Los lamentos se podían escuchar a distancia, así como los olores nauseabundos se esparcían cuando el sol quemaba con más furor. Era entonces cuando el carcelero repartía una taza de agua y dos panes que por lo general estaban tiesos y/o roídos por las alimañas, a los condenados por cualquier delito tipificado en las escribanías de aquel remoto tiempo histórico venezolano.
Durante la colonia la condena era realmente martirizante, y pese a que la máxima pena era de diez años, se prefería la muerte, la tortura y la mutilación a soportar la reclusión.
En un acta de cabildo de Caracas del 24 de marzo de 1573, se puede leer lo concerniente al estado deplorable de un rudimentario sitio de reclusión que sería lo más probable la primera cárcel que se tenga noticias en el país.
Otros documentos confirman que posteriormente, se conoce del acondicionamiento de una habitación en el cabildo para cumplir la función de penitenciaría, siendo de condiciones deplorables, y aunque fue restaurada, el terremoto de 1641, la redujo a polvo y escombros.
Teatro de horrores
Para 1854, durante el mandato de José Gregorio Monagas, se concluye la construcción de La Rotunda, en Caracas, iniciada en 1844 por Carlos Soublette, y sería la cárcel más moderna del país, a pesar de pobreza e inestabilidad política.
Algunos años más tarde, el presidente Juan Pablo Rojas Paul, ordenaba a su guardia personal recluir a los detenidos en La Rotunda, cárcel reinaugurada, el 14 de octubre de 1889, como casa de corrección, ya que había sido concebida para delincuentes comunes o muchachos descarriados, pero nunca, en el peor de todos los casos para opositores al Gobierno.
Su nombre figuraría como el lugar destinado para las crueles y más salvajes torturas de los enemigos de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.
Quienes eran enviados a La Rotunda por motivos políticos, se les colocaban grilletes y pernos, o una bola de acero de 50 libras en los pies y sufrían recurrentes torturas que hasta provocaban la muerte.
Los grillos sujetaban los tobillos de los prisioneros inmovilizándolos y produciéndoles heridas. Igualmente, los guardias solían administrar veneno en los alimentos de reos sobre los que pesaran órdenes de asesinato, y vidrio molido en sus bebidas para causar mayor sufrimiento a la hora de la muerte.
A los presos políticos los visitaba mensualmente Nereo Pacheco, uno de los torturadores más crueles de La Rotunda, un delincuente común abandonado en la cárcel por sus delitos que por instrucciones expresas de Gómez, era utilizado para ejecutar las despiadadas prácticas.
“Una de mis primeras acciones como gobernante de Venezuela será derrumbar La Rotunda”, confesó el general Eleazar López Contreras en una alocución en 1936.
Afamados prisioneros
En su carácter de ex presidente de la República, Joaquín Crespo fue el primer preso político del país cuya celda estaba debidamente alfombrada y equipada con muebles y una buena cama.
Entre otros presos célebres de La Rotunda destacaron Román Delgado Chalbaud, líder de una conspiración en contra del presidente Juan Vicente Gómez, quien habitó una celda por 14 años.
José Rafael Pocaterra, periodista y escritor nacido en Valencia. Describe sus desventuras en La Rotunda en su libro Memorias de un Venezolano de la Decadencia. Allí vivirá, en la celda número 41, tres años de terribles torturas, castigos y soledad y será testigo de varias muertes.
Rufino Blanco Fombona, opositor al régimen gomecista desde el principio, cuya marcada crítica le conducirá a La Rotunda, desde 1908 hasta julio de 1910.
Los clérigos Mendoza y Monteverde, engrillados por ser parte del sacerdocio opositor al régimen de Gómez. Néstor Luis Pérez Luzardo, jurista venezolano. Jóvito Villalba, líder político venezolano. Andrés Eloy Blanco, destacado político y poeta que desafió a la dictadura. Carlos López Bustamante, director del diario El Fonógrafo en Caracas. Francisco Betancourt Sosa, empresario, político, escritor y banquero, presidente por 14 años de Banfoandes (Banco de Fomento)
Lista macabra de 1919
El historiador Elías Pino Iturrieta, en su artículo Desde La Rotunda, da cuenta sobre el documento que la Unión Cívica Venezolana publica en Nueva York en 1928 sobre la situación carcelaria. Es un texto prolijo, del cual apenas se extrae ahora la lista de defunciones de 1919 en esta mazmorra de la dictadura. “Emiliano Merchán, murió de hambre el 2 de enero a las 11 a.m., calabozo 15. Enrique Mejías, murió de pústulas sifilíticas, sin asistencia, el 19 de abril, calabozo 5. Subteniente Domingo Mujica, murió de hambre el 3 de septiembre a las 9 a.m., calabozo 38. Subteniente Luis Aranguren, murió de hambre y veneno el 6 de septiembre, 6 a.m., calabozo 38. Subteniente Víctor Caricote, murió de hambre el 16 de octubre, a las 6:30 p.m., calabozo 15. Teniente Jorge Ramírez, murió de latigazos y veneno el 21 de octubre, calabozo 24, a las 10 p.m. Subteniente José Agustín Badaraco, murió de hambre y veneno el 7 de octubre a las 9 a.m., calabozo 31. Subteniente Cristóbal Parra Entrena, murió de hambre y veneno el 22 de diciembre a las 5 p.m., calabozo 36”.
El tortol
Sobre los instrumentos y métodos de tortura, el periodista Carlos M. Flores, quien fue para su desdicha otro huésped de esta prisión, describió que el tortol, fue una “de las herramientas preferidas por los verdugos gomeros”.
En tenebroso y grotesco episodio, apunta que: (…) es un instrumento de martirio que consiste en una cuerda anudada, que se coloca en la cabeza, a la altura de la sien, y la cual se va apretando por medio de un garrote. Los nudos se incrustan poco a poco y el dolor que produce es intenso; algunos mueren en la prueba, otros más fuertes quedan con vida, ¡pero en qué estado!, con los oídos reventados y sin conocimiento.
Subraya Pino Iturrieta, que del periodo inicial de la dictadura gomecista, data la famosa prisión de Zoilo Vidal con doce años encerrado en una primera tanda, dos años más después de un breve intervalo de libertad y, por último, reclusión vitalicia en La Rotunda.
Otro sería el general Fernando Márquez, quien apenas pudo pasar unos meses con los suyos en el lapso completo de la dictadura, durante una fugaz amnistía decretada en 1927.
Correccional de Barquisimeto
El general Aquilino Juares, en su condición de presidente de la Provincia de Barquisimeto, dirigió comunicación al Poder Legislativo en 1865, expresándole su preocupación por el estado deplorable de la prisión existente, la cual consideró “… no como correccional, sino como un suplicio por sus defectos técnicos”. Dispuso entonces de 40 mil pesos para su edificación pero que al final, superó los 60 mil.
En 1908, la cárcel conocida con el nombre de Las Tres Torres, comenzó a llenarse de presos políticos que disentían del Gobierno de Cipriano Castro, más tarde con aquellos que se oponía a Juan Vicente Gómez y finalmente a los que adversaron a Eleazar López Contreras. En 1946, aquel edificio de notable arquitectura de finales del siglo XIX, fue demolido por orden del gobernador Eligio Anzola Anzola.
Foto destacada: A la muerte de Juan Vicente Gómez en 1935, se estima que 1.850 presos pasaron solamente por La Rotunda desde 1908
Fuente: Pocaterra, José Rafael, “Memorias de un venezolano de la decadencia”, Monte Ávila Editores Latinoamericana, C.A. Caracas, Venezuela, 1997
Carlos Pacheco, Luis Barrera Linares, Beatriz González Stephan, “Nación y literatura: itinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana”, Ed. Equinoccio, Caracas, Venezuela, 2006
Desde La Rotunda. Por Elías Pino Iturrieta. Prodavinci. 2 de abril de 2018
Otto Acosta, Barquisimeto: Eran otros tiempos Ediciones de la Universidad Fermín Toro. Barquisimeto 2003