La consigna del general Jacinto Lara
Omar Garmendia
Cronista y escritor
(Tradiciones en salsa verde de Ricardo Palma, 1904)
Ricardo Palma, nació en Lima, Perú, el 7 de febrero de 1833 y falleció el 6 de octubre de 1919 en su ciudad natal a los 86 años.
Fue un escritor costumbrista y tradicionalista, lexicógrafo, periodista, político, autor de relatos de ficción histórica reunidos en el libro Tradiciones peruanas, obra con la que más se le conoce.
Fue un prolífico autor de prosa, poesía y teatro desde 1848 y otros escritos publicados en periódicos de la época de índole crítica y humorística, tanto nacionales como extranjeros.
También cultivó el género histórico. Como lingüista fue presidente de la Academia Peruana de la Lengua desde su fundación en 1887, con obras como Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicográficas (1903)
Tradiciones en salsa verde fue una obra independiente que no llegó a imprimirse en vida del autor, aunque manuscritas y transcritas entre 1901 y 1904, solo llegaron a ser conocidas entre un círculo muy reducido de personas de la entera confianza del autor. Se trataba de una obra con textos “subidos de color”, con pinceladas de lenguaje procaz y picante, escabroso y obsceno, de acuerdo con la moralidad imperante de esos años, lo que justificaba la advertencia que hace el propio Ricardo Palma en un manuscrito que le obsequiara a su amigo Carlos Basadre de guardar “la discreción de no consentir que sean leídas por gente mojigata, que se escandaliza no con las acciones malas sino con las palabras crudas”. Quedó, pues, esta obra condenada a la clandestinidad y lo prohibido.
A esa obra pertenecen relatos sobre varios venezolanos, entre ellos La consigna de Lara, donde se cuenta las pintorescas peripecias y procacidades verbales del prócer venezolano Jacinto Lara, presentando con humor el contraste de la torpeza de este frente a la fuerte personalidad y corrección idiomática de Simón Bolívar, con su comprensión y actitud reprobatoria ante el hecho.
A continuación, se presenta un fragmento de dicha tradición:
Un domingo, en momentos que Bolívar iba a montar en el coche, llegó Lara a Palacio y el Libertador le dijo:
-Acompáñame, Jacinto, a hacer algunas visitas, pero te encargo que estés en ella más callado que un cartujo, porque tú no abres la boca sino para soltar alguna barbaridad; conque ya sabes, tu consigna es el silencio; tú necesitas aprender oratoria en escuela de sordomudos.
-Descuida, hombre, que sólo quebrantaré la consigna en caso que tú me obligues. Te ofrezco ser más mudo que campana sin badajo.
Después de hacer tres o cuatro visitas ceremoniosas, en las que Lara se mantuvo correctamente fiel a la consigna, llegaron a una casa en la que fueron recibidos, en el salón, por una limeñita, de esas de ojos tan flechadores que, de medio a medio, le atraviesan a un prójimo la autonomía.
-Excuse usted, señor general, a mi hermana, que se priva de la satisfacción de recibirlo porque está en cama desde anoche en que dio a luz dos niños con toda felicidad.
-Lo celebro ‑contestó el Libertador‑, bravo por las peruanitas que no son mezquinas en dar hijos a la patria. ¿Qué parece, Lara?
El llanero, por toda respuesta, gruñó:
-¡Hum…Hum!
Bolívar no se dio por satisfecho con el gruñido, e insistió:
-Contesta, hombre… ¿en qué estás pensando?
-Pues con su venia, mi general, y con la de esta señorita, estaba pensando…en cómo habrá quedado el coño de ancho, después de tal parto.
-¡Bárbaro! ‑exclamó Bolívar, saliendo del salón más que de prisa.
-La culpa es tuya y no mía. ¿Por qué me mandaste a romper la consigna? Yo no sé mentir y largué lo que pensaba.
Desde entonces el Libertador quedó escarmentado para no hacer visitas acompañado de don Jacinto.
FUENTE:
Palma, Ricardo (2007). Tradiciones en salsa verde y otros textos. Presentación de Alberto Rodríguez Carucí. Caracas: Biblioteca Ayacucho