Evocando al puerto de Tucacas
Cruz Enrique Otero Duno
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El transcurrir del tiempo no borra su huella
El movimiento portuario en Tucacas data del año 1693 cuando grupos de judíos sefarditas o de antiguo origen español procedentes de la isla de Curazao y padeciendo penosas enfermedades se hicieron presentes en cayo Sombrero y Paiclés procedieron a erigir una sinagoga o lugar de culto. Para ello dieron comienzo a tres pequeñas edificaciones que construyeron con piedras y demás materiales coralinos.
Para la fecha Tucacas era considerado por los comerciantes irregulares como un puerto natural de aguas tranquilas, escondido, protegido por frondosos manglares y alejado de peligrosos ventarrones.
Así entraron los primeros cultivos de caña de azúcar, procedentes de las Antillas Holandesas y Tahití que encontraron fértil terreno en los valles adyacentes al río Aroa.
Presencia de piratas y corsarios
El judío Felipe Henríquez acompañó al holandés George Christian, llamado Marqués de Las Tucacas, en lo concerniente al dominio total de la zona y a la construcción de un fondeadero y grandes almacenes en Tucacas.
En 1711 Christian fue presa de persecuciones por parte de los vecinos y decide ausentarse con rumbo desconocido. Es cuando el Capitán General de Venezuela, José Francisco de Cañas y Merino, ordena tomar e incendiar todas las viviendas tucaqueñas, las cuales fueron levantadas nuevamente cuatro años después.
De la misma manera penetraron por el puerto tucaqueño intrépidos contrabandistas de ultramar que fondearon en el Golfo Triste navíos de hasta cuatrocientas toneladas provistos de 34 y 40 cañones.
Hubo un gran número de embarcaciones firmemente comprometidas con las actividades ligadas al contrabando. Estos navíos permanecieron atracados a media legua del puerto durante casi un año a fin de comercializar la mercancía traída desde países de Europa y que solían canjear por cacao, tabaco, cueros, café, frutas criollas, algodón, carbón, añil y otros renglones producidos en los sectores de Palma Sola, Crucito, Aroa, Boca de Aroa, El Hacha y Yumare.
Llegada de contratistas ingleses
En 1873, cuando el gobierno del general Antonio Guzmán Blanco firma contrato con la empresa inglesa The Quebrada Mining Company es construido con pilotes de hierro y mesa de madera el primer atracadero del puerto de Tucacas. Paralelamente son levantados un gran almacén, estanques de agua, depósitos de hulla o piedra de coque y una plataforma de deslizamiento de gabarras en la parte sur del puerto.
A través de estas instalaciones, que también hacían oficio de astillero, fueron desembarcados los rieles, utilería y primeras locomotoras para la ruta Tucacas-minas de cobre de Aroa. De la misma manera fue demarcada, mediante la construcción de una cerca perimetral amurallada en sentido norte-sur, el área perimetral urbana correspondiente a la concesionaria inglesa.
El puerto y el ferrocarril dieron pie para que famosas firmas comerciales de Caracas, La Guaira y Puerto Cabello, además de una casa de cambio de monedas quedaran establecidas en Tucacas. Esto ocurrió en 1877 al ponerse en servicio el tren, momento en que la bandera venezolana no ondeaba en el puerto sino el pabellón inglés.
En 1910 la empresa Bolívar Railway Company ordena la construcción inmediata del remolcador “Aroíta” y del vapor “Barquisimeto”, utilizado este solo para pasajeros y encomiendas. Estas embarcaciones fueron totalmente acondicionadas en Tucacas. Mucho tiempo después atracaron dos gabarras de hierro y dos de madera traídas desde Gran Bretaña. El “Aroíta” tuvo como capitán a Antonio Sánchez; mientras que el “Barquisimeto”, llamado el “Vomitivo”, era capitaneado por los hermanos Serapio y Manuel Silvestre, estando asignado como segundo maquinista Efraín Lozada Carmona.
Un año después atracó en el puerto de Tucacas un pequeño vapor con el nombre de “Luisa Elena”. Este había sido adquirido por la Compañía Bolívar a un rico armador residenciado en la isla de Trinidad donde lo utilizaban como yate para viajes de placer hacia Barbados y Martinica. Al vapor “Luisa Elena” se cambiaron el nombre por el de “San Felipe” siendo sus capitanes Pedro Brito y Jacinto Arvelo.
En el libro de reporte diario de la Compañía Bolívar, escrito en inglés y castellano, el cual fue donado en Aroa por doña Nina de Thomas Prince a la señora Reina Meza de Otero, podemos leer que el día 9 de diciembre de 1914 en el vapor “San Felipe”, fueron despachados desde Tucacas a través del agente y comisionista holandés B. A. Prince y Compañía, diferentes sacos contentivos de productos alimenticios. El monto de la mercancía alcanza a Bs. 800,00 y el destino de esta es la empresa Boulton y Compañía ubicada en la ciudad de Puerto Cabello.
Otros despachos de artículos consumibles, con fecha 3 de enero de 1915, señalan entregas a Blohm y Compañía, Jhon Emmanuel Díaz, Luis Schlageter y Arthur Moor en Caracas.
Religiosos estuvieron de paso por Tucacas
Un grupo de monjas, entre ellas la Madre María de San José, pasaron una noche frente al puerto de Tucacas el día 21 de febrero del año 1909 a bordo de la goleta “Virginis” cuando navegaban con rumbo a La Vela de Coro. Del Libro de Fundaciones de la Congregación de las Hermanas Agustinas Recoletas (ciudad de Maracay) se desprende que la hermana Superiora tuvo que ser atendida en Tucacas en el dispensario de los ingleses por motivo de enfermedad. Las otras religiosas, Victoria, Helena, Dolores y Justa continuaron hacia su destino que era la ciudad Mariana de Coro.
Casi todos los sacerdotes y frailes extranjeros asignados a las ciudades y pueblos de los estados Yaracuy y Lara entraron por el puerto de Tucacas, al igual que fue traído un gran número de imágenes de santos para su veneración en las iglesias y capillas de las zonas en referencia.
En 1913, procedentes de Francia llegaron a Puerto Cabello los Hermanos de la Orden de San Juan Bautista de La Salle. Luego navegaron hacia Tucacas a bordo del vapor “Barquisimeto”. Desde el muelle fueron acompañados hasta la pensión de la Madama Aret y al día siguiente continuaron viaje en tren hacia la ciudad de los crepúsculos.
Por el puerto de Tucacas también fueron desembarcadas y trasladadas hasta la ciudad de Barquisimeto en el ferrocarril Bolívar las estatuas ecuestres del Libertador para su ubicación en la plaza que lleva su nombre inaugurado en 1930; y la del mariscal Antonio José de Sucre la cual quedó instalada en el Parque Ayacucho inaugurado el día 19 de diciembre de 1933. Ambos monumentos fueron traídos de Europa durante el mandato del presidente del estado Lara general Eustoquio Gómez.
Goletas emergentes refuerzan el servicio de cabotaje
Los vapores tradicionales comenzaron a deteriorarse a causa de falta de mantenimiento mecánico. Es cuando entran en actividad las goletas “Nereida”, que tenía capacidad para 160 toneladas y estaba capitaneada por Antero Trómpiz; y la “Blanca María”, dirigida por Juan Rejales. Estas naves fueron utilizadas para el intercambio de productos entre Tucacas y Puerto Cabello. Al mismo tiempo el general Eladio Ramírez adquiere la goleta “La Hidalguía” que fue utilizada para transportar sal, gasolina y kerosén desde la ciudad de Maracaibo.
Los andenes y plataforma de madera de la zona portuaria presentaron serio deterioro causado por el exceso de peso de los materiales por allí desembarcados. El muelle fue reparado y ampliado mediante relleno de lastre traído desde Curazao.
La Oficina de Resguardo Marítimo
El señor José Urbina, hijo del coronel Abel María Urbina, nos cuenta que su padre se desempeñó como jefe del Resguardo Marítimo hasta los años 50. Esta oficina estaba localizada en la calle Libertad a orillas del mar Caribe y tenía a su cargo una lancha identificada como “La Falúa”. A bordo de esta los celadores vigilaban las áreas portuarias, los canales de navegación y los manglares; todo esto para evitar la introducción al puerto de objetos de contrabando.
La energía eléctrica en Tucacas funcionaba hasta las 12 de la medianoche. A partir de esa hora los celadores armados con máuseres y utilizando linternas se escondían entre los manglares. Desde allí esos vigilantes emitían señales de luces a los funcionarios en tierra firme para dar aviso de alguna embarcación sospechosa.
Barcos y barqueros
A comienzo de 1930 se inicia la actividad de los barcos a vela que parten desde el puerto tucaqueño hacia Curazao, Aruba y Bonaire para transportar melón, patilla, naranjas, tomates, plátano, coco y cambur. Tres años después hubo un ingreso masivo de marinos procedentes de Margarita, San Pedro de Coche, La Vela de Coro y Cumarebo.
Podemos recordar que José Antonio Marcano Rodríguez (Joche) fue dueño del bote “Quien Creía”, fabricado por su padre José Marcano; José Manuel Dávila (Nengui) fue propietario del bote “El Importante”; la balandra “Blanca Estela”, fabricada en la isla de Santo Domingo, perteneció al general León Jurado, luego pasó a Jacobo Martínez y finalmente fue adquirida por Luis Miguel Guevara; la “Visión” perteneció a Víctor Lissir; el “Ovante” estaba documentado a Miguel Guevara y sus hijos; el “Misterio del Mar”, que había sido documentado a José Mata, se extravió bajo un temporal en alta mar; la “Esther” estaba a nombre de Augusto Lunar e Ignacio Hernández; “El Galán” perteneció a Juan Fernández Fernández; el “Corazón de Jesús” y “María Elena” fueron adquiridos por Cleto Gamboa; el “Cuarto de Manteca” y una canoa denominada “La Caimana” estaban a nombre de Tomás León; la “Delfina” y “Teresita” pertenecieron a Eusebio Marval; la “Virgen del Carmen”, también llamada “Tres Cachitos”, era regentada por Lorenzo Vásquez; la “América” fue de Carlos Ortega Betancourt (Papache); el “Manuel José” tenía como capitán a Félix Moreno; la goleta “Haydée José”, conocida como “Negra Mala”, tuvo como dueño a Antonio Sánchez; el “Comebón” y “El Celaje” estaban acreditados a Juan Quero; la “Dolores” perteneció a Miguel Salazar; la “Flor Amarilla”, adquirida inicialmente por Manuel Silvestre, pasó a ser propiedad de José Marcano; el “San Miguel” estaba a nombre de Bernardo Piña”; “Mi Consuelo” fue adquirido por Bernardo Torbett; el “Hiran” fue propiedad de Juan Ignacio Hernández (Nacho); la “Gracia Elena” operaba a nombre de los hermanos Jean, Alberto y Ricardo Luckert; y “El Oportuno” perteneció a Ángel Mata.
Otros marinos que hicieron vida en el puerto fueron Nerio González, José Isaías Lares, Alejandro Coello, Edmundo González (Mundo), Silvino Mata y Luis Fernández.
Francisco Riera (Pancho), empleado de los almacenes del muelle, acostumbraba a colocarle sobrenombre a los botes. Esa anécdota fue contada por el marino Jacinto del Carmen Hernández (Chinto), quien comenta que así surgieron los apodos de “La Bolita” y “El Celoso”.
La mayoría de los botes que operaron en Tucacas durante los años 40 al 60 fueron traídos desde las islas de Margarita y Coche; pero otros fueron fabricados en el pueblo bajo la mano de Francisco José Marcano, Juan Piña, el carpintero de primera Miguel Guevara y el ebanista Antonio Peña con ayuda de sus hijos Arcadio y Ponciano.
Los trámites de documentación legal de botes y marineros se hacían a través de la agencia de Elpidio Rafael Duno.
Gran cantidad de tucaqueños recuerda la actividad del remolcador “San Expedito” capitaneada por el oriental Sinibaldo Figueroa. Esta nave transportó desde el río Orinoco hasta el puerto de Tucacas, durante los años de 1955 a 1957, madera en rolas para la fabricación de durmientes destinados a la construcción de la línea férrea Puerto Cabello-Barquisimeto.
Para la época el capitán costanero Julián Valenzuela se desempeñaba como jefe de la Estación de Pilotos de Tucacas, quien tenía a su cargo la supervisión de los documentos de los barcos y la tripulación. Su ayudante fue Pablo Paula.
Al iniciarse la tradición de la procesión o paseo marítimo con motivo de las fiestas patronales de Nuestra Señora del Carmen el comité organizador solicitaba la colaboración de la Capitanía de Puerto de Puerto Cabello. Esta dependencia solía enviar a Tucacas la lancha guardacostas “Río Orinoco” que era de gran capacidad para pasear por la bahía a la imagen de la Virgen del Carmen y la feligresía. Como capitán de la embarcación fungía Julio Soto Moreno. Al paseo se unían barcos, yates, lanchas y canoas que eran engalanadas para darle colorido al evento.,
La época de 1970 fue propicia para poner en operación las motonaves “La Tortuga”, propiedad de Omar Hernández y la “Flor de Oriente”, adquirida por Asmedón Dumont.
Tucacas fue puerto de atraque de la primera nave de turismo que llevó vacacionistas a las islas del Parque Nacional Morrocoy. Se trata del yate “Humali”, propiedad del médico tucaqueño Humberto Romero Tocuyo y que fue construido en el varadero “Nuba” a cargo de los hermanos Salvatore y Rosario Spinali. La embarcación estuvo capitaneada por Carlos Urbano Montero.
Pintoresco viaje en canoa
La labor de los canoeros consistía en trasladar personas hasta la isla de Punta Brava, que es la más cercana a Tucacas. Nuestro muelle tuvo áreas demarcadas para el atraque de las barcas a remo y a motor fuera de boda. Tal actividad duró hasta el año 1972 al ser construido el puente que comunica a Punta Brava con tierra firme.
En el oficio de canoeros se destacaron Eladio Marcano (Layo), Carlos González, Inés Antonio Madrid (Ñeco), Juan Piña, Héctor de Jesús Piña (Chús), Félix Sánchez (Fechito), “Morocho” Morillo, Ángel Mata, Mamerto Girón (Mamertico), Pablo Salazar (Pablito), Antonio Lissir (Toño), William Madrid, Rafael Piña (Fay), Francisco Eizaga (Chico), Pastor Sánchez, Félix Morillo, “Buche” Laclé, Eladio Bolívar, Ángel Guevara, Ramón Lissir (Monchi), Bernardo Torbett y sus hijos Bernardito, Carlos, Alberto y Víctor.
Cierro este trozo de historia contándoles una frase que escuché del navegante Jacinto Hernández (Chinto) “Marino es marino, hasta que el cuerpo aguante”.