Crónicas

El Bolívar del desencanto

Ángel Rafael Lombardi Boscán
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia
@lombardiboscan

“El que sirve una revolución ara en el mar.”
Bolívar

Confieso mi admiración ante el hom­bre de las difi­cul­tades, y dis­tan­ci­amien­to a la vez, por toda la impronta mil­i­tar que le rodea. El Bolí­var que los vene­zolanos dec­i­mos que existe es toda una impos­tu­ra. No tiene nada que ver con el Bolí­var históri­co y real que una vez fue. 

Para cono­cer a Bolí­var sin el con­tra­ban­do en que no los han ven­di­do hace fal­ta desar­rol­lar una per­spec­ti­va históri­ca basa­da en con­tra­puestos y mat­ices. El mito es una capa espe­sa que recubre los recuer­dos y los defor­ma. La his­to­ria en manos del Esta­do es una pro­pa­gan­da cuya nor­ma de esti­lo es la men­ti­ra. Y Bolí­var, el Padre de la Patria, no es más que un per­son­aje inven­ta­do y rein­ven­ta­do para servir a una lóg­i­ca de poder que nece­si­ta algún tipo de legitimación.

El Bolí­var real es mucho más intere­sante e inspi­rador que el de la fic­ción. Y bási­ca­mente, porque fue un Dios caí­do. Luego de Boy­acá (1819), Carabobo (1821), Junín (1824) y Ayacu­cho (1824), Bolí­var puede vivir de su gran anh­elo año­ra­do: la lib­eración de un con­ti­nente, atra­pa­do por el vetus­to colo­nial­is­mo his­páni­co, pero sobre todo, pudo dis­fru­tar de la glo­ria en vida, ese gran sueño román­ti­co que le mar­có luego de pres­en­ciar atóni­to y con tan sólo 21 años de edad la auto/coronación de Napoleón Bona­parte en París bajo la espec­tral atmos­fera de la Cat­e­dral de Notre Dame en 1804.

El Bolí­var que va de 1821 has­ta 1826 es la encar­nación viviente del hom­bre prov­i­den­cial y mesiáni­co. No hay bar­reras en el camino sino elo­gios y adu­ladores a granel para ali­men­tar su leyen­da. Inter­na­cional­mente se le recono­ció como un gran héroe, tan­to es así que Lord Byron, otro aven­turero y soñador, aunque poeta, no tuvo reparos en colo­car el nom­bre de “Bolí­var” como insignia relu­ciente en su yate mediter­rá­neo. El mis­mo Bolí­var, a su vez, se dedicó a ampli­ar su fama a través de gestos teatrales y procla­mas hiper­bóli­cas muy de su gus­to. Celoso has­ta el extremo de su rep­utación, nun­ca imag­inó la dureza de su caí­da y desencanto.

1ª Vista de la Escuadra de la Repúbli­ca de Colom­bia al man­do del Gen­er­al Bto. José Padil­la, el día 8 de mayo de 1823 al forzar la Bar­ra de Mara­cay­bo por el Castil­lo de San Car­los, y 2ª, 3ª y 4ª Vista del Com­bate del 24 de julio del año 1823 en la lagu­na de Mara­cay­bo al man­do del Ben­eméri­to Gen­er­al José Padil­la se la ded­i­ca al teniente de navío Jayme Brun. Orig­i­nal­mente graba­dos del pin­tor, mari­no y escritor francés Ambroise-Louis Gar­ner­ay, las obras en cuestión son litografías de 45 x 64 cms.

Los mis­mos ali­a­dos y caudil­los con que Bolí­var acom­pañó su éxi­to mil­i­tar fueron la prin­ci­pal causa de su perdi­ción. Páez se le alzó en Venezuela y cues­tionó el proyec­to uni­tario de la Gran Colom­bia. San­tander, no quiso acep­tar el rol de com­parsa y segundón des­de Bogotá. Por los fríos páramos de Pas­to y la cordillera peru­a­na empezó a ser percibido como un usurpador, un extran­jero engreí­do, arqui­tec­to de naciones aéreas, como Bolivia.

En 1828 inten­tan matar­le en Pala­cio y es Manueli­ta, la fogosa amante, quién le salvó de una segu­ra muerte. Urdane­ta, el lugarte­niente fiel aunque celoso de Sucre, se encar­ga de la empre­sa puni­ti­va donde cae el Almi­rante Padil­la, el artí­fice del tri­un­fo en la Batal­la Naval del Lago de Mara­cai­bo en 1823. Ya en ese entonces los héroes tro­ca­ban en anti héroes y la causa de la Inde­pen­den­cia se había disi­pa­do a favor de otra más egoís­ta y falaz: la causa de los caudil­los bár­baros y sus respec­ti­vas clien­te­las. El cani­bal­is­mo entre los sol­da­dos de la lib­er­tad en todo su esplendor.

 

 

 

 


Simón Bolí­var 1783–1830, Cre­ole sol­dier who led rev­o­lu­tion against Span­ish in Colom­bia • Artist: ARTIST unknown • Cred­it: [ The Art Archive / Eileen Tweedy ] 

 

 

 

 

 

 

El golpe de gra­cia defin­i­ti­vo lo recibe El Lib­er­ta­dor cuan­do se le anun­cia el artero asesina­to del “Abel de Améri­ca”, el muy joven Sucre, un gen­er­al de ape­nas 35 años, y que a difer­en­cia de su men­tor carece de vocación por el man­do y el poder. Álvaro Mutis (1923–2013), tan buen escritor como su com­pa­tri­o­ta Gabriel Gar­cía Márquez (1927–2014), ambi­en­tó magis­tral­mente ese momen­to de pesad­um­bre y des­o­lación totales en el cuen­to: “El últi­mo ros­tro” (1974), que sirvió de andami­a­je para que el Gabo pro­du­jese su: “El Gen­er­al en su laber­in­to” (1989). Muy sabi­a­mente, ambos escritores, pre­firieron el retra­to del gran hom­bre en la mis­e­ria que al alti­so­nante lib­er­ador de pueb­los. Intuyeron que el Bolí­var humano, el descono­ci­do para la inmen­sa may­oría, era más hero­ico besan­do el barro.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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