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Curazao: el asalto sangriento a la isla por rebeldes venezolanos

Efraín Jorge Acevedo 
Twitter: @efrainjorge
efrainjorge@yahoo.es

Desde que en el año 1634, los País­es Bajos (Holan­da) arrebataron por la fuerza a España el dominio de la isla de Curazao, Venezuela y Curazao han sido dos sociedades y dos real­i­dades muy dis­tin­tas, inclu­so antagóni­cas, pero inevitable­mente conec­tadas por la extrema cer­canía geográ­fi­ca, y esa par­tic­u­lar e inten­sa relación ha desem­bo­ca­do en episo­dios increíbles, descono­ci­dos para la may­oría de los vene­zolanos, y ninguno fue tan extra­or­di­nario y dramáti­co como aquel en que un grupo de vene­zolanos invadieron y ocu­paron la isla.

Rafael Simón Urbina López fue uno de esos per­son­ajes leg­en­dar­ios de la his­to­ria vene­zolana que tuvo ver­dadera­mente una “vida de pelícu­la”; naci­do en Puer­to Cumare­bo, en el esta­do Fal­cón, el 28 de octubre de 1897, fue uno de los últi­mos caudil­los de mon­ton­eras, y le tocó vivir en esa difí­cil y grad­ual tran­si­ción de la Venezuela del siglo XIX a la del siglo XX, por lo que su figu­ra era como la de aque­l­los vaque­ros o cow­boys esta­dounidens­es que les tocó vivir en la eta­pa final del “Sal­va­je Oeste”, sin­tién­dose extraños y desar­raiga­dos al ver como su mun­do en deca­den­cia iba desa­pare­cien­do ante sus ojos.

Fuerte Ámsterdam, en la época del asalto

Urbina es más recor­da­do como el líder del coman­do que secuestró y ter­minó asesinan­do a un pres­i­dente de Venezuela, Car­los Del­ga­do Chal­baud; pero no menos extra­or­di­nario es el episo­dio que hoy reseñamos y que ocur­rió muchos años antes del mag­ni­cidio de Chalbaud.

Urbina comen­zó su car­rera leg­en­daria de guer­rillero en las mon­ton­eras en su ado­les­cen­cia, cuan­do par­ticipó por primera vez en un lev­an­tamien­to arma­do con­tra la dic­tadu­ra de Juan Vicente Gómez. Urbina dedi­caría más de 20 años de su vida a luchar sin des­can­so con­tra el rég­i­men de Gómez, dos décadas en los que su vida se alternaría entre la lucha arma­da, la cár­cel y el exilio.

Rafael Simon Urbina

Mien­tras tan­to, el des­cubrim­ien­to de grandes reser­vas de petróleo en Venezuela en 1914, comen­zó a cam­biar el des­ti­no del país, y de man­era colat­er­al tam­bién mod­i­ficó drás­ti­ca­mente el des­ti­no de la veci­na isla holan­desa de Curazao; la empre­sa petrol­era anglo-holan­desa Roy­al Dutch Shell estable­ció una impor­tante refin­ería de petróleo en Curazao en 1918 para proce­sar el petróleo extraí­do de Venezuela, y la refin­ería se con­vir­tió en la prin­ci­pal activi­dad económi­ca de una pequeña y ári­da isla que has­ta entonces vivía exclu­si­va­mente de la pesca y la agricultura.

Pero la refin­ería no sólo tra­jo una súbi­ta riqueza económi­ca, sino tam­bién agitación social por las luchas sindi­cales de los obreros de la refinería.

Al mis­mo tiem­po la agitación políti­ca en Venezuela se traslad­a­ba a Curazao; des­de los tiem­pos de la Guer­ra de Inde­pen­den­cia siem­pre la isla había sido refu­gio de los difer­entes exil­ios políti­cos vene­zolanos, pro­duc­to de los numerosos con­flic­tos políti­cos acon­te­ci­dos en tier­ras criol­las. Y la lucha a menudo cru­en­ta con­tra la dic­tadu­ra de Gómez no iba a ser la excep­ción, con la isla llena de exil­i­a­dos anti-gomecis­tas que usa­ban a Curazao como base de opera­ciones y santuario. 

Uno de los con­no­ta­dos exil­i­a­dos que había ido a refu­gia­rse en Curazao era pre­cisa­mente Urbina; luego de otro fra­casa­do alza­mien­to arma­do con­tra la dic­tadu­ra, este lle­ga huyen­do a la isla el 12 de agos­to de 1928, pero es arresta­do por las autori­dades colo­niales holan­desas, que colab­ora­ban con el rég­i­men vene­zolano en la repre­sión de los exil­i­a­dos más peligrosos. 

¿Man­da Gómez en Curazao?

Sin embar­go, ya para entonces se esta­ba pro­ducien­do un pro­ce­so par­tic­u­lar, y era el cre­ciente acer­camien­to entre los caudil­los de mon­ton­eras tradi­cionales, de “la vie­ja escuela”, que lucha­ban con­tra Gómez, y los jóvenes diri­gentes uni­ver­si­tar­ios de izquier­da rad­i­cal marx­ista que tam­bién lucha­ban con­tra Gómez. Aunque eran difer­entes e inclu­so antagóni­cos en cuan­to a ideas, esti­los y obje­tivos políti­cos, su poderoso ene­mi­go común los había unido en una alian­za prag­máti­ca para inten­tar der­ro­car al inven­ci­ble dic­ta­dor a través de la lucha armada. 

Por esa razón, diri­gentes exil­i­a­dos como Ramón Tor­res y Rómu­lo Betan­court, ame­nazaron a las autori­dades holan­desas con provo­car un paro en la refin­ería petrol­era sí Urbina no era lib­er­a­do. Hay que ten­er en cuen­ta que según algu­nas fuentes has­ta 1.500 tra­ba­jadores vene­zolanos lab­ora­ban en la refin­ería de la Shell en Curazao, y los exil­i­a­dos izquierdis­tas tenían una gran influ­en­cia sobre ellos.

Soldados y policías efectúan registros en carreteras de Curazao después del ataque de los venezolanos

Las autori­dades neer­lan­desas entonces depor­tan a Urbina a Colom­bia, pero las autori­dades colom­bianas lo arrestan mien­tras estu­di­a­ban la solic­i­tud de extradi­ción pre­sen­ta­da por el gob­ier­no de Venezuela. Pero el aven­turero Urbina con­sigue fugarse de la cár­cel, y se refu­gia en Cos­ta Rica y Panamá. 

Pero mien­tras tan­to, los acon­tec­imien­tos siguen en mar­cha en direc­ción a una audaz operación; en mayo de 1929 lle­ga a Curazao, Gus­ta­vo Macha­do, futuro fun­dador y líder históri­co del Par­tido Comu­nista de Venezuela (PCV). El diri­gente marx­ista-lenin­ista se alo­ja en un hotel modesto que tenía vista a la bahía de San­ta Ana.

Rafael Simón Urbina López y Gus­ta­vo Macha­do en Curazao, 1929

En esa época Macha­do mil­ita­ba en el Par­tido Rev­olu­cionario Vene­zolano (PRV), un par­tido marx­ista fun­da­do en el exilio; a su lle­ga­da a Curazao los órganos de pro­pa­gan­da del PRV, y del “Sec­re­tari­a­do del Caribe”, llev­a­ban a cabo una cam­paña ante la repre­sión del gob­ier­no local neer­landés, y comen­zaron a difundir el sigu­iente tit­u­lar: “¿Man­da Gómez en Curazao?”

Toma a machetazos

Ya los días 10 y 11 de mayo Macha­do y otros exil­i­a­dos vene­zolanos comien­zan a dis­cu­tir un plan para tomar por la fuerza el Fuerte Áms­ter­dam, prin­ci­pal reduc­to de las fuerzas colo­niales holan­desas en la isla. El 1 de junio de 1929 Urbina regre­sa a Curazao usan­do un nom­bre fal­so, y se une a la con­spir­ación de Macha­do y sus cómplices.

Según con­taría pos­te­ri­or­mente Macha­do, los con­spir­adores sólo disponían del revólver del pro­pio Macha­do (otros dicen que eran 2 revólveres Colt), la pis­to­la Mauser de Urbina, 37 machetes (según otras fuentes eran 50 machetes), un hacha grande y dos hachue­las. La fal­ta de dinero y el con­trol del gob­ier­no colo­nial de Curazao impedía a los exil­i­a­dos sub­ver­sivos dispon­er de armas de fuego; así que el Fuerte Áms­ter­dam ten­dría que ser toma­do a machetazos.

Los con­spir­adores prepararon dos man­i­fiestos para jus­ti­ficar ante el mun­do la operación, uno fir­ma­do por Urbina como jefe mil­i­tar de la expe­di­ción y otro fir­ma­do por Macha­do, como sec­re­tario gen­er­al del PRV.  Con retóri­ca marx­ista denun­cia­ban los supuestos atro­pel­los de la empre­sa propi­etaria de la refin­ería e incluían consignas al gri­to de “Curazao libre”.

El sába­do 8 de junio de 1929, a las cua­tro de la tarde, comien­za la temer­aria operación; es el día de pago de los suel­dos de los tra­ba­jadores de la refin­ería, así que la policía está desple­ga­da en los difer­entes sitios de bul­li­cio, dejan­do la for­t­aleza con poca guarnición. 

 

Efectivos de la Policía Militar holandesa en Curazao después del asalto de los venezolanos, con un vehículo blindado y una ametralladora

Los rebeldes vene­zolanos, que des­de horas antes se habían con­gre­ga­do en una casa con la excusa de un bau­ti­zo, alquilan dos auto­buse­tas y despo­jan a los con­duc­tores, hacién­do­los pri­sioneros o rehenes en la casa. Ya cayen­do la noche, a las 7:00, comien­zan a dis­tribuirse los machetes entre los hom­bres de Urbina y Macha­do, y empren­den el camino hacia la for­t­aleza en los vehículos.

La primera acción, de la mano de Luvi­gio Mar­tin, es ate­morizar al jefe de la refin­ería, lan­zan­do unos dis­paros; pron­to la refin­ería es entre­ga­da, sien­do toma­da por los rebeldes venezolanos.

Las fuentes dis­crepan sobre la can­ti­dad de rebeldes que par­tic­i­pan en el ataque al fuerte; la ver­sión más exten­di­da o repeti­da es que eran 250 vene­zolanos, aunque algunos recal­can que no todos esos 250 hom­bres eran vene­zolanos. Algunos escritores y tes­ti­gos ocu­lares como Julian A. West­on, quizás exageran­do, lle­garon a exten­der la cifra a 500 vene­zolanos que “dom­i­naron toda la isla”.

Otros inves­ti­gadores cal­cu­lan que eran 80 hom­bres. Lo que está claro es que los defen­sores del Fuerte Áms­ter­dam esta­ban en desven­ta­ja numéri­ca, porque eran ape­nas 24 mil­itares holan­deses que servían de guar­ni­ción. Además, los mil­itares desta­ca­dos en la isla no tenían expe­ri­en­cia en com­bate y esta­ban acos­tum­bra­dos a la exce­si­va paz y tran­quil­i­dad de la isla caribeña, en la que nun­ca ocur­ría algo que man­tu­viera aler­ta a la guarnición. 

Por eso fue muy fácil con­seguir el “fac­tor sor­pre­sa” en el ataque; los sol­da­dos neer­lan­deses de Fuerte Áms­ter­dam de repente se vieron ata­ca­dos y super­a­dos por una hor­da enlo­que­ci­da y sal­va­je de hom­bres que los ata­ca­ban con machetes.

Muchos no pudieron ni siquiera desen­fun­dar sus pis­to­las, y aunque los ofi­ciales lle­gan a lev­an­tarse después de un letar­go e increpar a los asaltantes, no logran defend­er­se ni lle­gar al par­que de armas. Algunos hom­bres de la guar­ni­ción huyeron lanzán­dose al mar, otros se escondieron y var­ios murieron víc­ti­ma de los machetes. El resto, toma­dos prisioneros.

La guardia prin­ci­pal de Policía posa frente al edi­fi­cio de guardia de Water­fort en curazao, 1929

Con­trolan Curazao

El asalto había sido cuestión de min­u­tos, con una veloci­dad relám­pa­go se había con­tro­la­do el fuerte. Macha­do dijo que algunos sol­da­dos holan­deses habían muer­to debido a la bar­rera del idioma, ya que al no poder enten­der­se con los vene­zolanos que habla­ban en español no pudieron rendirse y fueron asesinados.

Los vene­zolanos se adueñaron de las pis­to­las de los sol­da­dos, y se aprestaron a obten­er los fusiles y las muni­ciones en el par­que de armas. La Policía Mil­i­tar neer­lan­desa inten­tó respon­der, y var­ios de sus efec­tivos se desple­garon en la entra­da de la fortificación.

Leonard Albert Fruyti­er, Gob­er­nador holandés de Curazao secuestra­do por los venezolanos

Pero los vene­zolanos lograron cap­turar al capitán Bor­ren, jefe de la guar­ni­ción mil­i­tar de toda la isla. Temien­do por su vida, el capitán rev­eló a los ata­cantes la ubi­cación de los car­tu­chos y el resto de las armas, y uti­lizan­do su llave les abrió la puer­ta del depósi­to de esos lotes del arse­nal. Peor aún, el capitán Bor­ren, insta­ba a los escuadrones de sol­da­dos a depon­er sus armas y entre­gar­las, con lo que la resisten­cia cesó.

El Gob­er­nador holandés de Curazao en aque­l­la época, Leonard Albert Fruyti­er, tenía su Pala­cio de Gob­ier­no en el mis­mo com­ple­jo del Fuerte Áms­ter­dam, por lo que no pudo escapar. Al saber que todo esta­ba per­di­do después de la cap­tura y ren­di­ción del capitán Bor­ren, el gob­er­nador Fruyti­er tam­bién se rindió y jun­to a su comi­ti­va se entregó a los asaltantes venezolanos.

Urbina y Macha­do cel­e­braron la cap­tura de las dos autori­dades más impor­tantes de la isla, y podían jac­tarse de ten­er el con­trol abso­lu­to de Curazao. Los rev­olu­cionar­ios arran­car­on todas las ban­deras neer­lan­desas y colo­caron en su lugar la ban­dera roja.

Cumpli­do el cometido

Los vene­zolanos se adueñaron de todas las armas guardadas en el fuerte (aunque la muni­ción era bas­tante menos de la que esper­a­ban y sólo alcan­zaría para 8 tiros para cada rebelde) y saque­aron el Tesoro Públi­co de la isla para finan­ciar su causa. Pero Macha­do y Urbina no tenían inten­ción de quedarse mucho tiem­po, sabi­en­do que no pasaría mucho tiem­po antes de que lle­gara una fuerza mil­i­tar neer­lan­desa para recu­per­ar la isla; y porque su obje­ti­vo real era invadir Venezuela para luchar con­tra Gómez.

Oblig­a­do a coop­er­ar con los hom­bres que lo man­tenían cau­ti­vo, el gob­er­nador Fruyti­er les dio la opción de escoger entre tres buques para irse a Venezuela; un vapor esta­dounidense, uno neer­landés y otro alemán. Eligieron el vapor esta­dounidense de nom­bre “Mara­cai­bo”.

La fuerza inva­so­ra que se embar­có en buque esta­ba for­ma­da por casi 300 hom­bres, en su may­oría por vene­zolanos, pero tam­bién había 30 domini­canos, dos obreros esta­dounidens­es, un rumano de 14 años, y algunos nativos de Curazao de ori­gen afroamericano.

Los expe­di­cionar­ios se lle­varon con ellos como rehenes al capitán Bor­ren y al gob­er­nador Fruyti­er, quienes temían por sus vidas. Urbina y Macha­do debatieron sí san­cionar­los con “jus­ti­cia pro­le­taria”, y no sabe­mos quién quería matar­los y quien no; pero al final deci­dieron lib­er­ar­los y dejar­los volver vivos a Curazao de ori­gen afroamericano.

El SS Maracaibo

Desem­bar­can en la Vela de Coro

Así el domin­go 9 de junio de 1929 (horas después del asalto al Fuerte Áms­ter­dam) los rebeldes vene­zolanos desem­bar­can del bar­co “Mara­cai­bo” en La Vela de Coro para ini­ciar la invasión a Venezuela.

Pero esta vez los rev­olu­cionar­ios no se iban a enfrentar a una débil guar­ni­ción for­ma­da por sol­da­dos bisoños; con­frontarían con la for­mi­da­ble (para los parámet­ros vene­zolanos) máquina de guer­ra que era el pro­fe­sion­al­iza­do Ejérci­to Nacional Vene­zolano crea­do por Gómez pre­cisa­mente para paci­ficar el país y sofo­car los lev­an­tamien­tos arma­dos de los caudillos. 

El coman­dante del Ejérci­to vene­zolano en la región era el vet­er­a­no gen­er­al León Jura­do, quien además era el pres­i­dente (Gob­er­nador) del Esta­do Fal­cón; era uno de los hom­bres de may­or con­fi­an­za del dictador. 

El buque que llev­a­ba a los inva­sores fue avis­ta­do por la trip­u­lación de una gole­ta, quienes dan la vuelta a su embar­cación y regre­san al puer­to para dar la alar­ma a las autori­dades gomecis­tas, con lo que las fuerzas mil­itares del gob­ier­no se desple­garon para com­bat­ir el desembarco. 

Ape­nas los rebeldes comen­zaron a desem­bar­car fueron recibidos por una llu­via de balas de los sol­da­dos del gob­ier­no. Uno de los diri­gentes más impor­tantes de la rebe­lión, Ramón Tor­res, que comand­a­ba la primera lan­cha del desem­bar­co que iba a la playa, cayó muer­to, con el pecho reven­ta­do a bal­a­zos. La muerte de Tor­res causó desconcier­to entre las tropas expe­di­cionar­ias. Los rev­olu­cionar­ios esta­ban des­or­ga­ni­za­dos y no con­sigu­ieron entrar a La Vela de Coro.

Huyen en difer­entes direcciones

El 13 de junio de 1929 el gen­er­al Jura­do con­sigu­ió der­ro­tar total­mente a los rebeldes inva­sores; Urbina da todo por per­di­do y con una parte de los sobre­vivientes huye a mar­chas forzadas a la Sier­ra fal­co­ni­ana, mien­tras Macha­do con unos cuan­tos se que­da en el camino a Cumare­bo, des­de donde ve pasar entre car­dones y cujíes a su com­pañero Miguel Otero Sil­va, que huía en otra dirección. 

Miguel Otero Silva

Pero los fugi­tivos fueron caza­dos por las tropas guber­na­men­tales; durante meses algunos sobre­vivientes estu­vieron escondién­dose y huyen­do por las desér­ti­cas tier­ras fal­co­ni­anas, acosa­dos por la implaca­ble per­se­cu­ción de las tropas gomecis­tas, pasan­do ham­bre y sed. 

Final­mente, Macha­do y Urbina lograron lle­gar a Colom­bia, y Miguel Otero Sil­va con­sigue evadirse a la isla de Trinidad. Los que no tuvieron tan­ta suerte y fueron cap­tura­dos por las tropas del gob­ier­no, acabaron sufrien­do un infier­no en las cárce­les gomecistas.

Pos­te­ri­or­mente Macha­do y los miem­bros del PRV cul­parían a Urbina de la impro­visación que causó la der­ro­ta final del movimiento. 

Pero la aven­tu­ra tuvo una gran cober­tu­ra en los medios de comu­ni­cación inter­na­cional, ocu­pan­do las primeras planas, rev­e­lando al mun­do la exis­ten­cia de una acti­va resisten­cia con­tra la dic­tadu­ra de Gómez, capaz de lle­var a cabo opera­ciones de lucha armada.

Pobre y atrasados

La noti­cia del acon­tec­imien­to en un artícu­lo del per­iódi­co “La Van­guardia Españo­la”, en su edi­ción del 11 de junio de 1929

Por su parte, el Gob­ier­no holandés, con­mo­ciona­do y aver­gon­za­do por la humil­lación que había sufri­do en una de sus colo­nias a manos de un grupo de rev­olu­cionar­ios de un país his­panoamer­i­cano “pobre y atrasa­do” (como hubier­an dicho décadas después, un grupo de rev­olu­cionar­ios “ter­cer­mundis­tas”); reforzó mucho su pres­en­cia mil­i­tar en la isla de Curazao, envian­do el 11 de junio de 1929 (tres días después del asalto de los vene­zolanos) el destruc­tor HNLMS Kor­te­naer y el trans­porte blinda­do HNLMS Her­tog Hen­drik al oeste de la isla con un desta­ca­men­to de marines (infantes de mari­na) a bor­do, para que sirviera como núcleo de guar­ni­ciones per­ma­nentes en Curazao y Aru­ba. Además, se con­struyó un nue­vo buque de flotil­la como buque estación.

A par­tir de ese momen­to la Mari­na Real de los País­es Bajos se hizo car­go de la may­or parte de la defen­sa de las Antil­las Neer­lan­desas, hacien­do muy difí­cil que se repi­tiera una aven­tu­ra como la de los vene­zolanos. No sería la últi­ma aven­tu­ra de Urbina, pero eso ya será otra historia.


Fuente: Ale­jan­dro Per­do­mo. El día que unos vene­zolanos asaltaron Curazao. Acad­e­mia Play.
Kari­na Espósi­to Rodríguez. La invasión de la Vela de Coro en 1929 en dos doc­u­men­tales radiofóni­cos. Tra­ba­jo de gra­do. Bib­liote­ca de la Uni­ver­si­dad Católi­ca Andrés Bello.

CorreodeLara

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