Macario Yépez no le imploró a la Divina Pastora
Luis Alberto Perozo Padua
Periodista
La historiografía romántica elevó a la divinidad al presbítero y maestro José Macario Yépez, hasta tal punto que los historiadores y cronistas de la época –salvo contadas excepciones‑, desfiguraron, retorcieron y alteraron la figura de este activo personaje del siglo XIX.
Este sacerdote, de polémico verbo, connotado proceder y todo cuanto existe aun en los archivos y apuntes de la historia oral y escrita, aparte de sobresalir en la política nacional como representante ante el Congreso y el Senado de la República, fundó periódicos y escuelas.
Su amor por la iglesia fue demostrado en incontables escenarios, y uno de los tantos ejemplos fue aquella aventura cuando adquirió una deuda milmillonaria de “dos mil pesos para sufragar la reconstrucción del templo parroquial” de la Concepción, destruido por el Terremoto de 1812, dinero que el Gobierno Pero historiadores y cronistas, mucho después de su muerte, lo llevaron al terreno de los dioses, deificándolo hasta el plano del culto al romanticismo, soslayando muchos aspectos de gran relevancia.
El Hermano Nectario María, escribió que el sacerdote y maestro Yépez falleció de cólera pero el padre Alegretti, demostró que éste murió de tifus o fiebre tifoidea, el 16 de junio de 1856, cinco meses luego de la primera visita de la Divina Pastora a Barquisimeto.
Cita que “La enfermedad adquirió la forma cerebral, delirio violento o hipertermia. Los médicos de ese tiempo le aplicaron sangrías”. Más adelante refiere al educador Juan Manuel Álamo, quien afirmó que solo por razones políticas y para evitar que sus enemigos dieran curso a una venganza póstuma y “lo llevasen al dividivi” (probablemente para colgar su cadáver), los seguidores del padre Yépez, “lo inhumaron prontamente en el Cementerio de San Juan”. “Casi clandestino” –sostiene Álamo-. “Sin aparato y como a la sordina”, se lamenta el sacerdote Alegretti.
El testimonio de Raldíriz
El cronista de Barquisimeto, Ramón Querales, afirma que el padre José Macario Yépez, terminó sus días padeciendo de tifus, lo que le devino en muerte, no sin antes invocar a la Inmaculada Concepción, no a la Divina Pastora ‑como lo han hecho ver algunos escritores– pidiéndole ser él la última víctima del cólera.
Este episodio lo relata el padre M. Raldíriz –amigo y confidente de Macario Yépez, en la obra Defensa de la Iglesia, en la cual relata: “Una o dos horas antes de morir este varón, que era todo caridad, recobra las fuerzas que aún le quedaban, se levanta del lecho y estando delante de la Imagen de la Santísima Virgen María, bajo la advocación de su Concepción Inmaculada, que se le había llevado a su casa como la patrona de este pueblo exclama: Virgen María, Madre de Dios, por el misterio de tu Concepción Inmaculada, te pido ruegues a tu Santísimo Hijo Jesús, me otorgue la gracia de que yo sea la última víctima del cólera en esta ciudad”.
Fuente: Ramón Querales. (RE) Visión, Apuntes para la Historia del Municipio Iribarren. Barquisimeto 1995
Hermano Nectario María. Historia de la Divina Pastora de Santa Rosa. Segunda Edición 1926