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¡Bendición! Dios te bendiga y te favorezca

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y escritor
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW @LuisPerozoPadua

¡Bendición! Dios te bendiga y te favorezca… y te libre de todo mal y peligro! Así nos despedían nuestros familiares en una era no muy remota


Con ale­gría y un dejo de nos­tal­gia, nue­stros abue­los nos ofrecían estas mág­i­cas pal­abras para salu­darnos al recibirnos o para des­pedirnos, en un ver­dadero acto de encomien­da y pro­tec­ción a Dios.

El pedir la ben­di­ción ha sido siem­pre una her­mosa cos­tum­bre vene­zolana. Es un acto de fe, amor y unión famil­iar por décadas y que ya en la Colo­nia, era prac­ti­ca­da con asiduidad.

En la grá­fi­ca famil­iar se obser­van el his­to­ri­ador larense José Gil For­toul, jun­to a su hijo Hen­rique Gil For­toul y su esposa, doña Jose­fi­na Dagni­no de Gil For­toul. Les acom­paña José Eduar­do Gil For­toul, hijo de la pare­ja. Años 40

Ha sido una cos­tum­bre tan arraiga­da en el vene­zolano que los niños, des­de tier­na edad, y aun sin saber siquiera hablar todavía, jun­tan sus pal­mas en señal de rev­er­en­cia esperan­do la ben­di­ción, y ya de grandes, la piden repeti­das veces al día en res­guar­do aque­l­la tradi­ción que dice: “mien­tras más la pides cre­ces un poco más”.

Aun en la famil­ia vene­zolana, la ben­di­ción se pide, prin­ci­pal­mente a los may­ores y per­sonas de respeto: prin­ci­pal­mente a los padres y madres, abue­los y tíos, y tam­bién a nue­stros padri­nos. Inclu­so al sac­er­dote de la comunidad.

Este her­moso rit­u­al se efec­túa al lev­an­tarse y al acostarse, al salir y al lle­gar a la casa, al par­tir o al regre­sar de un via­je, entre otros escenarios.

Pero en qué con­siste esta her­mosa tradi­ción: es solic­i­tar “bendígame padre o madre…”, y luego en “ele­var” un ruego a Dios: “que Dios te bendi­ga hijo…”, para la feli­ci­dad, el cuida­do, la pro­tec­ción de alguien, espe­cial­mente hijo, nieto, sobri­no, ahi­ja­do, entre otros.

Esta cos­tum­bre tam­bién se prac­ti­ca sobre una acción, un exa­m­en, un via­je, un proyec­to. Espe­cial­mente la ben­di­ción se desar­rol­la de padres hacia los hijos para lle­var un buen novi­az­go y luego para el matrimonio.

En muchos hog­a­res vene­zolanos no se toman los ali­men­tos antes de realizarse el rit­u­al de la ben­di­ción en la mesa, sobre todo en oca­siones solemnes como Navi­dad o la Pascua.

El niño Andrés San­ti­a­go Per­o­zo Bar­rios, bis­ni­eto de don Daniel Yepes Gil, pide la ben­di­ción a Jesús en la Cruz en la capil­la de la Posa­da Nena y Kaká, en Sanare, esta­do Lara. Año 2016

Para las famil­ias tradi­cionales, el pedir y dar la ben­di­ción sim­boliz­a­ba sóli­dos nex­os. Es un acto con hon­das raíces que reposa en las Escrit­uras: libro Número 6,24–26, en donde Dios le brin­da a Moisés su ben­di­ción para el pueblo de Israel: “El Señor te bendi­ga y te pro­te­ja, ilu­mine su ros­tro sobre ti y te con­ce­da su favor. El Señor te muestre su ros­tro y te con­ce­da la paz”. Aquí una primera ver­sión de la ben­di­ción que asum­i­das como propias en Venezuela, fue adap­tán­dose a nues­tra idios­in­cra­sia pero siem­pre con­ser­van­do su esen­cia de pro­tec­ción ante cualquier situación.

Pero este cáli­do acto fil­ial y frater­no se ha ido per­di­en­do quizás por neg­li­gen­cia, avasal­lante mod­ernidad, o por lo que es peor: por la pér­di­da de con­cep­tos como respeto, rev­er­en­cia y comunicación.

Está en nosotros que esta impor­tante cos­tum­bre sea rescata­da de las fauces del olvi­do, y más cuan­do se tienen hijos pequeños que aco­gen con tan­to entu­si­as­mo la mar­avil­losa expe­ri­en­cia de la grat­i­tud y la rev­er­en­cia. Nun­ca es tarde y hoy es un buen día para rescatar esta mar­avil­losa tradi­ción arraiga­da en Venezuela.

Foto de por­ta­da: El doc­tor y sac­er­dote Críspu­lo Benítez For­tourvel, arzo­bis­po de Bar­quisime­to imparte la ben­di­ción a la niña Isabel Cristi­na “Titi­na” Sequera Yepes Gil en su bau­ti­zo, en 1951, en el tem­p­lo de San Fran­cis­co de Asís, antigua Cat­e­dral de Bar­quisime­to. En la grá­fi­ca tam­bién desta­can los padri­nos doña Isabel de Sequera y don Daniel Yepes Gil, nue­stro abue­lo, con gafas y tra­jea­do de cor­ba­ta, con una media son­risa, sinón­i­mo de satisfacción.

CorreodeLara

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