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La Calle Real de Barquisimeto

Omar Garmendia
Cronista y escritor

La Calle Real era el nom­bre antiguo de la prin­ci­pal vía públi­ca de la ciu­dad, la que tenía may­or impor­tan­cia com­er­cial, social y bul­li­ciosa. En otros tiem­pos tam­bién se le denom­inó de las pulperías por la necesi­dad com­er­cial de expan­sión de la rep­re­sentación mer­can­til de la ciu­dad. La Calle Real atraviesa el bar­rio antiguo de Alt­a­gra­cia y era el cen­tro históri­co desar­rol­la­do luego del ter­re­mo­to de 1812. Des­de ahí el bar­rio de Paya se con­sol­id­a­ba con la pres­en­cia del tem­p­lo y la plaza


Calle Lib­er­ta­dor

Se denom­i­na calle real o camino real, de acuer­do con Dic­cionario de la Real Acad­e­mia Españo­la (https://dle.rae.es/camino), el camino con­stru­i­do a expen­sas del Esta­do, por lo gen­er­al más ancho que los otros, que sirve para pon­er en comu­ni­cación entre sí pobla­ciones de cier­ta impor­tan­cia y poder incor­po­rar en su recor­ri­do car­ru­a­jes y todo tipo de cabal­gaduras. El camino real o veci­nal, en cam­bio, es una car­retera más estrecha que sirve de comu­ni­cación a pobla­ciones más pequeñas de la comarca.

El ter­re­mo­to de 1812 más la apari­ción de las luchas y batal­las inde­pen­den­tis­tas, como la de 1813 en Tier­ri­tas Blan­cas, en donde fue der­ro­ta­do Bolí­var y otras que se pro­lon­garon has­ta 1820, dejaron a Bar­quisime­to en la total ruina. En el tran­scur­so de esos años se fue recon­struyen­do una parte de la ciu­dad, en espe­cial hacia el este, por Paya, de modo que la antigua Calle Real de nue­vo comen­zó a retornar a sus humildes esplen­dores, como lo era antes del terremoto.

Del aspec­to de la ciu­dad nos pro­por­ciona el cro­nista Eliseo Sotel­do intere­santes detalles sobre el aspec­to de la mis­ma un poco antes del estremec­imien­to sís­mi­co del 26 de mar­zo de 1812. De acuer­do con el cro­nista existían seis calles empe­dradas y con aceras de lajas y cin­co con sus nom­bres: Obis­po Vil­lar­roel, La Paz, del Puente, de los Isleños y la Calle Real. El mis­mo cro­nista nos dice que en estas dos últi­mas calles se encon­tra­ban las pulperías y otros expen­dios donde se vendían víveres criol­los y extran­jeros, telas y mer­cancías secas (Sotel­do, 1952, p. 15).

La Calle Real for­ma­da en Bar­quisime­to cor­re­sponde a la actu­al car­rera 19, antes Lib­er­ta­dor, des­fig­u­ra­da hoy en un cas­co históri­co irreflex­i­vo y encogi­do, ya sin su col­or antiguo y tradi­cional, donde la memo­ria perdió el recuer­do de su asiento

El com­er­cio en la ciu­dad se con­cen­tra­ba fun­da­men­tal­mente en las dos últi­mas calles, como ya se dijo, nom­bradas la de los Isleños por la pres­en­cia acti­va de com­er­ciantes orig­i­nar­ios de las Islas Canarias y la del Puente, denom­i­na­da tam­bién de la San­tísi­ma Trinidad, ten­di­do en 1806, cam­bian­do su des­i­gnación después a Puente Bolí­var. Des­de esta calle dis­cur­ría el camino prin­ci­pal hacia Cabu­dare, descendía por la cues­ta del Cam­pa­men­to hacia el camino de Las Damas. 

Jus­ta­mente a dos cuadras al este del puente se colocó un arco tri­un­fal para recibir al Lib­er­ta­dor en 1821, situ­a­do en la actu­al car­rera 17 con calle 20, la que se llamó por mucho tiem­po “Arco Bolí­var”. Había otro camino colo­nial lla­ma­do “Cues­ta de San Fran­cis­co”, que baja­ba por la ladera sur de la ciu­dad por los lados de la antigua igle­sia de San Fran­cis­co y que se comu­ni­ca­ba, pasan­do el río Tur­bio, con el camino hacia Río Claro.

Los nom­bres de las calles, sus casas y acon­tec­imien­tos rep­re­sen­tan las señas cul­tur­ales de la his­to­ria de la ciu­dad a lo largo del tiem­po y refle­jan las deci­siones y man­i­fiestos de sus val­ores cul­tur­ales, sociales y políti­cos (Per­alias, D. 2018). La Calle Real se orig­i­na en el antiguo camino real, que era la ruta car­retera que iba hacia o des­de San­ta Rosa y el desvío hacia la cues­ta de Zamu­rubano, camino de Cabu­dare, de acuer­do con un viejo y amar­il­len­to cro­quis de 1813, un año después del fatal ter­re­mo­to del año anterior. 

Para esos años, has­ta medi­a­dos del siglo XIX, ya la ciu­dad había comen­za­do a expandir e incre­men­tar su com­er­cio y las calles que rep­re­senta­ban la tradi­ción citad­i­na como lo eran la de los Isleños, del Puente y la calle Real, enmar­cadas den­tro de los límites que van des­de la actu­al calle 21 al este y la calle 28 al oeste, ya se hacían insu­fi­cientes dado el inten­so desar­rol­lo de su com­er­cio, por lo que se extien­den a límites supe­ri­ores que las demás calles para­le­las, por lo que la necesi­dad hace que se forme una nue­va calle más al norte, donde se estable­cen com­er­cios y nego­cios de com­pra-ven­ta que se abren a las per­spec­ti­vas futuras de la ciu­dad. Nace entonces la lla­ma­da calle del Com­er­cio (Gar­men­dia, O. 2018: 147–148).

Casa donde se alojó Simón Bolívar 

Algu­nas casas lev­an­tadas para esa época eran, entre otras, la que sirvió de alo­jamien­to a Simón Bolí­var en su úni­ca visi­ta a la ciu­dad el 14 de agos­to de 1821 y donde se dice que fue obse­quia­do con un baile. El dueño de esa casona era propiedad del patri­o­ta don Juan de Ama­r­al. y pos­te­ri­or­mente fue divi­di­da en dos, adquiri­das luego por don Wal­te­rio Pérez hacia 1910 y el doc­tor Ela­dio del Castillo. 

Estas casas fueron demol­i­das pos­te­ri­or­mente. La casa del doc­tor Ela­dio del Castil­lo tenía una pla­ca en la facha­da, en donde se hacía ref­er­en­cia a la visi­ta del Lib­er­ta­dor, aunque en real­i­dad tal acon­tec­imien­to se efec­tuó fue en la casa situ­a­da jus­to al lado izquier­do (oeste), donde qued­a­ba el zaguán prin­ci­pal de la casa de don Juan de Ama­r­al, la cual orig­i­nal­mente era una sola con­struc­ción, antes de ser dividida. 

Fue una casona históri­ca e impor­tante, pues en el zaguán de esa casa descri­ta se reunió el Esta­do May­or del Lib­er­ta­dor y se dio el acuse de reci­bo de la Con­sti­tu­ción de Cúcu­ta que habría luego de fir­mar el pro­pio Bolí­var en agos­to de ese mis­mo año. Tam­bién en esa casa Bolí­var ofre­ció con­stru­ir para Bar­quisime­to su primer acue­duc­to. Dicha res­i­den­cia qued­a­ba en la Calle Real, hoy car­rera 19 entre calles 21 y 22.

Casa donde dur­mió Simón Bolívar

De Calle Real a Calle Libertador

En este aspec­to, es de men­cionar el sen­ti­do social de impor­tan­cia que tuvo esta visi­ta de Bolí­var jun­to con su Esta­do May­or a Bar­quisime­to, quien fuera recibido con músi­ca de entu­si­as­madas trompetas y ale­gres vio­lines, así como bailes pop­u­lares de expan­si­va ale­gría a su paso por el rús­ti­co arco de pal­mas y flo­res, en una ciu­dad que todavía man­tenía, des­de hacía nueve años, las cica­tri­ces de las ruinas del ter­re­mo­to, por lo que este acon­tec­imien­to hizo que la antigua Calle Real cam­biara el nom­bre a “Lib­er­ta­dor”.

Años antes, en esa mis­ma vivien­da donde tuvo alo­jamien­to el Lib­er­ta­dor se había hospeda­do el 24 de diciem­bre de 1813 el gen­er­al Rafael Urdane­ta y se le había igual­mente agasa­ja­do con un baile. Su pare­ja fue María Tor­re­al­ba. Para esa época esta­ba habita­da por doña Ángela Olavarría,

El 10 de enero de 1823 sirve de asien­to al gen­er­al José Anto­nio Páez, des­de donde anun­cia y hace pub­licar un ban­do de orden de reunión en la plaza de Alt­a­gra­cia a las 12 del mediodía.  Muchos no se pre­sen­taron y Páez dis­pu­so patrul­las armadas en búsque­da de los renu­entes al manda­to. Apre­saron a cua­tro esclavos y fueron fusila­dos en la plaza a las tres de la tarde.

A esa mis­ma casona llegó el segun­do piano que se cono­ció en la ciu­dad mar­ca “Pleyel”, el cual fue traí­do por el licen­ci­a­do Jesús María Pérez para su hija Feli­cia, quién luego con­tra­jo nup­cias con don Wal­te­rio Pérez Ponte, luego padres de Wal­te­rio José Pérez, quien más tarde adquir­ió parte del inmue­ble referi­do, jun­to con el doc­tor Ela­dio del Castil­lo (Azpar­ren, Raúl, 1972).

La casa natal del doctor Pablo Acosta Ortiz

Por la Calle Real, frente a la plaza de Alt­a­gra­cia, por la acera sur esta­ba la casa donde nació el 21 de mar­zo de 1864 (otros dicen que en 1865), el insigne médi­co Pablo Acos­ta Ortiz lla­ma­do “el mago del bis­turí”. Murió en París el 13 de febrero de 1914 a los 50 años de edad. La plaza de Alt­a­gra­cia lle­va su nom­bre, así como otros sitios e insti­tu­ciones de la ciu­dad y el país. Exis­tió una pla­ca alu­si­va en la     casa natal del doc­tor Acos­ta Ortiz, pero hoy se encuen­tra desaparecida. 

Colegio Nacional de Varones

Del lado oeste de esa vivien­da esta­ba ubi­ca­do el Cole­gio Nacional de Varones,      dec­re­ta­do por Páez 1833 y luego traslada­do e inau­gu­ra­do por don Mar­i­ano Raldíriz en 1838 a la sede que hoy ocu­pa el Cen­tro de His­to­ria Larense.

La primera imprenta 

Al frente del Cole­gio Nacional de Varones esta­ba la casa del señor José Gar­cía, donde en 1833 Pablo María Unda instaló la primera imprenta lle­ga­da a Bar­quisime­to y se editó “El Bar­quisimetano”, primer per­iódi­co que tuvo la ciu­dad, dirigi­do por el licen­ci­a­do Andrés Guiller­mo Alvizu. En esa mis­ma vivien­da se intro­duce la ter­cera imprenta en 1857, por parte de Fran­cis­co Javier de Mendoza

Casa de gob­ier­no de Barquisimeto

Primera Casa de Gobierno

En la esquina noroeste de la calle 22, esta­ba la casona de talante y empaque colo­nial que fue propiedad de la famil­ia Solaigne en 1832 y donde se instaló la primera Gob­er­nación de la provin­cia ejer­ci­da por don Bern­abé Planas y tam­bién exis­tió una escuela regen­ta­do por José Igna­cio Tira­do. En esa mis­ma casa de gob­ier­no tuvo lugar un escalofri­ante hecho san­gri­en­to como lo fue el asesina­to en su pro­pio despa­cho del gob­er­nador de la provin­cia y prócer Martín María Aguina­galde el 12 de julio 1854. Tam­bién fun­cionó en esa casa la sede de la Asam­blea Con­sti­tuyente del Esta­do en 1864.

La Casa de Balcón

Casa del balcón

En esa mis­ma cuadra, por la acera sur, esta­ba la Casa del Bal­cón, propiedad para ese entonces de don Ramón Cor­ral May­or, promi­nente hom­bre de nego­cios de la ciu­dad y patri­o­ta por con­vic­ción, que estu­vo al ser­vi­cio de la inde­pen­den­cia des­de 1810 en el ejérci­to del Mar­qués del Toro (Querales, R. 2010). En esa casa nac­ería años después el doc­tor José Gil For­toul en 1861. 

La tradi­ción oral man­teni­da has­ta nue­stros días da cuen­ta de dis­tin­tas situa­ciones y suce­sos referi­dos por his­to­ri­adores y cro­nistas entre dubita­ciones, certezas y silen­cios doc­u­men­tales por parte de Sil­va Uzcátegui, Giménez, MacPher­son, Sotel­do, Jiménez Arráiz, entre otros (Querales, R. op.cit, p. 171). 

El cro­nista de la Par­ro­quia Civ­il Cat­e­dral, Ricar­do Vale­cil­los, ofrece intere­santes datos acer­ca de la gra­ciosa con­tin­gen­cia de una dama de nom­bre Car­lota Cor­ral May­or (otros cro­nistas la nom­bran como María), de quien se decía que era furi­bun­da real­ista, pese a la condi­ción de ser hija de don Ramón Cor­ral May­or, con­no­ta­do patri­o­ta. La fémi­na venía cam­i­nan­do por la Calle Real rum­bo a su res­i­den­cia, luego de asi­s­tir a misa en el tem­p­lo de Alt­a­gra­cia, al mis­mo tiem­po que el Lib­er­ta­dor hacía el trayec­to con­trario acom­paña­do de sus edecanes.

En un pun­to de la vía la dama, sor­pren­di­da por el paso de la comi­ti­va, se dis­tra­jo un poco al ver tan lus­trosos mil­itares de bril­lantes galones y al bajar la acera da un traspié y casi cae a la calza­da, cosa que no llegó a suced­er gra­cias a que el Lib­er­ta­dor ráp­i­da­mente y en gesto de rau­da gala­nu­ra pudo sosten­er a la dama antes que se diera de bruces. Ella, sin saber quién era su solíc­i­to sal­vador, le agradece el gesto y lo invi­ta a entrar a su res­i­den­cia, la lla­ma­da Casa del Balcón. 

Luego de los corte­ses ofrec­imien­tos, la dama le pre­gun­ta quién era, a lo que el  Lib­er­ta­dor, pre­venido ya por sus ede­canes de las ten­den­cias políti­cas de la mujer, le respondió son­rien­do: “su archiene­mi­go Simón Bolí­var”, y ella le man­i­fi­es­ta, ante la pre­via acti­tud caballerosa y galante del Lib­er­ta­dor y un poco vol­uble­mente, que de aho­ra en ade­lante sería patri­o­ta y su más fiel seguidora. 

Acto segui­do les brindó alo­jamien­to a los ede­canes acom­pañantes del Lib­er­ta­dor, quien para esos momen­tos era pres­i­dente de la Gran Colom­bia, for­ma­da por Nue­va Grana­da, Venezuela y Ecuador. Tam­bién se dice, además, que la dicha dama bailó con Bolí­var en la casa donde este se alo­jó en la mis­ma Calle Real.

El Capitolio

En la esquina noroeste de la calle 23, el pres­i­dente del esta­do gen­er­al Jac­in­to Lara der­ribó una vie­ja casona y con­struyó la Casa de Gob­ier­no de dos plan­tas, demoli­do luego. El lla­ma­do Capi­to­lio como sede de La Casa de Gob­ier­no en Bar­quisime­to, fue con­stru­i­do por el pres­i­dente del esta­do gen­er­al Rafael María Velas­co, luego de der­rib­a­do el segun­do piso, en el perío­do de 1920 has­ta 1925. 

Era de amplios corre­dores con un gran patio cen­tral y fue inau­gu­ra­do el 19 de diciem­bre de 1922, ale­gra­do con un rum­boso baile ameniza­do por el músi­co valen­ciano Rafael Romero (padre de Alde­maro Romero, músi­co, com­pos­i­tor y direc­tor de orques­ta). En esta casa despachó el gen­er­al Eusto­quio Gómez has­ta el año 1933, cuan­do este con­struye el Pala­cio de Gob­ier­no de la calle 25 con car­rera 19, inau­gu­ra­do con otro baile que tocó la orques­ta Mavare el 19 de diciem­bre de 1933.

En el viejo edi­fi­cio quedó fun­cio­nan­do la Inspec­toría de Vehícu­los y el Cuar­tel de Policía. Años después se instaló la Jefatu­ra de Ser­vi­cio de Con­scrip­ción Mil­i­tar y luego fun­cionó la escuela Jiménez, pasan­do a ser luego pat­ri­mo­nio de FUNDALARA has­ta que en 1978 fue demoli­do para con­stru­ir la actu­al sede de la gob­er­nación. Esta notable casa de gob­ier­no duró en pie 56 años.

Bot­i­ca Olivares
En la bot­i­ca Oli­vares de don Fran­cis­co Anto­nio Bolaños se reunía una ter­tu­lia a la que con­cur­ría un selec­to grupo de la int­elec­tu­al­i­dad de Bar­quisime­to. En ese lugar tra­ba­jó en su juven­tud como asis­tente de Far­ma­cia el futuro doc­tor Lisan­dro Alvara­do, antes de trasladarse ca Cara­cas para con­tin­uar sus estu­dios de med­i­c­i­na. En uno de los escrito­rios de esa far­ma­cia escribió el bar­do José Par­ra Pine­da el poe­ma “El Semeruco”

El Cosmorama y el Vitascope

En esa mis­ma cuadra, a fines del siglo XIX, en 1875, la ciu­dad se divierte con las primeras man­i­festa­ciones del cine. Primero fue el cos­mora­ma, una caja cer­ra­da con unos grandes vidrios de aumen­to, que colo­ca­da con­ve­nien­te­mente a la luz del sol se veía una serie de fig­uras y cuadros móviles como paisajes, bar­cos nave­gan­do en el océano, vis­tas de tropas y sol­da­dos y otras más. Las imá­genes eran fijas, pero los cuadros se iban cambiando. 

El cos­to era de Bs. 0,25 la vista de cin­co min­u­tos. Más tarde viene el vitas­cope, ver­dadero pre­cur­sor del cin­e­mató­grafo, pues ya tiene fig­uras en movimien­to. Los que se quedan a ver pelícu­las del últi­mo inven­to de Edi­son ocur­ren al Vitas­cope, de Amat­to Bal­dasari, ubi­ca­do en la calle Lib­er­ta­dor diag­o­nal a la Bot­i­ca Oli­vares en una casa que qued­a­ba frente al antiguo Pala­cio de Gob­ier­no con­stru­i­do por el gen­er­al Jac­in­to Fabri­cio Lara. Como todo acon­tec­imien­to que causa sen­sación, nace la ref­er­en­cia urbana y ciu­dadana como suce­so ofi­cial dig­no de dejar huel­la y recuerdo.


Plaza Reha­bil­itación
Frente al la Casa de Gob­ier­no o Capi­to­lio, el gen­er­al Rafael María Velas­co con­struyó la sede del Con­ce­jo Munic­i­pal y delante de su facha­da se extiende la plaza Reha­bil­itación, hoy lla­ma­da Pedro León Torres.


La bot­i­ca donde no se daban ñapas y el primer árbol de Navi­dad

Más hacia el este, en el cruce de la car­rera 19 con calle 24 estu­vo la bot­i­ca de don Domin­go Fer­nán­dez, muy cono­ci­do en la ciu­dad por el avi­so que hizo colo­car en   su bot­i­ca que decía: “De pur­gas no se dan ñapas”. En esa mis­ma casa vivió la famil­ia Goetz, de ori­gen alemán, quienes colo­caron en 1902 el primer árbol de Navi­dad cono­ci­do en la ciudad.

El Club Unión

El más antiguo club del que se ten­ga noti­cias en nues­tra ciu­dad, como el primer cen­tro de entreten­imien­to, fue el Club Unión, fun­da­do en 1905. En él hacía vida social la aris­toc­ra­cia bar­quisimetana a comien­zos del gome­cis­mo. El cro­nista Her­mann Gar­men­dia señala donde fun­cionó: “en una casa de con­struc­ción reciente ubi­ca­da en la calle Lib­er­ta­dor entre las calles Cat­e­dral y Lara (actual­mente car­rera 19 entre calles 23 y 24); quiénes podían ingre­sar: en el Club unión se con­gre­gan las clases dominantes (…). 

Es el úni­co cen­tro cla­sista de expan­siones sociales”; y la dis­tin­ción que sig­nifi­ca­ba pertenecer a él: “Ser miem­bro de este cen­tro social con­sti­tuye un hon­or” (Gar­men­dia, Her­mann, 1995). Y no era para menos. En el Club Unión solo entra­ban los lla­ma­dos “Hom­bres de Tra­ba­jo”, como los denom­ina­ba el pres­i­dente de la repúbli­ca Juan Vicente Gómez. “Hom­bres de Tra­ba­jo” sig­nifi­ca­ba: aque­l­los que no tenían las malas e impúdi­cas ideas de alzarse con­tra el gob­ier­no. No en vano el nom­bre de ese club aparecía en el famoso lema guber­na­men­tal de “Unión, Paz y Tra­ba­jo”. Este club cesó en sus fun­ciones hacia 1939.

Primera sede de La Salle

Primera sede del Colegio La Salle

Media cuadra hacia el oeste, por la acera sur, el gen­er­al Juan Jac­in­to Lara había estable­ci­do en una casa situ­a­da en la hoy car­rera 19 entre calles 24 y 25, la sede de los poderes públi­cos, luego cuar­tel y hos­pi­tal mil­i­tar. En 1913 estu­vo la primera sede del cole­gio La Salle, luego el hotel Pérez Cor­rea, y más tarde el hotel Uni­ver­sal y Martini.

La Francia

Hotel La Francia

Una cuadra hacia el oeste por la acera norte se encuen­tra el edi­fi­cio La Fran­cia, donde fun­cionaron botiquines, casas de juego, la agen­cia del Ban­co Nacional que duró has­ta 1844 y un hotel donde se hospedaron artis­tas con sus agru­pa­ciones teatrales de zarzue­las como Matilde Rue­da, Blan­ca Matrás Casa­do, Emma Sol­er, la Pra­do Bor­re­jón, Elvi­ra Andreani, Lupi­ta Rivas Cacho, Mar Lulú González y Luisa Boroni. Para fines del siglo XIX se destapó la primera botel­la de cerveza que se cono­ció en la ciudad.

El Palacio de Gobierno

En la esquina sur este, diag­o­nal al edi­fi­cio Fran­cia, exis­tió una bar­ra­ca donde fun­cionó un teatro impro­visa­do, propiedad de don Ramón Cor­ral May­or, padre de Car­lota o María Cor­ral May­or. Años después en ese sitio hubo una casa donde nació el músi­co Anto­nio Car­ril­lo. El Pala­cio de Gob­ier­no fue comen­za­do a con­stru­ir en ese mis­mo lugar durante la admin­is­tración de Gob­ier­no de Cipri­ano Cas­tro, ter­mi­na­do después por Eusto­quio Gómez.

Pala­cio de gobierno

Teatro Juares

En la esquina suroeste de la calle Lib­er­ta­dor con calle 25 se con­struyó el Teatro     Juares. En el ter­reno donde más tarde se con­stru­iría el teatro existía una pequeña casa de bahareque y un cor­ral de chivos, propiedad de don Juan Manuel Álamo, quien la vendió por 10.000 bolí­vares a la Jun­ta de Fomen­to de Teatro de Bar­quisime­to en 1891. En esa casa había fun­ciona­do la tipografía de los Her­manos Álamo y donde se editó El Mon­i­tor, primer per­iódi­co diario que cir­culó en nues­tra ciudad

La casa de los patriotas Ramos

Casa de los Ramos

Una cuadra más hacia el oeste, por la acera sur, en el sitio que ocupó más tarde el Cen­tro Social, exis­tió una casa, que, adquiri­da por el Lib­er­ta­dor, fue obse­quia­da a Jose­fa Anto­nia Pérez de Ramos, viu­da de uno de sus ofi­ciales muer­tos en la batal­la de Tier­ri­tas Blan­cas en 1813 y madre de los patri­o­tas José del Rosario, José María, José Gre­go­rio, José Anto­nio y José del Car­men Ramos Rum­bos, muer­tos en dis­tin­tos cam­pos de batal­la por la independencia.

El Centro Social

El Cen­tro Social, ubi­ca­do en la car­rera 19 esquina de la calle 26, fue fun­da­do el 13 de febrero de 1921 y estu­vo con­for­ma­do por pro­fe­sion­ales jóvenes y sec­tores de la bur­guesía, algunos incon­formes con el rég­i­men gomecista, por lo que exhibían una men­tal­i­dad lib­er­al y pro­gre­sista, lo que provocó que Juan Vicente Gómez los tildara de con­spir­adores. Se cel­e­bra­ban car­navales con com­parsas, se proyecta­ban pelícu­las, bailes con la orques­ta Billo’s Cara­cas Boys (1943) y con­tó con un equipo de bás­quet­bol femeni­no (algo insól­i­to en la época). Tam­bién fun­cionó el lla­ma­do “Club de Solteros” y se otorgó un pre­mio espe­cial en la Gran Feria Exposi­ción de 1940. Para 1948 se con­sti­tuyó una sociedad civ­il para la ven­ta de    acciones a mil bolí­vares cada una con el fin de con­stru­ir un “sun­tu­oso edificio”.

El Eco Industrial
El per­iódi­co Eco Indus­tri­al, fun­da­do el 1 de noviem­bre de 1896 por don Loren­zo Álvarez fun­ciona­ba en una casa frente al Cen­tro Social, en la acera norte

La Mesa Alemana

En Bar­quisime­to exis­tió la Mesa Ale­m­ana, un club que fre­cuenta­ba la colo­nia ale­m­ana, fun­da­da en 1921 por altos emplea­d­os de la casa Blohm en nues­tra ciu­dad, ubi­ca­da en la esquina suroeste lla­ma­da de las Gradil­las (hoy car­rera 19 diag­o­nal al antiguo Cen­tro Beco, hoy Cen­tro Com­er­cial Social­ista I). Raúl Azpar­ren (op. cit,)  ofrece   detalles de los fun­dadores: H. Thor­manhlem Riehl, H. Thiel, W.Flor y Max Eck­stein. Más tarde se agre­garon E. Scho­noe­gass, B. Sydow, J. Van Belen y W. B. Tay­lor (que no era alemán, sino curazoleño).

Crea­da como un cen­tro de recreación y esparcimien­to, en este club se conocieron por vez primera los jue­gos de ten­nis y la primera can­cha de boliche (bowl­ing) de nueve palos. La Mesa servía tam­bién como res­i­den­cia y dor­mi­to­rio para algunos tra­ba­jadores de Blohm, de lo que se desprende que era un club sin for­mal­is­mos como lo tenían otros de la ciudad.

Se bebía cerveza ale­m­ana, se juga­ba a las car­tas y se escuch­a­ba y se toca­ba músi­ca ale­m­ana con sin­fonía o armóni­ca, como por ejem­p­lo Ada Du Mein Lieb Vaber­land. Había comi­da ale­m­ana enlata­da de ese país y se real­iz­a­ban bailes folk­lóri­cos como el vals vienés. Cuan­do estal­ló la II guer­ra mundi­al muchos de los ale­manes que  había en Bar­quisime­to, no sólo los emplea­d­os de Blohm, sino otros que eran    mecáni­cos y agricul­tores, debieron irse de la ciu­dad para ocul­tarse de la lla­ma­da “Lista Negra”, exten­di­da por todo el mun­do, por temor a ser persegui­dos y toma­dos como agentes de Adolf Hitler. Por este moti­vo, La Mesa tuvo que cer­rar en 1939.

En tiem­pos más mod­er­nos bor­de­an­do la plaza de Alt­a­gra­cia, están las casas de los Ben­saya-Briceño, los Palavici­ni y los Puli­do-Ramos hacia la calle Com­er­cio con Fal­cón, diag­o­nal al sem­piter­no mer­ca­do de Alt­a­gra­cia En la mis­ma Lib­er­ta­dor, entre las calles Sucre y Planas se encon­tra­ban los Arráez, los Ara­pé con el gabi­nete ópti­co de don Pablo, que asoma­ba por la ventana.

Cen­tro Social

Los gen­erosos espa­cios de los Gar­cía, donde fun­ciona­ba la Acad­e­mia de Com­er­cio “El Futuro Emplea­do”, con el ince­sante repi­quetear de las máquinas de escribir “Rem­ing­ton”. Por el flan­co izquier­do se situ­a­ba la casa del may­or Juan Anto­nio Tovar, coman­dante mil­i­tar del regimien­to de reclu­tas en la vie­ja edi­fi­cación del Capitolio.

Al frente se encon­tra­ba la escueli­ta de las Gar­cía Soron­do, hijas del acau­dal­a­do hacen­da­do español don Ser­a­pio Gar­cía, abne­gadas edu­cado­ras que dedi­caron la vida entera a la enseñan­za de varias gen­era­ciones de bar­quisimetanos. Del lado oeste la casona de los Gar­men­dia Graterón, se situ­a­ba la casa natal de los escritores Her­mann y Sal­vador Gar­men­dia, fres­co jardín de poesía y olor a café, libros y sueños, que invita­ban a con­tin­uar por este imag­i­nario paseo en medio de las sabrosas ter­tu­lias sobre las memo­rias de Barquisimeto.

Hoy, La Calle Real, de ori­gen colo­nial, es la res­o­nan­cia indo­lente de las múlti­ples cirugías que se le han hecho a la ciu­dad, que se recorre sin per­catarse de sus antiguas trazas fraguadas en la his­to­ria, de casas per­di­das, que hoy son cosas de los andares extravi­a­dos y mal cono­ci­dos por el más común de los viandantes.


REFERENCIAS

Daniel Oto-Per­alías ¿Qué nos dicen los nom­bres de las calles y por qué es intere­sante para las cien­cias sociales? 19-04-2018 en Nada es gratis [Doc­u­men­to en línea]. Disponible: https://nadaesgratis.es/admin/que-nos-dicen-los-nombres-de-las-calles-y-por-que-es-interesante-para-las-ciencias-sociales  (Con­sul­ta: 18-10-2020).

Gar­men­dia, Her­mann (1995). Pre­gun­tas y respues­tas en el mun­do 1935–1938. Bar­quisime­to.
Gar­men­dia, Omar. (2018). Memo­ria aje­na. Bar­quisime­to, cotid­i­an­idad y cróni­ca. Bar­quisime­to: La Utopía Conc­retable Ediciones.
Querales, Ramón (2010). Repara­ciones a la his­to­ri­ografía del esta­do Lara. Bar­quisime­to: Con­ce­jo Munic­i­pal de Irib­ar­ren. Ofic­i­na del Cronista.
Real Acad­e­mia Españo­la (2019). Dic­cionario de la Lengua Españo­la, 23 ed. [Doc­u­men­to en línea]. Disponible: 

https://dle.rae.es/ (Con­sul­ta: 18-10-2020)
Sotel­do, Eliseo (1952). Cróni­cas de Bar­quisime­to 1801–1854. Cara­cas: Edi­to­r­i­al Ávi­la Gráfica.
Vale­cil­los, M. Ricar­do. Cro­nista de la Par­ro­quia Civ­il Cat­e­dral. Comu­ni­cación per­son­al por Facebook

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