El golpe de Eustoquio Gómez
Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador
Para la segunda quincena de diciembre de 1935 Venezuela era una olla de presión a punto de explotar. Juan Vicente Gómez luego de una larga tiranía de 27 años yacía en su lecho de muerte, mientras a su alrededor sus herederos y causahabientes cavilaban sobre su destino y el futuro del país luego de que el tirano exhalara su último suspiro
A raíz de la oscura muerte de Juan Crisóstomo (Juancho o Juanchito) Gómez, hermano del dictador y vicepresidente, asesinado en el propio palacio de Miraflores, Gómez había hecho reformar la constitución y suprimir la figura de los vicepresidentes. En aquella oportunidad se había atribuido el asesinato a intrigas palaciegas que vinculaban al otro vicepresidente José Vicente Gomes Bello (Vicentico), hijo del tirano y su madre Dionisia. Ahora, con la inminente muerte del mandatario, sin testamento político ni que hubiera señalado sucesor, le correspondería la sucesión al ministro de guerra y marina, el general Eleazar López Contreras, apoyado por la institucionalidad militar, pero tal candidato no era buen visto por buena parte de lo más recalcitrante del “clan Gómez”.
Figuras principales de este grupo eran el presidente del estado Lara, Eustoquio Gómez Prato, primo del autócrata y Eloy (a) El Indio Tarazona, ayudante de cámara del presidente, escolta personal y asistente, a quien, siendo colombiano Gómez había dado la jerarquía de coronel del ejército venezolano.
El prontuario de Eustoquio
Eustoquio, que había acompañado a su primo Juan Vicente desde los tiempos de la invasión de 1899 era un hombre sumamente violento e intransigente. Ya en 1907 había asesinado por una banalidad al gobernador del Distrito Federal, y fue salvado de una larga condena de prisión por su primo recién llegado a presidente que lo liberó fraudulentamente y lo designó, bajo un nombre falso, como comandante del Castillo-Prisión de San Carlos de la Barra del Lago de Maracaibo.
Allí debido a sus violencias, abusos y atropellos en contra de los soldados y los presos se le amotinó la guarnición, que se unió con los detenidos obligando al personaje a huir a nado por las aguas del lago. Años mas tarde, nuevamente Gómez le da un cargo de importancia: lo designa presidente del estado Táchira, donde si bien ejecuta una buena cantidad de obras públicas, vuelve a caracterizarse por el abuso de poder, la represión y el crimen: Entre veinte y treinta mil tachirenses se ven obligados a abandonar su estado natal refugiándose en Colombia por temor a las atrocidades cometidas por Eustoquio, siendo la más recordada la oportunidad en que colgó a varios ciudadanos acusándolos de conspiración.
Es quizás la última vez que en nuestro país se colgaba a una persona, hecho que no se veía desde tiempos de la guerra de independencia. Con este currículum, que más bien parece un prontuario criminal, Eustoquio se desempeñaba ahora como presidente del Estado Lara y consideraba que era él el único que podía asegurar las millonarias propiedades habidas por los Gómez era él. Es lo que en su criterio significaba “mantener el orden”. El Indio Tarazona también tenía mucho que perder y era un perro fiel a los intereses de los gomeros estaba dispuesto a secundar al primo de su jefe en lo que fuera.
La prudencia de López Contreras
El general López Contreras, que conocía a Eustoquio desde los años de la invasión en 1899 sospechaba del primer mandatario del estado Lara. Sus informantes lo habían puesto al tanto de las conversaciones de Eustoquio con los comandantes militares de Lara y Aragua, entre otros militares. Sin poder hacerlo preso sin pruebas concretas ordenó a su gente tenerlo vigilado, así como a sus mas inmediatos colaboradores. Mientras tanto Eustoquio se desplazaba entre Barquisimeto, Maracay y Caracas acompañado de una partida de matones fuertemente armados en varios vehículos.
Mientras tanto en Maracay, capital virtual de la república y luego de un ataque de prostatitis complicado con uremia sufrido por Gómez el 9 de diciembre y ante el inminente desenlace López Contreras convocó a una reunión con los Gómez. Astutamente la planificó para hacerla en la casa de Regina y Emilia, las hermanas de Gómez, donde debido a la presencia de las señoras difícilmente Eustoquio intentaría un atentado contra López.
A la reunión llego el general López Contreras apenas acompañado de un edecán. Eustoquio llegó con dos de sus primos y varios de sus escoltas. López Contreras habló a la concurrencia explicando que el país podía caer en la anarquía si no se reprimían las ambiciones personales. Que el gobierno estaba decidido a ejercer sus atribuciones constitucionales. Que si ciertos parientes de los Gómez causaban divisiones en el ejército cualquier esfuerzo por mantener el orden constitucional quedaría truncado. Habló de sus responsabilidades como ministro de guerra, de su lealtad y de su buena fe y pidió que se le respondiera igualmente. Las hermanas Gómez aprobaron todo lo que López dijo y Eustoquio mintió diciendo que también estaba de acuerdo.
El golpe
Pero mientras ocurría la reunión en Maracay, el Indio Tarazona ordenaba a los encargados de las haciendas de Gómez en Aragua y Carabobo que movilizaran a todos los peones, para concentrarlos y armarlos en Maracay, todo en complicidad con los presidentes de esos estados. El plan del golpe estaba en marcha…Hay que recordar que la mayoría de la peonada eran soldados del ejército que Gómez “destacaba” en sus múltiples haciendas para que trabajaran como jornaleros.
El 11 de diciembre Tarazona y los suyos reparten máuseres, subametralladoras y municiones en Las Delicias, Ocumare de la Costa, San Juan de los Morros, El Trompillo en Carabobo y otras haciendas propiedad de Gómez. El comandante de la guarnición de Ocumare de la Costa sería el encargado de matar o apresar a López Contreras tan pronto falleciera Gómez.
El comandante de la policía de Maracay también estaba con los conspiradores. Los hoteles y pensiones de la ciudad se llenaron de sujetos extraños; son los hombres de Eustoquio que han sido llevados a la ciudad para estar listos al momento de cualquier desenlace. Cajas sospechosas de contener armas son sacadas de los cuarteles. Los agentes de López informan de todo al ministro, quien ordena estrechar la vigilancia sobre Eustoquio, que no ha dado todavía ninguna evidencia contundente de su conspiración. Se ordena intervenirle cualquier correspondencia.
El 15 de diciembre llega al despacho de López Contreras una carta interceptada por sus oficiales. Es una correspondencia de Eustoquio dirigida a mi tío abuelo el coronel Eloy Montenegro Tirado, gobernador del distrito, en Barquisimeto que dice:
…el General Gómez está muy grave. Esto será el día del juicio. Será un desastre. Dígale a los jefes de los batallones que pongan mucha atención, que redoblen su vigilancia y que deben consular conmigo, no obedeciendo más órdenes que las mías y que tengan cuidado de no ir contra mis deseos: aún cuando el ministro de guerra les dé órdenes, no deben moverse hasta que yo ordene…Cuando le diga <terminó el trabajo> significa que el general se murió o está agonizando, de modo que nuestra gente se ponga sobre las armas…lo que necesitamos es unión entre todos para ser invencibles en el momento dado…
El complot había quedado descubierto
El día 16 Eustoquio salió a primera hora de la mañana desde Maracay para Barquisimeto, para preparar detalles del golpe, mientras mas tarde en la misma ciudad Tarazona se enteró de la extrema gravedad de Gómez y viajó a toda velocidad a la capital larense a ultimar detalles personalmente con Eustoquio, pero ha hecho una llamada comprometedora que ha sido escuchada por alguien que hace llegar la información a militares leales y López Contreras ordena su captura. No encuentran a Tarazona en Aragua, pero se averigua que llegará en la tarde o noche. Al regresar a Maracay, Tarazona es interceptado por los militares y reducido a prisión sin ofrecer resistencia. Algunos otros oficiales claramente vinculados a la componenda son también detenidos. Horas más tarde Juan Vicente Gómez se convertía en un cadáver.
El principio del fin
Sin pérdida de tiempo López Contreras ordena sustituir a los pocos oficiales que consideraba adeptos a Eustoquio Gómez por militares institucionalitas.
Una vez oficializada la muerte de Gómez el Concejo de Ministros designa como presidente provisional al ministro de guerra y marina, general Eleazar López Contreras. Recibiendo la presidencia López Contreras canta el primer jaque en contra del gomecismo: Decreta la libertad de todos los presos políticos y autoriza a todos los exiliados a regresar a la Patria. Es una hábil medida que sorprende y desconcierta a Eustoquio y a toda la oligarquía gomera: Son miles de venezolanos que no quieren para nada a la familia Gómez y que apoyarán al nuevo presidente. Hay entre ellos militares, médicos, escritores y antiguos miembros de las montoneras nacionalistas, liberales y hasta castristas, muchos de ellos fogueados en los combates del primer cuarto del siglo XX. “Son un peligro para nosotros” dicen los miembros de la “familia real” gomera. A lo que López les responde: “Les doy todas las garantías y facilidades para que abandonen el país. Y les sugiero que lo hagan”
Enterrado Gómez en Maracay, López regresa a la capital y se empiezan a producir manifestaciones en contra de los Gómez. Mientras Eustoquio piensa que todavía no está todo perdido y cuenta con viejos generales gomecistas como Vicencio Pérez Soto, León Jurado, Santos Matute Gómez, presidente de Carabobo o Félix Galavis, el gobernador de Caracas. Sale de Maracay a Barquisimeto, pero en la alcabala no lo dejan salir de Aragua. Empieza a notar su desamparo. Se informa de que en la vecina población de La Victoria ya la gente en la calle saquea propiedades de los gomecistas, decide entonces viajar a Caracas para dar un último y desesperado golpe de mano.
Las ratas huyen antes de que se hunda el barco
Antes de abandonar Maracay López Contreras había “sugerido” al clan gomero la conveniencia de abandonar el país, para lo cual puso a disposición de los Gómez y sus socios aviones y barcos. El vapor “Zamora” que siempre tenía Gómez anclado en Ocumare de La Costa para huir en caso de una emergencia sale para Curazao con un centenar de gomecistas con las alforjas atestadas de millones en billetes, monedas de oro y joyas, una parte de lo que saquearon a Venezuela en un cuarto de siglo. Vicencio Pérez Soto, uno de los millonarios generales con que contaba Eustoquo para el golpe, huye en su yate personal a Trinidad. Otros escapan en avión, uno de los aeroplanos cae a tierra en la frontera con Colombia, pero sus ocupantes salvan la vida y atraviesan la frontera. Emilia Gómez, una hermana del dictador que no escapó a tiempo estaba en su casa cuando la muchedumbre entró a saquear y despavorida huyo por los techos, cayendo en casa de los vecinos con un brazo fracturado. La gente toma las calles celebrando la libertad de los presos y el fin de la tiranía. López designa al general Galavis gobernador del Distrito Federal, es otro posible aliado que pierde Eustoquio.
El viaje a la muerte
Eustoquio llega temprano a Caracas y va directamente a ver a López Contreras al Ministerio de Guerra y Marina. Trata de reclamar y pedir explicaciones y manifiesta su intención de ir a Barquisimeto. López le informa que ya no es autoridad militar en Lara, que no vaya para allá, que tampoco debe permanecer en Caracas por los disturbios que se suceden y le pide regrese a Maracay con su familia y hasta le ofrece una escolta armada. Gómez Prato rechaza la escolta y miente diciendo que se regresa para Maracay, pero se dirige con tres parientes que lo acompañan y sus espalderos a la gobernación del Distrito Federal. Al llegar observa en la calle las manifestaciones.
Cuando lo ven la gente grita: -“Mueran los Gómez”
En la plaza Bolívar hablan antiguos presos políticos enemigos del gomecismo. Iracundo entra en la gobernación y pide hablar con el gobernador Galavis mientras que sus escoltas armados toman posiciones. Alguien nota su entrada en el edificio y lo alerta a la gente. El hombre se enfurece más todavía y exige al gobernador un pelotón de policías o soldados para llevarlos él mismo a ametrallar a los manifestantes. Galavis le sugiere que evite problemas y salga por la puerta trasera, de manera discreta para que no lo vean. Eustoquio insiste en reprimir a los manifestantes:
-A esa gente hay que echarles plomo¡ dice enfurecido.
En eso el gobernador recibe una llamada del presidente encargado, que le pregunta por la situación. Cuando López Contreras se entera de que Eustoquio lo ha engañado y se ha presentado en la gobernación ordena a Galavis que arreste al hombre y lo traslade a Maracay.
En la gobernación se encuentran varios personajes aparte de Galavis y Gómez Prato, entre ellos Jesús Corao, prefecto de Caracas. Cuando Galavis le da la orden de arresto, Eustoquio, el hombre que ha encarcelado y torturado a miles de venezolanos, se indigna y trata de sacar su revólver, pero le pegan dos tiros. Sin poder hacer uso de su arma, sale del despacho dando tumbos y se arrastra hasta el baño de hombres. Se sienta en la poceta. Al ver a su jefe ensangrentado, los matones huyen despavoridos por la puerta de atrás de la gobernación. A los pocos minutos Eustoquio Gómez exhala sus últimos suspiros. Jesús Corao calma a la gente que en la calle está agitada y les anuncia la muerte del curel hombre. Sin pérdida de tiempo el populacho cae sobre los dos lujosos automóviles de Eustoquio y los suyos y los convierten en una pira ardiente. Nunca quedó claro quien o quienes fueron los autores de los disparos. El gomecismo está liquidado. Vendrán diez años de respeto a la ley, democracia y libertad.
Para leer más:
Fernández, Carlos Emilio “Hombres y Sucesos de mi Tierra” Talleres del Sagrado Corazón, Madrid 1969
Garmendia, Hermann. “Eustoquio Gómez, un general de la rehabilitación” Editorial Diana S.A. México 1955
Lavin, John. “Una Aureola Para Gómez” Distribuidora Continental. Caracas. 1950
Diccionario Polar de Historia de Venezuela