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Francisco de Miranda fabricó una red de espionaje en la Guerra de Independencia

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

En 1811, las armas patri­o­tas encendieron la chis­pa inde­pen­den­tista a lo largo y ancho de aque­l­la Venezuela que comen­z­a­ba a soñar con ser libre del impe­rio español; y fue Fran­cis­co de Miran­da, que ini­ció las opera­ciones con tal ardor que, donde se conocía que hubiera reduc­tos real­is­tas, se uti­liz­a­ban todos los recur­sos para aniquilar cualquier pre­ten­sión de retomar el poder monárquico.

El gen­er­alísi­mo mane­ja­ba la infor­ma­ción pre­cisa de todos y cada uno de los movimien­tos real­is­tas en la Provin­cia de Cumaná, por lo que uti­lizó ese recur­so para ráp­i­da­mente sofo­car aque­l­los tumul­tos. Igual­mente conocía que des­de Puer­to Rico y Trinidad se gesta­ban estrate­gias para una invasión por Cumaná y Barcelona, por lo que afinó todos los detalles para repel­er cualquier inten­tona imperial.

En La Guer­ra Invis­i­ble, tesis de gra­do del his­to­ri­ador Andrés Bur­gos Gutiér­rez, asien­ta que Miran­da no deses­timó jamás la uti­lización del espionaje

Por el occi­dente, solo Coro y Mara­cai­bo esta­ban bajo con­trol real­ista y comen­z­a­ban a avan­zar para tomar Bar­quisime­to, San Felipe y Valen­cia, donde se conocía las posi­ciones del ejérci­to español, pero que el mar­qués del Toro, encar­ga­do de perseguir y reducir a los real­is­tas alza­dos, por no dom­i­nar la topon­imia, sufrió una estrepi­tosa der­ro­ta el 11 de julio de 1811. Tras su renun­cia, la empre­sa la asum­ió Miran­da quien no solo ven­ció a los real­is­tas, los erradicó uti­lizan­do acciones de espi­ona­je, activi­dad que per­mi­tió los sor­pre­sivos ataques que le valieron el tri­un­fo en aque­l­la bas­ta zona.

Pero Miran­da, hom­bre ver­sa­do y cono­ce­dor del arte de la guer­ra, des­perta­ba odios e intri­gas, por tan­to, era espi­a­do por los man­tu­anos quienes deja­ban des­ti­lar los peo­res comen­tar­ios y rumores sobre su per­sona y su for­ma de diri­gir la guer­ra; como por los españoles que eran sus ene­mi­gos nat­u­rales, esce­nario del cual no era ajeno y que tam­bién se val­ió del pre­ci­a­do recur­so que cono­ció de cer­ca en las guer­ras napoleónicas.

En La Guer­ra Invis­i­ble, tesis de gra­do del his­to­ri­ador Andrés Bur­gos Gutiér­rez, asien­ta que Miran­da no deses­timó jamás la uti­lización del espi­ona­je y más del con­traes­pi­ona­je, y para tal fin, uno de sus adep­tos, Pedro Gual, con­fesó: «Yo toma­ba muchas veces las deposi­ciones de los espías que se mand­a­ban al cam­po ene­mi­go. Yo inter­venía en todas aque­l­las medi­das cuya ten­den­cia era acel­er­ar un desen­lace com­ple­ta­mente satisfactorio».

El gen­er­alísi­mo sabía que, al dom­i­nar infor­ma­ción sec­re­ta, garan­ti­z­a­ba dos esce­nar­ios: el éxi­to de las acciones armadas y los ataque que se urdían con­tra su per­sona, incli­nan­do la bal­an­za a su favor.

Expli­ca el his­to­ri­ador en su tra­ba­jo, que Miran­da eje­cutó el espi­ona­je como acción estu­di­a­da, plan­i­fi­ca­da e inclu­so pre­supues­ta­da, a peti­ción suya para el pro­pio gob­ier­no repub­li­cano durante la con­duc­ción de la guerra.

«Gen­er­al, para que nada pue­da deten­er la mar­cha de las opera­ciones mil­itares que el gob­ier­no fed­er­al os tiene con­fi­adas, ha acor­da­do que no sola­mente estén á vues­tra dis­posi­ción los fon­dos nacionales para cubrir los gas­tos públi­cos de la cam­paña, más tam­bién para los reser­va­dos que puedan orig­i­narse de la grat­i­fi­cación de espías que tengáis a bien des­ti­nar cer­ca del ene­mi­go… Dios os guarde m. a. A. Muñoz Tébar.»

A par­tir de allí, el gen­er­alísi­mo fue el prin­ci­pal recep­tor de los informes de espi­ona­je de cada uno de los frentes de batal­la, los focos de resisten­cia, reuniones y con­fab­u­la­ciones, movimien­tos real­is­tas y por supuesto, el con­traes­pi­ona­je y la obser­vación de civiles de renom­bre y ofi­ciales repub­li­canos, pues él sería el encar­ga­do de tomar las deci­siones sobre el cur­so de las acciones.

Infor­ma­ción secreta

Pero quiénes ges­tion­a­ban y coor­dina­ban la infor­ma­ción sec­re­ta durante la Guer­ra de Inde­pen­den­cia y redacta­ban pre­cisos informes para el gen­er­al Miran­da. A parte del desta­ca­do Pedro Gual, fig­ura­ba tam­bién Miguel José Sanz, el notable jurista ideól­o­go de la Inde­pen­den­cia de Venezuela, sec­re­tario del Con­gre­so de 1811, que después de la capit­u­lación de San Mateo (1812) fue encer­ra­do en los cal­abo­zos de Puer­to Cabel­lo por las autori­dades real­is­tas, que le sigu­ieron causa de infi­den­cia, pero que fue puesto en lib­er­tad en junio de 1813.

Sanz se encar­gó direc­ta­mente de coor­di­nar par­tidas de espías a pun­tos deter­mi­na­dos del ter­ri­to­rio con­tro­la­dos por los realistas.

El 7 de julio de 1812, Sanz le escribe a Miran­da des­de Guatire: «Es nece­sario comu­nicar á Vd. muy reser­vada­mente para su inteligen­cia que tra­je de Cara­cas con­mi­go un hom­bre de toda con­fi­an­za posi­ble, al cual he despacha­do ya por los caminos extravi­a­dos de que es muy prác­ti­co… y va con el fin, muy bien instru­i­do y pre­venido, … En una pal­abra, lle­va orden de for­mar una con­trarev­olu­ción, val­ién­dose de todo arbi­trio sea el que fuere: que ofrez­ca dinero, gra­dos, hacien­da de los revoltosos y cuan­to sea posi­ble para con­ducir al objetivo.»

Pedro Gual y Miguel José Sanz

Sanz no solo mane­ja­ba fon­dos para la infor­ma­ción sec­re­ta, sino que conocía además los medios, por ello, dom­ina­ba todo lo que acon­tecía en la cos­ta y en los Valles del Tuy. 

A sus espías los dota­ba de recur­sos como car­tas y procla­mas fal­sas para gener­ar desin­for­ma­ción en el ene­mi­go, pero a su vez, sus agentes eran por­ta­dores de infor­ma­ción sec­re­ta para civiles y mil­itares en sitios de difí­cil acce­so en una lucha por con­trar­restar los movimien­tos de los canarios que empez­a­ban a adop­tar estrate­gias alen­tan­do a los esclavos, armán­do­los y sumán­do­los a las filas del rey.

Sac­er­do­cio espía

En ese esce­nario de infor­ma­ción sec­re­ta, Miran­da man­da lla­mar al cura de Guatire y en reunión pri­va­da con Sanz, le encomien­da vig­i­lan­cia “a todo movimien­to real­ista en los Valles del Tuy”. Emprende camino el sac­er­dote Milano y va acom­paña­do de var­ios ancianos para dis­im­u­lar su propósi­to. Durante la trav­es­ía, a mitad del itin­er­ario, se topan con que los real­is­tas rea­co­modan sus filas, entonces el misionero instruye a uno de los ancianos se vuel­va y comu­nique a Sanz lo suce­di­do. El coor­di­nador de espías redac­ta de inmedi­a­to un informe para el gen­er­al Miran­da, que sin delación orde­na a una tropa de caballería que se movil­ice y neu­tral­ice al ene­mi­go. El movimien­to fue efec­ti­vo y certero.

Andres Tor­rel­las y el Indio Reyes Vargas

Los real­is­tas tam­bién espiaron

 A medi­a­dos de 1812, la cam­paña del capitán gen­er­al de Venezuela, Domin­go de Mon­teverde ya tenía dom­i­na­da parte del occi­dente, con­trolan­do Bar­quisime­to, Quí­bor, Siquisique y Caro­ra. Y para ter­mi­nar de recu­per­an los pre­dios usurpa­dos a la coro­na, empleó a dos real­is­tas que pron­to sobre­salieron, primero en el ban­do monárquico y luego en el repub­li­cano, como lo fueron: Juan de los Reyes Var­gas, cono­ci­do como el Indio Reyes Var­gas, naci­do en Siquisique, (esta­do Lara) cir­ca de 1780; y Andrés Tor­rel­las, cura de Siquisique, naci­do en Bureche (esta­do Lara) el 30 de noviem­bre de 1785.

Reyes Var­gas tenía dis­puesto su red de espi­ona­je, ‑todos indígenas‑, en Caro­ra, Río Tocuyo, Quí­bor y Siquisique, pos­e­siones dom­i­nadas por sus huestes.

En el caso de Tor­rel­las, que esta­ba con Mon­teverde des­de la expe­di­ción de Coro en mar­zo de 1812, en car­ta al jefe real­ista le informa:

«El día de nue­stro padre San José, can­té misa solemne con pro­ce­sión, pláti­ca y Te Deum. Después de la misa mar­chamos á reforzar los desta­ca­men­tos de San Miguel; se dis­pu­so las avan­zadas así al camino de Bar­quisime­to, a donde mandé esa mis­ma noche un espía con car­tas para cier­tos suje­tos y otras a Bobare con el fin de alar­mar a aque­l­los indios… He man­da­do otro correo al mis­mo Bar­quisime­to, con otra car­ta al mis­mo efec­to y otro al pueblo de Dua­ca, á exci­tar a aque­l­los nat­u­rales á que se reú­nan con nosotros…»

Reyes Var­gas y Tor­rel­las sirvieron efec­ti­va­mente a Mon­teverde y sus informes de delación, vig­i­lan­cia, infil­tración y espi­ona­je, ilus­traron al jefe real­ista para con­tro­lar la políti­ca, con­spir­a­ciones y las acciones mil­itares en el occi­dente que, en vir­tud de estos recur­sos, cometió toda clase de crímenes atro­ces, per­se­cu­ción, encar­ce­lamien­to y juicios sumar­ios, todo en nom­bre de su majes­tad Fer­nan­do VII.


Fuente: Andrés Bur­gos Gutiér­rez. La Guer­ra Invis­i­ble. Espías y espi­ona­je en la Guer­ra de Inde­pen­den­cia vene­zolana 1810–1821. Uni­ver­si­dad Católi­ca Andrés Bel­lo. Maestría en His­to­ria de Venezuela. Mayo de 2017.
Dic­cionario de His­to­ria de Venezuela. Fun­dación Empre­sas Polar. Cara­cas 1988

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