Conquistador Diego de Montes, el venerable
Mario R. Tovar G
Historiador y escritor
“Venerable: Digno de veneración.
Veneración: Acción y efecto de venerar.
Venerar: Sentir o mostrar respeto en grado sumo a alguien.”
Larousse. Diccionario Enciclopédico (1998, p. 1024).
En una anterior crónica ofrecimos algunos datos dispersos encontrados en variadas lecturas hechas en torno a la vida y obra del soldado y médico empírico español, Diego de Montes, que en esta oportunidad ampliamos, para conocer un poco más sobre este conquistador nacido en Madrid en fecha imprecisa, quien llegó a tierras venezolanas en tiempos de los Welsares, formando parte de la expedición comandada por Felipe de Utre para explorar el reino de los Omeguas, en su frenética búsqueda de El Dorado.
Precisamente estando en estos menesteres, el nombre de Diego de Montes fue reseñado por primera vez por los cronistas del momento por haberle salvado milagrosamente la vida a su jefe Felipe de Utre, tras haber recibido una herida en un encuentro bélico con los aborígenes del lugar. Años después participa en la fundación de El Tocuyo, fundó la Villa El Palmar cercana a las Minas de Buría, participó en diferentes campañas contra los aguerridos Jirajaras, en la defensa de Borburata, Trujillo y ante un fallido ataque pirata contra Curazao.
Asimismo dirigió como teniente gobernador la defensa de Barquisimeto contra el ataque de Lope de Aguirre, el repudiado tirano y formó parte de los 136 conquistadores españoles que fundaron la ciudad de Caracas, comandados por el capitán Diego de Losada.
Por esta razón, Diego de Montes compartió la conquista de Caracas con Alonso Andrea de Ledesma, conocido como el “Quijote Venezolano”, quien pasa a la historia e inspira a un escritor, ensayista e historiador de la talla de don Mario Briceño Iragorry, para escribir su reconocida obra “El Caballo de Ledesma”, donde inmortaliza la defensa que éste opuso a Amias Preston en el asalto que el sanguinario filibustero perpetró contra Caracas y donde fatalmente pierde la vida Alonso Andrea de Ledesma.
Años después, Diego de Montes se asienta definitivamente en la ciudad Madre de El Tocuyo, donde le asignan el título de “Venerable”, gozando de la estima y aprecio de los pobladores, cuyos consejos eran muy solicitados y sus palabras percibidas como salidas de un verdadero oráculo. Con el correr de los años, su nombre se desdibujó en el tiempo y sólo aparecen discretamente sus acciones a los ojos de quienes consultamos algún olvidado dato, en las amarillentas y esclarecedoras páginas de nuestros libros de crónicas.
Su actuación según
las crónicas de Oviedo y Baños
“(…) Un soldado, natural de Madrid, llamado Diego de Montes,
que después entró con el general Diego de Losada a la
conquista de esta ciudad de Caracas, y en edad decrépita
murió vecino de la del Tocuyo.”
José Oviedo y Baños (1941)
Reseña el cronista José de Oviedo y Baños, en su “Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela”, un episodio bélico donde resultó herido el conquistador Felipe de Utre, a quien luego sus soldados transportan en una hamaca hasta una aldea de un cacique amigo para ser curado de tan grave herida, y así lo recoge textualmente: “De esta diligencia se hizo cargo un soldado, natural de Madrid, llamado Diego de Montes:
(…) hombre tan singular, y de tan raras habilidades que así por ellas, como por su respectiva ancianidad, adornada de grandes experiencias, y superior talento, llegó a conseguir el renombre de Venerable, apelativo con que fue conocido, y tratado en toda esta provincia granjeándose tal estimación en ellas, que sus palabras se llegaron a apreciar como si fueran oráculos.”
Determinado, pues, este soldado (aunque no entendía de cirugía) a curar a Felipe de Utre, como la herida era entre las costillas, y no había tientas para reconocer si estaba superior a las “telas del corazón”, o las había lastimado; discurrió un modo tan singular como temerario para salir de esta duda; y fue, que con beneplácito del cacique cogió un indio, el más anciano del pueblo, (que debía ser esclavo) y montándolo a caballo con el mismo sayo de armas que tenía Utre, hizo que otro indio por la misma rotura lo hiriese con una lanza semejante a la que usaban los Omeguas: prueba que le costó la vida al miserable, pues abriéndolo después para hacer la anatomía que necesitaba para asegurar su cura, halló, que sin lastimar la tela había sido la herida superior; y libre con esta experiencia, de la duda, rompiéndole más con un cuchillo para que quedase manifiesta la herida, le hizo ciertos lavatorios con agua de arrayán, y otros compuestos, que fueron bastantes, para que meciéndole de una parte a otra expeliese la sangre que se le había cuajado dentro dejándolo en disposición, que quedó sano del todo en pocos días, con notable admiración del cacique, y demás indios, que absortos ponderaban el sufrimiento, y valor con que el paciente toleró los martirios de la cura (Oviedo y Baños, Ob. Cit., p.p.166–167)
Tal como lo reseña José de Oviedo y Baños, le correspondió a Diego de Montes entrar en la lista de los primeros vecinos pobladores de la ciudad de Nuestra Señora de la Concepción de El Tocuyo, fundada por Juan de Carvajal el día siete de diciembre de 1545. Luego de fundada la ciudad de Barquisimeto por Juan de Villegas y hecho el reparto de las respectivas encomiendas en 1552, Villegas le ordena a Diego de Montes se poblase una villa de españoles en el sitio de las minas de oro en Buría, para que éstas pudieran labrarse (explotarse) con seguridad.
A tales efectos el gobernador Juan de Villegas nombró por cabo para que ejecutase esta orden al referido capitán Diego de Montes; hombre célebre en aquellos tiempos, así por su gran experiencia militar, como por el raro conocimiento que tenía de las yerbas saludables, y particular gracia conque curaba las heridas de flechas envenenadas, aplicando los antídotos según reconocía la cualidad de los tósigos: prendas, que unidas con otros muy singulares, que lo adornaban, le adquirieron después el nombre de “El Venerable”, como tenemos ya referido en otra parte; y armado con cuarenta hombres escogidos, encaminó su marcha hacia el río Buría, ahorcando y empalando en el camino cuantos indios pudo coger de os rebeldes, así por vengar las muertes, que habían hecho de algunos españoles, como por atemorizar el país con el rigor, para que a vista del castigo, pudiese tener lugar el escarmiento, hasta que reconocida la comarca, y examinando el terreno, buscando el sitio más acomodado para hacer la población, le pareció el más adecuado uno ubicado a las riberas de un río, que corría muy cercano a las minas y se destacaba por la hermosura de un vistoso palmar, donde en conformidad de la orden que llevaba, fundó una villa que denominó Villa de las Palmas, pero engañado por la vana presunción de la confianza y persuadido que los indios Jirajaras no tendrían el atrevimiento de atacarlos, tomó la decisión anticipada de dejar a dicha villa sólo con el resguardo de los alcaldes recién nombrados, y se regresó para El Tocuyo acompañado de algunos vecinos de Nueva Segovia, quienes también confiados regresaron a sus casas; razón por la cual quienes se quedaron en la Villa de las Palmas, al tener noticias de un inminente ataque de los aguerridos Jirajaras, decidieron abruptamente abandonar la villa para dirigirse a buen resguardo en la Nueva Segovia (Oviedo y Baños, Ibídem, p.p. 221–22).
Por su parte, el fallecido Cronista de Barquisimeto Ramón Querales corrobora la versión de estos hechos en su importante obra titulada: “(Re) Visión, Apuntes para la Historia del Municipio Iribarren” (1995, Volumen I), al expresar lo siguiente:
“El gobierno español tratando de vencer este levantamiento de los Nirvas y Jirajaras, comisionó a un Diego de Montes, quien con 40 soldados después de atacar los poblados indígenas destruyéndolos, hiriendo y matando a muchos indios, eligió un sitio acomodado para poblar (…) una villa a quien le puso el nombre de las Palmas, la que pronto abandonaron los españoles no contando con fuerzas suficientes para oponer a la resistencia indígena.” (p.143)
De igual manera en páginas posteriores, Oviedo y Baños ofrece otros datos dispersos sobre Diego de Montes, tales como los referidos a que este capitán era natural de Madrid y había sido unos de los conquistadores de Santiago de León de Caracas (p.389); además de reseñar el conocido episodio donde su criado conocido como Juan el indio, acompañado de otro indio de nombre Diego y de nación chaquetía, le salvan la vida al conquistador Alonso Ruiz, quien había venido desde Barquisimeto con las tropas de Diego de Losada como parte de su tropa para realizar la campaña para la conquista y fundación de Caracas en 1567 (Oviedo y Baños, Ibídem, p.p.418–419).
Más adelante el referido autor cuenta otro encuentro de las tropas de Diego de Losada con los indígenas en esta difícil campaña para lograr la conquista de la tierra de los Caracas, donde sale herido el veterano soldado de mil batalla de nombre Francisco Guerrero, natural de Baeza, Andalucía y de más de 60 años, quien por esas cosas del destino fue obligado por Diego de Montes para usar un sayo de armas para su protección y pese a ello recibió ese día un flechazo en la pierna de la cual quedó lesionado de por vida (Oviedo y Baños, Ídem, p.p.448–449).
Tiempo después Oviedo y Baños cuenta que en 1572, llega a Coro el recién nombrado gobernador de esta provincia de Venezuela, Don Diego de Manzanego, de muy avanzada edad, quien debido a esta circunstancia nombra como su teniente general a Diego de Montes, vecino de El Tocuyo, para recorrer este vasto territorio; sin embargo, el mismo año Diego de Montes nombra al capitán Juan de Salamanca para que entrase a poblar las provincias de Curarigua y Carora, donde luego pobló una ciudad ese mismo año que llamó San Juan Bautista del Portillo de Carora, “en sus sabanas de temperatura cálida, y muy sano, pero faltos de agua, porque el río Morere que las riega, suele flaquear algunas veces, legándose a secar del todo, si el verano es dilatado”. (Oviedo y Baños, Ídem, p.p. 514–515)
Presente en las investigaciones
del Hermano Nectario María
“Lo que bien se concibe, se expresa claramente
y las palabras para decirlo vienen fácilmente.”
Hermano Nectario María (2004, p.30)
Según información ofrecida por el hermano Nectario María en su importante texto: “Historia de la Conquista y Fundación de Caracas” (2004), el 17 de mayo de 1564 el entonces gobernador de la provincia de Venezuela Pedro Ponce de León nombra a Diego de Losada Juez de Residencia de El Tocuyo, Barquisimeto, Villa Rica y Cuicas (Trujillo), respectivamente; pero transcurrirían más de dos años para que Losada llegara a El Tocuyo para cumplir con estas delicadas funciones, ciudad a la que llega el 12 de junio de 1566; razón por la cual el soldado conocido como Juan Mulato, pregonaba en Barquisimeto el comienzo de estos juicios en aquella vecina ciudad de El Tocuyo.
A este respecto se establecieron 12 días consecutivos para recibir las quejas y demandas de los vecinos contra el anterior gobernador Alonso Bernádez y sus justicias y como dato que es de interés para el presente trabajo, fueron testigos de este anuncio en la plaza pública, el tesorero Gonzalo de los Ríos, Francisco Sánchez y el protagonista de esta crónica Diego de Montes; mientras que actuó como secretario Juan de Castro (p.59).
Sin embargo, avanzando en la lectura del texto del hermano Nectario María, encontramos otros interesantes datos sobre la actuación de Diego de Montes en 1545, cuando fue uno de los primeros pobladores de El Tocuyo, refiriendo que éste llegó a ser alcalde de dicha ciudad.
Aunado a ello, años después, específicamente en 1561 ejercía el cargo de teniente gobernador de Barquisimeto y actuando como tal, envió espías hacia Borburata para informar sobre la marcha de Lope de Aguirre en su avance rumbo a Barquisimeto, en una exitosa campaña militar que dirigió contra el temible Aguirre, dado el cargo que ostentaba para la fecha en esta ciudad crepuscular.
Aunado a ello, el Hermano Nectario María apunta que Diego de Montes para 1567, a pesar de su avanzada edad, entró con Diego de Losada a la conquista de los Caracas, regresando después a El Tocuyo, ciudad donde murió algunos años más tarde. Dentro de este contexto, el Hermano Nectario María se apoya en el texto de José de Oviedo y Baños, quien escribe de Diego de Montes la siguiente anotación:
“Hombre tan singular y de tan raras habilidades, que así por ellas, como por su respetable ancianidad, adornada de grandes experiencias y superior talento, llegó a conquistar el renombre de “Venerable”; apelativo con que fue conocido y tratado en toda esta provincia, granjeándose tal estimación en ella, que sus palabras se llegaron a apreciar como si fueran oráculos”. (Nectario María, Ob. Cit., p.234).
En este orden de ideas, en posteriores páginas el Hermano Nectario María ahonda un poco más en el ya comentado episodio donde participó un criado de Diego de Montes llamado Juan, quien con el indio Diego salvaron milagrosamente al conquistador Alonso Ruiz Vallejo, quien cayó en una emboscada y luchó cuerpo a cuerpo con el cacique Carapaica, y en el fragor de la lucha, ambos cayeron juntos por un barranco hasta llegar al lecho de una quebrada; lugar adonde llegaron otros veinte indios para socorrer a su cacique.
A tales efectos, Alonso Ruiz, aunque maltrecho por la aparatosa caída se defendió como un héroe y con un valor extraordinario, según afirma Nectario María, agregando además que con tan mala suerte para Ruíz a quien se le hizo pedazos la rodela con la cual amortiguaba los golpes de macanas, y teniendo graves heridas punzantes en su humanidad, hubiese sucumbido a no ser por el oportuno socorro por dos indios, íntimos amigos suyos, venidos con él de Barquisimeto: el uno, Diego, de origen caquetío como su madre y el otro Juan, criado de Diego de Montes, quienes con lanza uno y estoque el otro, dieron muerte a ocho de los contrincantes, poniendo en fuga a los demás. Gracias a esta acción de Alonso Ruiz, las tropas invasoras ganaron la batalla de ese día y pudieron llevar triunfantes los bastimentos necesarios, que todos sus compañeros esperaban. (Nectario María, Ibídem, p.240).
Finalmente, queda abierta la posibilidad de encontrar nuevos datos sobre este conquistador español, de primerísima actuación en la Provincia de Venezuela y cuyos restos mortales quedaron sembrados en El Tocuyo, ciudad madre que ayudó a fundar en 1545 y donde alcanzó con el tiempo, el respetable título de Venerable.
Fuentes bibliográficas consultadas:
Hno., Nectario María (2004). Historia de la Conquista y Fundación de Caracas. Fundación para la Cultura Urbana. Págs. 399.
Larousse. Diccionario Enciclopédico (1998). Págs. 1790
Oviedo y Baños, José (1941). Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela. (Reproducción Facsimilar de la efectuada en 1824 por Domingo Navas y Paul Adams. Nueva York). Págs. 640.
Querales Ramón (1995). (Re) Visión. Apuntes para La Historia del Municipio Iribarren. Volumen I. Colección Cronos. Concejo Municipal del Distrito Iribarren. Págs. 143.
Excelente.
Muchas gracias Dr. Luis por su autorizada opinión en torno a esta crónica; constituye un estímulo para proseguir en tan interesante tarea en aras de ayudar a develar estos ignotos pasajes de nuestra historia. Saludos cordiales.
MUCHAS GRACIAS POR EXPONER LA HISTORIA PARA QUE CADA QUIEN SAQUE SUS PROPIAS CONCLUSIONES PORQUE LA HISTORIA NO ES BLANCA Y NEGRA TENEMOS QUE SER OBJETIVOS…