Lander, embalsamado y en el recibo
Juan José Peralta
Periodista
Treinta y ocho años con cuatro meses estuvo sentado en la sala de su casa el cadáver embalsamado del líder liberal y talentoso fundador del periódico El Venezolano, Tomás Lander, hasta que por orden del presidente, general Antonio Guzmán Blanco, lo llevaron al Panteón Nacional en rocambolesca ceremonia encabezada por él mismo. Era un periodista, valiente, brillante y agudo, de pluma penetrante y verbo encendido, gran teórico del liberalismo.
En los primeros tiempos, los temerosos no se atrevían a pasar por el lugar. Desde la calle y con miedo algunos atrevidos curiosos se asomaban por la ventana para ver al muerto, con sus gafas puestas, enfundado en su traje negro y de corbatín, con su pluma en la mano en pose de escritor de los documentos que le dieron a conocer como gran teórico del liberalismo amarillo.
También arreglado estaba que parecía vivo. Al tiempo la gente se acostumbró tanto a verlo que ya no les llamaba la atención. Dicen que sus nietos, antes de irse a la escuela y al regreso, al pasar por la sala le pedían la bendición al abuelo momificado.
La primera referencia
Mi padre Cesar Peralta me lo había contado y al principio me parecieron puras exageraciones suyas. Más tarde encontré las líneas de este ideólogo liberal del siglo XIX, promotor con sus escritos y verbo de la guerra federal, enfrentamiento militar del siglo XIX (1859–1863) entre liberales y conservadores que dejó un país arruinado, marcado por la sangrienta huella de unos 200 mil venezolanos muertos, conflicto encendido por él que no llegó a ver.
Aquella mañana del 6 de diciembre de 1845 a la familia les extrañó no verlo levantado temprano como era su costumbre. Próximo a cumplir 58 años, lo hallaron muerto en su cama. Había nacido en Caracas el 29 de diciembre de 1787.
Al constatar la defunción, de inmediato los familiares llamaron al médico alemán Gottfried Knoche, especialista en momificar cadáveres, llegado a Venezuela cinco años antes de la muerte de Lander. El cuerpo embalsamado del prócer fue colocado en la sala de la residencia familiar en Caracas, de donde salió el cortejo con el ataúd estrambótico encaramado en una mesa al panteón.
Luego de la capilla ardiente con guardias de honor, cientos de soldados desfilaron junto al féretro al compás de las músicas tristes y lentas de las bandas marciales, comandados por oficiales en uniforme de gala, sobre briosos caballos del ejército liberal.
Como en una escena de Hollywood, el 5 de abril de 1884 los restos del líder liberal fueron solemnemente conducidos al Panteón Nacional en una vistosa ceremonia de honores. En compañía de sus ministros la encabezaba el propio presidente, hijo del antiguo compañero de luchas del Partido Liberal y socio en El Venezolano, Antonio Leocadio Guzmán.
Enfundado en su uniforme de gala, con todas sus condecoraciones y su gabinete de levita y pumpá, sobre un caballo blanco ornamentado con el amarillo liberal, Guzmán Blanco presidió las honras fúnebres en compañía de familiares del prócer civil, “el más conspicuo ideólogo del liberalismo venezolano”, según el historiador Manuel Pérez Vila.
Enfundados en riguroso luto, los representantes de todos los poderes públicos estuvieron en los funerales: los magistrados de la Alta Corte Federal y los consejeros federales, los diputados y senadores. El cuerpo diplomático acreditado en Caracas en pleno, amigos y allegados también de gala marcharon al mausoleo de los héroes de la patria. Los infaltables curiosos se amontonaban en las calles ante el cortejo en medio de los comentarios sobre el muerto sentado en el recibo de su casa. En las ventanas había ramos de flores del amarillo liberal, el mismo color que adornaba los uniformes de las tropas y las caballerías en las cabezas de los animales.
Así como estuvo 38 años y cuatro meses sentado en el recibo de la casa lo enterraron en el Panteón Nacional, en un ataúd especial, como lo momificó el doctor Knoche, sentado como si estuviera vivo escribiendo sus proclamas.
Simón Alberto Consalvi señaló que “Lander comprendió con lucidez los dilemas venezolanos, en especial la contradicción civilismo-militarismo, cuando apenas sus desastres se vislumbraban en el horizonte” y la profesora Migdalia Lezama, autora de una interesante reseña de su vida publicada en la Biblioteca Biográfica Venezolana de El Nacional (2011) que este hacendado y periodista afincado en los valles del río Tuy, fue “defensor de la supremacía civil en el manejo de lo público, rechazó el tutelaje militar que justificaba la permanencia de los héroes de la independencia en los altos puestos de gobierno, como los únicos capacitados para el ejercicio político. Insistió con vehemencia en el respeto a la Constitución y en el principio de la alternabilidad política”.
Ocumare del Tuy es la capital del municipio del estado Miranda que se honra con su nombre.