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Ellas en la historia

Mario R. Tovar G
Historiador y escritor
mtovar60@hotmail.com

 “La his­to­ria de la mujer vene­zolana está escri­ta con san­gre y con sac­ri­fi­cios inau­di­tos (…) Por sus pági­nas cor­ren los nom­bres glo­riosos de las que insti­garon a des­cubrir y fun­dar (…) de cualquier for­ma para la trans­for­ma­ción de Venezuela”

Gladys Mon­roy de Pino (1995)


Se con­mem­o­ra el “Día Inter­na­cional de la Mujer”, razón por la cual des­de estas pági­nas quisiéramos rendir nue­stro humilde trib­u­to a ese mar­avil­loso ser que nos dio la vida y acom­paña día a día en sus diver­sos roles como esposa, hija, ama de casa, abne­ga­da tra­ba­jado­ra, diri­gente social, deportista, estu­di­ante, artista o desta­ca­da int­elec­tu­al, entre otros referentes.

Debido a ello, sea prop­i­cia la ocasión para reseñar un impor­tante tex­to tit­u­la­do Ellas en la His­to­ria (1995), her­mosa­mente escrito por la his­to­ri­ado­ra Gladys Mon­roy de Pino, quien nace en la Vic­to­ria, esta­do Aragua, donde ejer­ció por muchos años como maes­tra nor­mal­ista; área en la que llegó a destacarse como instruc­to­ra, guía y coor­di­nado­ra en difer­entes plante­les de la región, además de ser una aven­ta­ja­da pintora.

Al escribir “Ellas en la His­to­ria”, la pro­fe­so­ra Gladys Mon­roy se pro­pu­so, como bien lo desta­ca: “Con­ci­en­ti­zar a la humanidad de la pres­en­cia de la mujer en los hechos trascen­den­tales de la vida (…) Así podemos decir que la mujer es la creado­ra y duc­to­ra del indi­vid­uo en la faz de la tier­ra, al lle­var en su vien­tre el fru­to de su amor, al ama­man­tar­lo, cri­ar­lo y con­ducir­lo hacia la meta de su pro­pio yo (…).

Por sus pági­nas cor­ren los nom­bres glo­riosos de las que insti­garon a des­cubrir y fun­dar, las que fueron sac­ri­fi­cadas por la lib­er­tad, las que ofrecieron sus hijos para la lucha, las que dieron sus bienes, las que gob­ernaron y las que com­pro­metieron su rep­utación, con tal de ayu­dar de cualquier for­ma para la trans­for­ma­ción de Venezuela (…) vin­cu­ladas (…) con nues­tra his­to­ria Patria”.

En suma, la auto­ra hon­ra y desta­ca pro­fusa­mente en su tex­to a la Caci­ca Doña Isabel, a Guiomar (la mujer del Negro Miguel), Beat­riz Díaz de Rojas, Doña Jose­fa Marín de Narváez; Jua­na y María Bilela, María de Alcalá Rendón, María Marín de Narváez, Ana Fran­cis­ca Pérez, Jose­fa Mel­cho­ra Ponte y Aguirre; y María Jose­fa de la Paz y Castil­lo, Las Cos­tur­eras de Gua­nare, María Tere­sa del Toro y Alaiza de Bolí­var, Isabel Gómez, Jose­fa Joaquina Sánchez, Jose­fa Came­jo, Con­cep­ción Mar­iño, Luisa Cáceres de Aris­men­di, Cecil­ia Muji­ca y Jua­na Ramírez (La Avan­zado­ra), Domin­ga Ortiz de Páez, Encar­nación de Var­gas, Olayza Buroz de Sou­blette, Clara Mar­rero de Mon­a­gas, Luisa Isabel Pachano de Fal­cón, Ana Tere­sa Ibar­ra de Guzmán, Jac­in­ta Pare­jo de Cre­spo, Tere­sa Car­reño, Tirabichi, Yoady, Manueli­ta del Río, Celi­na la Vas­ca, Can­de­lar­ia, la negra Matea y a nues­tra míti­ca María Lion­za, entre otras admi­radas y aguer­ri­das mujeres vene­zolanas. Por lo per­ti­nente del tema a con­tin­uación reseñamos la sem­blan­za de algu­nas de estas insignes mujeres venezolanas.

María Tere­sa del Toro

María Tere­sa del Toro y Alaiza 

Esta joven españo­la con raíces vene­zolanas nació en Madrid el 15 de octubre de 1781, sien­do la hija may­or del caraque­ño Bernar­do Rodríguez del Toro y Ascanio (her­mano de Fran­cis­co, del mar­qués del Toro), y de la val­liso­le­tana Beni­ta Alaiza y Medra­no. Durante los primeros meses del siglo XIX, le cor­re­sponde cono­cer al joven Simón Bolí­var en la casa del anciano Jerón­i­mo de Ustáriz y Tovar, mar­qués de Ustáriz, donde ambos   com­parten una tarde de músi­ca ded­i­ca­da a Mozart, tras lo cual que­da sel­l­a­do para siem­pre un apa­sion­a­do amor a primera vista.

Por su parte María Tere­sa, aunque dos años may­or que Simón (con 17 años para la fecha), y sin ser bel­la, la anhela­da com­pañera del futuro Lib­er­ta­dor le ataría por su carác­ter y sól­i­da edu­cación, ele­va­da por lo demás para los tiem­pos de cor­rían en aque­l­la vil­la imperial.

A todas éstas, las cróni­cas famil­iares de la época la describen como suave, frágil, tími­da, de ojos claros, pro­fun­dos y tristes, pál­i­da de tez, amable, inspi­rado­ra de hon­da ter­nu­ra, avasal­lante y femeni­na dama, a quien Bolí­var vis­i­taría luego en el Puer­to de Bil­bao, tier­ra de ance­s­tros, donde con su famil­ia reside tem­po­ral­mente en el otoño de 1801, cuan­do entonces, entre ter­nu­ra y amis­tades, el hom­bre amer­i­cano sus­pi­ra y sueña sin cesar.

A este respec­to, tal como lo apun­ta el his­to­ri­ador Ramón Urdane­ta, en su obra. “Los Amores de Simón Bolí­var y sus Hijos Secre­tos”, ya para mayo de 1802, Simón logra obten­er la dis­pen­sa o per­miso real que como todo mil­i­tar le per­mi­tiría con­traer nup­cias, mien­tras dona a la prometi­da María Tere­sa y por cos­tum­bre habit­u­al, en cal­i­dad de arras, la suma de 100 mil reales de vel­lón, tras lo cual en la segun­da quin­ce­na, especí­fi­ca­mente, el miér­coles 26 de mayo de 1802, sin otras esperas, van al altar flori­do, ella cubier­ta de finos enca­jes y velos nup­ciales, con el fin de casarse en Madrid, en la par­ro­quia de San Sebastián, por el pres­bítero Isidro Boni­fa­cio Romano.

Una vez cel­e­bra­da la boda, la joven pare­ja empren­den su via­je rum­bo al puer­to de La Guaira, desem­bar­cadero nat­ur­al de Cara­cas, lo que real­izan par­tien­do de la Coruña en el navío “San Ilde­fon­so”, el mis­mo que llevó a Bolí­var a Europa por primera vez.

Al insta­larse en Cara­cas en la casa  de Las Gradil­las, frente a la Plaza May­or  y en ple­na luna de miel, Bolí­var decide encar­garse de sus propiedades en los fér­tiles Valles de Aragua, via­jan­do luego hacia San Mateo, donde fatal­mente enfer­ma y muere María Tere­sa del Toro y Alaiza, el 22 de enero de 1803 al con­traer la fiebre amar­il­la; doloroso día que cam­bió el des­ti­no de Bolí­var, porque como dijera una vez: “Si María Tere­sa no desa­parece, tal vez hubiera sido un buen alcalde del pueblo de San Mateo”.

Jose­fa Joaquina Sánchez

Jose­fa Joaquina Sánchez, valiente republicana

Durante la ges­ta eman­ci­pado­ra nacional, el papel de la mujer vene­zolana quedó rel­e­ga­do a un segun­do plano, debido a los rígi­dos patrones hereda­dos de la sociedad colo­nial de la época. Pre­cisa­mente éste fue el rol que le tocó vivir a la heroí­na vene­zolana Jose­fa Joaquina Sánchez, esposa de José María España, uno de los prin­ci­pales com­pro­meti­dos en la Con­spir­ación de 1797, inspi­ra­da en los ide­ales lega­dos por la Rev­olu­ción France­sa. En este sen­ti­do, es per­ti­nente agre­gar que la heroí­na Jose­fa Joaquina Sánchez nació en La Guaira, hace 254 años, el 18 de agos­to de 1765, sien­do hija de Joaquín Sánchez y de doña Ana María Basti­das. En relación a su padre, es opor­tuno señalar que era un rico com­er­ciante de ori­gen cumanés estable­ci­do en La Guaira, de espíritu lib­er­al y ami­go de los gru­pos que des­de fines del siglo XVIII se orga­ni­zaron para pro­mover las ideas sep­a­ratis­tas, repub­li­canas y democráti­cas, tal como había suce­di­do en Francia.

En este ambi­ente famil­iar de nuevas ideas y de con­stante dis­cusión de los entu­si­as­tas par­tidar­ios de la causa inde­pen­den­tista, se va for­man­do la her­mosa “niña Joaquina”, como car­iñosa­mente la llam­a­ban, quien ampli­a­ba sus estu­dios con lec­turas hechas en la bib­liote­ca familiar.

Durante el año de 1797, cuan­do su esposo José María España, impli­ca­do en una con­spir­ación con­tra las autori­dades colo­niales, huye del país tras ser deve­la­da dicha con­ju­ra rev­olu­cionar­ia des­ti­na­da a dar la lib­er­tad e igual­dad al “pueblo sober­a­no” de Venezuela; pero regre­sa clan­des­ti­na­mente a La Guaira en 1799, dis­puesto a encabezar un lev­an­tamien­to de negros esclavos y lib­er­tos, que diera ple­na lib­er­tad al país. Nue­va­mente delata­do es apre­sa­do, mien­tras que su esposa Jose­fa tam­bién es hecha pri­sion­era y encar­ce­la­da en la Casa de Mis­eri­cor­dia de Cara­cas, el 30 de mar­zo de 1799.

Den­tro de este con­tex­to Jose­fa Joaquina, a pesar del ais­lamien­to a que es someti­da, le lle­ga la noti­cia del ahor­camien­to y pos­te­ri­or decap­itación de su esposo, hecho ocur­ri­do el 08 de mayo de 1799, mien­tras que a ella, en febrero de 1800, se le con­de­na a 08 años de reclusión en la Casa Hos­pi­cio de Cara­cas, se le sep­a­ra de sus hijos y se le con­fis­can todos sus bienes. Es lib­er­a­da en junio de 1808, después de pagar ocho años de cár­cel, es oblig­a­da a dester­rarse con sus hijos en Cumaná, con pro­hibi­ción de volver a Cara­cas y a La Guaira.

Final­mente, tras los suce­sos del 19 de Abril de 1810 y la pos­te­ri­or Declaración de la Inde­pen­den­cia en 1811, la ani­maron a volver a Cara­cas para par­tic­i­par en el nacimien­to de la Repúbli­ca. Por últi­mo, en 1811 solici­ta del nue­vo gob­ier­no una pen­sión, con­ce­di­da en agos­to de dicho año, pero lam­en­ta­ble­mente muere en Cara­cas en fecha incier­ta por esa época, cuan­do con­ta­ba 46 años de edad.

La heroí­na Luisa Cáceres de Arismendi 

Esta valerosa mujer vene­zolana vino al mun­do en la ciu­dad de Cara­cas el 25 de sep­tiem­bre de 1799, sien­do hija de José Domin­go Cáceres. Según el autor de la primera biografía sobre Luisa Cáceres de Aris­men­di, don Mar­i­ano de Briceño, cita­do por la escrito­ra Ana Lucila Gar­cía-Mal­don­a­do, recuer­da que en las fies­tas de Nochebue­na de 1813, se conocieron Juan Bautista Aris­men­di y Luisa Cáceres Díaz, al ser pre­sen­ta­dos por José Félix Ribas.

Des­de allí, Aris­men­di quedaría pro­fun­da­mente impre­sion­a­do por los encan­tos per­son­ales, la inteligen­cia y per­son­al­i­dad de la joven; éste era viu­do de doña María del Rosario Irela. Mien­tras tan­to, las necesi­dades oblig­an al gen­er­al Aris­men­di a mar­charse a la Isla de Mar­gari­ta, en donde reclam­a­ban con urgen­cia su pres­en­cia, ya que las huestes real­is­tas de Boves están destruyen­do la Segun­da Repúbli­ca, crea­da por El Lib­er­ta­dor en sus jor­nadas admirables de 1813, va a empezar la emi­gración de caraque­ños a Ori­ente como úni­ca man­era de poder con­ser­var la vida y con­tin­uar la lucha. 

Den­tro de este con­tex­to, los Cáceres logran lle­gar a Cumaná y ante la ame­naza de Boves que sitia la ciu­dad, huyen a la Isla de Mar­gari­ta, en donde Juan Bautista Aris­men­di, los recibe con ale­gría y el 4 de diciem­bre de 1814, cel­e­bra su mat­ri­mo­nio con Luisa Cáceres.

Pocas sem­anas más tarde comen­zan­do el año de 1815, el gen­er­al Aris­men­di asume las fun­ciones de Gob­er­nador Pro­vi­sion­al de Mar­gari­ta, pero muy pron­to se altera la paz de la isla, con la lle­ga­da de la poderosa expe­di­ción que a bor­do de una escuadra naval trae el gen­er­al español Pablo Moril­lo. Aris­men­di se atrinchera, jun­to con su esposa, en la parte norte de Mar­gari­ta. Sin embar­go, el 24 de sep­tiem­bre Cobián orde­na la prisión de Luisa Cáceres de Aris­men­di, la cual es con­duci­da primero a la Asun­ción y días más tarde, es encer­ra­da en las bóvedas del Castil­lo de San­ta Rosa.

En su condi­ción de pri­sion­era, Luisa Cáceres de Aris­men­di daría a luz en su cel­da del castil­lo mar­gariteño a una niña que nació muer­ta, a causa de los mal­os tratos que durante todo su embara­zo recibió su madre. Tiem­po después, sería traslada­da al Con­ven­to de la Con­cep­ción de Cara­cas y luego a España, des­de donde logra escapar con ayu­da de ami­gos en 1817, para diri­girse a Esta­dos Unidos y des­de allí, emprende retorno hacia Mar­gari­ta donde es recibi­da como toda una heroína.

Final­mente, moriría hace 151 años en Cara­cas, a la edad de sesen­ta y siete años, el 02 de junio de 1866, sien­do la primera mujer vene­zolana cuyos restos ingre­saron en el Pan­teón Nacional, como hom­e­na­je pós­tu­mo por sus sobra­dos méri­tos como insigne patri­o­ta y heroí­na venezolana. 

Tere­sa Carreño

Tere­sa Car­reño, Pianista y Compositora

La recono­ci­da pianista y com­pos­i­to­ra María Tere­sa Gertrud­is de Jesús Car­reño Gar­cía, mejor cono­ci­da como Tere­sa Car­reño, nació en Cara­cas el 22 de diciem­bre de 1853. Fue hija de Manuel Anto­nio Car­reño, sobri­no de don Simón Rodríguez y de Clorin­da Gar­cía Sena y Toro, sob­ri­na de la esposa del Lib­er­ta­dor Simón Bolívar.

Den­tro de este con­tex­to, es per­ti­nente aco­tar que Tere­sa Car­reño comen­zó sus estu­dios musi­cales des­de los cin­co años, mien­tras que a los seis años vería pub­li­ca­da su primera obra ded­i­ca­da a su mae­stro Gottschalk, ago­ta­da en tres edi­ciones suce­si­vas en un solo año.

En 1862 la famil­ia Car­reño aban­dona Venezuela moti­va­do a la difí­cil situación políti­ca y económi­ca que atrav­es­a­ba el país. En este sen­ti­do, el 1º de agos­to de ese año, la famil­ia parte hacia Nue­va York, ciu­dad a la que lle­gan un 23 de agos­to e inmedi­ata­mente Tere­si­ta comien­za a dar pequeños concier­tos pri­va­dos a ami­gos de la famil­ia, dan­do a cono­cer sus pro­gre­sos con el piano y acre­cen­tan­do su fama entre las élites. Pasa­do un tiem­po, a los nueve años debu­ta como solista con la Orques­ta Filar­móni­ca de de Boston y con la Sin­fóni­ca de Londres.

A los 13 años, esta niña prodi­gio se encuen­tra con su famil­ia en París, donde conoce a cele­bri­dades como Rosi­ni, Goun­od, Rav­el, Debussy y Vivi­er, entre otros. En 1866 muere su madre por una epi­demia de cólera; sin embar­go, esto no la detiene y via­ja a España donde ofrece concier­tos en diver­sas ciu­dades, y pos­te­ri­or­mente se trasla­da para volver a Esta­dos Unidos y con­tin­uar su gira de conciertos.

En 1862, cuan­do ape­nas con­ta­ba con 19 años, con­trae mat­ri­mo­nio con Emile Sauret, vio­lin­ista hábil pero irre­spon­s­able y débil de carác­ter. De esta unión nace su hija Emil­ia Sauret Car­reño, quien es deja­da por Tere­sa bajo el cuida­do de una seño­ra ale­m­ana de apel­li­do Bichoff, por cuan­to sal­dría de gira con su esposo.

Tras su divor­cio, Tere­sa Car­reño via­ja a Boston en 1876, pre­sen­tán­dose como can­tante y conoce al barítono ital­iano Gio­van­ni Tagli­api­etra, inte­grante de la com­pañía con la que esta­ba de gira. Se casan el mis­mo año y de esta unión nac­erían sus hijos: Lulú (1878), Tere­si­ta (1882) y Gio­van­ni (1885).

En 1887 lle­ga a Venezuela invi­ta­da por el entonces pres­i­dente Anto­nio Guzmán Blan­co, pero la gira resul­ta un fra­ca­so. Al poco tiem­po, con la ayu­da de Guzmán Blan­co, parte a Nue­va York el 23 de agos­to de 1887. Final­mente, ésta recono­ci­da pianista, can­tante y com­pos­i­to­ra vene­zolana muere en Nue­va York, el 12 de junio de 1917 y sus restos serían repa­tri­a­dos en 1938.

María Lion­za

María Lion­za y su Utópi­co Reino Desconocido

Al hablar sobre el camino hacia lo sub­je­ti­vo, esta­mos tocan­do las vías a lo descono­ci­do, al igual que lo sagra­do, que monop­o­lizó durante mucho tiem­po el acce­so hacia el yo, es decir a lo ignoto.

En tal sen­ti­do la autopista hacia lo descono­ci­do es pues, lo sagra­do y éste, gra­cias a las leyes de la con­tinuidad y de aso­ciación, hace ref­er­en­cia a un con­jun­to de ele­men­tos incon­scientes; tema estu­di­a­do por Gus­ta­vo Martín en su rig­uroso ensayo tit­u­la­do: “María Lion­za, la Búsque­da de lo Descono­ci­do”, donde abor­dó la relación con la madre, sobre todo con la gran madre pri­mor­dial, así como tam­bién con la pres­en­cia seduc­to­ra de la muerte, como los dos ejes que se mueven hacia lo desconocido.

Para Martín, cul­tos per­me­ables como el de María Lion­za, ejem­pli­f­i­can el carác­ter espúreo de nues­tra sociedad, pen­e­tra­da por ele­men­tos exógenos que están muy lejos de rep­re­sen­tar nues­tra ver­dadera iden­ti­dad como pueblo.

Por ello, Sorte es un via­je hacia nue­stro incon­sciente, con todo lo que tiene de bueno y malo. En ese con­tex­to, la mon­taña y nue­stro imag­i­nario son estruc­turas homólo­gas, y de allí deri­va la rel­a­ti­va efi­ca­cia de los ritos, quizás gra­cias a la ambiva­len­cia que mon­taña e imag­i­nario evo­can y que derivan en mitos y ritos.

En tal sen­ti­do, los mitos inten­tan sin­te­ti­zar lo imag­i­nario, lo opuesto: el mis­te­rio de la vida y su repro­duc­ción con la muerte, que anu­la el tiem­po lin­eal entre la vida y la muerte, o en todo caso, si lo que vivi­mos es el pasa­do, el pre­sente o el futuro. Por lo tan­to, este deten­imien­to, esta muerte rit­u­al, es el pre-req­ui­si­to fun­da­men­tal para la res­ur­rec­ción; razón por la cual todos los ritos de ini­ciación y de pasaje, pun­tu­al­iza Martín, como los sagra­dos de Sorte o los sec­u­lar­iza­dos de los ter­apis­tas, impli­can ese renac­er a una nue­va vida, pre­via muerte al mun­do del peca­do o a la neurosis.

Así ten­emos que mien­tras el mito de María Lion­za impli­ca una vuelta a la lib­er­tad de la nat­u­raleza y a la omnipo­ten­cia ilu­so­ria, en el rito entran en juego numerosos fac­tores repre­sivos y como con­tra­parti­da, el suje­to se ve someti­do a la canal­ización repre­si­va de sus sen­timien­tos, y por lo mis­mo, su respon­s­abil­i­dad indi­vid­ual es rel­e­ga­da total­mente en este tipo de ter­apia shamanís­ti­ca o espiri­tista, al provo­car una cri­sis de con­cien­cia, preparan­do al indi­vid­uo para su “curación”.

En suma, María Lion­za, como madre diosa, nos trans­mite el men­saje que es posi­ble escapar al des­ti­no, que podemos super­ar nue­stros fan­tas­mas infan­tiles y que en ella se fun­den la nat­u­raleza y la cul­tura al mis­mo tiem­po; el yo y el otro, la pres­en­cia y ausen­cia, y en cuyo utópi­co reino descono­ci­do, final­mente impera la aut­en­ti­ci­dad, el amor y la comu­nión de las con­cien­cias.

Tere­sa de la Par­ra, defen­so­ra de la causa femenina

Tere­sa de la Parra

La ilus­tre nov­el­ista vene­zolana y acti­va defen­so­ra de los dere­chos de la mujer, Ana Tere­sa Par­ra Sano­jo, mejor cono­ci­da como Tere­sa de la Par­ra, vino al mun­do en  París el 05 de octubre de 1889, sien­do sus padres Rafael Par­ra Hernáiz y doña Isabel Sano­jo. En 1902 viene con su famil­ia a Venezuela, trasladán­dose luego has­ta su hacien­da de Tazón, en las cer­canías de El Valle.

Pos­te­ri­or­mente en 1906 al morir su padre, se trasla­da a España para cur­sar estu­dios en el Cole­gio Sacré Coeur de Valen­cia; mien­tras que en 1915 sale del cole­gio y via­ja a París donde per­manece algún tiem­po antes de regre­sar a Caracas.

En 1924, obtiene el primer pre­mio en un con­cur­so de escritores por su nov­ela “Ifi­ge­nia”, que es pub­li­ca­da ese mis­mo año por el Insti­tu­to His­panoamer­i­cano de cul­tura france­sa en París; para 1926 se encuen­tra en esa mis­ma ciu­dad pre­si­di­en­do un cír­cu­lo lit­er­ario. En 1927 via­ja a Cuba para rep­re­sen­tar a Venezuela en la Con­fer­en­cia Inter­amer­i­cana de peri­odis­tas y dis­er­ta sobre “La Influ­en­cia Ocul­ta de las Mujeres en el Con­ti­nente y en la Vida de Bolívar”.

Pasa luego a Colom­bia invi­ta­da por el gob­ier­no de ese país y dic­ta una serie de con­fer­en­cias que tienen por tema: “Impor­tan­cia de la Mujer Durante la Colo­nia y la Inde­pen­den­cia”. En 1928 regre­sa a Europa y comien­za a escribir su segun­da nov­ela tit­u­la­da: “Memo­rias de Mamá Blanca”.

Su nov­ela “Ifi­ge­nia”, escri­ta a man­era de “diario” y en for­ma epis­to­lar, plantea el dra­ma de la mujer frente a una sociedad que no le per­mite expre­sar sus ideas, ni ele­gir su des­ti­no. Al mis­mo tiem­po, pre­sen­ta cuadros cos­tum­bris­tas que ilus­tran el tran­scur­rir de la vida de Caracas. 

Pan­teón Nacional, Caracas

Mien­tras que en las “Memo­rias de Mamá Blan­ca”, recrea el ambi­ente de su niñez e intro­duce el “tiem­po exis­ten­cial”, car­gan­do el tiem­po cronológi­co con una nue­va dimen­sión dada por el “fas­tidio” de la pro­tag­o­nista de “Ifi­ge­nia”, seña­lan­do además, los defec­tos de una sociedad deca­dente y llena de pre­juicios, fiel tes­ti­mo­nio de la Cara­cas y de la Venezuela de su tiem­po, de las luchas entre las tradi­ciones y los viejos pre­juicios con la vida mod­er­na y sus cos­tum­bres nuevas. En 1986 esta obra sería lle­va­da al cine por el direc­tor Iván Feo.

Final­mente, tras su muerte en Madrid el 13 de abril de 1936, su cuer­po sería traí­do a Cara­cas en 1947, para ser sepul­ta­da en el Cemente­rio Gen­er­al del Sur y pos­te­ri­or­mente sus restos serían traslada­dos al Pan­teón Nacional, el 07 de noviem­bre de 1989, dada su recono­ci­da trayec­to­ria como escrito­ra y acti­va defen­so­ra de los dere­chos de la mujer.

Final­mente, muchas de estas y otras desta­cadas mujeres vene­zolanas, han sido las grandes ausentes de nues­tra nar­ra­ti­va con­tem­poránea, al no apare­cer debida­mente reg­istra­da su vida y obra en un lugar pre­pon­der­ante,  gana­do en bue­na lid,  por lo que  mere­cen ser exal­tadas y dig­nifi­cadas gra­cias al papel pro­tagóni­co que tuvieron, sin duda algu­na, Ellas en la Historia.

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

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