Crónicas

El asesinato del gobernador de Caracas conmocionó a la ciudad

 

Aquella tarde del 27 de enero de 1907 la capital estaba conmocionada por el asesinato del gobernador de Caracas, general Luis Mata Illas, en el bar “Bois de Boulogne” del sector Puente Hierro, cuya autoría se le atribuyó al general Eustoquio Gómez, primo del Benemérito vicepresidente de la República, general Juan Vicente Gómez, en aparente pleito de un borracho con la autoridad.

El tras­fon­do políti­co del crimen era que Mata Illas era uno de los com­plota­dos en la con­spir­ación cono­ci­da como “La Con­ju­ra” con­tra el vicepres­i­dente Gómez para impedir su acce­so a la pres­i­den­cia, en susti­tu­ción del pres­i­dente Cipri­ano Cas­tro. “El cabito” se hal­la­ba muy mal de salud.

A Gómez y sus com­pañeros de far­ra los bus­ca­ba la policía, mien­tras el velo­rio tran­scur­ría entre los comen­tar­ios del crimen. Al día sigu­iente entre dos filas de sol­da­dos, en hom­bros de los con­ce­jales llev­a­ban el féretro para rendirle hon­ores en la esquina de Las Mon­jas, donde el gen­tío se agol­pa­ba y pugna­ba por hac­erse sitio para pres­en­ciar el acto.

En la con­fusión el coman­dante de la com­pañía de hon­or, coro­nel Rafael Gutiér­rez,  dio una sor­pre­si­va orden “¡Frente a la reta­guardia!  Los sol­da­dos enfi­laron sus bay­o­ne­tas hacia la mul­ti­tud y se pro­du­jo una des­ban­da­da. “Todo el mun­do echaría a cor­rer arrol­lán­do­lo todo inclu­so a los miem­bros del tren ejec­u­ti­vo.  En medio de un des­or­den con des­mayos, caí­das y empu­jones has­ta el arzo­bis­po de Cara­cas, mon­señor Juan Bautista Cas­tro vistien­do mitra y bácu­lo debió refu­gia­rse en el bar “La Glac­i­ere”, cer­cana a la Casa Amar­il­la donde le obse­quiaron un brandy para pasar el sus­to, cuen­ta Rafael Syl­va en Quin­to Día.

Como señala Syl­va en “Nue­stro Insól­i­to Uni­ver­so”, quizás lo peor fue cuan­do los “par­i­hueleros”, quienes car­ga­ban el ataúd del difun­to huyeron despa­voridos dejan­do al féretro aban­don­a­do en ple­na calle.

Como si aque­l­lo no hubiese sido sufi­ciente todavía falta­ba lo peor. Muer­to Mata Illas, el pre­fec­to de Cara­cas, gen­er­al Domin­go Anto­nio Car­va­jal, hom­bre cor­rec­to y fiel cumpli­dor de la ley fue des­ig­na­do gob­er­nador y cuan­do acud­ía presuroso a pos­e­sion­arse del car­go en la esquina de San­ta Capil­la, “jus­to al pasar frente al Telé­grafo Fed­er­al caería ful­mi­na­do por un infar­to, fal­l­e­cien­do en el acto”.

Ello motivó la des­i­gnación de nue­vo gob­er­nador al doc­tor Ángel Carnevali Mon­re­al. Venga­ti­vo con el gob­ier­no, el chiste pop­u­lar asomó su ver­so: Mataron a Mata Illas/ y se murió Carvajal/  Ten­emos aho­ra en Capil­la (*)/  a Carnevali Monreal.

Con sus comp­inch­es, Eusto­quio Gómez fue arresta­do en los alrede­dores de Tazón por una comisión mil­i­tar que lo bus­ca­ba. Al verse cer­ca­do entre­garía el arma homi­ci­da a un per­son­aje cono­ci­do como “El Negro Irú” dicién­dole “no me mat­en, yo me entrego”.

Poco más de un año ape­nas pagó el gen­er­al Eusto­quio Gómez en la cár­cel de La Rotun­da porque en diciem­bre de 1908 su pri­mo Juan Vicente Gómez, al dar el auto­golpe y ocu­par la pres­i­den­cia, dejan­do en el exilio a su com­padre Cipri­ano Cas­tro, una de sus primeras deci­siones fue pon­er en lib­er­tad al pri­mo a quien en 1929, des­ig­naría gob­er­nador de Lara, donde ejer­ció con mano de hier­ro has­ta su muerte tam­bién trág­i­ca a bal­a­zos, en Cara­cas en diciem­bre de 1935. 

Juan José Peralta

(*) En la esquina de San­ta Capil­la esta­ba el despa­cho del gobernador

CorreodeLara

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