Crónicas

El tesoro enterrado de Juan Vicente Gómez

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

El coro­nel Eloy el indio Tara­zona, fue apre­sa­do el 15 de diciem­bre de 1935, por el pro­pio jefe del Esta­do May­or, Eleazar López Con­tr­eras, por recomen­dación de Eusto­quio Gómez, acusán­do­lo de con­spir­ación al orga­ni­zar y par­tic­i­par en un supuesto com­plot para tomar el poder inmedi­ata­mente después del fal­l­ec­imien­to del pres­i­dente Juan Vicente Gómez.

El indio Tara­zona, de ori­gen colom­biano, bajo de estatu­ra, de tez more­na y ojos achi­na­dos, fue por muchos años el edecán y jefe de seguri­dad del pres­i­dente y quizá el hom­bre más temi­do durante la fér­rea dic­tadu­ra de Gómez.

El coro­nel Eloy el indio Tara­zona, escoltan­do al Ben­eméri­to pres­i­dente Juan Vicente Gómez. Foto Colec­ción Luis Her­a­clio Medina

Con­fi­na­do en la cár­cel públi­ca de la ciu­dad, con asien­to en la calle Bolí­var, tras sur­gir en su con­tra numerosas deman­das civiles y penales que pusieron en evi­den­cia la tup­i­da red de impunidad que gozó durante el manda­to del Ben­eméri­to, el indio Tara­zona llegó a ser un rico propi­etario de la región, con pos­e­siones agropecuar­ias, numerosos inmue­bles y prestamista de gran dimensión.

Muer­tos Juan Vicente Gómez (1935) y su pri­mo Eusto­quio Gómez, en abril de 1936, el indio fue expa­tri­a­do a Colom­bia (norte de San­tander) en donde vivió has­ta los años cin­cuen­ta, que es cuan­do vuelve a Venezuela durante el manda­to de Mar­cos Pérez Jiménez, per­sua­di­do de obten­er garan­tías y ejercer recur­sos para rescatar su pat­ri­mo­nio expropiado.

A su arri­bo a San Cristóbal, esta­do Táchi­ra, Tara­zona se encar­gó de des­per­tar la divul­ga­da leyen­da del tesoro enter­ra­do de Juan Vicente Gómez, con­ven­ci­do que con el valioso asun­to, atraería la sim­patía de Pérez Jiménez, quien inmedi­ata­mente ordenó la deten­ción y el encier­ro del esbir­ro de Gómez, acusán­do­lo de desapari­ciones forzadas y asesinatos extrajudiciales.

Qué rezaba la leyenda

Según la leyen­da, poco antes de la muerte del Ben­eméri­to, este le ordenó a Tara­zona que escondiera un lote con­sid­er­able de bar­ras de oro sóli­do, cuan­tiosas esmer­al­das prove­nientes de Muzo, Colom­bia; bril­lantes, per­las de Mar­gari­ta; bol­sas de moro­co­tas y pachanos, que según Tara­zona sum­a­ban más de 20 mil­lones de bolí­vares, sin duda una cau­dalosa for­tu­na personal.

El indio Tara­zona sigu­ió obe­di­ente las instruc­ciones de Gómez y enter­ró todos los obje­tos en ocho baúles de madera for­ra­dos en met­al inox­id­able en un lugar descono­ci­do. Se dice que días antes de la muerte de Gómez, Tara­zona fue apre­hen­di­do para que rev­e­lara la ubi­cación del valioso tesoro, pero no lograron el cometido.

A par­tir de entonces, empezó a cor­rer en Venezuela la leyen­da del cau­daloso tesoro escon­di­do del Ben­eméri­to pres­i­dente, lo que gen­eró que se ini­cia­ran exhaus­ti­vas labores de búsque­da y pesquisa en sus propiedades y zonas aledañas que abar­caron los esta­dos Aragua, Carabobo, Guári­co, lle­gan­do las excava­ciones has­ta el apaci­ble bal­n­eario de Macuto.

Según esta leyen­da ‑que el pro­pio Tara­zona se encar­gó de robuste­cer des­de el exilio‑, el cuan­tioso tesoro fue enter­ra­do, a mitad de la noche, al pie de un robus­to roble. Luego Tara­zona hizo matar a los siete sol­da­dos que le ayu­daron a sepul­tar el coti­za­do tesoro.

Cár­cel de Obis­pos, ubi­ca­da en la parte alta de El Guarataro, en donde estu­vo reclu­i­do el indio Tarazona

Fue hipnotizado

Cuan­do el español José Mir Rocafort, cono­ci­do como Fass­man, quien en los años cuarenta llenó los teatros de Buenos Aires, La Habana, Bogotá y Cara­cas, con sus dotes de mago, hip­no­ti­zador, men­tal­ista, ilu­sion­ista, adi­vi­no y médi­um, ter­mina­ba su aplau­di­da fun­ción en el col­ma­do Teatro Nacional, divisó más allá del esce­nario a dos per­son­ajes poco con­ven­cionales: uno era el coman­dante Car­los Puli­do Bar­reto, direc­tor de Arma­men­to del rég­i­men de Pérez Jiménez; el otro, For­tu­na­to Her­rera, mejor cono­ci­do como «el plati­na­do», a quien se iden­ti­fi­ca­ba como hom­bre de con­fi­an­za y testa­fer­ro del dictador.

Al ter­mi­nar la fun­ción, los dos altos per­son­ajes esper­aron al mago den­tro del cameri­no y le ordenaron ‑tras mostrar­le un maletín reple­to de billetes‑, que realizara un tra­ba­jo clasi­fi­ca­do para el gob­ier­no de Venezuela, que no era otro que influir con sus haz­a­ñas para­si­cológ­i­cas para con­seguir una confesión.

Estando el indio Tara­zona reclu­i­do en la cár­cel del Cer­ro de Obis­pos, en donde soporta­ba inde­scriptibles tor­turas con el propósi­to que rev­e­lara la ubi­cación del tesoro de Gómez, recibió en su cel­da al mago español.

El «Indio» Tara­zona, escol­ta de Gómez, dor­mía atrav­es­a­do en la puer­ta del cuar­to del Benemérito

En medio de la sesión de hip­no­sis, Tara­zona comen­zó a tem­blar incon­tro­lable­mente con­fe­san­do que el espíritu del gen­er­al Gómez le impedía rev­e­lar el lugar donde esta­ba ocul­to el tesoro.

Fass­man aban­donó la sesión tras obser­var la vehe­men­cia con la cual Tara­zona actu­a­ba, com­pren­di­en­do que el indio solo se burla­ba del méto­do uti­liza­do. Indig­na­do tomó sus perte­nen­cias y pidió a viva voz que lo sacaran de ese “antro”.

A los pocos meses, el 28 de octubre de 1953, entre que­ji­dos de su infor­tu­nio, Eloy Tara­zona fal­l­e­ció de inani­ción lleván­dose a la tum­ba el secre­to del enig­ma del tesoro enter­ra­do del gen­er­al Juan Vicente Gómez. Lo mis­mo ocur­rió con el lugar de inhu­mación de su cuer­po, pues no quedó reg­istro alguno.

 

CorreodeLara

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