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Juancho Gómez fue asesinado en el Palacio de Miraflores

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisperozop@hotmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

La mañana fatal del 30 de junio de 1923, un gri­to espeluz­nante retum­bó en el Pala­cio de Miraflo­res cuan­do una emplea­da que se disponía a arreglar la habitación del vicepres­i­dente de la Repúbli­ca, gen­er­al Juan Crisós­to­mo Gómez, cono­ci­do como “Juan­cho”, encon­tró su cuer­po baña­do en sangre.

De inmedi­a­to avis­aron al coro­nel Eloy “el indio” Tara­zona, edecán del Ben­eméri­to pres­i­dente Juan Vicente Gómez, quien dor­mía en una habitación cercana.

Juan Crisós­to­mo Gómez, des­de 1915 Gob­er­nador del Dis­tri­to Fed­er­al y des­de 1922 Primer Vicepres­i­dente de Venezuela

- “Mataron a Juan­cho”-, le comu­nicó Tara­zona con sig­i­lo y en voz baja al mandamás.

Juan­cho Gómez, era her­mano del dic­ta­dor y has­ta el momen­to del abom­inable asesina­to fungía como primer vicepres­i­dente de Venezuela y además gob­er­nador del Dis­tri­to Fed­er­al. Cuan­do lo encon­traron tenía 27 puñal­adas cert­eras en su humanidad.

Inmedi­ata­mente el Ben­eméri­to ordenó que enter­raran el cuer­po y, como prác­ti­ca de las dic­taduras, endosó el crimen a la resisten­cia, por lo que se ini­ció una per­se­cu­ción implaca­ble que llevó a La Rotun­da a var­ios ene­mi­gos del rég­i­men, entre ellos al poeta Fran­cis­co Pimentel, “Job Pim”, y el car­i­ca­tur­ista Leon­cio Martínez, “Leo”, quienes luego fueron liberados.

Más pasional que político

No tar­daron los espías de Gómez en deter­mi­nar que los respon­s­ables del crimen fig­ura­ban en el cír­cu­lo más cer­cano del poder. Los prob­le­mas de salud del dic­ta­dor habían abier­to el fragoroso debate de la sucesión.

Por su puesto, este escabroso esce­nario dividía el poder cen­tral entre los “juan­chis­tas”, viejos mil­itares que acom­pañaron a Gómez en la con­quista del poder y los “vicen­tis­tas”, famil­iares y ami­gos de José Vicente Gómez Bel­lo, “Vicen­ti­co”, el segun­do vicepres­i­dente, hijo del Ben­eméri­to con su con­cu­bi­na Dion­isia Bel­lo, refiere el peri­odista Juan José Per­al­ta en su inves­ti­gación sobre el asesina­to en Miraflo­res pub­li­ca­do en CorreodeLara.com.

En su artícu­lo apun­ta que Dion­isia ambi­ciona­ba que Mar­gari­ta Tor­res Bel­lo, una de sus hijas (la may­or), con­tra­jera mat­ri­mo­nio con San­tos Matute Gómez, otro inte­grante del clan de los Gómez, unión que les pro­por­cionaría cer­canía abso­lu­ta con el Ben­eméri­to y may­ores ven­ta­jas para hac­erse de la sil­la pres­i­den­cial, pero no con­ta­ban con que Juan­cho tor­pedearía la posi­ble boda has­ta dis­olver aque­l­las pre­ten­siones, rompimien­to que provocó el sui­cidio de Mar­gari­ta. Dion­isia juró venganza.

Juan Vicente Gómez jun­to a ‘Vicen­ti­co’ Gómez. Detrás el indio Tara­zona, 1918 Luis Felipe Toro. Archi­vo Fotografía Urbana

Juan­cho, quien no tenía esposa, novia, ni ami­gas, siem­pre esta­ba rodea­do de jóvenes mil­itares y de los lla­ma­dos “patiquines caraque­ños”, uno de ellos Isidro Bar­ri­en­tos, un mozo capitán de la Guardia Presidencial.

Pero el crimen fue mucho más ínti­mo que políti­co, pues el vicepres­i­dente recién había roto su relación con Bar­ri­en­tos para com­par­tir con otro ofi­cial. El rompimien­to fue aprovecha­do por Dion­isia para con­vencer a Bar­ri­en­tos de acabar con la vida de Juancho.

-A cam­bio recibiría ust­ed, mi joven ami­go, seguri­dad, ascen­so mil­i­tar y otras preben­das, le ofre­ció Dion­isia embria­ga­da de rencor.

La Sagrada se encargó de la condena

Con­suma­do el som­brío episo­dio, Bar­ri­en­tos decidió huir del país, ofre­cien­do sus propiedades en ven­ta, lo que des­pertó sospe­chas entre los espías del gen­er­al Gómez, que a los pocos días ya habían desen­traña­do la conspiración.

Bar­ri­en­tos y sus cóm­plices: Rafael Andara, Juan Araguainano, Cus­to­dio Pri­eto y Encar­nación Muji­ca, este últi­mo cri­a­do de con­fi­an­za de “Juan­cho”, fueron inter­ro­ga­dos con méto­dos incon­fesables para luego ser acu­sa­dos por el gob­er­nador Ace­lio Hidal­go. El juez Hora­cio Chacón les dic­tó sen­ten­cia de 20 años que debían pur­gar en la lóbre­ga cár­cel La Rotunda.

Al poco tiem­po, durante la madru­ga­da, La Sagra­da, la policía del rég­i­men, entró al recin­to pen­i­ten­cia­rio y sacó a los pro­tag­o­nistas de la intri­ga mor­tal. Sus cuer­pos fueron hal­la­dos mani­ata­dos en las afueras de Cara­cas, con múlti­ples per­fora­ciones de bala.

La Sagra­da, guardia per­son­al de Juan Vicente Gómez
La Sagra­da, guardia per­son­al del gen­er­al Ben­eméri­to Juan Vicente Gómez, cus­tio­dianto el Con­gre­so Nacional en los años 20

En cuan­to a Vicen­ti­co, el pro­pio Bar­ri­en­tos lo exon­eró de cualquier par­tic­i­pación en el asesina­to, pero el Ben­eméri­to no creyó y, una mañana de abril de 1928, lo despo­jó del car­go y del ran­go mil­i­tar, para luego man­dar­lo como agre­ga­do a la emba­ja­da parisi­na. Los ede­canes de éste tam­bién fueron degradados.

Allá se encon­tró con Dion­isia, su madre, quien había sido dester­ra­da, primero de Mara­cay a Los Teques, ciu­dad que prác­ti­ca­mente fue su cár­cel. Más tarde fue exil­i­a­da a Fran­cia, radicán­dose en un castil­lo muy cer­ca de París en donde pasó el resto de sus días.

Afec­ta­do de malar­ia, Vicen­ti­co se internó en el Anti­tu­ber­cu­loso de Leysin, en Suiza, donde fal­l­e­ció el 3 de febrero de 1930.

Nun­ca se rev­eló el con­tenido del informe sobre la inves­ti­gación, tam­poco se supo en detalle la ver­dad sobre el espan­toso suce­so que con­mo­cionó a la Venezuela de la déca­da de los años 20, donde las hipóte­sis apun­taron como móvil la ambi­ción, las intri­gas, las pasiones car­nales, la cor­rup­ción, los celos, la ven­gan­za y la traición.

Juan Vicente Gómez jun­to a ‘Vicen­ti­co’ Gómez. Detrás el indio Tara­zona, 1918 Luis Felipe Toro. Archi­vo Fotografía Urbana

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

Un comentario en «Juancho Gómez fue asesinado en el Palacio de Miraflores»

  • Esto se clasi­fi­ca en his­to­ria de Venezuela. Muy intere­sante cono­cer estos hechos que dejan huel­las en el sue­lo vene­zolano. Felicitaciones.

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