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El Guzmán Blanco de Ana Teresa

Rebeca Figueredo
Educadora — Investigadora

Corría el año de 1865 cuando Ana Teresa; una Caraqueña de la alta sociedad se enamora perdidamente de un hombre que le duplicaba la edad, para el momento una figura ya destacada en el mundo político de Venezuela e internacional, para ella quizás su primer amor, ligado a una profunda admiración y respeto por aquel abogado, alto, elegante y buen mozo, para él; indudablemente Ana Teresa era el amor de su vida; la mujer indicada.


Y de cier­ta man­era lo era, esta her­mosa joven edu­ca­da y con buenos modales venia de una famil­ia muy aco­moda­da, su madre era Anas­ta­sia Urbane­ja prove­niente de una desta­ca­da famil­ia, hija de Diego Urbane­ja activista de la inde­pen­den­cia y en un pasa­do min­istro de Páez, el padre de Ana Tere­sa era el Gen­er­al Andrés Ibar­ra; sobri­no del mar­ques del Toro uno de los hom­bres más adin­er­a­dos antes de la inde­pen­den­cia, además que el padre de Ana Tere­sa fue edecán y un gran ami­go del Lib­er­ta­dor y quien valien­te­mente arries­gó su vida por Bolí­var en la con­spir­ación Sep­tem­b­ri­na en Bogotá, resul­tan­do heri­do y luego aten­di­do por Manuela Sáenz. Andrés Ibar­ra; uno de los pocos hom­bres que estu­vieron con el Lib­er­ta­dor en el triste lecho de su muerte en San­ta Marta.

Ana Tere­sa Ibar­ra Urbaneja

Del corte­jo al novi­az­go pasaran dos años y no será has­ta el 13 de junio de 1867 cuan­do sal­ga de la igle­sia como doña Ana Tere­sa Ibar­ra de Guzmán Blan­co, esposa del actu­al coman­dante de armas de la ciu­dad de Cara­cas y en un futuro no muy lejano el pres­i­dente de Venezuela. La boda fue el even­to del momen­to, el comen­tario de toda la ciu­dad, la hija del prócer de la inde­pen­den­cia casán­dose con Anto­nio Guzmán Blan­co, hijo del con­tro­ver­sial peri­odista y fun­dador del par­tido Lib­er­al Anto­nio Leo­ca­dio Guzmán y Car­lota Blan­co Jerez y Aris­tigu­i­eta pari­ente lejana del Lib­er­ta­dor quien cre­ció huér­fana jun­to a sus her­manas bajo el amparo de Simón Bolí­var y el abri­go y pro­tec­ción de María Anto­nia Bolívar.

 « Durante mi ausen­cia, tienes que ser doble­mente disc­re­ta, porque mis ene­mi­gos y tus mal­que­ri­entes, ten­drán mucho plac­er en humil­larme calumniándote »

Insta­l­a­dos en su nue­va casa en Cara­cas y rodea­d­os con una exquisi­ta dec­o­ración y obje­tos impor­ta­dos de Europa comien­za la vida conyu­gal, pero esto no durará mucho tiem­po, Ana Tere­sa y su esposo enfrentan su primera sep­a­ración por razones políti­cas con ape­nas unos tres meses de casa­dos, entonces comien­zan a escribirse con fre­cuen­cia y de una man­era amorosa, él no la dejará desa­ten­di­da y tratará lo más posi­ble de lle­var el orden de su casa aun así estando ausente.

Al poco tiem­po de volver encon­trará la bue­na noti­cia de que Ana Tere­sa está embaraza­da pero por razones nue­va­mente políti­cas su esposo se ausen­ta una vez más, esta vez lo hará por mucho tiem­po, des­de Europa sigue estando pen­di­ente de su esposa y su bebé, nos­tál­gi­ca­mente le escribe:

« Aun las cosas que más me dis­traían antes, no me han atraí­do en este via­je. Des­de que llegue no he sali­do sino a com­prar la cuna y la ropa del que ha de ser nues­tra eter­na dicha. He sen­ti­do en ello tu plac­er y el mío a un tiempo »

Anto­nio Guzmán Blanco

Y así tran­scurre el tiem­po en medio de una dis­tan­cia que solo des­per­tará en ambos; nos­tal­gias, ansiedades y celos. Quizás esta últi­ma solo por parte de Ana Tere­sa pues inva­di­da por el temor a que su esposo pre­tendiese a otra mujer recuer­da un hal­laz­go ocur­ri­do antes de que él se mar­chara a Europa; con­sigu­ió pelos y sor­ti­jas en su escrito­rio, pero Ana tere­sa se lo man­tu­vo calla­do has­ta aho­ra, se lo recla­ma a lo que él le responde que no sabe de quien era ese pelo y esas sor­ti­jas, ni siquiera sabía que esta­ban ahí, pero le recuer­da que no se mor­ti­fique sin motivos, porque des­de que se casó la úni­ca ocu­pación que ha tenido es ella, que viva feliz y contenta.

Después de dar a luz a su hija Car­lota, Ana tere­sa recibirá recomen­da­ciones de su esposo ausente, como no uti­lizar tacones altos porque puede ser per­ju­di­cial para su salud y que ten­ga en cuen­ta los cuida­dos que hay que tomar después del par­to, además de recibir rega­los y obse­quios para la niña y para ella.

Él la extrañará y su ansiedad por volver a su hog­ar con su famil­ia aumen­tará, escribirá: “Quiero saber­lo todo de ella todo cuan­do se te ocur­ra, díme­lo, ya tal como se te haya ocur­ri­do y en el mis­mo momen­to de ocur­rírsete. Por lo demás, yo sé muy bien que tú te con­ducirás siem­pre de un modo irre­prochable. Eres la úni­ca mujer que me ha inspi­ra­do esa con­fi­an­za. Por eso me case con­ti­go y por eso vivi­mos felices”.

Ana tere­sa ten­drá a su esposo de vuelta pero al tiem­po por motivos de seguri­dad nue­va­mente se exil­ia en el exte­ri­or, deján­dola sola y esta vez con un segun­do embara­zo, para ella una situación fatal porque esta vez se mez­cla la pre­ocu­pación por la vida de su esposo, por seguri­dad ella se muda con su madre y comien­za de nue­vo la inco­mo­di­dad de estar sep­a­ra­dos, los pen­samien­tos de infi­del­i­dad lle­gan como un huracán y recla­mará algo que tam­bién vio en el pasado:

“Des­de que lo supe, estoy pen­san­do que hac­er con el pelo que le mandó esa inso­lente bru­ja. Primero se me ocur­rió que­mar­lo, pero esto me pare­ció muy poco, no encon­tran­do otra cosa que me sat­isfa­ga mas, lo daré a la primera vie­ja que ven­ga a la puer­ta para que lo ven­da o lo bote al basurero. Debe man­darme esos dos retratos que tiene ust­ed en su néces­saire; porque yo aunque no me reunía con U. has­ta de aquí a mucho tiem­po, lo primero que haré es bus­car­los y hac­er de ellos lo que se me ocur­ra. Uno de ellos es de la mujer más crim­i­nal, porque a la vagabun­dería, unía la más grande hipocre­sía. El otro debe ser el de la atre­v­i­da zor­ra, que si es tan fea como allí parece, lejos de guardar­lo, debería repug­narle el recuer­do de haber pen­sa­do en seme­jante bicho. Los vi, por un des­cui­do suyo. Una vez que ust­ed esta­ba limpiando los instru­men­tos que guar­da allí, los saco y los dejo  sobre la mesa de su cuar­to has­ta el día sigu­iente. Allí los vi yo, y cuan­do fui a bus­car­los, ya U. los había guarda­do. Están en un sobre blan­co. No se lo dije en el momen­to porque siem­pre rec­ha­zo toda idea de dis­gus­to sobre nosotros y además, U. se iba al día sigu­iente para Europa. Pero ya no puedo callar por más tiem­po. Cada día se aumen­ta mi dis­gus­to. Por qué moti­vo después de haberse casa­do con­mi­go con­ser­va U. retratos, ni pelos, ni sor­ti­jas ni ningu­na otra especie de recuer­dos sobre esas vagabun­das. ¡No!. ¡No!. U. no tiene ese dere­cho, ni yo se lo con­ce­do. Es por eso que U. tiene tan­ta facil­i­dad para ausen­tarse de mi. Vaya pues, ya no hablo más de esto. Me duele la cabeza”.

Acta de mat­ri­mo­nio de Anto­nio Guzmán Blan­co y Ana Teresa

En medio de sus obliga­ciones como políti­co, mil­i­tar y sus pre­ocu­pa­ciones por la rev­olu­ción, Guzmán Blan­co no deses­ti­ma a su esposa y le comu­ni­ca que le enviará tal sobre que men­ciona y tam­bién aprovecha para recor­dar­le que deje de pen­sar en cosas del pasa­do. Ana Tere­sa no se que­da tran­quila y le recla­ma una vez más has­ta recibir de su esposo un retra­to de mujer con una nota “yo no encuen­tro mas retra­to que el que va adjun­to” sin embar­go este retra­to nun­ca vis­to por Ana Tere­sa aumen­tará la mor­ti­fi­cación y celos, le recla­mará de nue­vo has­ta cal­marse con los días sabi­en­do que su esposo está próx­i­mo a llegar.

Volverá a casa y luego se con­ver­tirá en pres­i­dente, con el pasar de los años se mudan a Fran­cia y al tiem­po por motivos políti­cos él sólo regre­sará a Venezuela; otra sep­a­ración en donde los celos volverán, Guzmán Blan­co con la pacien­cia del mis­mo tamaño del amor que sen­tía siem­pre lo man­i­fes­tará con las pre­cisas pal­abras para ella;

“No ten­go la impre­sión de estar en casa, porque mi hog­ar eres tú, úni­ca y feli­ci­dad de mi exis­ten­cia” le hará saber en una opor­tu­nidad mien­tras espera el tiem­po nece­sario para bus­car­la a ella y a sus hijos a Europa y traer­los de regre­so a Venezuela.

Tam­bién le escribirá: “Aban­dona esa descon­fi­an­za tan funes­ta. Te esti­mo pero te amo todavía mas, te amo con inmen­sa pasión. Mi úni­ca vida es quer­erte y mi sola aspiración hac­erte felíz. Tú no tienes ni idea de lo que gozo con­ti­go. ¿Cómo se te ocurre que pue­da nadie darme tu inefa­ble plac­er? No, por Dios, no te empeñes en hac­erte sufrir sin motivos”

Unas pal­abras de Ana Tere­sa con­ver­tidas en decisión resumirá el futuro de la pare­ja “Es la últi­ma vez que le digo que si U. inten­ta sep­a­rarse de mi bien sea  vol­un­taria o invol­un­tari­a­mente, para ir al cielo o al infier­no, o donde quiera que vaya, yo estoy resuelta a seguirlo”

Guzmán en su lecho de muerte

Y así se con­ver­tirá en su eter­na com­pañera, el amor que los unía quedó plas­ma­do durante los 32 años que per­duró el mat­ri­mo­nio como un vín­cu­lo inque­brantable que sola­mente se rompería con el fal­l­ec­imien­to de Anto­nio Guzmán Blan­co en 1899. Ana Tere­sa sobre­vivirá la pér­di­da dolorosa de su esposo por unos catorce años más y con­vivirá con el más fiel recuer­do de aquel amor leal y paciente que le brindó has­ta la muerte su Ilus­tre Americano.

Fuentes:
Quin­tero, Inés. “La Pal­abra Igno­ra­da” Edi­to­r­i­al: Fun­dación Empre­sas Polar. Cara­cas 2007.Fuente:

Imá­genes documentales:

- Acta de mat­ri­mo­nio de Anto­nio Guzmán Blan­co y Ana Tere­sa Ibar­ra, Fam­i­ly Search.

- Retra­to de Ana Tere­sa Ibar­ra, Quin­tero, Inés. “La Pal­abra Ignorada”

- Boce­to para retra­to del gen­er­al Anto­nio Guzmán Blan­co por Mar­tin Tovar y Tovar siglo XlX Colec­ción perteneciente a la fun­dación John Boulton

- Anto­nio Guzmán Blan­co en su lecho de muerte, crédi­tos a su autor.

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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