Los coches del Barquisimeto del siglo XIX
Así como en Caracas el cochero más mentado fue Isidoro Cabrera, a quien Billo Frómeta le compuso un célebre vals, en Barquisimeto lo fue Graciano Saso, quien estableció su empresa de coches tirados por caballos en 1892. Antes que él en la capital larense hubo otra del español Antonio San Miguel Pagés y también fueron muy conocidos los cocheros Juan Gudiño, Tulio Marrufo y Nicolás Casino.
A la muerte de Graciano Saso, su hijo José mantuvo su apego por sus caballos y sus coches “con el amor que un verdadero marino siente por su buque y por el mar” como contaba Rafael Domingo Silva Uzcátegui en su Enciclopedia Larense publicada por el gobierno del estado Lara en 1941, fuente ineludible para saber de los primeros carros en la ciudad musical, obligada consulta para quienes aspiren conocer parte de la historia larense.
Según Silva Uzcátegui, los primeros progresos de transporte en el siglo XIX fueron algunos caminos para coches, transportes utilizados por las familias porque los hombres preferían el caballo. Los coches de viaje de la época eran de tres caballos con capacidad para cuatro pasajeros. Para andar en Barquisimeto se utilizaban las llamadas calesas, coches tirados por dos caballos con capota y para dos pasajeros.
Para matrimonios, bautizos y desfiles de Carnaval eran muy solicitados los landós, coches de cuatro ruedas y descapotables. Algunos médicos usaban un coche tirado por un solo caballo y conducido por ellos mismos. Los llamaban quitrines y entre ellos estaban Martín Alvizu, Jesús María Garmendia y Antonio María Pineda. Lo de quitrín vino por su capota plegable para protección del sol o la lluvia. Se abría con el sistema de muelle Catherine, que en castellano sonaba quitrín. Para acarreo de productos del campo se utilizaban carretas de carga tiradas por mulas también usadas para transporte de leche y queso desde las haciendas vecinas.
Desde Barquisimeto había carretera hasta El Tocuyo, de paso por Quíbor y la de Yaracuy hasta San Felipe. Para Yaritagua había dos caminos, por Santa Rosa y por el cerro del Cercado. Para Carora los coches cruzaban veredas y quebradas, desafiando cardonales porque no había carretera. Para los llanos había una carretera vía Cabudare.