Gustavo Rojas, poeta del ayer barquisimetano
Omar Garmendia
Cronista y escritor
Las motivaciones del recuerdo son los caminos que conducen al corazón para escribir los poemas que don Gustavo Rojas, nacido en Barquisimeto en 1900, se propuso para escribir su obra Del ayer barquisimetano… y otros poemas, publicado como un pequeño libro en el año de 1975 bajo el auspicio de la Sociedad Amigos de Barquisimeto, prologado por el entonces Cronista Oficial de la ciudad el periodista e historiador Hermann Garmendia y con la ilustración de la portada y páginas interiores del pintor Ramón Díaz Lugo
Dos secciones están contenidas en esta hermosa y afable edición. La primera, rebosante de versos sencillos y sentidos, nativistas, costumbristas y hasta de fino humor que desentierran los íntimos asuntos entrañables de una ciudad ya sucumbida por la modernidad, como lo son la laguna de La Mora, el ferrocarril Bolívar, el barrio de Paya y personajes de su nostalgia; la segunda, para forjar estrofas llenas de color, emoción y gracia de lo vivido emocionalmente con los hechos de antañosos recuerdos de tipo lírico, donde encontramos delicadezas expresivas y románticas, como en los poemas “Agonía”, “Fantasías”, “La dama y la brisa” y otros, producto de su formación literaria y de sus lecturas,
Su infancia transcurre en la inevitable paz del Valle del Turbio, entre labrantíos, acequias y caballos y en una ciudad pletórica de musicalidad, cultura y poesía, en la que don Gustavo, en los años de juventud y adultez recorrió y vivió. Conoció y frecuentó a los personajes letrados y literarios de Barquisimeto, bardos y poetas de esa época, entre tertulias deleitables, de llana ingenuidad y animada y chispeante conversación. En su familia había antecedentes de artistas. Su padre, poeta, barítono y serenatero, cantaba el Ave María en las iglesias durante las bodas y publicaba sus poemas en los periódicos literarios de esos años. Hacía transportar un piano en una carreta halada por bueyes por las calles dormidas de la ciudad para llevar sus nocturnales serenatas y romances.
Allí, desde la silla en el pórtico del zaguán, debajo del crepitante farol, don Gustavo aprendió a pulir su sensibilidad y gusto por la lectura de los libros de poesía que destacaban en la época modernista como lo eran Rubén Darío, Rufino Blanco Fombona, así como José Santos Chocano, Amado Nervo y otros. Sin embargo, con los años, se decantó por la poesía española y la moda del tema español del momento: el cante jondo, los tablaos, los toros, la mantilla, el tronío de la belleza femenina y, sobre todo, la poesía de Federico García Lorca y Antonio Machado.
No obstante, tal afición por la literatura hubo que llevarlo a una pausa de silenciosa vocación por la imperiosa necesidad vital de subsistir, lo que lo llevó a ocuparse en actividades comerciales y otras labores totalmente distantes del quehacer literario. Para ello fundó el Café España ubicado frente al Teatro Juares, en el viejo edificio La Francia. Dentro de sus afanes empresariales, entre los entresijos de la botillería, clientes y circunstantes, se dice que trajo la primera nevera que conoció la ciudad.
A pesar de ello, durante esos años de trabajo, don Gustavo fue un poeta que ocultó su vocación in péctore y ya en el otoño de su vida, en la tranquilidad del retiro, fue cuando encontró el tiempo y el motivo sentimental, evocativo y nostálgico para dedicarse a escribir versos en su vieja máquina Remington. Comienza a escribir sobre los lugares y personajes populares, andariegos citadinos de la memoria, y evocados por el poeta en estrofas estructuradas, por lo general, en cuatro versos o más versos, rimados en secuencias alternadas y variadas, de acuerdo con la sensibilidad e intención del bardo.
Cada poema es una crónica que habla de los tiempos idos del Barquisimeto de antaño, el de la laguna de La Mora con la loca Isidora o Veragacha, Mano Lucas, Ña Martina, el Simplón, Guachirongo:
Por la plaza de Villegas
anda anciana y loca – Isidora,
con una luna que canta
con una luna que llora.
Por la plaza de Villegas
- ¿Qué buscas loca Isidora…?
con esa luna que canta
con esa luna que llora…?
Escribe sobre el Barquisimeto de Petra Carmela, la del tamunangue, el de las Montilla, con sus azafates dulceros, pequeña confitería de a “tres besos por un cuartillo”; el de las leñateras de Algarí y de Simara, que dejaban en los zaguanes el olor a campo y sol, a leña recién cortada; el de Juanita Pinto, querube protector de los perros realengos bajo el Puente Bolívar y la descriptiva imagen evocadora de la dulce virgen zagala Divina Pastora del 14 de enero.
Amigos, amigas, recuerdos de viejos amores, barriadas, crepúsculos, música, guitarras, cuatros y tamunangue, le hacen marco como arreboles a Monasterios, Macías y Carrillo, pues:
Eran los tres tan pintores
tan músicos, tan poetas,
cuando fue pincel la pluma
y el bandolín fue paleta.
Don Gustavo Rojas murió en Barquisimeto el 28 de julio de 1990, legando para la posteridad y sus coterráneos su obra poética, sincera, llena de barquisimetaneidad y de fino aliento costumbrista.
Dos muestras de poemas contenidos en el libro Del ayer barquisimetano… y otros poemas:
La laguna de La Mora
Por la plaza de Villegas
anda anciana y loca – Isidora,
con una luna que canta
con una luna que llora.
Por la plaza de Villegas
- ¿Qué buscas loca Isidora…?
con esa luna que canta
con esa luna que llora…?
-Mis lunas tenían espejos
dice la loca Isidora,
mis lunas tenían espejos
en las aguas de La Mora.
mis lunas no se conforman
con perder así un espejo
quieren que llame a los muertos,
quieren que llame a los viejos.
-Mano Lucas carretero,
sal de tu tumba ahora
y trae tus bestias en pelo
que bebieron en La Mora.
Y aquella mula de espanto
llamada la “Mula Coja”
y la llorona en sus llantos
que también bebió en La Mora.
De su agua bebieron los caleros
y vendedores de pastos,
y las brujas que a su orilla
echaron rondas de bastos.
También bebió “Ña Martina”
Guachirongo y el Simplón
y en el vaivén de sus ondas
grabó su grito Hilarión.
Ellos venían a La Mora
como yo también venía
ellos cargaban sus lunas
como yo cargo las mías.
Ay, mis lunas que bajaban
la que llora y la que canta,
una de pollera azul
otra de pollera blanca…
Como eran pasos de lunas
todas bajaban descalzas,
con sus silencios de nubes
con su silencio de garzas…
Si yo encontrara un vecino
va repitiendo Isidora,
si yo encontrara un vecino
un vecino de La Mora.
Vecinos de “Marinero”
del “Gato Negro” y “La Aurora”
digan dónde está ese espejo
que anda añorando Isidora.
Fantasmas de los caleros
y vendedores de pastos
y las brujas que murieron
que echen su ronda de bastos.
Que echen sus rondas de bastos
a ver si encuentran La Mora
amiga de “Luis el sapo”
y de la “Loca Isidora”.
Pasaje de segunda
Esta es una vieja crónica
del viejo ferrocarril
recogidas por algunos
que se daban el postín.
Postín, viajar en primera
y no por categoría
en segunda había una orden
que se las daba y traía.
Un jueves, llegada de pasajeros
la gente colmaba el andén
y una doña preguntaba
¿a qué hora llega el tren?
Un catire de pelo cobrizo
con marcado acento inglés
dijo: señora, el ferrocarril
llega hoy a las cinco y diez.
Afuera seis landó
que habían venido a esperar
a la compañía española
de la Blanquita Matrás.
Cuando iban a ser las seis
corriendo llegó una muchachada
diciendo la máquina se trancó
subiendo por La Cañada.
Al llegar a La Cañada
gritó con acento inglés
pasajeros de segunda
bajen a empujar el tren.
Era una orden instituida
y no se sabía por quién
que el pasaje “de segunda”
tenía que empujar el tren.
Cuentan que un pasajero no bajó
el inglés dijo: iré por él
pero era un jefe civil
con título de coronel.
Soberbio el inglés fue a bajarlo
Creyendo que era un zoquete
Mas este fue a su petaca
Sacando de ella un machete.
Esta arma sin derramar sangre
blandida por un coronel
bastó para que “la segunda”
no empujara más el tren.