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¿Cómo era realmente Simón Bolívar?

En esta aproximación de la figura y el semblante del Padre de la Patria, Simón Bolívar, mostramos a nuestros distinguidos lectores, cómo lo vieron quienes convivieron con él, pese a los maquillajes de sus apologistas y detractores

El Lib­er­ta­dor no rep­re­sen­tó esa figu­ra enal­te­ci­da y ensalza­da de los pin­tores y escul­tores de la época.

Fue un hom­bre nor­mal, con ras­gos muy criol­los, aunque don Alfre­do Boul­ton, en Los Retratos de Bolí­var, ase­gu­ra que “quer­e­mos dejar con­stan­cia de que en su ros­tro (el del Lib­er­ta­dor) no se percibían car­ac­terís­ti­cas del negro o del indio”.

El gen­er­al José Anto­nio Páez, en su Auto­bi­ografía, indi­ca que Bolí­var era un hom­bre “común y corriente”.

El gen­er­al Daniel Flo­ren­cio O’ Leary, edecán del Lib­er­ta­dor, apun­ta que “no fue pre­cisa­mente sim­páti­co ni agrad­able al trato”.

Se ha dicho, entre ellos el his­to­ri­ador Luis López de Mesa, que Bolí­var “No fue un Apo­lo en apariencia”.

Las descrip­ciones que nos legaron quienes lo conocieron, entre seguidores y con­trar­ios, coin­ci­den con ras­gos y per­son­al­i­dad, mas insis­ti­mos, su grandeza reside en la obra legada.

Simón Bolí­var por José Gil de Cas­tro.  El úni­co retra­to que cer­ti­fi­co en vida el lib­er­ta­dor fue el de Jose Gil Cas­tro, cer­ti­fi­ca­do por el mis­mo libertador

José Rafael Sañu­do, en 1949, describió car­ac­terís­ti­cas intere­santes del Padre de la Patria: .… “En real­i­dad Simón Bolí­var tenía un col­or de piel fre­cuente­mente hal­la­do entre los merid­ionales. Blan­co, lig­era­mente dora­do y que­ma­do por la intem­perie tropical. 

Todas sus fac­ciones eran lati­nas y ya hoy en día es nulo el val­or cien­tí­fi­co de quer­er señalar ras­gos faciales car­ac­terís­ti­cos de una u otra raza. Era innegable­mente un pro­duc­to americano”…

El Bolívar de Páez

…“Bajo de cuer­po; un metro con sesen­ta y siete cen­tímet­ros. Hom­bros angos­tos, pier­nas y bra­zos del­ga­dos. Ros­tro feo, largo y moreno. Cejas espe­sas y ojos negros, román­ti­cos en la med­itación y vivaces en la acción. Pelo negro tam­bién, cor­ta­do casi al rape, con cre­s­pos menudos. Las patil­las y los big­otes se los cortó en 1825. El labio infe­ri­or pro­tu­ber­ante y des­deñoso. Larga la nar­iz que cuel­ga de una frente alta y angos­ta, casi sin for­mar ángu­lo. El Gen­er­al es todo menudo y nervioso. Tiene la voz del­ga­da pero vibrante. Y se mueve de un lado a otro, con la cabeza siem­pre alza­da y aler­tas las grandes ore­jas”. … “El Gen­er­al es deci­di­da­mente feo y detes­ta los españoles”…

Descrip­ción atribui­da a Páez. Inter­pretación de San­ti­a­go Martínez Del­ga­do. Revista Vida, Nº 19. Bogotá

Bolí­var según Ducoudray-Hol­stein 1829. Detrac­tor del Libertador

“El Gen­er­al Bolí­var en su aspec­to exte­ri­or, en su fisonomía, en todo su com­por­tamien­to nada tiene de car­ac­terís­ti­co o impo­nente. Sus man­eras, su con­ver­sación, su con­duc­ta en sociedad, nada tienen de extra­or­di­nario, nada que lla­ma­ra la aten­ción de quien no lo cono­ciese. Al con­trario, su aspec­to exte­ri­or pre­dispone en su contra.

Su estatu­ra es de cin­co pies, cua­tro pul­gadas; largo el ros­tro, chu­padas las mejil­las; la tez, de un moreno lívi­do. Los ojos son de tamaño medi­ano, muy hun­di­dos. Muy poco cabel­lo le cubre el crá­neo. Todo él es fla­co y desme­dra­do. Pero a él le pre­sen­tan un aspec­to fer­oz y ame­nazante, en espe­cial cuan­do mon­ta en cólera. Entonces se le ani­man los ojos, ges­tic­u­la y habla como demente”.

El Libertador según O´Leary, Angostura, 1818

…“Bolí­var tenía la frente alta pero no muy ancha y sur­ca­da de arru­gas des­de tem­prana edad ‑indi­cio del pen­sador- Pobladas y bien for­madas las cejas; los ojos negros, vivos y pen­e­trantes; la nar­iz larga y per­fec­ta. Los pómu­los salientes; las mejil­las hun­di­das des­de que le conocí en 1818. La boca fea y los labios algo gruesos.

La dis­tan­cia entre la nar­iz a la boca era notable. Los dientes blan­cos, uni­formes y bel­lísi­mos; cuida­dos con esmero; las ore­jas grandes pero bien pues­tas; el pelo negro, fino y cre­spo; lo llev­a­ba largo en los años de 1818 a 1821 en que empezó a encanecer y des­de entonces lo usó cor­to. Las patil­las y big­otes rubios; se los afeitó por primera vez en Poto­sí en 1825. 

Su estatu­ra es de cin­co pies, seis pul­gadas ingle­sas. Tenía el pecho angos­to y el cuer­po del­ga­do, las pier­nas sobre todo. La piel more­na y algo áspera. Las manos y los pies pequeños y bien for­ma­dos, que una mujer habría envidi­a­do. Su aspec­to, cuan­do esta­ba de buen humor, era apaci­ble, pero ter­ri­ble cuan­do irri­ta­do; el cam­bio era increíble. Bolí­var tenía siem­pre buen apeti­to, pero sabía sufrir ham­bre como nadie. Hacía mucho ejer­ci­cio. Nun­ca he cono­ci­do a nadie que sopor­tase como él las fatigas”.

Bolí­var según el Coro­nel inglés Hip­pis­ley, San Fer­nan­do de Apure, mayo de 1818

…“Pude obser­var con aten­ción al gen­er­al amer­i­cano mien­tras él habla­ba con mi intér­prete. Si con­sid­er­a­ba yo todo cuan­to había oído hablar de él, se me hacía difí­cil iden­ti­fi­car­lo con la per­sona que aho­ra tenía ante mis ojos.

Bolí­var es hom­bre de mezquina apari­en­cia, a quien le darían cin­cuen­ta años de edad y no cuen­ta más que trein­ta y ocho.

Tiene cin­co pies, seis pul­gadas de estatu­ra; es fla­co y páli­do; el ros­tro alarga­do ofrece todos los sín­tomas de la inqui­etud, de la ansiedad y has­ta podría agre­garse del desalien­to y la desesperación.

Daba la impre­sión de haber exper­i­men­ta­do grandes fati­gas. Sus grandes ojos oscuros que otro­ra eran bril­lantes, aparecían en aquel momen­to apa­ga­dos y abatidos.

Llev­a­ba los cabel­los negros ata­dos con una cin­ta en la parte pos­te­ri­or de la cabeza. Lucía grandes big­otes negros y ostenta­ba un pañue­lo negro alrede­dor del cuel­lo; vestía casaca mil­i­tar, pan­talones azules y botas con espuelas…

En medio de la pieza esta­ba sus­pendi­da una hamaca sobre la cual Bolí­var tan pron­to se senta­ba como se acosta­ba o inclin­a­ba mien­tras yo esta­ba hablan­do, porque rara­mente se man­tenía dos min­u­tos en la mis­ma posición”. 

José de San Martín Guayaquil, julio de 1822

… “El Gen­er­al Bolí­var demostra­ba ten­er mucho orgul­lo, lo que me parecía en con­tradic­ción de no mirar nun­ca de frente a la per­sona que lo habla­ba, a menos que fuese muy infe­ri­or a él.

Pude con­vencerme de su fal­ta de fran­queza en las con­fer­en­cias que tuve con él en Guayaquil, porque no respondió de modo pos­i­ti­vo a mis proposi­ciones sino siem­pre en tér­mi­nos evasivos. 

El tono que usa­ba con sus gen­erales era en extremo altane­ro y poco apropi­a­do para con­cil­iar su afec­to. Por lo demás, sus man­eras eran dis­tin­guidas y rev­e­la­ban la bue­na edu­cación que había recibido.

En cuan­to a los hechos mil­itares de ese gen­er­al, puede decirse que le han mere­ci­do, y con razón ser con­sid­er­a­do como el hom­bre más asom­broso que haya pro­duci­do la Améri­ca del Sur. Lo que le car­ac­ter­i­za por sobre todo y for­ma, por así decir­lo, su sel­lo espe­cial, es una con­stan­cia a toda prue­ba, que se endurecía con­tra las difi­cul­tades, sin dejarse jamás abatir por ellas, por grandes que fuer­an los peli­gros a que se hubiese arro­ja­do su espíritu ardiente”.

Retrato de Bolívar según el cura realista José A. de Torres y Peña 1816

“…el otro mozo con aspec­to fer­oz, amu­lata­do, de pelo negro y muy cas­taño el bozo; inqui­eto siem­pre y muy afem­i­na­do, del­ga­do el cuer­po, y de aire fas­tidioso, tor­pe de lengua, el tono muy grosero, y de mirar tur­ba­do y altanero.

Este Bolí­var era, según dicen, los que el infame mon­struo conocieron”.

Cómo vio Morillo al LibertadorExtraído de Bolívar Hoy, de Arturo Uslar Pietri

El gen­er­al español Pablo Moril­lo, llegó a Venezuela al frente de la mejor y más numerosa expe­di­ción de tropas penin­su­lares jamás vista en América.

“Alma indomable, a quien le bas­ta un tri­un­fo, el más pequeño, para adueñarse de quinien­tas leguas de ter­ri­to­rio… Bolí­var es el jefe de más recur­sos y no hal­lo cómo pon­der­ar su activi­dad. Mucha fuerza se nece­si­ta para vencer a estos rebeldes que no des­mayan con ningu­na der­ro­ta y que están resuel­tos a morir antes que some­terse… Nada es com­pa­ra­ble a la incans­able activi­dad de este caudil­lo… Su arro­jo y su tal­en­to son sus títu­los para man­ten­erse a la cabeza de la rev­olu­ción y de la guerra”.

Luis Perú de Lacroix, Bucaramanga 1828

El gen­er­al en jefe Simón José Anto­nio Bolí­var cumplirá cuarenta y cin­co años el 24 de junio de este año. Rep­re­sen­ta, sin embar­go, cincuenta.

Su estatu­ra es medi­ana, el cuer­po del­ga­do y fla­co; los bra­zos, los mus­los, y las pier­nas descarnados.

La cabeza larga, ancha en la parte supe­ri­or y muy afi­la­da en la parte infe­ri­or. La frente grande, despe­ja­da, cilín­dri­ca y sur­ca­da de arru­gas hon­das cuan­to el ros­tro no está ani­ma­do y en momen­tos de mal humor y de cólera.

El pelo cre­spo, eriza­do, abun­dante y canoso. Los ojos, que han per­di­do el bril­lo de la juven­tud, con­ser­van la viveza de su genio: son pro­fun­dos, ni pequeños ni grandes; las cejas espe­sas, sep­a­radas, poco arqueadas y más canosas que el pelo.

La nar­iz pro­por­ciona­da. Los hue­sos de los car­ril­los agu­dos y las mejil­las chu­padas en la parte infe­ri­or. La boca algo grande y saliente el labio infe­ri­or; los dientes blan­cos y la risa agradable.

La bar­ba larga y afi­la­da. El ros­tro moreno y tosta­do, y se oscurece más con el mar humor; entonces el sem­blante cam­bia, las arru­gas de la frente y de las sienes se tor­nan más pro­fun­das, los ojos se achi­can, el labio infe­ri­or se pro­nun­cia más y la boca es fea; en fin aparece una fisonomía difer­ente, un ros­tro ceñu­do que man­i­fi­es­ta pesad­um­bre, pen­samien­tos tristes e ideas sombrías.

Cuan­do está con­tento, todo esto desa­parece; la cara es risueña y el espíritu del Lib­er­ta­dor bril­la sobre su fisonomía. Su exce­len­cia no usa aho­ra big­otes ni patil­las. Tal es el retra­to físi­co del Libertador.

Perfil del Libertador Por François Désiré Roulin 1828

Tenía la cabeza de reg­u­lar vol­u­men pero admirable­mente con­for­ma­da, deprim­i­da en las sienes, promi­nente en las partes ante­ri­ores y supe­ri­ores, y más abul­ta­da aún en la posterior. 

El desar­rol­lo de la frente era enorme, pues ella sola com­prendía bas­tante más de un ter­cio del ros­tro… tenía los cabel­los cre­s­pos y los llev­a­ba siem­pre divi­di­dos entre una mecha enrosca­da sobre la parte supe­ri­or de la frente… como tenía pro­fun­das las cuen­cas de los ojos, estos, que eran negros, grandes y muy vivos, bril­l­a­ban con un ful­gor eléc­tri­co, con­cen­tran­do su fuego cual si sus miradas surgiesen de pro­fun­dos focos.

Después de 1830, Por José Manuel Restrepo

“Bolí­var era de estatu­ra medi­ana, de cuer­po seco y descar­na­do cuan­do joven, de un col­or blan­co y de her­mosa tez; pero después de sus cam­pañas esta­ba moreno y páli­do. Era oval su cara, sus ojos vivos y pen­e­trantes, y su imag­i­nación ardiente”.

Nuestra reflexión

Cabe destacar la inten­ción del Gob­ier­no nacional de ordenar la susti­tu­ción de la pin­tu­ra repub­li­cana por el nue­vo ros­tro 3D, con lo cual se acabaría el conocimien­to de esta estéti­ca del Libertador.

El Bolí­var de Hugo Chávez

En este sen­ti­do, la lec­tura de estos tex­tos, los cuales respetan la esen­cia de los autores, con­tem­porá­neos de Bolí­var, per­miten al lec­tor armar su pro­pio per­fil del Padre de la Patria, quien, más allá de un ros­tro, fue un hom­bre, un héroe, pero ante todo, capí­tu­lo fun­da­men­tal de la his­to­ria venezolana.

Bolí­var no posó para retratos

El Lib­er­ta­dor, según numerosos libros, le escribió al céle­bre pin­tor José María Espinosa: “¿Ust­ed pre­tende que yo sea una estat­ua?” El artista colom­biano se vio oblig­a­do a realizar vis­i­tas per­iódi­cas al recin­to donde se encon­tra­ba Bolí­var, para poder obten­er bue­na parte de la icono­grafía que cono­ce­mos hoy.

Afir­ma el escritor e inves­ti­gador Oscar Pad­ua, que una de las razones más acep­tadas por el cual Bolí­var nun­ca posó para un pin­tor, es que siem­pre esta­ba ocu­pa­do, plan­i­f­i­can­do batal­las o imbui­do en los avatares de la política.

Comen­ta con estu­por ¿por qué debe­mos acep­tar la imposi­ción de esta nue­va ima­gen de Bolí­var que osten­ta el maquil­la­je de un per­son­aje de pelícu­la, frente al Bolí­var que des­de niños guardamos en nue­stro imaginario?

A juicio de Pad­ua, el Gob­ier­no pre­tende enviar a la basura la regia ima­gen del Lib­er­ta­dor obse­quia­da por el pin­tor limeño José Gil Cas­tro, que el mis­mo Bolí­var acred­itó como “retra­to mío hecho con la más grande exac­ti­tud y seme­jan­za” y que más tarde obse­quió a su her­mana María Antonia.

Luis Alberto Perozo Padua

CorreodeLara

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