1819: Campaña militar sobre el Apure
Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
@lombardiboscan
“Este General no tiene a su lado ni Intendencia,
ni Plana mayor, ni nada; nada, y si le sobran calumniadores en Madrid”.
Pascual Enrile sobre el general Morillo.
Septiembre de 1818
Don Pablo Morillo, “El Pacificador”, quedó gravemente herido en la Batalla de Semen (16 de marzo de 1818), percance que lo alejaría del mando directo por casi todo un año, delegando en sus subalternos toda la responsabilidad en la conducción de la guerra.
Naturalmente ninguno de ellos se atrevió a una ofensiva decisiva sobre el campo dominado por los republicanos por la falta de medios y para no contrariar las más fundamentales ordenes de Morillo, el cuál estableció directrices para reorganizar al ejército con la incorporación de nuevos reclutas venezolanos y hacer acopio de víveres y armamentos para organizar una ofensiva decisiva sobre los llanos occidentales donde se enseñoreaba Páez, a quién por mucho consideró su más peligroso adversario.
Si bien el año 1818 fue muy positivo para Morillo y sus fuerzas; la situación de los espacios ocupados por los beligerantes se mantuvo inalterada. Los republicanos desde Angostura tenían bajo control todo el Sur del país con Bolívar al frente en la dirección del nuevo gobierno pudiendo contar con los cuerpos guerrilleros de Zaraza, Monagas, Cedeño y los de otros jefes operando tanto en los llanos orientales como los del centro; mientras que Páez seguía siendo dueño indiscutido de los llanos occidentales entre el Apure y Barinas, y en las provincias orientales, Arismendi, Mariño y Bermúdez seguían manteniendo en jaque el dispositivo militar realista que se organizó para contenerlos.
La peligrosa herida que por poco le costó la vida al General Morillo y la tenacidad de sus enemigos que a pesar de las derrotas se rehacían con una pasmosa rapidez, influyó de manera determinante en la moral de los partidarios del realismo. Uno de los grandes propósitos estratégicos de Morillo fue el de intentar derrotar a Bolívar en una sola batalla.
En Semen lo logró, pero aun así, Bolívar pudo retirarse y volver a reorganizarse desde Angostura contando en ésta oportunidad con la inapreciable colaboración de los oficiales británicos, que a partir de del año 1817 se fueron incorporando al lado de los republicanos bajo el impulso habilidoso de las gestiones que venía realizando el comisionado venezolano López Méndez en Londres.
Este éxodo de soldados y oficiales extranjeros hacia el trópico tuvo dos razones. Por un lado al acabarse la amenaza napoleónica en Europa muchos de ellos quedaron sin empleos, y por otra parte, el mismo gobierno inglés estimuló su arribo siendo consecuente con sus aspiraciones de relevar a España como la potencia más influyente en la América del Sur.
Los intentos por apresar a los principales cabecillas republicanos o lograr su eliminación física se intentó en reiteradas oportunidades, aunque sin mayor éxito. El ejército realista con unos efectivos que rondaban para ese entonces los 13.000 soldados, en su mayoría criollos, no se resignó a perder la iniciativa que había logrado en la campaña del año pasado. La temporada de sequía era un buen momento para emprender una vez más operaciones militares que todos llegaron a pensar en ese momento que serían decisivas.
Si hay algo que hay que reconocerle a Morillo es que nunca fue un militar pusilánime y que a pesar del abandono en que la metrópoli postró a su ejército, siempre estuvo dispuesto a llevar la ofensiva sobre sus enconados enemigos. En los primeros meses del año 1819, decidió operar por los confines del Apure que estaba bajo control de la caballería de Páez, considerando que si le derrotaba iba con ello ha tener el camino despejado hacia el sureste; también con ésta acción se procuró socavar las bases de abastecimiento que tenía el enemigo, ya que con el control del espacio de los llanos se podía tener libre acceso al abundante ganado que había ahí.
El tan ansiado “golpe de gracia” sobre los rebeldes había que darlo directamente sobre sus más importantes bases de operaciones y abastecimientos ubicados en el Sur del país, que por cierto, era la zona más agreste e inaccesible. La proyectada ofensiva militar quedó subordinada a los accidentes del terreno y al gigantismo de la empresa.
La ausencia de mapas y planos actualizados de esa geografía fueron suplidos por los espías y baquianos del lugar, expertos conocedores de inhóspitos y precarios caminos tanto terrestres como fluviales. La campaña de los llanos en ese año 1819 tuvo su vertiente anfibia por los centenares de ríos y caños que se interponían entre los movimientos de tropas, convirtiéndose la mayor parte de las veces, en obstáculos insalvables.
Ante la ausencia de ingenieros y zapadores dentro de las filas realistas, en número suficiente, el vadeado de los ríos se hizo muchas veces en las propias grupas de los caballos, o cuando la profundidad de las aguas y la distancia entre una orilla y otra lo ameritaban, en frágiles e improvisados lanchones construidos con la madera existente en las zonas aledañas.
No está de más decir que estos obstáculos contribuyeron a que las fuerzas de Morillo no se pudieran internar llano adentro como en un principio se aspiró. Además, los realistas tampoco tuvieron unas “fuerzas sutiles” respetables que pudiesen garantizar el dominio de los principales ríos y caños navegables de la zona. Era evidente que el dominio de los ríos era un requisito fundamental para aspirar movilizar la numerosa tropa con todos sus pertrechos sobre las posiciones enemigas.
Además, Morillo bien sabía que éste movimiento de su ejército debilitaba el control y vigilancia del centro del país y le restaba fuerzas al teatro oriental, en el cual a duras penas se podía mantener a raya a las fuerzas republicanas que activamente allí estaban operando.
El movimiento hacia el Sur conllevaba unos riesgos muy serios ya que las bases y líneas de aprovisionamiento se extendían largamente, y la misma precariedad de la intendencia realista, poca confianza ofreció en ser capaz de atender adecuadamente las necesidades del ejército dentro de una larga campaña caracterizada por los constantes movimientos de tropa dentro de un terreno laberíntico y de muy difícil acceso.
Las esperanzas de Morillo y la clave de toda su estrategia en ésta campaña de los primeros meses del año 1819 se concentró en provocar al enemigo instalándose en su propio territorio y fijarlo en una gran batalla que con su desenlace le aniquilaría por completo. Luego de ese hipotético triunfo Angostura caería y la guerra se habría ganado.
Bolívar, ya convertido en un auténtico rayo de la guerra, una vez más adelantándose a los movimientos de su adversario, “voló” hasta el Apure en marzo de 1819 para reunirse con Páez y coordinar el mejor plan militar para repeler la ofensiva que los realistas se proponían llevar a cabo; ya en ese entonces los republicanos se hacían acompañar por significativas fuerzas británicas formada por oficiales y soldados. Una actitud pasiva les hubiera condenado a cederle la iniciativa a Morillo y sus fuerzas.
Morillo a todas estas, luego de ocupar Calabozo y San Fernando de Apure, los centros poblados más importantes de los llanos occidentales y centrales, se apostó en Achaguas al lado del río Apurito, convirtiendo ese lugar en su centro de operaciones. El objetivo más inmediato era ocupar el Apure y acabar con la caballería llanera de Páez.
Tanto las fuerzas realistas, como las republicanas, bajo el comando de Bolívar y Páez, tuvieron algunos encuentros que unas veces les eran favorables a unos y otras veces a los otros. En el combate del Trapiche los republicanos fueron derrotados por el jefe realista José Pereira; mientras que en el de La Gamarra Bolívar hizo lo propio sobre las fuerzas del mismo Pereira.
Morillo desde Achaguas avanzó hacia el sur queriendo atravesar el río Arauca pero fue derrotado por Páez en el famoso combate de las Queseras del Medio el 2 de abril. Las órdenes de Bolívar fueron tajantes hacía Páez y otros subalternos: no librar una batalla decisiva con Morillo; evitar a toda costa ser “fijados” por los realistas y con ello quedar emplazados para una gran batalla.
Estas órdenes se cumplieron cabalmente y de ésta forma la caballería llanera, a expensa de su gran movilidad, pudo siempre hostigar al enemigo encontrando seguro refugio en las inmensidades del llano adentro. En cambio, la infantería realista, nunca se atrevió a moverse hacia los intrincados caminos del sur por no contar con una caballería lo suficientemente robusta.
Al estar próxima a llegar nuevamente la temporada de lluvias, y reconociendo los insuficientes medios de sus fuerzas, Morillo decidió replegarse hacia Achaguas y Calabozo posponiendo cualquier movimiento que le alejara de sus principales bases de aprovisionamiento. También ésta decisión estuvo influida por las noticias que le llegaban sobre la presencia de una importante fuerza de mercenarios extranjeros que había desembarcado en la isla de Margarita y se disponía atacar la costa con la colaboración de las fuerzas republicanas del sector.
La apertura de tantos frentes que atender a la vez, quebró toda esperanza realista en poder llevar a cabo una ofensiva decisiva sobre los enemigos ubicados en el Sur del país, como en un principio se tuvo previsto. Morillo bien sabía que la guerra en Costa Firme estaba ya irremediablemente pérdida y que sólo un milagro podía salvar la causa del rey.