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El naufragio del “San Pedro de Alcántara”

Luis Heraclio Medina Canelón
Abogado — Historiador

Hoy se cumple un aniversario más del dramático naufragio que ennegrecería el inicio de la campaña de “Pacificación” de Pablo Morillo


En la primera sem­ana de abril de 1815 lle­ga a Venezuela la may­or expe­di­ción envi­a­da por España a Améri­ca en la his­to­ria: la expe­di­ción paci­fi­cado­ra del teniente gen­er­al Pablo Morillo.

Había sali­do des­de Cádiz en Febrero, con más de diez mil sol­da­dos, vet­er­a­nos de las guer­ras con­tra Napoleón. Venían tropas de infan­tería, zapadores, artillería, caballería y hos­pi­tales. Se desplaz­a­ban en sesen­ta bar­cos, de los cuales cuarenta eran mer­cantes y veinte buques mil­itares. Venían total­mente equipa­dos para hac­er la guerra.

Cam­paña de Venezuela. Desem­bar­co de las tropas españo­las en la pun­ta de Man­gles de la isla de Margarita(créditos a su autor)

Por cier­to, que entre esos batal­lones que venían con moril­lo esta­ba el “Unión”, una de sus mejores unidades, que aquí en Venezuela cam­bió su nom­bre por “Valencey”, muy recor­da­do en nues­tra his­to­ria. Tam­bién sus com­pañeros el “Bar­bas­tro” y “Húsares de Fer­nan­do VII”, ren­di­dos en Carabobo.

El may­or de estos bar­cos, el “buque insignia”, un bar­co que había sido con­stru­i­do en La Habana en 1787, era el “San Pedro de Alcán­tara”, un navío muy grande, para uti­lizar el lengua­je colo­quial, dire­mos que tenía más de cin­cuen­ta met­ros de largo y catorce de ancho (me dis­cul­pan los eru­di­tos, pero estoy escri­bi­en­do para un públi­co gen­er­al). Era de  dos puentes, lo que lla­maríamos los que no uti­lizamos la jer­ga marinera “de dos pisos”. Tenía sesen­ta y cua­tro cañones de dis­tin­to tamaño.

La expe­di­ción de Moril­lo toma la isla de Mar­gari­ta casi sin prob­le­mas y el gen­er­al desem­bar­ca para orga­ni­zar la incur­sión sobre tier­ra firme.  A los pocos días se orde­na a la flota diri­girse a Cumaná hacia donde parten var­ios de los buques, pero otros debían apro­vi­sion­arse de agua, por lo que se diri­gen a la isla de Coche, donde había más facil­i­dad para con­seguir el líqui­do. Entre estos esta­ba el San Pedro Alcán­tara, que debía seguir has­ta Cumaná, para dejar en tier­ra firme su pre­ciosa car­ga de cañones, uni­formes, her­ramien­tas, ali­men­tos y med­i­c­i­nas, repuestos, lan­zas, pis­to­las, mon­turas, espadas y bay­o­ne­tas, muni­ciones, pólvo­ra y la tesor­ería del ejérci­to, es decir, el dinero para pagar todos los gas­tos del ejérci­to mien­tras durase la campaña.

Pero el 24 de abril, a eso de las tres de la tarde, se da la alar­ma de incen­dio en el “San Pedro”. Con un cañon­a­zo advierte a las otras naves que se encuen­tran alrede­dor que está en emer­gen­cia por fuego.

Cuen­ta Arístides Rojas en “Episo­dio del Navío San Pedro de Alcán­tara“ que ráp­i­da­mente lle­garon las naves menores en aux­ilio a lan­zar agua y a tirar al mar los quinien­tos bar­riles de pólvo­ra que llev­a­ba el “San Pedro” en sus bode­gas. Se llegó al extremo de tratar de ane­gar el bar­co hacién­dole unos cañon­a­zos pero el humo no dejo ver nada. Los marineros eran asfix­i­a­dos en las bode­gas por la inten­sa humare­da y no podían seguir sofo­can­do el incen­dio. La lucha con­tra el fuego duró tres horas y siem­pre según Rojas, murieron tre­scien­tos enfer­mos que se encon­tra­ban en el bar­co. Moril­lo en sus “Memo­rias” reduce el número de fal­l­e­ci­dos a unos cuarenta.

Muchos marineros en vez de luchar con­tra el fuego se lan­zaron por la bor­da. Cuan­do ya se dieron cuen­ta de que el fuego era indomable y ante el temor de una explosión que destruy­era a las naves socor­ris­tas se ordenó ale­jarse. Poco a poco vieron como las lla­mas devor­a­ban el bar­co. Empezaron a sonar las det­ona­ciones. Algunos cañones volaron por los aires, así como baúles, maderos y toda clase de cosas.

A las seis se escuchó una explosión gigan­tesca que causó por un min­u­to una especie de huracán en el mar.  A kilómet­ros del desas­tre se escuchó el estampi­do. Saltaron por los aires los sesen­ta y cua­tro cañones con que se arma­ba el buque más otros diecio­cho cañones del ejérci­to, así como mástiles, cajas, cadáveres car­boniza­dos, maderas y todo lo que había en las bode­gas, que cayeron alrede­dor de los bar­cos socor­ris­tas como una llu­via infernal.

¿Pero qué pasó? ¿qué causó tan ter­ri­ble incendio?

La opinión gen­er­al sostiene que el incen­dio se orig­inó en la bode­ga donde se guard­a­ban unos cuarenta bar­riles de aguar­di­ente que el gen­er­al había con­segui­do para regalar a sus tropas. Quienes se van por la teoría del acci­dente señalan que algunos marineros quisieron tomarse un tra­go a escon­di­das y entraron en la oscu­ra bode­ga alum­brán­dose con algu­na lam­par­i­ta y de algu­na man­era el alco­hol entró en con­tac­to con la lla­ma y se ini­ció el fuego. Quizás temerosos de que fuer­an san­ciona­dos trataron de apa­gar el fuego ellos mis­mos sin pedir ayu­da has­ta que se hizo incontrolable.

El gen­er­al Pablo Moril­lo “el Pacificador”

Pero hay otra teoría: el coro­nel Mon­tengro, miem­bro de las tropas real­is­tas, señala la ver­sión de que posi­ble­mente la caja de cau­dales con el tesoro del ejérci­to nun­ca sal­ió de Cádiz y entonces el incen­dio del buque fue inten­cional para ocul­tar el robo. Apo­yarían esta tesis el hecho de que un alto ofi­cial del buque de apel­li­do Lizarza acusó de ser cau­sante del incen­dio a Salazar el coman­dante de la nave. El primero fue pre­so por la denuncia.

Pero el pro­pio Pablo Moril­lo desmiente el incen­dio inten­cional: “Este suce­so deplorable no podía atribuirse á la malev­o­len­cia; la policía esta­ba muy mal servi­da á bor­do del navio. Dos marineros ebrios ó tor­pes incen­di­aron el aguar­di­ente que él los saca­ban de una pipa. Sea por temor de sufrir

un jus­to cas­ti­go, ó porque creye­sen que encer­ran­do el líqui­do infla­ma­do podían deten­er el incen­dio, es lo cier­to que ocul­taron el hecho á todos sus com­pañeros. La lla­ma tomó grandes pro­por­ciones y no tardó en comu­ni­carse á más de cuarenta pipas deposi­tadas en el mis­mo almacén. Cuan­do se cono­ció cuan­to pasa­ba, era ya demasi­a­do tarde para ata­jar el mal.”

Lo cier­to es que la cam­paña paci­fi­cado­ra del gen­er­al Moril­lo empez­a­ba con un mal paso: Se quedó sin artillería, sin muchos pertre­chos, hos­pi­tales, y sobre todo sin pla­ta para pagar. Esto lo obligó a instau­rar una serie de odiosos impuestos y req­ui­si­ciones que le granjearon la ani­mad­ver­sión mucha de la gente en Venezuela y Nue­va Granada.

Con esca­sos recur­sos bizarra­mente Moril­lo por cin­co años libraría una guer­ra para paci­ficar y reestable­cer la monar­quía. En ese tiem­po perdería a casi todo su ejérci­to. En 1820 Moril­lo se reti­ra de Venezuela y en 1823 der­ro­ta­dos, lo últi­mo que qued­a­ba de aquel for­mi­da­ble ejérci­to, los últi­mos despo­jos del Batal­lón Valencey, aban­donarían tier­ras americanas.

Fuentes

E S T U D I O S H I S T O R I C O S POR ARISTIDES ROJAS 3 Episo­dio del navio “San Pedro Alcantara”

  1. Cara­cas. Tipografía La Sem­ana. 1902

Moril­lo, Pablo. Memo­rias 1815–1821 EDITORIAL Luis Alber­to Vil­la­marin Puli­do 2019

Luis Medina Canelón

Abogado, escritor e historiador Miembro Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo

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