Crónicas

¿Simón Bolívar solicitó títulos nobiliarios? misterio y escándalo

Efraín Jorge Acevedo
Historiador y escritor
efrainjorge@yahoo.es

Twitter: @efrainjorge

Una de las creen­cias sobre Simón Bolí­var que más se han difun­di­do en los últi­mos años (espe­cial­mente en las redes sociales) es la de que Bolí­var solic­itó a la Coro­na españo­la unos títu­los nobil­iar­ios, y como la Coro­na se los negó, esa sería una de las razones fun­da­men­tales para que el futuro Lib­er­ta­dor desar­rol­lara un resen­timien­to amar­go con­tra la Monar­quía His­páni­ca, y es por eso que se rebeló con­tra España y se unió a la causa de la Inde­pen­den­cia de Venezuela. 

Como ver­e­mos en artícu­lo esa creen­cia es may­or­mente errónea y es pro­duc­to de una mala inter­pretación de unos hechos muy com­ple­jos, detrás de los cuales está una his­to­ria apa­sio­n­ante, escan­dalosa y mor­bosa, una tra­ma enrevesa­da y digna de una nov­ela de sus­pen­so o inclu­so de un thriller cinematográfico.

El primer dato fun­da­men­tal para cono­cer y enten­der la ver­dad ocul­ta detrás de esta creen­cia pop­u­lar, es que los títu­los nobil­iar­ios a los que se hace ref­er­en­cia fueron solic­i­ta­dos en el año 1731; es decir, 52 años antes de que naciera Simón Bolí­var (que recordemos nació el 24 de julio de 1783). Obvi­a­mente, Bolí­var no podía solic­i­tar unos títu­los nada menos que 52 años antes de venir al mun­do, con lo cual ya la creen­cia que­da desmon­ta­da de entra­da en su pun­to de partida.

Simón Bolí­var, el Libertador

¿Pero qué ocurrió realmente?

Ese año de 1731, el abue­lo pater­no de Bolí­var, Juan de Bolí­var y Martínez de Vil­le­gas, le encar­ga al señor Jacobo Fran­cis­co Andreani (que era Caballero del Hábito de San­ti­a­go) la mis­ión de com­prar­le unos títu­los nobil­iar­ios de Castilla.

Hay que recor­dar que en esa época las leyes de España per­mitían que en algunos casos y con algu­nas condi­ciones se vendier­an títu­los nobil­iar­ios, por enormes sumas de dinero. 

El abue­lo de Bolí­var era uno de los hom­bres más ricos y poderosos de la entonces Provin­cia de Venezuela, que sola­mente abar­ca­ba el Cen­tro-Norte y parte del Occi­dente de la Venezuela actu­al (la futu­ra Cap­i­tanía Gen­er­al de Venezuela sería crea­da 46 años después); Juan de Bolí­var y Martínez de Vil­le­gas era rico (mul­ti­mil­lonario diríamos aho­ra) gra­cias a la heren­cia de su famil­ia y tam­bién gra­cias a su mat­ri­mo­nio con María Petron­i­la de Ponte Andrade y Marín de Narváez, la abuela pater­na de Simón Bolí­var (la seño­ra apor­taría al mat­ri­mo­nio, entre otras propiedades, las famosas Minas de Aroa, que eran minas de cobre, y la man­sión donde décadas después nac­ería Simón Bolívar).

Al ser tan rico, Juan de Bolí­var pen­só que lo úni­co que le hacía fal­ta era ten­er unos títu­los que le per­mi­tier­an for­mar parte de la Nobleza de la Monar­quía His­páni­ca, y de esa man­era cul­mi­nar el pro­ce­so de encum­bramien­to social que su famil­ia había empren­di­do algu­nas gen­era­ciones atrás, con la lle­ga­da de los primeros Bolí­var a tier­ras vene­zolanas, deján­dole además un glo­rioso lega­do a sus descendientes.

El hom­bre encar­ga­do por el abue­lo de Bolí­var efec­ti­va­mente cumplió su mis­ión y encon­tró la opor­tu­nidad de com­prar dos títu­los nobil­iar­ios; y es que el entonces Rey de España, Felipe V, le había don­a­do al Monas­te­rio de Nues­tra Seño­ra de Mon­ser­rat, en la cap­i­tal de España, Madrid (no debe con­fundirse este monas­te­rio con otro de igual nom­bre en la región españo­la de Cataluña) dos títu­los de Castil­la, para que los frailes bene­dicti­nos que admin­is­tra­ban el monas­te­rio los vendier­an y así pudier­an recau­dar dinero para la reparación y man­ten­imien­to del monas­te­rio y de su igle­sia adjunta.

Por 22 mil ducados

El envi­a­do de Juan de Bolí­var nego­ció la com­pra con los frailes y se acordó el pre­cio de ven­ta por 22.000 (vein­tidós mil) duca­dos de oro, una suma enorme para la época, real­mente millonaria.

Como el abue­lo pater­no de Bolí­var había fun­da­do en 1722 el pueblo de San Luis de Cura, que actual­mente se conoce como Vil­la de Cura, su deseo era que los títu­los que había com­pra­do fuer­an tit­u­la­dos ofi­cial­mente como de Mar­qués de San Luis de Cura y Viz­conde de Cocorote (pues uno era de Mar­qués y otro de Vizconde).

Pero el pro­ce­so estable­ci­do por las leyes para la ven­ta de títu­los nobil­iar­ios estip­u­la­ba que el pago del pre­cio no era sufi­ciente para poder comen­zar a usar y dis­fru­tar de los títu­los com­pra­dos, y por lo tan­to para pasar a for­mar parte del selec­to esta­men­to social de la Nobleza; después de la ven­ta era nece­sario que la Coro­na españo­la rat­i­ficara el otorgamien­to de los títu­los al com­prador, y para ello era impre­scindible que el com­prador cumpli­era una serie de req­ui­si­tos burocráticos.

Limpieza de sangre

El prin­ci­pal req­ui­si­to era cumplir con el exi­gente pro­ce­so legal denom­i­na­do “Limpieza de San­gre”; este pro­ce­so había sido estable­ci­do cien­tos de años antes por la Coro­na fun­da­men­tal­mente para evi­tar que accedier­an a títu­los o priv­i­le­gios gente de religión islámi­ca o musul­mana, o sus descen­di­entes que supues­ta­mente habían cam­bi­a­do de religión para hac­erse católi­cos, pero que eran sospe­chosos de seguir sien­do en secre­to musulmanes. 

Para cumplir con ese pro­ce­so era impre­scindible mostrar todo el árbol genealógi­co de la per­sona obje­to del pro­ce­so, y de su cónyuge; es decir, debían rev­e­lar los nom­bres y apel­li­dos de todos sus antepasa­dos por muchas gen­era­ciones, y demostrar con doc­u­men­tos la iden­ti­dad y fil­iación famil­iar de todos esos ancestros. 

Y ahí es donde las pre­ten­siones del abue­lo de Bolí­var se estrel­laron con­tra un muro infranqueable.

Como hemos dicho antes, la esposa de Juan de Bolí­var y Martínez de Vil­le­gas (y abuela de Simón Bolí­var) era María Petron­i­la de Ponte Andrade y Marín de Narváez; esta seño­ra era hija de Jose­fa María de Marín y Narváez, por lo que, obvi­a­mente, esta Jose­fa era bis­abuela de Bolí­var. Y aquí es donde surge el famoso y enrevesa­do mis­te­rio cono­ci­do como el “Nudo de la Marín”.

Jose­fa Marín había naci­do en 1668, y en su par­ti­da de bautismo (hay que recor­dar que en esa época no existía un Reg­istro Civ­il del Esta­do y por lo tan­to no había par­tidas de nacimien­to, y las par­tidas de bautismo de la Igle­sia Católi­ca eran las que legal­mente cer­ti­fi­ca­ban el nacimien­to y la fil­iación de las per­sonas) se cer­ti­fi­ca­ba su nom­bre, pero no se reg­is­tra­ba la iden­ti­dad de sus padres. De hecho, la par­ti­da, que está reg­istra­da en el Libro de Bautis­tas de Sagrario de la Cat­e­dral de Cara­cas del año 1668 en su Folio 269, dice expre­sa­mente en un frag­men­to del documento:

“Jose­fa, hija de padres descono­ci­dos, bau­ti­za­da en casa por necesi­dad. Es de edad de cin­co meses poco más o menos…”

Es decir, se la reg­is­tra como hija de “padres descono­ci­dos”, y por lo tan­to sin apel­li­dos legales; y así per­manecería has­ta los 5 años de edad, aproximadamente.

El 18 de agos­to de 1673, en la ciu­dad de Madrid (cap­i­tal de España), el señor Fran­cis­co de Marín y Narváez, otor­ga tes­ta­men­to; un tes­ta­men­to que sería ampli­a­do con dos cod­i­ci­los otor­ga­dos respec­ti­va­mente el 20 y 22 de agos­to, en el últi­mo min­u­to, pues la muerte del tes­ta­dor se pro­du­jo ese mis­mo día 22 de agosto.

En un frag­men­to de su tes­ta­men­to, el señor Marín y Narváez dejó escrito lit­eral­mente (en ortografía de la época):

“…Declaro que ten­go una hija nat­ur­al y por tal la reconoz­co, nom­bra­da Jose­fa, de edad de cin­co a seis años poco menos, a la cual hube don­cel­la prin­ci­pal cuyo nom­bre cayo por su decen­cia con la que pudiera con­traer sin dis­pen­sación cuan­do la hube, y que se está crian­do por mi orden en casa del Señor Capitán Gon­za­lo Marín Grani­zo, mi tío y mi her­mana doña María Marín la conoce…”

Es decir, Fran­cis­co de Marín y Narváez, recono­ció a Jose­fa como su hija nat­ur­al o “bas­tar­da” en su tes­ta­men­to, y la nom­bró hered­era uni­ver­sal de casi toda su for­tu­na, que era inmen­sa, pues había sido uno de los hom­bres más ricos y poderosos de la Provin­cia de Venezuela, antes de mar­charse a la España penin­su­lar meses antes del nacimien­to de su úni­ca hija.

Pero en ese acto de reconocimien­to de pater­nidad se pro­duce un hecho muy raro y lla­ma­ti­vo que ten­dría impor­tantes reper­cu­siones a futuro, y es que sí bien se establece la iden­ti­dad del padre, se mantiene ocul­ta la iden­ti­dad de la madre; y es que des­de siem­pre, cuan­do un hijo (a) nat­ur­al es reg­istra­do y sólo uno de los padres reg­is­tra su fil­iación con la criatu­ra y el otro per­manece en el anon­i­ma­to, casi siem­pre es la madre la que reg­is­tra a la criatu­ra y reconoce su mater­nidad, y es el padre el que no aparece en el reg­istro y el que no reconoce su pater­nidad, pero en este rarísi­mo caso fue al revés, el padre reconoce y la madre per­manece oculta.

Durante dos sig­los (des­de que Bolí­var se hizo famoso y se comen­zó a hablar de su famil­ia) se ha espec­u­la­do que la madre de Jose­fa pudo ser una sirvien­ta india o par­da (en esa época se llam­a­ba “par­dos” a los mes­ti­zos en gen­er­al, a las per­sonas que eran pro­duc­to de la mez­cla o mes­ti­za­je de las difer­entes razas) o inclu­so una escla­va negra.

Evi­den­te­mente de haber sido así, eso hubiera sido una gran vergüen­za y un prob­le­ma para la famil­ia Bolí­var, tenien­do en cuen­ta que la clase de los Man­tu­anos (como se llam­a­ba en Venezuela a la élite de los aristócratas blan­cos criol­los) con­sid­er­a­ba infe­ri­ores a los indios, par­dos (mes­ti­zos), negros e inclu­so a los “blan­cos de oril­la” (los blan­cos de orí­genes humildes, aunque tuvier­an bienes de for­tu­na) y se nega­ban rotun­da­mente a mezclarse con ellos, y se sen­tían muy orgul­losos de su “limpieza de san­gre”, reivin­di­can­do su san­gre blan­ca euro­pea (espe­cial­mente his­pana) y su lina­je hidalgo. 

No por nada la élite man­tu­a­na era, entre las élites blan­cas criol­las his­panoamer­i­canas, quizás la que prac­ti­ca­ba con may­or entu­si­as­mo y de man­era más cróni­ca la endogamia, casán­dose siem­pre entre un número rel­a­ti­va­mente reduci­do de famil­ias, por lo que al lle­gar a la gen­eración de Simón Bolí­var todos en la alta sociedad de Cara­cas eran al menos pri­mos entre sí. 

Por eso para una famil­ia man­tu­a­na como los Bolí­var ten­er, aunque sea un poco de san­gre india, mes­ti­za o negra hubiera sido una des­gra­cia, una “ruina social” den­tro de su cír­cu­lo extremada­mente cla­sista y racista.

Sin embar­go, la teoría del ori­gen indio, negro o mes­ti­zo no es la úni­ca que existe; y en los últi­mos años ha surgi­do con mucha fuerza una teoría muy creíble, lóg­i­ca y real­ista, sus­ten­ta­da en fuertes y razon­ables indicios. 

Antonio Herrera-Vaillant, escritor e historiador. Foto cortesía El UniversalEl nudo deshecho

El autor de la teoría es el señor Anto­nio Her­rera-Vail­lant, un escritor, his­to­ri­ador y empre­sario cubano-vene­zolano; egre­sa­do de la Uni­ver­si­dad de George­town, en Wash­ing­ton D.C., que fue pres­i­dente del Insti­tu­to Vene­zolano de Genealogía, y ha recibido la Medal­la de Oro de la Real Acad­e­mia de la His­to­ria de España, entre otros antecedentes o cre­den­ciales que avalan su pres­ti­gio y cred­i­bil­i­dad. Her­rera-Vail­lant pre­sen­tó su teoría en un libro que se lla­ma “El nudo deshe­cho: com­pen­dio genealógi­co del Lib­er­ta­dor”, y la tesis que plantea en esa obra ha sido aval­a­da por respeta­dos geneal­o­gis­tas como el español Javier Gómez de Olea y Bustinza.

Her­rera-Vail­lant estu­dia la figu­ra del capitán Fran­cis­co de Marín y Narváez, tatarabue­lo de Simón Bolí­var, para inten­tar resolver el mis­te­rio de la iden­ti­dad de la descono­ci­da madre de la úni­ca hija de este señor; y pre­cisa­mente en el tes­ta­men­to de Marín y Narváez encuen­tra la primera pista, el hilo del que tirar para desenredar la maraña.

En una parte del tes­ta­men­to, Marín y Narváez le dejó un lega­do a una joven que no era famil­ia suya, una chi­ca lla­ma­da María Martínez Cer­ra­da; el lega­do con­sistía especí­fi­ca­mente en dejar­le una can­ti­dad de dinero, que sería de 4.000 (cua­tro mil) pesos sí la joven Martínez de Cer­ra­da se con­vertía en reli­giosa, o sea, sí se metía a mon­ja, o la mitad, es decir, 2.000 (dos mil) pesos, sí no quería entrar a la vida reli­giosa y prefer­ía vivir una vida “nor­mal”, inclu­so casán­dose y for­man­do una familia. 

María Martínez de Por­ras y Cer­ra­da pertenecía a una famil­ia hidal­ga, que sí bien no era de las más ric­as de la Provin­cia de Venezuela, sí era lo sufi­cien­te­mente adin­er­a­da y pres­ti­giosa como para con­sid­er­arse parte de la alta sociedad blan­ca criol­la; su padre, Lucas Martínez de Por­ras y Ávi­la, era encomendero en la local­i­dad de Guare­nas (cer­ca de Cara­cas), es decir, tenía una encomien­da de indios (un grupo de indios o indí­ge­nas que le habían sido asig­na­dos por la Coro­na para que los pro­te­giera y pro­moviera su adoc­tri­namien­to en la fe cris­tiana a cam­bio del tra­ba­jo de los indios como sus jor­naleros en las tier­ras de él), y su madre era doña Beat­riz Cer­ra­da del Mármol.

Cuan­do Jose­fa Marín nació, María Martínez y Cer­ra­da ten­dría 16 años de edad, aprox­i­mada­mente, era ape­nas una ado­les­cente; mien­tras que Fran­cis­co de Marín y Narváez, el padre de Jose­fa, tenía 48 años de edad. La teoría de Her­rera-Vail­lant es que Fran­cis­co Marín vio­ló a María Martínez Cer­ra­da, que cometió con­tra ella algu­na for­ma de estupro o de vio­lación (prob­a­ble­mente pre­ce­di­do de algún corte­jo o inten­to de seduc­ción), obvi­a­mente deján­dola embarazada.

Her­rera-Vail­lant hizo una exhaus­ti­va inves­ti­gación en el mun­do de la alta sociedad caraque­ña de la época; tenien­do en cuen­ta que en esa época Cara­cas era una ciu­dad de ape­nas 4.000 (cua­tro mil) habi­tantes, que tenía un cír­cu­lo social de alta sociedad de no más de 300 personas.

Uno de los indi­cios que encon­tró Her­rera-Vail­lant es que en la época en que la madre de Jose­fa lle­varía ade­lante su embara­zo, Fran­cis­co de Marín y Narváez sal­ió pre­cip­i­tada­mente de Venezuela en direc­ción a la España penin­su­lar, y Her­rera-Vail­lant espec­u­la que habría sali­do huyen­do, con la ayu­da del Gob­er­nador de la Provincia.

Sí Marín y Narváez efec­ti­va­mente hubiera vio­la­do y deja­do embaraza­da a María Martínez Cer­ra­da, habría tenido motivos para salir huyen­do, ya que al ser la famil­ia de ella una famil­ia más o menos impor­tante de la alta sociedad, ten­dría miedo de que los famil­iares de la chi­ca usaran su influ­en­cia para lle­var­lo ante la jus­ti­cia por su deli­to, o peor aún que quisier­an lavar su hon­or a través de una “ven­gan­za de san­gre”, en una época en que muchas veces esos asun­tos de la “hon­ra” se resolvían en un duelo. 

Por eso Marín ten­dría bue­nas razones para ten­er miedo de acabar pre­so o muer­to; además tam­bién deno­taría que Marín no habría queri­do casarse con la chi­ca, que hubiera sido la man­era hon­rosa y pací­fi­ca de reparar la afrenta causada. 

Esto tam­bién sería un indi­cio en con­tra de la hipóte­sis del ori­gen humilde de la madre de Jose­fa, pues sí la madre hubiera sido una india, una par­da (mes­ti­za) o una negra, Marín y Narváez no ten­dría que haber sali­do huyen­do, no habría tenido may­or prob­le­ma, como por ejem­p­lo demues­tra el hecho de que casi cien años después el padre de Simón Bolí­var vio­ló a dece­nas de niñas mes­ti­zas, indias y algu­nas negras, y no sufrió ningún cas­ti­go o repre­salia, quedan­do impune gra­cias a su poder y riqueza, como relata­mos en otro artícu­lo aquí, en Correo de Lara.

El caso es que Fran­cis­co de Marín y Narváez, cuya famil­ia tenía su ori­gen en Motril de Grana­da (en la actu­al Provin­cia de Grana­da, en Andalucía) llegó a la ciu­dad andaluza de Sevil­la, después de pre­sun­ta­mente huir de Venezuela.

Y aquí com­pro­bamos de nue­vo como esta his­to­ria tiene unos ver­icue­tos muy intere­santes que darían has­ta para una nov­ela; y es que en Sevil­la, Marín y Narváez entró en con­tac­to con el grupo dirigi­do por un famoso per­son­aje lla­ma­do Miguel Mañara, un aristócra­ta sevil­lano de ascen­den­cia ital­iana y cor­sa, que en su juven­tud había tenido una vida licen­ciosa y promis­cua, de autén­ti­co “sin­vergüen­za” (a pesar de estar casa­do), pero que después de un suce­so supues­ta­mente mila­groso se había arrepen­ti­do de sus peca­dos y se había con­ver­tido en reli­gioso, reunien­do a un grupo de pecadores arrepen­ti­dos como él. 

Al unirse a este grupo, Marín y Narváez “encon­tró” a Dios y se arre­pin­tió de sus peca­dos, lo que pudo influir en el inten­to que hizo de reparar los daños en su tes­ta­men­to unos años después.

Y es que Marín y Narváez nun­ca volvió a Venezuela, y murió en Madrid sin cono­cer a su hija Jose­fa, que ten­dría 5 años de edad al quedar huérfana.

Hija de la verguenza

Otro indi­cio de que María Martínez Cer­ra­da pudiera ser la madre de la hija de Marín y Narváez, es que tenía una vida muy extraña para la época en que nació su pre­sun­ta hija; sien­do una ado­les­cente de 16 años de una “bue­na famil­ia”, ella vivía sola, y no con su famil­ia, algo muy chocante para las rígi­das cos­tum­bres de la sociedad de la época. Y tam­bién lla­ma­ti­vo es que poco después se dedicara a ser una mujer inde­pen­di­ente y emprende­do­ra, de nego­cios, lo que tam­bién hace sospechar por una parte de una rup­tura con su famil­ia por su “deshon­ra”, y por otra parte de algún acuer­do con Marín y Narváez a través de apoder­a­dos suyos para recibir algu­na com­pen­sación económi­ca que le per­mi­tió inde­pen­dizarse y ten­er su pro­pio sustento.

Otro indi­cio de que María Martínez Cer­ra­da pudo ser la madre de Jose­fa, es la declaración que hace Fran­cis­co Marín y Narváez al recono­cer a su hija, y decir que tuvo a su hija con “…don­cel­la prin­ci­pal cuyo nom­bre cal­lo por su decen­cia con la que pudiera con­traer sin dis­pen­sación cuan­do la hube…”, es decir, que dice que la madre de su hija era de su mis­ma cat­e­goría social, de la aris­toc­ra­cia, y que por eso podía haberse casa­do con ella (sí hubiera queri­do) sin dispensación.

Y no hay que olvi­dar que Marín y Narváez le deja a María Martínez Cer­ra­da una suma impor­tante de dinero en su tes­ta­men­to, a pesar de no ser famil­ia suya, lo que podría jus­ti­fi­carse sí fuera la madre sec­re­ta de su úni­ca hija; y esta sospecha se con­fir­ma más todavía al duplicar la can­ti­dad de dinero sí María Martínez Cer­ra­da acept­a­ba la condi­ción de meterse a mon­ja, lo que sería una for­ma de inten­tar estim­u­la­rla a no ten­er rela­ciones con otros hom­bres por el resto de su vida, una man­era de con­tro­lar­la pós­tu­ma­mente por celos. 

Pero María pre­fir­ió no cumplir esa condi­ción y con­for­marse con la mitad del dinero, ya que ella se casó con un hom­bre lla­ma­do José Ramírez de Arel­lano, aunque María murió pocos años después, sien­do una joven de ape­nas 24 años, aproximadamente.

Final­mente, otro indi­cio de que Jose­fa pudiera ser hija de María es el hecho de que un pres­bítero de la par­ro­quia de la Cat­e­dral se hubiera desplaza­do a casa para bau­ti­zar a la niña y dejar su par­ti­da de bau­ti­zo inser­ta­da en los libros de bautis­tas de la Cat­e­dral, un tra­to reser­va­do para hijos de la aris­toc­ra­cia blan­ca criol­la; algo que no solía hac­er un aristócra­ta cuan­do tenía un bas­tar­do o bas­tar­da con una mujer de condi­ción social infe­ri­or (india, par­da o negra).

De todas man­eras, el hecho de que Jose­fa pudiera ser pro­duc­to de una vio­lación sufri­da por su madre a manos de su padre, y la cade­na de even­tos oscuros y escan­dalosos que rode­a­ban el encubrim­ien­to del suce­so, tam­bién habría cau­sa­do una vergüen­za ter­ri­ble a la famil­ia de los descen­di­entes de Josefa.

El caso es que, al nac­er, Jose­fa fue sep­a­ra­da de su madre (inde­pen­di­en­te­mente de quien haya sido) y es muy prob­a­ble que no la haya cono­ci­do nun­ca; y como ya diji­mos no cono­ció nun­ca a su padre, pues se encon­tra­ba en la lejana España penin­su­lar, y murió cuan­do la niña tenía 5 años. 

Al comien­zo Jose­fa estu­vo bajo el cuida­do de un tío y de una her­mana de su padre (es decir, un tío-abue­lo y una tía de la niña), pero en el tes­ta­men­to su padre nom­bró como tutor de la niña al provee­dor Pedro Jaspe y Mon­tene­gro, y entonces es este señor el que tuvo el poder abso­lu­to para admin­is­trar la inmen­sa for­tu­na que había hereda­do Jose­fa de su padre.

Cuan­do la niña estu­vo un poco más grande, su tutor, Pedro Jaspe, la internó en un con­ven­to para que las mon­jas se encar­garan de cuidar­la y cri­ar­la, mien­tras él goz­a­ba disponien­do del pat­ri­mo­nio de la menor a su antojo.

Árbol genealógi­co del Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var en el museo de la Puebla de Bolibar, Viz­caya, España

¿Asesinada?

Pero a medi­da que la niña crecía, Pedro Jaspe se plante­a­ba el prob­le­ma que ten­dría cuan­do la niña se hiciera may­or de edad y por lo tan­to cesara su tutela legal. Y por eso le pide a un sobri­no suyo, lla­ma­do Pedro de Ponte Andrade Jaspe y Mon­tene­gro, que viniera a Venezuela des­de su tier­ra natal, la región de Gali­cia (en la España penin­su­lar). Y en 1681, cuan­do Jose­fa tenía 13 años de edad, la casa con su sobri­no, que tenía 26 años.

Casa­da con el sobri­no de su tutor, Jose­fa con­tin­uó bajo el con­trol de su tutor y aho­ra tam­bién de su mari­do, los que sigu­ieron hacien­do lo que quisieron con la for­tu­na de la rica hered­era, en ben­efi­cio de la famil­ia políti­ca de ella.

En los 11 años sigu­ientes, Jose­fa ten­dría 7 hijos e hijas, lo que sig­nifi­ca que estaría embaraza­da casi todos los años.

Pero hubo un momen­to en que al pare­cer Jose­fa quiso tomar el con­trol de su vida y de su pat­ri­mo­nio, ponien­do límites a lo que hacía su mari­do Pedro de Ponte, pero en mitad de esas ges­tiones ella murió repenti­na­mente, en 1692, sien­do muy joven, con ape­nas 23 o 24 años de edad; y Her­rera-Vail­lant sospecha que pudo haber sido asesina­da por su mari­do (que por supuesto era el bis­abue­lo de Simón Bolívar).

El pun­to es que muchos años después una hija de Jose­fa y su mari­do Pedro de Ponte, María Petron­i­la de Ponte Andrade y Marín de Narváez, se casó con Juan de Bolí­var y Martínez de Vil­le­gas, que como diji­mos al prin­ci­pio del artícu­lo fue el que com­pró los títu­los nobil­iar­ios de Castilla. 

Y en el pro­ce­so de limpieza de san­gre surgió el gran prob­le­ma de que se desconocía la iden­ti­dad de la madre de Jose­fa de Marín y Narváez, con lo cual el árbol genealógi­co de los Bolí­var qued­a­ba con­de­na­do a estar incon­clu­so y no se podía demostrar que tenían la ascen­den­cia ade­cua­da para ser posee­dores de unos títu­los nobil­iar­ios de acuer­do a las nor­mas legales de la Monar­quía Hispánica.

Así quedó estanca­do el pro­ce­so y la Coro­na Españo­la no rat­i­ficó el otorgamien­to de los títu­los com­pra­dos por Juan de Bolívar.

El mis­mo año que ordenó la com­pra de los títu­los, en 1731, Juan de Bolí­var y Martínez de Vil­le­gas, murió; ese año, su hijo Juan Vicente de Bolí­var y Ponte (el futuro padre de Simón Bolí­var) era ape­nas un niño de entre 4 y 5 años de edad.

Pero al cre­cer y hac­erse car­go de los asun­tos de su enorme heren­cia, Juan Vicente Bolí­var y Ponte se dedicó, entre otras cosas, a inten­tar obten­er la rat­i­fi­cación de los títu­los nobil­iar­ios com­pra­dos por su padre, una gestión infruc­tu­osa que se pro­longó durante décadas, pues el obstácu­lo insu­per­a­ble del mis­te­rio sobre la iden­ti­dad de la madre de Jose­fa Marín per­manecía, y la Coro­na no esta­ba dis­pues­ta a hac­er una excep­ción y excusar la solu­ción de este prob­le­ma en el árbol genealógi­co para dar por vál­i­da la limpieza de san­gre imprescindible.

Juan Vicente Bolí­var y Ponte, padre del Libertador

Juan Vicente Bolí­var y Ponte murió a los 59 años de edad, el 19 de enero de 1786, sin poder haber hecho real­i­dad el deseo de con­seguir el otorgamien­to de los títu­los nobil­iar­ios com­pra­dos por su padre.

Hay que recor­dar que al morir Juan Vicente Bolí­var y Ponte, su hijo Simón Bolí­var tenía ape­nas 2 años y medio de edad, aprox­i­mada­mente; pero más impor­tante que eso, para el tema que nos ocu­pa, es que Simón Bolí­var tenía un her­mano may­or, Juan Vicente Bolí­var y Palacios.

Juan Vicente Bolí­var y Pala­cios era 3 años may­or que su her­mano Simón, y por tan­to tenía más de 5 años cuan­do murió el padre de ambos, Juan Vicente Bolí­var y Ponte. 

En su condi­ción de hijo legí­ti­mo may­or, Juan Vicente era el heredero del may­oraz­go del padre y del sitial de cabeza de famil­ia, de jefe de la Casa Bolí­var y Pala­cios; Simón Bolí­var no era el heredero prin­ci­pal, al ser el menor, pero de todas man­eras heredó una inmen­sa for­tu­na debido a que fue ben­e­fi­cia­rio de varias heren­cias, no sola­mente de sus padres, sino tam­bién de su abue­lo mater­no, y de un pri­mo-her­mano suyo por el lado pater­no, que era cléri­go, y que insti­tuyó un may­oraz­go en su ben­efi­cio, al no ten­er hijos propios.

No le pre­ocu­pa­ban los títulos

Sien­do unos niños pequeños al quedar huér­fanos de padre, los her­manos Juan Vicente y Simón, quedaron al cuida­do de su madre y de su famil­ia mater­na, los Pala­cios y Blan­co, que asum­ieron la gestión de los asun­tos del pat­ri­mo­nio de los Bolí­var hereda­do por los niños. Y a pesar de haber tran­scur­ri­dos tan­tísi­mos años, los Pala­cios y Blan­co deci­dieron retomar la gestión para obten­er el otorgamien­to defin­i­ti­vo de los títu­los nobil­iar­ios com­pra­dos por los Bolívar.

Al tratarse de dos títu­los, la inten­ción de la famil­ia Pala­cios y Blan­co, es que el títu­lo prin­ci­pal, el de may­or ran­go, el de Mar­qués de San Luis de Cura, fuera para el hijo may­or, Juan Vicente Bolí­var y Pala­cios; mien­tras que el títu­lo secun­dario, el de menor ran­go, el de Viz­conde de Cocorote, fuera para Simón Bolí­var, como hijo menor.

Pero la famil­ia mater­na de Simón Bolí­var era muy con­sciente de las escasas prob­a­bil­i­dades de la gestión, como se demues­tra en una car­ta de su abue­lo mater­no, Feli­ciano de Pala­cios Sojo y Gil de Arra­tia, en la que pre­cisa­mente es donde se acuña el famoso tér­mi­no del “nudo de la Marín” para referirse al enrevesa­do y mis­te­rioso embrol­lo que había blo­quea­do durante décadas y gen­era­ciones la rat­i­fi­cación de los títu­los comprados. 

En 1792, el tío mater­no de Simón Bolí­var, Este­ban Pala­cios y Blan­co, se res­i­den­cia en Madrid, y aprovecha para retomar la gestión de los títu­los; ¡nada menos que 61 años después de la com­pra de los títu­los por Juan de Bolí­var y Martínez de Villegas!

Evi­den­te­mente los resul­ta­dos fueron infruc­tu­osos, porqué no había man­era de super­ar el obstácu­lo del nudo de la Marín, de la omisión de la iden­ti­dad de la madre de Jose­fa de Marín y Narváez, y por lo tan­to el desconocimien­to ofi­cial de la ascen­den­cia mater­na de esta señora.

Cuan­do Simón Bolí­var lle­ga a la edad adul­ta, ya habían pasa­do aprox­i­mada­mente 70 años de la com­pra de los títu­los, 70 años de esfuer­zos inútiles para que se rat­i­ficaran u otor­garan unos títu­los nobil­iar­ios que al final nun­ca llegaron.

De acuer­do a los tes­ti­mo­nios escritos de la época, a la cor­re­spon­den­cia disponible, no pareciera que al joven adul­to Simón Bolí­var le pre­ocu­para real­mente el tema de los títu­los nobil­iar­ios; al con­trario, pareciera que le importa­ba poco o nada. 

Algo nat­ur­al y com­pren­si­ble, tenien­do en cuen­ta que, a esas alturas, después de 70 años tran­scur­ri­dos des­de que comen­zó el eter­no e inútil pro­ce­so con la com­pra de los títu­los por su abue­lo pater­no, y sabi­en­do que era una causa per­di­da al no poder super­ar el obstácu­lo de la iden­ti­dad ocul­ta de la madre de su bis­abuela (es decir, de su tatarabuela); es nor­mal que a Bolí­var no le quitara el sueño, y sobre todo porqué aunque de man­era “mila­grosa” se resolviera el pro­ce­so y se otor­garan los títu­los, a él per­sonal­mente no le iba a tocar el títu­lo más impor­tante y lla­ma­ti­vo, el de Mar­qués, pues ese hubiera sido para su her­mano may­or, y a él ape­nas le tocaría el de Viz­conde, mucho menos apetecible.

Y sí recor­damos que el jovenci­to Simón Bolí­var que arribó a Europa inclu­so antes de lle­gar a la may­oría de edad, esta­ba demasi­a­do ocu­pa­do gas­tan­do su tiem­po, dinero y energía en los plac­eres pro­pios de un joven heredero mul­ti­mil­lonario que no tiene ni siquiera a unos padres que lo man­tu­vier­an con­tro­la­do y super­visa­do; en otras pal­abras, que esta­ba demasi­a­do entu­si­as­ma­do gozan­do del sexo, el alco­hol, las fies­tas, los jue­gos de azar, el der­roche en ropa de moda y capri­chos var­ios, etc. cues­ta creer que en su mente hubiera cabi­da para el asun­to de unos títu­los nobil­iar­ios que eran un caso per­di­do inclu­so antes de que él naciera. 

El joven Bolí­var que vivió la “vida loca” en Madrid no esta­ba resen­ti­do con España por los títu­los, y además tam­poco tenía motivos para estar­lo, pues los títu­los no le fueron nega­dos a su famil­ia por algu­na odiosa dis­crim­i­nación con­tra los blan­cos criol­los his­panoamer­i­canos o en par­tic­u­lar vene­zolanos, como lo demues­tra el hecho de que fueron varias las famil­ias blan­cas criol­las o man­tu­a­nas de Venezuela que com­praron títu­los nobil­iar­ios y que con­sigu­ieron que les fuer­an final­mente rat­i­fi­ca­dos y otor­ga­dos por la Coro­na, como son los casos de los famosos Mar­que­ses del Toro o los Con­des de Tovar, sólo por citar a algunos; sí a los Bolí­var no se les per­mi­tió dis­fru­tar de unos títu­los por los que habían paga­do una cuan­tiosa suma de dinero, fue exclu­si­va­mente por cul­pa de ellos mis­mos, por no cumplir con los req­ui­si­tos legales exigi­dos a todos los solic­i­tantes de títu­los, al no poder cumplir con el pro­ce­so de la limpieza de san­gre, por cul­pa de un ver­gonzoso secre­to de famil­ia, por los “esquele­tos en su armario”. No fue, pues, una dis­crim­i­nación arbi­traria e injus­ta, algo que los may­ores de la famil­ia reconocían.

La nobleza criolla
Seis criol­los caraque­ños ostenta­ban Títu­los de Castil­la al con­cluir el siglo XVIII. Ellos eran Martín Tovar y Blan­co, conde de Tovar; Fran­cis­co Felipe Mijares de Solórzano, mar­qués de Mijares; Fran­cis­co Rodríguez del Toro, mar­qués del Toro; Fer­nan­do Igna­cio Ascanio de Monas­te­rios, conde de la Gran­ja; José Anto­nio Pacheco y Rodríguez del Toro, conde de San Javier, y Jerón­i­mo de Ustáriz y Tovar, mar­qués de Ustáriz. Este últi­mo era el úni­co que residía en España, los demás hab­it­a­ban en la ciu­dad de Cara­cas. Cada uno de estos títu­los había sido con­ce­di­do por el rey de España en difer­entes momentos.
Por Inés Quin­tero, en Los nobles de Cara­cas y la Inde­pen­den­cia de Venezuela. Insti­tu­to de Estu­dios His­panoamer­i­canos. Uni­ver­si­dad Cen­tral de Venezuela. Anuario de Estu­dios Amer­i­canos, 64, 2, julio-diciem­bre, 209–232, Sevil­la (España), 2007

Abolidos por la Constitución

Como nota curiosa, hay que recor­dar que el her­mano may­or de Simón Bolí­var, Juan Vicente Bolí­var y Pala­cios, no tuvo hijos legí­ti­mos, pues nun­ca se casó (aunque tuvo hijos nat­u­rales o bas­tar­dos a los que recono­ció legal­mente); y que murió en el año 1811 (a los 30 años de edad) cuan­do volvía de Esta­dos Unidos, donde había cumpli­do una mis­ión diplomáti­ca para el Gob­ier­no patri­o­ta o inde­pen­den­tista vene­zolano, y su bar­co naufragó. 

Sí Juan Vicente hubiera tenido el títu­lo de Mar­qués, a su muerte su her­mano menor Simón Bolí­var hubiera hereda­do el títu­lo y se hubiera con­ver­tido en Mar­qués, al ser el sigu­iente descen­di­ente varón legí­ti­mo de la famil­ia Bolívar.

Aunque de todas man­eras en ese año de 1811 los patri­o­tas o inde­pen­den­tis­tas procla­maron ofi­cial­mente la Inde­pen­den­cia de Venezuela de España y se pro­mul­gó la primera Con­sti­tu­ción de Venezuela, quedan­do estable­ci­da como una Repúbli­ca (la Primera Repúbli­ca Vene­zolana), y los títu­los nobil­iar­ios fueron for­mal­mente aboli­dos, al menos para el ban­do inde­pen­den­tista o patri­o­ta, del que obvi­a­mente forma­ba parte Simón Bolí­var, durante esa guer­ra civ­il que fue la Guer­ra de Inde­pen­den­cia de Venezuela.

Que­da, pues, el mis­te­rio del nudo de la Marín, y el des­men­ti­do que hemos hecho a la creen­cia erra­da o fake de que Bolí­var solic­itó unos títu­los nobil­iar­ios y que al ser­le nega­dos fue la causa de un “resen­timien­to” con­tra España, algo que como hemos vis­to nada tiene que ver con la ver­dad histórica.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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