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El precoz Arturo Michelena ilustró la edición neoyorquina de Costumbres Venezolanas

Juan José Peralta
Periodista

Considerado uno de los más grandes pintores venezolanos del siglo XIX, incluso de toda la plástica nacional, Arturo Michelena ilustró de once años la edición neoyorquina del libro de Francisco de Sales Pérez “Costumbres Venezolanas” y el escritor se convirtió en principal protector y promotor del niño valenciano quien apenas daba muestra de su fértil y temprana capacidad  para el arte pictórico


Había cumpli­do ape­nas 35 años cuan­do murió en Cara­cas de tuber­cu­lo­sis la gris mañana de aquel 29 de julio de 1898: Fran­cis­co Arturo Miche­le­na Castil­lo nació en Valen­cia hace 157 años, el 16 de junio de 1863, cuan­do la fatídi­ca Guer­ra Fed­er­al lle­ga­ba a su final. Pin­tor y dibu­jante, de niño man­i­festó excep­cionales dotes para el dibu­jo y la pin­tu­ra, con la suerte de ser hijo del tam­bién pin­tor valen­ciano Juan Anto­nio Miche­le­na, tutor de sus primeras pince­ladas y Socor­ro Castil­lo, hija del pin­tor y mural­ista Pedro Castil­lo. Era un hog­ar lleno de col­ores, pince­les y lien­zos. El pequeño recibió de su tía Edelmi­ra Miche­le­na sus primeras enseñan­zas a los seis años, luego estu­dia en el cole­gio de Lisan­dro Ramírez y ter­mi­na la pri­maria en el Cole­gio Caji­gal regen­ta­do por Ale­jo Zuloaga.

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De sus incip­i­entes obras desta­can Cupi­do Dormi­do, La rosa, Brayan Tri­ana, En tus bra­zos, Judit y Holofernes, Un rayo de luz

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En 1874 los dibu­jos del libro de Fran­cis­co de Sales Pérez, quien con­ver­tido en su pro­tec­tor lo pre­sen­tó en el cír­cu­lo de ami­gos del gen­er­al Anto­nio Guzmán Blan­co con la inten­ción de ges­tionarle una beca, ayu­da no logra­da. Más tarde recibió lec­ciones de la dama france­sa, Con­stan­za de Sauvage, dis­cípu­la del pin­tor francés Euganio Debería, quien le enseñó a dis­tribuir los col­ores, aprovechar la luz y algu­nas técnicas.

Aso­ci­a­do entre 1879 y 1882 en Valen­cia a su padre en una acad­e­mia pri­va­da de pin­tu­ra para retratos por encar­go, murales, copias de cuadros antigu­os, retratos infan­tiles y abun­dante pro­duc­ción de dibu­jos, tran­scurre un perío­do de apren­diza­je y entre­namien­to del joven para con­cur­rir a la Gran Exposi­ción del Cen­te­nario del Nata­l­i­cio de El Lib­er­ta­dor Simón Bolí­var, cel­e­bra­da en Cara­cas en 1883, a la que envía dos obras, Ale­goría de la repúbli­ca regen­er­a­da y La entre­ga de la ban­dera inven­ci­ble de Numan­cia al batal­lón sin nom­bre, esta últi­ma pieza acree­do­ra de medal­la de pla­ta, obra con­ser­va­da en el Museo Boli­var­i­ano de Caracas.

Jun­to a Martín Tovar y Tovar en 1885 via­jó a París con una pen­sión otor­ga­da por el gen­er­al Joaquín Cre­spo para estu­di­ar en Europa y se inscribe en la Acad­e­mia Julián donde ya estu­di­a­ban Emilio Bog­gio y Cristóbal Rojas, donde recibe clases del artista francés Jean-Paul Lau­rens quien le estim­uló a par­tic­i­par en Le Salón des Artistes Français en 1887, donde obtu­vo su primer éxi­to. Miche­le­na pre­sen­tó un lien­zo tit­u­la­do L’Enfant Malade (El niño enfer­mo), pre­mi­a­do con la medal­la de oro en su segun­da clase, el may­or hon­or dado por el Salón a un artista extran­jero. Esta pin­tu­ra fue adquiri­da por la famil­ia Astors en Nue­va York a fines del siglo XIX y en 2004 Sotheby’s la vendió por 1.350.000 dólares, récord para una obra de arte lati­noamer­i­cana. La Galería de Arte Nacional (Cara­cas) con­ser­va un boce­to de la pieza en tamaño menor, real­iza­do por el artista en 1886.

Según Enrique Plan­chart, en abril de ese año el joven artista vis­itó jun­to al ami­go y com­pañero Cristóbal Rojas al gen­er­al Anto­nio Guzmán Blan­co de paso en París, quien les advierte que una vez investi­do como pres­i­dente de la Repúbli­ca de Venezuela les sus­penderá la pen­sión si no se mudan a Roma, con­sid­er­a­do más útil para la for­ma­ción artís­ti­ca por el caudil­lo. Con­trar­ian­do la opinión impo­nente del Ilus­tre Amer­i­cano, el par de jóvenes artis­tas per­maneció en París con exi­tosa par­tic­i­pación en el Salón de Artis­tas France­ses donde eran recono­ci­dos por su tal­en­to y el tira­no les quitó las becas. Entre 1885 y 1889 pin­ta Una visi­ta elec­toral (1886), La cari­dad (1887)La joven madre y Car­lota Cor­day camino al cadal­so (1889), obra esta  últi­ma ganado­ra de medal­la de oro en primera clase en la Exposi­ción Uni­ver­sal de París (1889).

Arturo Miche­le­na

Ese mis­mo año regresó ines­per­ada­mente a Venezuela y fue recibido con júbi­lo. Tras una tem­po­ra­da de éxi­to social en Cara­cas, cel­e­bra su mat­ri­mo­nio con la bel­la muchacha caraque­ña Las­te­nia Tel­lo Men­doza (1886–1958) y retor­na a París.

En 1890 lo con­tra­ta la edi­to­r­i­al de L. Con­quet para ilus­trar la edi­ción del libro Her­nani, de Víc­tor Hugo y recibe el encar­go del gob­ier­no vene­zolano para pin­tar Vuel­van caras, obse­quia­do en agradec­imien­to a la munic­i­pal­i­dad de Nue­va York por las dis­tin­ciones al gen­er­al José Anto­nio Páez durante su exilio en esa ciudad.

En esta segun­da estancia en París pin­ta Pen­te­silea (1891) y La vara rota (1892), prin­ci­pales obras de este perío­do, pero enfer­mo de tuber­cu­lo­sis retor­na en 1892 a Venezuela por con­se­jo de sus médicos.

El éxi­to le espera en Cara­cas donde se con­vierte en el retratista de moda y pin­tor ofi­cial del pres­i­dente Joaquín Cre­spo. Par­tic­i­pa en la Exposi­ción con­mem­o­ra­ti­va del cen­te­nario del nata­l­i­cio del Mariscal Sucre en 1895, para la cual pin­ta Muerte de Sucre en Berrue­cos. Al año sigu­iente pre­sen­ta su magis­tral Miran­da en la Car­ra­ca (1896), en ocasión de los 80 años de la muerte del Pre­cur­sor de la Independencia.

Ese año ini­cia la dec­o­ración del pala­cio de misia Jac­in­ta, esposa de Cre­spo, res­i­den­cia del caudil­lo lib­er­al con su famil­ia, hoy Pala­cio de Miraflo­res com­pra­do después por el tira­no Juan Vicente Gómez, para sede del gobierno.

Arturo Miche­le­na murió en Cara­cas el 29 de julio de 1898, hace 122 años, en ple­na juven­tud a los trein­ta y cin­co años aque­ja­do por la tuber­cu­lo­sis, dejan­do numerosas obras incon­clusas, más de 700 entre cuadros por ter­mi­nar, boce­tos, dibu­jos y maque­tas, con­ser­va­dos en su taller en la esquina de Urapal.

Su taller fue adquiri­do por el Esta­do vene­zolano en 1961 y con­ver­tido en Museo Arturo Miche­le­na en 1963, espa­cio que recomien­do vis­i­tar para cono­cer la dimen­sión plás­ti­ca de las obras de este artista, uno de los más grandes pin­tores vene­zolanos de fines del siglo XIX, jun­to a Tovar y Tovar, Emilio Bog­gio, Anto­nio Her­rera Toro y Cristóbal Rojas su grande y con­tem­porá­neo ami­go, tam­bién muer­to poco antes de 32 años del mis­mo mal.

Sus restos mor­tales fueron traslada­dos al Pan­teón Nacional el 29 de julio de 1948 al cumplirse cin­cuen­ta años de su lam­en­ta­ble dece­so. En su natal Valen­cia, en Venezuela, el aerop­uer­to inter­na­cional lle­va su nom­bre al igual la Escuela de Artes Plás­ti­cas y una universidad.

 

CorreodeLara

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