Juan Antonio Navarrete, fraile enciclopedista y republicano
Mario R. Tovar G.
Profesor en Ciencias Sociales, mención Geografía (IUPEB: 1986)
Magister en Administración y Supervisión de la Educación (Universidad de Carabobo: 1996)
mtovar60@hotmail.com
“Yo no escribo para otros, sino apuntes para mí (…) quémese todo después de mi muerte (…). Juan Antonio Navarrete”
Juan Antonio Navarrete, teólogo y filósofo franciscano nació en una hacienda de Guama, estado Yaracuy el 11 de enero de 1749, siendo hijo de Agustín Gutiérrez de Navarrete y doña Paula Borges Méndez, quien al quedar huérfano a los siete años en 1756, pasó con sus cuatro hermanos, al cuidado de su tío materno, Juan Lorenzo Borges, doctoral de la Catedral de Caracas.
Navarrete, una vez culminados sus estudios en artes, solicita en la Universidad de Caracas, el título que le acreditaría como Bachiller, el cual le fue concedido el 02 de junio de 1767. Posteriormente toma el hábito franciscano en 1769 en Santo Domingo y siguió estudios superiores en la Universidad Primada de dicha isla, donde se doctoró en teología. Luego ejerció la docencia, lector en artes, filosofía y sagrada teología.
En 1810 se declararía como un apasionado de la causa independentista en general y de Francisco de Miranda en particular
A partir de 1783, se establece en Caracas, en el convento de San Francisco, donde se dedica al estudio, escritos y meditación. Allí, escribió sobre los más diversos temas de las ciencias divinas y humanas, gracias a su dominio del griego, latín, francés, inglés e italiano. Sus condiciones intelectuales, le llevan a convertirse en un enciclopedista, llegando a escribir más de 40 obras sobre las más diversas materias, que integraban unos 17 gruesos volúmenes, desafortunadamente extraviados en los avatares sufridos por la biblioteca conventual de San Francisco de Caracas, durante la Guerra de Independencia.
Algunos de esos títulos fueron citados por el mismo Navarrete, en su única obra que se tiene en la actualidad de este destacado intelectual yaracuyano, titulada: “Arca de Letras y Teatro Universal”, que según palabras del escritor José Balza: “permanece de manera inexplicable oculta al país y al continente” a quien además de ello, considera que “podría ser el precursor del cuento venezolano”.
Esta importante obra fue publicada por la Academia Nacional de la Historia en 1962 y luego reeditada en la década del 90, en cuyas páginas se refleja su saber enciclopédico sobre diversos autores clásicos y modernos, en cuanto a teorías doctrinales de los más variados autores sobre: astronomía, medicina, derecho, astrología judiciaria, historia, geografía, botánica, mecánica, retórica y poesía, que le llevaron a escribir algunas de sus obras en verso, al expresar: “La poesía es en su materia una facultad trascendental, que todo lo trasciende y abraza, hasta los Arcanos más altos, secretos, profundos y sobrenaturales del mismo Dios”. A pesar de su vasta obra enciclopédica; inédita en el país, no se consideraba asimismo un escritor, al señalar: “Yo no escribo para otros, sino apuntes para mí (…) quémese todo después de mi muerte (…)”.
Defensor de la Independencia
En otro orden de ideas, pese a vivir enclaustrado en un convento, se constituyó en su tiempo en un férreo defensor de la causa republicana. En tal contexto y como prueba de ello, reseñó en el Libro Único, folios 274 al 283 de su monumental obra enciclopédica ya citada, aún desconocida por la mayoría de los venezolanos: “Arca de Letras y Teatro Universal”, noticias sobre los acontecimientos ocurridos en su propio tiempo, que revelan a un hombre informado e interesado en los asuntos religiosos y políticos de su época, tal como la Conspiración de Picornell y Cortez, así como la Expedición de Miranda en 1806.
Luego, en 1810 se declararía como un apasionado de la causa independentista en general y de Francisco de Miranda en particular, a quien llamó: “Nuestro digno patriota y paisano caraqueño”. Posteriormente diría de él: “Está ya llevándose las atenciones y estimaciones como sujeto digno de ellas, por su talento, experiencia y pericia en todas materias, hasta en inteligencia de Escrituras y Biblias Sagradas”.
A este respecto y como dato curioso, dichos apuntes del Libro Único llegaron hasta agosto de 1813, y sin embargo, no mencionó en ellos al Libertador en ningún momento: tampoco alude a otros personajes importantes del acontecer político de los días de la Declaración de la Independencia, ni se encuentra alguna referencia a las reuniones del Congreso Constituyente de 1811.
Asimismo, el padre Juan Antonio Navarrete, en su apego a la causa independentista, sostuvo algunos incidentes mientras oficiaba una misa en la iglesia de San Pablo, el 27 de noviembre de 1811 a propósito de las fiestas en honor a nuestra Señora de Copacabana y cuando quiso hablar sobre “Igualdad”, el cura teniente de la dicha iglesia, Pbro. Domingo Lugo, le sonó la campanilla para hacerlo callar.
En tal sentido, Navarrete debió molestarse en grado sumo, razón por la cual colocó en la puerta de la iglesia un papel que demuestra un lenguaje bastante influenciado por el movimiento independentista. Allí, entre otras ideas Navarrete expresaba lo siguiente: “En Caracas estamos trabajando para destruir el despotismo, que no cesa en muchos petulantes; y procuramos la felicidad para el ciudadano.”
En otra ocasión, el 04 de diciembre de 1811, predicó en la iglesia de Santa Rosalía y atacó duramente al padre Lugo, quien había retirado el papel con el referido escrito y frente a ello, colocó otro aviso que decía: “Pueblo, alerta. El que ha quitado el papel esta mañana está lleno de despotismo y si no andamos vivos, volveremos a ser esclavos y la religión quedará vulnerada.” Finalmente, al ser denunciado, el arzobispo abrió una averiguación que no ameritó un castigo para Navarrete, fiel defensor de la causa independentista.
En la pluma de tres escritores venezolanos
Varios han sido los intelectuales venezolanos que han estudiado profusamente la vida y obra del padre yaracuyano Juan Antonio Navarrete. Dentro de este contexto, le correspondió al escritor José Balza, incorporar la obra y pensamiento de este casi desconocido fraile franciscano, en un interesante texto titulado: Pensar a Venezuela (2008), interesante obra donde entre otras ideas señala que, a fines del siglo XVIII, crea Fray Antonio Navarrete diecisiete obras de recepción, análisis y difusión intelectual.
Hasta ahora sólo conocemos su “Arca de Letras y Teatro Universal”, que nos sirve para imaginar el carácter de las otras: un verdadero universo de opiniones, narraciones, política, salud, etc., obra que, si bien no fue editada hasta fines del siglo XX, debió ser conocida por gente interesada que acudía a la biblioteca del convento (de San Francisco).
De igual manera, José Balza cataloga a Juan Antonio Navarrete como un vertiginoso centro de un proceso imaginario, sereno testigo de una realidad vibrante, cuya mente y obra definen el fascinante milagro de un raro escalón, que nos comprende; añadiendo además, que Fray Juan Antonio Navarrete viene a ser esa bisagra ejemplar que ilustra cuanto hasta aquí hemos querido aludir, para concluir escribiendo José Balza que el padre Navarrete sintetiza, tanto el arco popular como el intelectual de esa totalidad, y esa totalidad es la imaginación actuante dentro de la cual giramos.
Por su parte, el escritor Mariano Nava Contreras en un artículo publicado en el portal digital Prodavinci (21–09-2019), referido a la Universidad de Caracas, éste le asigna un papel preponderante a dicha institución con respecto a la formación de la intelectualidad de Caracas durante la época colonial. A este respecto, certeramente Nava Contreras apunta que no solamente Bolívar y Bello bebieron allí.
También Miranda, aunque no terminó sus estudios; Miguel José Sánz, abogado y periodista que prestó innumerables servicios a la Venezuela independiente; y Juan Germán Roscio, primer Secretario de Relaciones Exteriores y Vice-presidente de Venezuela; así como Francisco Javier de Ustáriz, uno de los redactores de nuestra primera constitución; o Vicente Salias, el médico compositor de nuestro Himno Nacional, y también Juan Antonio Navarrete, el autor de “Arca de Letras y Teatro Universal”, especie de enciclopedia, una de las obras más originales de la literatura colonial venezolana, y otros muchos que forman una muy ilustre nómina. A ver si nos enteramos: que nuestra Independencia no hubiera tenido lugar o al menos no en los términos en que se dio, sino hubiera existido la Universidad de Caracas.
“Yo no escribo sino para mi utilidad. Quémese todo después de mi muerte, que así es mi voluntad en este asunto; no el hacerme autor ni escritor para otros.”
Asimismo le correspondió al historiador Elías Pino Iturrieta reseñar en un ensayo publicado dentro del libro: La Cultura de Venezuela. Historia Mínima (1996), donde puntualmente abordó la figura del fraile franciscano Juan Antonio Navarrete, para decirnos que es autor de una copiosa obra de la cual apenas se conserva: “Arca de Letras y Teatro Universal” escrita en 1783.
Sólo que el autor no se limita a reiterar la palabra de los maestros permitidos; ciertamente reniega del ideario tradicionalista, pero llega a escribir sobre los adelantos de las ciencias y de la técnica, habla de autores censurados por la Inquisición y se entusiasma con el reformismo borbónico y llega a simpatizar con la insurgencia frente a los españoles.
Además de ello apunta que su creación es representativa de un eclesiástico que da cabida a las expresiones de la modernidad, sin divorciarse de la ortodoxia; allí está Navarrete, con autores parecidos a él y con otros más atrevidos. Venezuela recibe a la Ilustración y se convierte en parte de ella. El fenómeno es importante, en cuanto significa la penetración de la disidencia frente a la cátedra hispánica más resistida a las mudanzas.
No conduce a la inmediata aparición de un pensamiento original y revolucionario, pero abre las puertas a otras claves que interpretan el mundo a manera diversa. Navarrete escribe textos que no salen del convento y que quizás no tienen lectores, pero en la universidad otros catedráticos se arriesgan a sugerir innovaciones en las aulas y en los métodos de enseñanza, concluye afirmando Elías Pino Iturrieta, en este recomendado ensayo referido al fraile guameño, Juan Antonio Navarrete, quien finalmente muere a los 65 años en Angostura, hoy estado Bolívar, el 11 de septiembre de 1814.