Crónicas

Cómo derrocar a Rómulo Betancourt

Fabián Capecchi van Schermbeek
Escritor y Publicista
fabian.capecchi@gmail.com

Un asombroso plan ideado por los servicios secretos del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo en 1947 para acabar con el gobierno de Betancourt, que de haber resultado hubiese cambiado la historia de Venezuela


Puntual­mente, a la hora acor­da­da, apare­ció en el lob­by del Hotel en Río de Janeiro, un hom­bre may­or, alto y con gafas de sol que oculta­ban unos ojos claros muy vivos. Era el capitán ® Car­los Affon­so Miglio­ra, ex pilo­to de Aerovías Brasil, quien perteneció al Grupo Assas Bran­cas (Alas Blan­cas) de la Reser­va de las Fuerzas Aéreas del Brasil. 

Amable­mente, me invitó a almorzar y en un per­fec­to inglés me nar­ró de primera mano una asom­brosa his­to­ria que tuvo lugar a finales de los años 40, que de haber tenido éxi­to hubiese cam­bi­a­do la his­to­ria de Venezuela.

Poco antes de ter­mi­nar la Segun­da Guer­ra Mundi­al el coman­dante Miglio­ra, regresa­ba de los Esta­dos Unidos donde fue entre­na­do, para volar aviones de caza Repub­lic P‑47 Thun­der­bolt que Brasil proyecta­ba enviar a Italia para luchar en la fase final con­tra la Ale­ma­nia nazi.

Rómu­lo Betan­court, pres­i­dente de la Jun­ta Cívi­co Mil­i­tar de gob­ier­no en 1945, y dos de sus inte­grantes, a su izquier­da están el coro­nel Mar­cos Pérez Jiménez y a la derecha el capitán Mario Var­gas. Foto: La His­to­ria de Venezuela, Pinterest

Pero la guer­ra ter­minó antes de lo esper­a­do, y el joven ofi­cial avi­ador Miglio­ra al igual que otros cien­tos de reservis­tas fueron desmov­i­liza­dos y dados de baja de la Fuerza Aérea brasileña. Sien­do un aveza­do pilo­to no le fue difí­cil con­seguir tra­ba­jo, comen­zan­do a volar como primer ofi­cial en aviones Dou­glas DC‑3 de Aerovías Brasil, jus­to en el momen­to en que esta com­pañía abría una nue­va ruta hacia Mia­mi; él era el indi­ca­do, pues habla­ba per­fec­ta­mente el inglés.

Este trayec­to que comen­z­a­ba en Río de Janeiro para aquel entonces era un gran reto. El capitán Miglio­ra hizo un gesto con su cara para expli­carme lo arries­ga­do que era en aquel entonces recor­rer miles de kilómet­ros sobre sel­vas y ter­ri­to­rios sal­va­jes ape­nas explo­rados, donde no existía ningún tipo de ayu­da en caso de una emergencia. 

El vue­lo hacía escalas en aerop­uer­tos al norte del Brasil como Sal­vador de Bahía y Amapá, antes de volar un largo tre­cho sin ningún tipo de radio ayu­das ni aerop­uer­tos alter­nos has­ta Para­mari­bo en Suri­nam; luego a George­town en la Guayana ingle­sa, Puer­to España en la isla de Trinidad, y pos­te­ri­or­mente Ciu­dad Tru­jil­lo, en la Repúbli­ca Domini­cana, donde el avión per­nocta­ba antes de lle­gar a su des­ti­no final en Mia­mi al día siguiente.

Dou­glas DC‑3 de Aerovías Brasil en el aerop­uer­to de Ciu­dad Trujillo

La cap­i­tal domini­cana, Ciu­dad Tru­jil­lo, lla­ma­da así luego de que un huracán la destruy­era en 1930 los adu­ladores de ofi­cio que rode­a­ban al dic­ta­dor Rafael Leónidas Tru­jil­lo le ofrecieron reba­u­ti­zarla con su nom­bre, para may­or glo­ria de su ego.

Al lle­gar allí, los pasajeros eran alo­ja­dos en uno de los mejores hote­les de la ciu­dad, el ele­gante Jaragua (hoy día Renais­sance Jaragua). En ese lugar departían ale­gre­mente los pasajeros, y la trip­u­lación rela­ján­dose del largo via­je alrede­dor de la her­mosa pisci­na. Al día sigu­iente ya des­cansa­dos, embar­ca­ban de nue­vo para volar el tre­cho final has­ta Mia­mi, Florida.

Con­tó Miglio­ra, —El pilo­to del avión, era el coman­dante Mario Jop­pert Carneiro da Cun­ha, un hábil avi­ador, muy pru­dente que se había unido a Panair Brasil antes de volar para Aerovías Brasil. Fino y edu­ca­do, buen con­ver­sador, gran bromista, aunque algo fan­far­rón. A mi me asig­naron como su copiloto—. 

Una tarde durante la escala oblig­a­da en San­to Domin­go se cruzó con él en la pisci­na del hotel Jaragua una bel­lísi­ma joven domini­cana. Iba rodea­da de un espinoso enjam­bre de guardaes­pal­das que hacían casi imposi­ble acer­cárse­le o abordarla. 

Sin embar­go el astu­to pilo­to se las ingenió para cono­cer­la y al poco tiem­po esta­ban enam­ora­dos. En los suce­sivos via­jes, el coman­dante Jop­pert, bus­ca­ba mil excusas para retrasar el despegue del avión al día sigu­iente y poder pasar más tiem­po con su novia. Los mecáni­cos vir­tual­mente desarma­ban el avión sin encon­trar ningu­na fal­la, mien­tras Jop­pert se sub­ía a un impo­nente con­vert­ible con su enamorada.

Casi todo sal­ió a la per­fec­ción, sólo había un detalle que hacía que esta relación fuese muy peli­grosa, la chi­ca era la hija del gen­er­al Arturo Espail­lat Rodríguez, apo­da­do Nava­ji­ta por ami­gos y ene­mi­gos. Era el jefe del Ser­vi­cio Secre­to y de Inteligen­cia Mil­i­tar (SIM), la temi­ble policía políti­ca del rég­i­men trujillista. 

Aún así, los amantes se las arreglaron para burlar la vig­i­lan­cia y lle­var ade­lante su romance has­ta que con­sigu­ieron que los padres de la joven con­sin­tier­an el mat­ri­mo­nio. Poco tiem­po después, Jop­pert comen­zó a ser invi­ta­do al cír­cu­lo social de la joven e inmis­cuirse en las activi­dades de su nue­va familia. 

Gen­er­al Arturo Espail­lat Rodríguez, el temi­do Nava­ji­ta, Jefe del Ser­vi­cio Secre­to SIM. Foto: Car­los Manuel Ruiz Fer­nán­dez-Revivien­do los Hechos

Para aquel entonces las con­tin­uas denun­cias de graves vio­la­ciones de los dere­chos humanos en la isla, le difi­culta­ban al rég­i­men tru­jil­lista la adquisi­ción de armas en el exte­ri­or, aunque los Esta­dos Unidos se hacían de la vista gorda.

Para pro­bar a Jop­pert, el gen­er­al Espail­lat ideó una operación clan­des­ti­na para adquirir un lote de revólveres Tau­rus cañón cor­to cal­i­bre 38 en Brasil para la policía y el ejérci­to domini­cano, uti­lizan­do como inter­me­di­ario a su yer­no, al cual le quedó una jugosa taja­da del nego­cio. Jop­pert, con­tinu­a­ba volan­do para Aerovías, aunque cada vez pasa­ba más tiem­po en Repúbli­ca Domini­cana. Los via­jes del yer­no comen­zaron a ser­le útiles al régimen.

Simultánea­mente detrás de esta relación se tejían oscuras y ter­ri­bles intri­gas, con el esti­lo que haría famoso al dic­ta­dor Rafael Leónidas Tru­jil­lo; desapari­ciones, asesinatos den­tro y fuera del país, tor­turas, aten­ta­dos a ene­mi­gos del rég­i­men, secue­stros de disidentes para ser traí­dos a la isla clan­des­ti­na­mente, entre muchos otros crímenes que fueron con­de­na­dos a niv­el internacional.

Rafael Leónidas Trujillo, dictador dominicano, apodadopor sus enemigos como “Chapita” por todas las medallas que se ponía. Foto: Latin American Studies
Rafael Leónidas Tru­jil­lo, dic­ta­dor domini­cano, apo­da­do por sus ene­mi­gos como “Chapi­ta” por todas las medal­las que se ponía. Foto: Latin Amer­i­can Studies

Sin embar­go el tira­no, tenía en Rómu­lo Betan­court, pres­i­dente de la Jun­ta de Gob­ier­no de Venezuela, a un acér­ri­mo ene­mi­go. Betan­court había alcan­za­do la Pres­i­den­cia de la Repúbli­ca luego de un golpe cívi­co mil­i­tar en el año 1945. 

Uno de los primeros actos de gob­ier­no de la fla­mante Jun­ta Cívi­co-Mil­i­tar fue con­denar y romper rela­ciones diplomáti­cas con todos los regímenes no democráti­cos, como España, Nicaragua y espe­cial­mente Repúbli­ca Domini­cana. Pre­cisa­mente allí en Ciu­dad Tru­jil­lo, comen­zaron a reunirse los disidentes vene­zolanos encon­tran­do pro­tec­ción bajo el rég­i­men de Tru­jil­lo, como Rafael Simón Urbina, Pedro Estra­da, Elías Casa­do y Jorge Pocater­ra entre muchos otros.

El ori­gen de esta inquina que se tenían mutu­a­mente los man­datar­ios vene­zolano y domini­cano no es cono­ci­da, aunque el escritor domini­cano Rober­to Guer­rero esboza la teoría de que la primera esposa de Tru­jil­lo María Martínez, tuvo un affaire con Betan­court cuan­do estu­vo exil­i­a­do en la isla, pero ésta tiene poco fundamento. 

Betan­court esta­ba deci­di­do a der­ro­car a Tru­jil­lo y éste a sacar a Betan­court al pre­cio que fuese, como bien quedaría de man­i­fiesto años después. Existieron al menos media doce­na de inten­tos para elim­i­nar a Betan­court como el ataque en La Habana con una jeringa con veneno, y otros más que se quedaron ape­nas en proyec­tos no menos imaginativos.

La ocasión para ases­tar un golpe al gob­ier­no de Betan­court se presta­ba ide­al, luego de que Tru­jil­lo frus­trase una invasión a San­to Domin­go des­de Cayo Con­fites, en Cuba, en sep­tiem­bre de 1947. Allí se preparó una impre­sio­n­ante fuerza de com­bate que incluía buques de desem­bar­co, cazas, bom­barderos, trans­portes, tan­ques, camiones, jeeps, bazu­cas y todo tipo de armas lig­eras. El obje­ti­vo era der­ro­car a Tru­jil­lo en San­to Domingo. 

El entre­namien­to y mov­i­lización de este enorme grupo de com­bat­ientes era un secre­to a voces den­tro del gob­ier­no cubano de Ramón Grau San Martín, quien se hacía de la vista gor­da, mien­tras orga­ni­z­a­ban y recluta­ban a com­bat­ientes en sus propias narices en el Hotel San Luis en la Habana, que luego eran lle­va­dos a la base prin­ci­pal en la isla de Cayo Confites. 

Los com­bat­ientes eran en su may­oría domini­canos y cubanos, pero había pequeños con­tin­gentes de vene­zolanos, puer­tor­riqueños y norteam­er­i­canos, que con­ta­ban con el apoyo de los gob­ier­nos de Cos­ta Rica, Haitٕí y Guatemala.

Los espías de Tru­jil­lo lo habían puesto al tan­to de la operación y poco faltó para que la invasión comen­zara pero fue des­barata­da, por la tremen­da pre­sión que final­mente los norteam­er­i­canos ejercieron sobre el gob­ier­no cubano para que arrestara a los inva­sores y detu­viera la operación. Tru­jil­lo ame­nazó con bom­bardear La Habana al momen­to en que un inva­sor pusiese el pie en tier­ra domini­cana. Entre las fig­uras que prop­i­cia­ron y finan­cia­ban el golpe esta­ban el domini­cano Juan Bosch, el vene­zolano Rómu­lo Betan­court, Juan José Aré­va­lo de Guatemala y el man­datario de Haití, Elli Lescot.

A Tru­jil­lo no le bastó destrozar la operación sino que vio la opor­tu­nidad de devolver el golpe, uti­lizan­do su ser­vi­cio secre­to. Jun­to a Espail­lat plan­i­ficó un asom­broso proyec­to para fomen­tar una rebe­lión mil­i­tar en Venezuela que haría las deli­cias de los cineas­tas de Hol­ly­wood. Esto debía mane­jarse en estric­to secre­to, para no aler­tar a los esta­dounidens­es, que aunque ali­a­dos de Tru­jil­lo, esta­ban en todas partes y no verían con buenos ojos esta operación clan­des­ti­na. Espail­lat dijo que tenía a la per­sona ide­al para aque­l­la arti­maña, su yerno.

Mario Jop­pert fue invi­ta­do a con­ver­sar con su sue­gro. Le pro­pusieron el man­do de la operación, y él la acep­tó gus­tosa­mente. En ese momen­to, la mira­da del capitán Miglio­ra se desvaneció en el pasa­do, cuan­do dijo —y yo tam­bién acep­té—, al igual que otros cole­gas que no quiso nombrar.

Para el plan habrían de aprovechar la gran can­ti­dad de armas exce­dentes de guer­ra en ven­ta en los Esta­dos Unidos, que frente a una bue­na suma de dinero se salta­ban todos los con­troles y permisos.

En el papel, todo parecía sen­cil­lo, pero en la prác­ti­ca resulta­ba suma­mente difí­cil y arries­ga­do. Para empezar serían adquiri­dos media doce­na de bom­barderos North Amer­i­can B‑25 Mitchell, sim­i­lares a los que aca­ba de recibir Venezuela ese mis­mo año con la lle­ga­da de una mis­ión mil­i­tar estadounidense. 

Medi­ante una tapadera se pre­tendería com­prar los mis­mos aviones para el gob­ier­no de Brasil, Jop­pert y el grupo de pilo­tos de Aerovías debían volar los aviones has­ta el norte del Brasil, donde una vez ater­riza­dos y reabaste­ci­dos en Belém de Pará, despe­garían de noche para desa­pare­cer en vue­lo. —El tiem­po era muy impor­tante, ya que debíamos despe­gar ape­nas los mecáni­cos revis­aran los aviones a fin de que lográramos cubrir el sigu­iente tre­cho, aprox­i­mada­mente 2000 kilómet­ros de vue­lo has­ta una pista abier­ta en medio de la sel­va jus­to en la fron­tera con el esta­do Ama­zonas de Venezuela, cer­ca del Río Negro y el Cer­ro La Nebli­na—, es decir prác­ti­ca­mente al límite de nues­tra autonomía, dijo Migliora.

Los aviones lle­garían a Belém do Pará, despe­garían y “desa­pare­cerían” para volar direc­ta­mente has­ta aque­l­la impro­visa­da base en la fron­tera con Venezuela

Al lle­gar allí, los bom­barderos sufrirían una com­ple­ta trans­for­ma­ción, serían arma­dos con bom­bas y ame­tral­lado­ras, sus insignias brasileñas serían cam­bi­adas por las escara­pelas de la Fuerza Aérea Vene­zolana. —Una vez que estu­viera todo lis­to, en una fecha pre­de­ter­mi­na­da, acor­da­da pre­vi­a­mente con San­to Domin­go y los mil­itares rebeldes vene­zolanos, despe­garíamos en la madru­ga­da com­ple­ta­mente car­ga­dos de bom­bas, inclu­so sac­ri­f­i­can­do com­bustible y volaríamos direc­to a Mara­cay y Cara­cas para lle­gar jus­to al salir el sol, y atacar por sorpresa—.

Cada uno de los seis bom­barderos tenía asig­na­do un obje­ti­vo difer­ente, sim­u­lan­do un alza­mien­to de la Fuerza Aérea Vene­zolana. —El obje­ti­vo que a mí me asig­naron— con­tó el capitán Miglio­ra, fue bom­bardear la Escuela de Aviación Mil­i­tar en Mara­cay. El plan era lle­gar, soltar las bom­bas, sobrevolar los obje­tivos el tiem­po mín­i­mo sufi­ciente para que los mil­itares com­pro­meti­dos en tier­ra tomaran los cuar­te­les mil­itares y sitios estratégi­cos, y entonces tomar la decisión de ater­rizar en Mai­quetía o huir a toda prisa hacia la Repúbli­ca Domini­cana o Trinidad. Si los mil­itares logra­ban con­sumar el golpe de Esta­do aprovechan­do la con­fusión, estaríamos a sal­vo, de otro modo dudo que ninguno de nosotros hubiese sobrevivido.

Yo que aún era joven e irre­spon­s­able, me emo­cioné con esa aven­tu­ra, para mí la sen­sación de emu­lar la ges­ta del coro­nel James Doolit­tle[1] quien bom­bardeó por sor­pre­sa la cap­i­tal del Japón durante la Segun­da Guer­ra Mundi­al era fasci­nante. La plan­i­fi­cación de la operación se hizo en Río de Janeiro, en casa de Mario Jop­pert, todos los involu­cra­dos llegábamos solos, con inter­va­l­os de 10 min­u­tos para comen­zar a revis­ar mapas, plan­i­ficar las acciones, el cam­bio de trip­u­la­ciones en Belém,etc. Recibíamos infor­ma­ciones sec­re­tas prove­nientes de San­to Domin­go y hablábamos de lo que haríamos en el momen­to de la ver­dad cuan­do bom­bardeáramos Cara­cas y Mara­cay. Había que lle­gar al amanecer, con el sol en la espal­da para evi­tar que las baterías anti­aéreas, dos, tres, en real­i­dad no sabíamos cuán­tas eran, nos der­rib­asen. Arro­jar las bom­bas sobre las pis­tas y los hangares para evi­tar que los aviones vene­zolanos, un puña­do de North Amer­i­can AT-6C pud­iesen en últi­ma instan­cia lograr despe­gar y der­rib­arnos con sus dos ametralladoras”.

Por lo que me con­tó el capitán Miglio­ra, para aquel entonces ellos desconocían o no habían sido pru­den­te­mente infor­ma­dos de que había una mis­ión mil­i­tar esta­dounidense entre­nan­do a la Fuerza Aérea Vene­zolana y ya había recibido los primeros cazas Repub­lic P‑47 Thun­der­bolt, con­tra los cuales no hubiesen tenido mucha opor­tu­nidad los B‑25.

Ilus­tración: Darío Sil­va, FAV-Club

“En real­i­dad lo que más nos pre­ocu­pa­ba era que todos sabíamos que luego del ataque no lograríamos lle­gar en vue­lo has­ta Ciu­dad Tru­jil­lo ni a Trinidad, al haber sac­ri­fi­ca­do más com­bustible por la car­ga de bom­bas. Ten­dríamos que ater­rizar en sue­lo vene­zolano. Nues­tra úni­ca esper­an­za era que tri­un­fara la rev­olu­ción y pudiése­mos ater­rizar en Mai­quetía, cor­rien­do el ries­go de ser fusila­dos de inmedi­a­to. La otra opción era inten­tar lle­gar a Trinidad, y ater­rizar como pudiése­mos en donde fuese. En fin, lo más seguro era que ter­mináramos cayen­do al mar”.

Cuen­ta el capitán Miglio­ra que la suerte quiso que la operación fra­casara antes de que fuese con­suma­da, pero no por fal­ta de plan­i­fi­cación, sino porque inter­vi­no el des­ti­no, el cual dispone a su anto­jo de todos nosotros. Mario Jop­pert, al sen­tirse rico y ungi­do de tan­to poder comen­zó a der­rochar a manos llenas el dinero que lle­ga­ba vía Repúbli­ca Dominicana. 

Con­trató a la gente para que con­struy­er­an la pista clan­des­ti­na en la fron­tera vene­zolana pagan­do una suma fab­u­losa, y se quedó con parte de las ganan­cias. Pero final­mente todo el proyec­to se vino aba­jo cuan­do Jop­pert se involu­cró sen­ti­men­tal­mente con una bel­la aero­moza de Aerovías y parte del dinero comen­zó a gas­tar­lo en su nue­va conquista.

P‑47 Thun­der­bolt en Venezuela

Inevitable­mente su esposa, la joven domini­cana se enteró y se lo con­tó a su padre, quien sin perder tiem­po pagó a unos matones para que bus­caran a Jop­pert en Brasil y le dier­an una lec­ción. Por supuesto, éste tuvo que huir y desa­pare­cer a toda prisa, man­te­nien­do un muy bajo per­fil ante el temor que los agentes de Tru­jil­lo lo encontraran.

La operación se fue al traste, pero no las inten­ciones de Tru­jil­lo quien lo volvería a inten­tar varias veces más, incluyen­do otro proyec­to de bom­bardear Cara­cas el mis­mo día de la toma de pos­esión del nue­vo Pres­i­dente Rómu­lo Gal­le­gos des­de Nicaragua. Pero esa, es otra historia.

Este artícu­lo fue pub­li­ca­do orig­i­nal­mente en FAV-Club.com en noviem­bre de 2009


Fuentes:

  • Entre­vista real­iza­da por el autor al capitán Car­los Affon­so Miglio­ra en Río de Janeiro,Brasil, Julio de 2003. Autor del libro: Breve Resumo Histórico da Aerovías Brasil e out­ras his­to­rias. Pub­li­ca­do en Río de Janeiro, 1996.
  • Gay Kuhn, Das­tard­ly plot. Latin Amer­i­can Avi­a­tion His­to­ry Soci­ety (LAAHS) Noviem­bre 21 de 2019.

[1] James H. Doolit­tle, lid­eró el primer ataque a la cap­i­tal japone­sa en 1942, despe­gan­do e un por­taaviones al límite de su alcance en una mis­ión sin retorno, casi suicida.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

2 comentarios en «Cómo derrocar a Rómulo Betancourt»

  • Exce­lente artícu­lo, la his­to­ria es el mejor ali­men­to para el cere­bro. Felicitaciones.

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