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José Gil Fortoul: Una vida que hace historia

 

Entrevista imaginaria 


Historiador, sociólogo, político, diplomático, abogado y hasta ex presidente de Venezuela, José Gil Fortoul con 57 años recién cumplidos ha sido elegido Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia. Además, su obra Historia Constitucional de Venezuela sigue siendo de ineludible consulta para los círculos intelectuales

En el Coun­try Club la mañana es muy fres­ca por sus numerosas mon­tañas. A las 10:00 de la mañana en pun­to. Sí, en pun­to porque José Gil For­toul es un hom­bre pun­tu­al. Espera a la peri­odista en el portón de su casa con una son­risa de ore­ja a ore­ja. A sim­ple vista la res­i­den­cia tiene más de diez ven­tanales. Pareciera, que como es cono­ci­do por todo los gremios que rodean al ex pres­i­dente, le gus­ta vivir así por sus “tem­pes­tades” con el calor.

Des­de la sala se obser­va que reposan en la bib­liote­ca más de quinien­tos libros de lit­er­atu­ra, pos­i­tivis­mo, evolu­cionis­mo y cien­cias. Su pasión se man­i­fi­es­ta en leer todo lo que caiga en sus manos. Sen­ta­do frente a un escrito­rio lleno de pape­les por su afi­ción a la escrit­u­ra se puede ver a un hom­bre impeca­ble­mente vesti­do con un monócu­lo en el ojo derecho.

El his­to­ri­ador José Gil For­toul, jun­to a su hijo Hen­rique Gil For­toul y su esposa, doña Jose­fi­na Dagni­no de Gil For­toul. Les acom­paña u hijo de la pare­ja: José Eduar­do Gil For­toul. Foto real­iza­da a comien­zos de los años 40

El humo opaca su cara porque siem­pre tiene su pipa en la mano o en la boca. Su rosa en el ojal del paltó y pan­talones anchos hacen de él un per­son­aje muy a la mod­er­na. No es casu­al­i­dad que el doc­tor en Cien­cias Políti­cas ten­ga ese mon­tón de libros y hojas en su bib­liote­ca y escrito­rio. Se tra­ta de una mues­tra de todo lo que hace el emi­nente político.

Sin siquiera haber alcan­za­do los 16 años, comen­zó a mostrar sus dotes por la escrit­u­ra. Des­de entonces, muchas han sido las huel­las de redac­ción por las que ha pasa­do. Entre ellas La Opinión Nacional, El Cojo Ilustra­do, El Ciu­dadano, El Her­al­do y El Pre­gonero. Ha pub­li­ca­do muchos libros. Para él la pal­abra escri­ta es en su razón de ser. Sus obras van des­de su vida per­son­al has­ta los asun­tos políti­cos. La Infan­cia de mi musa: ver­sos (1880); Recuer­dos de París (1887); Filosofía Con­sti­tu­cional (1890); El humo de pipa (1891) y La esgri­ma mod­er­na: notas de un afi­ciona­do (1892).

Un joven sabio en Caracas

Para el año 1878 Gil For­toul fundó el per­iódi­co El Aura Juve­nil. El primer diario impre­so de El Tocuyo (Bar­quisime­to) lugar donde fue cri­a­do. Años después fundó el sem­a­nario El Ciu­dadano. Una vez grad­u­a­do de bachiller­a­to en 1880 llegó a Cara­cas. Su ded­i­cación a la lec­tura des­de pequeño era tan apa­sion­a­da y sus conocimien­tos eran tan vari­a­dos que lo apod­a­ban como “el niño sabio”.

Su afán por el peri­odis­mo se for­jó en las pági­nas de impor­tantes medios. Escribió en var­ios de ellos por sus mudan­zas en el inte­ri­or y exte­ri­or del país. Aunque no obtu­vo el títu­lo de peri­odista, su con­cep­ción de esta pro­fe­sión es que debe ser trata­da como una tarea, ya que tiene propósi­tos pedagógi­cos y políticos.

No solo hace peri­odis­mo para infor­mar y opinar, sino para estar al ser­vi­cio del pueblo, guiar, aler­tar y enseñar así como él mis­mo lo afir­ma. “El ver­dadero peri­odis­mo se hace para inoc­u­lar en las masas las ideas de la democ­ra­cia y los val­ores intrínsec­os a ella”.

—¿Por qué se vino solo a Caracas?

—Gra­cias a mi padre José Espir­i­tu­san­to pude venirme a la cap­i­tal. Mi vida uni­ver­si­taria dis­cur­ría en Dere­cho, Filosofía, His­to­ria y Cien­cias Nat­u­rales. Las car­reras más deman­dadas eran Dere­cho y Med­i­c­i­na. Me inscribí en Dere­cho que era la car­rera de más tradi­ción y pres­ti­gio en el país. Después, obtuve mi doc­tor­a­do en Cien­cias Políticas.

—¿Por qué estudió His­to­ria también?

—Con­sidero al his­to­ri­ador como alguien que estu­dia los hechos y los hom­bres, como lo hace el fisiól­o­go cuan­do estu­dia las fun­ciones del organ­is­mo. La his­to­ria es un género extra­or­di­nar­i­a­mente difí­cil y com­ple­jo. Es cien­cia y arte, o lit­er­atu­ra a un mis­mo tiem­po. Luego describir y com­pen­di­ar, apun­tar hipóte­sis, explicar el pre­sente y echar una que otra ojea­da al porvenir.

—¿Qué considera usted que sea clave para ser elegido Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia?

—Los his­to­ri­adores y sociól­o­gos trata­mos de explicar por qué la gente y las sociedades se com­por­tan como lo hacen. Cuan­do comencé a estu­di­ar for­mal­mente la his­to­ria de Venezuela me di cuen­ta que las per­sonas no sabían los pro­ce­sos que habían ocur­ri­do en la época colo­nial y el de inde­pen­den­cia de la coro­na españo­la. Los his­to­ri­adores deben con­sid­er­ar la his­to­ria como una escrit­u­ra de los hechos. No se tra­ta de hac­er his­to­ria por hac­er­la. Hay que plas­mar los cam­bios sociales y bajo qué cir­cun­stan­cias ocurrieron.

Europa: Madurez intelectual

El año 1886 fue deci­si­vo para Gil For­toul. Par­tió para Fran­cia por el car­go de cón­sul vene­zolano en Bur­deos. Vein­tic­u­a­tro años lo ale­jaron de Venezuela por sus fun­ciones con­sulares y diplomáti­cas. En este sen­ti­do, el int­elec­tu­al es con­sid­er­a­do un pio­nero de la orga­ni­zación del ser­vi­cio diplomáti­co y con­sular vene­zolano. Durante su per­ma­nen­cia en Europa cono­ció a su esposa, María Luisa Macadet, con quien tuvo dos hem­bras y un varón.

—¿Qué hizo durante su estadía en Francia?

—Estuve muy pen­di­ente de mis tar­eas en el con­sula­do. Además, me hice adic­to al deporte. Mis activi­dades favoritas allá fueron la esgri­ma, la equi­tación, el ciclis­mo y el golf. Una de las razones por las que me fui para allá es que en Venezuela no existían tan­tos doc­u­men­tos para escribir el primer vol­u­men de His­to­ria Constitucional.

—¿Cómo distribuye su tiempo con todos las tareas que debe cumplir?

—Siem­pre ten­go una agen­da bien apre­ta­da. Hay días que tomo un des­can­so para hac­er mis respec­ti­vas sies­tas o voy al Hipó­dro­mo y al Club Venezuela porque es mi segun­da casa. Si mis obliga­ciones me lo per­miten, diari­a­mente asis­to a las par­tidas de póker.

—¿Tiene algún ritual antes de sentarse a escribir?

—Sí… Siem­pre ten­go mi pipa, ella es como mi amante. Escri­bo y leo fuman­do acom­paña­do con algún tra­go. Sin­ce­ra­mente es mi mejor for­ma de entrar en un libro y en la pluma para hac­er mis escrituras.

Jose Gil For­toul en su adultez

“Eso será lo que de mí quedará”.

Cuan­do el bar­quisimetano se trasladó a Berlín en 1906 como encar­ga­do de Nego­cios, ter­mi­na el primer tomo de His­to­r­i­al Con­sti­tu­cional de Venezuela. Años más tarde pub­li­ca el segun­do vol­u­men. Cruzan­do una pier­na y con una voz suave dice: “Eso será lo que de mí quedará”… El libro debía cumplir con tres obje­tivos: reafir­mar la nacional­i­dad; pub­li­car­la jun­to con la Exposi­ción Nacional para cel­e­brar el nue­vo siglo y escribir la his­to­ria que abar­que la evolu­ción de Venezuela. El abo­ga­do plas­mó en esta obra la Declaración de la Inde­pen­den­cia, los tiem­pos de la con­quista y colonia.

 

For­toul no solo refle­jó la políti­ca en papel, sino que además asum­ió al car­go de min­istro plenipo­ten­cia­rio en Berlín, min­istro de Instruc­ción Públi­ca y llevó al man­do el Con­se­jo del Gob­ier­no y pres­i­dente encar­ga­do de la Repúbli­ca en tiem­pos de Juan Vicente Gómez.

—¿Qué fue lo más importante como Presidente provisional?

—En mi memo­ria y cuen­ta refle­jé el interés que tuve por los pro­gra­mas y los méto­dos pedagógi­cos y la necesi­dad de imple­men­tar la edu­cación físi­ca, la higiene esco­lar y la enseñan­za espe­cial. Otra pre­ocu­pación que tuve fue la baja asis­ten­cia de los alum­nos a las escue­las. Solo 72 por cien­to asiste a clases. Como Pres­i­dente hice un decre­to que esti­ma a la instruc­ción pri­maria como una condi­ción pri­mor­dial de las insti­tu­ciones repub­li­canas y democráticas.

—¿Y por qué no se lograron los otros decretos educativos?

—El gob­ier­no de Gómez no estu­vo intere­sa­do en la edu­cación y el pro­gre­so del país. Solo se esperó a que saliera de la pres­i­den­cia para no val­i­dar lo que había propuesto.

Lucía Mar­cadet, la esposa de Gil For­toul, entra a la sala para ofre­cer unos bocadil­los de plá­tanos. La seño­ra Mar­cadet pre­gun­ta a la entrevistadora:

“¿José no se ha molesta­do con ust­ed?” Inmedi­ata­mente la peri­odista le responde con un no rotun­do. No con­forme con la répli­ca, la seño­ra expli­ca que su esposo tiene estal­li­dos de ira incon­tro­lables. “Ese monócu­lo de vidrio que tiene en el ojo siem­pre salta por los aires y rue­da por el piso has­ta que se quiebra, pero igual eso no es prob­le­ma para él. Tiene doce­nas de lentes”.

Ya es la hora y For­toul de man­era disc­re­ta saca el reloj de bol­sil­lo. Se nota que los asun­tos de tra­ba­jo lo llam­a­ban por la agen­da apre­ta­da que tiene. Las car­tas e invita­ciones que le hacía lle­gar su asis­tente per­son­al eran de todo tipo: des­de reuniones con pres­i­dentes, min­istros y per­sonas de cualquier gremio has­ta via­jes por sus rela­ciones diplomáti­cas. La entre­vis­ta­do­ra se apresura para hac­er unas pre­gun­tas rápidas.

−¿Un libro favorito?

—El Humo de mi pipa de mi autoría.
—¿Una frus­tración?
—No ganar las peleas en esgrima.
—¿Un plac­er?
—Ten­er más libros de la cuenta.
—¿Un sueño?
—Ten­er una bib­liote­ca en mi casa…
—¿Un lugar favorito?
—París.

Gil For­toul fue una per­sona dota­da en varias áreas de conocimien­to. Siem­pre estu­vo en los cír­cu­los int­elec­tuales. Los his­to­ri­adores y bió­grafos de su per­sona afir­man que su obra más impor­tante fue la His­to­ria Con­sti­tu­cional de Venezuela. Vivió la trage­dia de perder a su esposa y a una de sus hijas.

Aunque no se sepa cómo murió porque hay muchas ver­siones, su dece­so ocur­rió el 15 de junio de 1943 a los 82 años. Algunos his­to­ri­adores apun­tan que un aten­ta­do en el Nue­vo Cir­co le quitó la vida, mien­tras que otras ver­siones cuen­tan que murió una mañana en su casa. Cuan­do fal­l­e­ció esta­ba elab­o­ran­do el ter­cer tomo de su His­to­r­i­al Con­sti­tu­cional de Venezuela.

Pierina Sora

CorreodeLara

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