El “chueco” Rodrigo Riera: de limpiabotas a concertista y profesor de guitarra
Autor de numerosas y muy sensibles composiciones para guitarra inspiradas en su sentir regional, el guitarrista Rodrigo Riera sembró en sus alumnos un sensible sentimiento nacionalista por la música. Este guitarrista, compositor y educador es demostración de empeño y dedicación al pasar de limpiabotas de la plaza Bolívar de su Carora natal a reconocido concertista y maestro de buena cantidad de alumnos formados bajo su sabia docencia.
Una vez limpió los zapatos al guitarrista paraguayo Agustín Barrios Mangoré quien tocaría un concierto en Carora y le pidió en pago dejarlo entrar a su presentación y allí empezó su amor por la guitarra y el sueño de ser como él.
De niño aprendió las primeras lecciones en el cuatro y a los siete años ya tocaba canciones venezolanas y a los nueve comenzó a conocer los secretos de la guitarra de la mano de su hermano Rubén y las orientaciones del maestro caroreño “Chío” Zubillaga, dueño de El Diario un periódico local.
Cuentan que un día el niño limpiabotas fue a lustrar el calzado de Zubillaga, un aristócrata, mantuano, blanco criollo de los llamados “godos” en la capital del municipio Torres a quien se conocía como gran intelectual y admirador de las artes y de la cultura a quien le habían comentado el talento del muchacho. Incrédulo, Zubillaga tomó una guitarra que tenía en su despacho y le pidió al pequeño lustrabotas “tocar algo”. El pequeño tomó el instrumento lo afinó y mostró ese talento innato sin pulir y a partir de aquel momento don Chío se convirtió en el principal protector y mecenas del pequeño limpiabotas.
Hijo de gente muy humilde, el músico Juancho Querales y Paula Riera, Rodrigo nació en Carora el 19 de septiembre de 1923, mes y medio antes que otro gran guitarrista torrense, Alirio Díaz, nacido en el vecino caserío de La Candelaria.
De niño sufrió de poliomielitis y quedó con secuelas de esa enfermedad en una pierna y lo llamaban “el chueco Riera”. No me molesta que me llamen así, en Carora llaman a todo el mundo por lo que es. Con orgullo y simpatía decía “soy el chueco” Riera.
Se fue a Maracaibo como músico de radio “Ondas del Lago” junto a Nicolás Vale Quintero y por las noches tocaba en un bar. Contaba que por sus estrecheces económicas dormía en las mesas de billar.
Mientras Alirio Díaz se fue a estudiar en Trujillo con el maestro Laudelino Mejías, Rodrigo se dedicó a la música popular y con su hermano Rubén constituyó un trío con Teódulo Alvarado y Leonardo Rodríguez hasta venirse a Radio Lara en Barquisimeto y guitarrista de planta en Radio Barquisimeto.
Con el trío se fue a Caracas a presentaciones en la radio y se quedó estudiando en la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas” donde lo aceptaron pese a su edad por su talento y la recomendación de Antonio Lauro y presentado por Raúl Borges con quien estudió guitarra y se especializó con los grandes maestros Vicente Emilio Sojo y Juan Bautista Plaza en armonía, teoría y solfeo.
En 1952 Riera recibió una beca del Ministerio de Educación y se fue a España a estudiar en el Real Conservatorio de Madrid y luego a Siena por donde ya había pasado Alirio Díaz y se consolida como concertista bajo la égida del maestro Andrés Segovia con quien convive por siete años. También estudió por cuatro años música de cámara con Ricardo Gréngola.
Su primer concierto fue en 1954 en el Teatro de la Comedia, en Madrid y en 1963 se radicó en Nueva York por cuatro años ofreciendo conciertos y componiendo. Riera se casó con Julia Esteban y procrearon a María Josefina, Rubén, Andrés y Juan José.
Destacado educador de la guitarra clásica, Rodrigo Riera recibió el Premio Nacional de Música y fue director de Cultura de la Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado” de Barquisimeto y director de la cátedra de guitarra clásica.
El “chueco” Riera, excelso tanguero y serenatero, murió en Barquisimeto el nueve de septiembre de 1999, cuando le faltaban diez días para cumplir los 76 años.
Una de las más bellas canciones que conozco para guitarra pertenece a la obra de Rodrigo Riera, Canción Caroreña, dedicada a su pueblo natal compuesta para sus alumnos con sentido musical y pedagógico y la apreciamos con Gabriel Paulochenka.
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