ausencia causa más resentimiento hoy son muchos y variados, y su número, al igual que la tentación por tenerlos, aumentan día a día. Por ello la ira, la humillación, el despecho y el rencor por no tenerlos también aumentan —tanto como el impulso por destruir lo que no se puede tener—. El saqueo y el incendio de tiendas derivan de este mismo origen y satisface el mismo anhelo”. No hay diferencias entre los explotados del siglo XIX o del siglo XXI.
Boves no acaudilló ejércitos de soldados, sino de bandidos. Y su contraparte en el bando republicano, hizo otro tanto. Razón por la cual, la Independencia como conflicto entre el sector blanco, quedó relegado a un segundo plano por la rebelión popular del año 1814. Hoy sabemos que los blancos criollos caraqueños se reunieron con los blancos monárquicos en Puerto Cabello solicitando una mediación de Inglaterra para alcanzar una tregua pactada y unir fuerzas para acabar con la plebe alzada en rebelión contra ellos. El dato, un tanto misterioso, lo aporta Juan Uslar Pietri.
A su vez, El Pacificador Morillo, llegó a Venezuela en los primeros meses del año 1815 con un ejército de 12.000 soldados veteranos y europeos, no para acabar con Bolívar que ya estaba acabado y en fuga. Sino para someter al sublevado Boves y su guerra de colores hecha con la más grande saña y crueldad. No le hizo falta a Morillo profundizar la guerra civil venezolana, verdadera carta de identidad de la Independencia, porqué en la Batalla de Úrica, el 5 de diciembre de 1814, Boves fue muerto por un lanzazo.
El padre de la Democracia venezolana fue Boves. Y esa aspiración colectiva de cada venezolano con nacimientos desventajosos por ser persona, hoy, sigue pendiente. Aún no se explica por qué Boves no está en el Panteón Nacional.