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Juan Crisóstomo Falcón renunció a la presidencia al “no poder con el país”

 

Juan José Peralta
Periodista


Todavía hay quienes sustentan la tesis de que el general  Juan Crisóstomo Falcón mandó a matar a su cuñado el general Ezequiel Zamora para quedarse como líder único de los liberales en guerra. Zamora estaba casado con su hermana Estefanía y lo consideraba un testarudo fanático del respeto al hombre del campo, la justa distribución de la tierra y la expulsión de los conservadores del poder bajo la consigna “tierra y hombres libres”.

Para otros que lo conocieron muy bien en una pulpería que Zamo­ra tenía en Vil­la de Cura, el “gen­er­al de hom­bres libres” como se hizo lla­mar, era cua­trero y traf­i­cante de indios y esclavos, además de com­er­ciante. Al prin­ci­pio con­ser­vador, bajo la influ­en­cia de los ideól­o­gos de El Vene­zolano, Anto­nio Leo­ca­dio Guzmán y Tomás Lan­der, se hizo de los más activos rep­re­sen­tantes del lib­er­al­is­mo dec­i­monóni­co y parte de la oposi­ción al gob­ier­no que juz­ga­ban tan injus­to como el de la colonia.

Cert­era puntería
De un tiro en un ojo, el 19 de enero de 1860 a Zamo­ra lo sac­aron de cir­cu­lación durante el sitio a la ciu­dad de San Car­los y dicen algunos his­to­ri­adores que la bala sal­ió de sus propias filas. Su cuña­do Fal­cón pasó a coman­dar al ejérci­to fed­er­al has­ta la vic­to­ria y fir­ma del Trata­do de Coche, donde el gen­er­al José Anto­nio Páez capit­uló el 23 de abril de 1863. El otro­ra exi­toso caudil­lo vence­dor de las Que­seras del Medio y Carabobo sal­ió del país y murió el 6 de mayo de 1873 en Nue­va York.
El “gen­er­al de hom­bres libres”, Zamo­ra, cua­trero y traf­i­cante de indios y esclavos

Pres­i­dente pro­vi­sion­al, luego con­sti­tu­cional para el perío­do 1865–69, Fal­cón fue ascen­di­do a mariscal y una Asam­blea Con­sti­tuyente con­vo­ca­da por él pro­mul­gó la Con­sti­tu­ción Fed­er­al de 1864 con su sis­tema de autonomía de las provin­cias que for­t­ale­ció a los caudil­los regionales y sus malas secue­las. Los prin­ci­p­ios base de la guer­ra fed­er­al fueron traiciona­dos y los con­ser­vadores o godos susti­tu­i­dos por un nue­vo grupo oligárquico encabeza­do por Fal­cón y Guzmán Blanco.

Fal­cón recibió un país arru­ina­do  por las guer­ras pero tam­poco se preparó para el poder, como sue­len hac­er muchos advenedi­zos que lo aspi­ran. Su gob­ier­no fue un ver­dadero desas­tre, acen­tuó el des­or­den y la cor­rup­ción en la admin­is­tración públi­ca mien­tras en el país se pro­ducían anar­quía y  alzamientos.

Con cualquier pre­tex­to se ausenta­ba del poder y encar­ga­ba a Guzmán Blan­co o Miguel Gil. Despil­far­ró el dinero de los prés­ta­mos y mane­jó los fon­dos públi­cos con desparpa­jo, dice Anto­nio Arráiz: “Solía librar vales con­tra la tesor­ería para dar grat­i­fi­ca­ciones a sus ami­gos y par­tidar­ios, dádi­vas y sub­sidios a muchas per­sonas. La situación fis­cal llegó al extremo que el min­istro de Hacien­da renun­ció porque no había dinero en Tesor­ería y el año sigu­iente el Con­gre­so se dis­olvió porque no había cómo pagar­le a diputa­dos y senadores”.

Falcón peculador

“No podía con el país”, dijo Rómu­lo Betan­court quien lo con­sid­eró uno de los más cor­rup­tos pres­i­dentes. “Mane­jó al país como una pulpería”. Fal­cón fue un desas­tre y entregó a manos llenas el dinero de la nación a sus gen­erales del ejérci­to fed­er­al y los ami­gos. Se pagó el suel­do de pres­i­dente des­de el comien­zo de la guerra.

Al final, abur­ri­do del poder, encar­gó su gestión final al gen­er­al Manuel Felipe Bruzual, a quien sacó de la cár­cel y nom­bró Jefe de los Ejérci­tos y Min­istro de Guer­ra y Mari­na, quien asum­ió el car­go el día 30 de abril. Cuan­do se pens­a­ba que el mariscal Fal­cón refor­maría la Con­sti­tu­ción y se pre­sen­taría para un nue­vo perío­do, renun­ció  a la pres­i­den­cia el 28 de abril de 1868.El 4 de mayo se fue a Coro a com­er que­so de cabra y mon­don­go de chi­vo con arepa pelá.

Guzmán Blan­co, otro pres­i­dente tira­no, cor­rup­to y peculador

Con el tri­un­fo de la Rev­olu­ción Azul acaudil­la­da por José Tadeo Mon­a­gas, el gen­er­al Bruzual huyó a Puer­to Cabel­lo donde se declaró en rebeldía y enfren­tó al gob­ier­no. El pres­i­dente interi­no Guiller­mo Tell Vil­le­gas ordenó el destier­ro de Fal­cón y lo expul­san a Curazao para no volver al país. En Willem­stad el mariscal ordenó que el fugi­ti­vo gen­er­al Bruzual –quien muere por las heri­das infligi­das en la toma de Puer­to Cabel­lo– sea enter­ra­do en una fosa común sin hon­ores, acom­paña­do por un her­mano masón.

Mon­a­gas, quien esta­ba tan viejo que debían ayu­dar­lo a mon­tar en el cabal­lo, esta­ba a pun­to de asumir por ter­cera vez la pres­i­den­cia y murió de 88 años. En 1869 su hijo José Ruper­to recibió el poder tem­po­ral y der­ro­ca­do al año sigu­iente por la Rev­olu­ción de Abril acaudil­la­da por el gen­er­al Guzmán Blanco.

El 24 de abril de 1870, casi para­le­lo al tri­un­fo de la Rev­olu­ción Lib­er­al de Guzmán Blan­co, el mariscal Fal­cón murió en una habitación del Hotel Toulouse deFort-de-France, en Mar­tini­ca, de un cáncer de laringe, cuan­do plane­a­ba incor­po­rarse al gob­ier­no del Autócra­ta Civ­i­lizador que ya se había insta­l­a­do en la presidencia.

Foto desta­ca­da: Mariscal Juan Crisós­to­mo Fal­cón. El 1 de mayo de 1874 por decre­to leg­isla­ti­vo los restos de Fal­cón fueron traslada­dos al Pan­teón Nacional

CorreodeLara

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