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La extraña muerte de Eustoquio Gómez durante pugna por el poder en Venezuela

Luis Alberto Perozo Padua
Periodista y cronista
luisalbertoperozopadua@gmail.com
IG/TW: @LuisPerozoPadua

Primo del dictador Juan Vicente Gómez, presidente del estado Lara, y prominente miembro de un clan que se repartía a Venezuela como una hacienda familiar, Eustoquio Gómez quedó atrapado entre una multitud que quería lincharlo y las balas palaciegas de sus adversarios. La pugna por suceder al recién muerto “Benemérito” es un capítulo poco conocido de la historia de este país de autócratas


Eusto­quio Gómez llegó a la políti­ca tras la par­tic­i­pación de la famil­ia Gómez en la inten­tona de Cipri­ano Cas­tro en 1892, cuan­do apo­yaron los deseos con­tinuis­tas de Andueza Pala­cios, con­tra la Rev­olu­ción Legal­ista lid­er­a­da por el gen­er­al Joaquín Cre­spo. Esto, les val­ió el exilio.

 


El gen­er­al Eusto­quio Gómez, pres­i­dente del esta­do Lara y pri­mo her­mano del dic­ta­dor Juan Vicente Gómez, pres­i­dente de Venezuela. Archi­vo Diario EL IMPULSO

 

 

 

 

 

Eusto­quio nació el 2 de noviem­bre de 1868, en la hacien­da La Mulera. Hijo de Fer­nan­do Gómez y de Trán­si­to Pra­to (era pri­mo her­mano de Juan Vicente Gómez). A raíz del alza­mien­to del gen­er­al José Rafael Gabaldón, en abril de 1929, es nom­bra­do pres­i­dente del esta­do Lara, car­go que ocupó has­ta diciem­bre de 1935. 

Al morir Juan Vicente Gómez, en diciem­bre de 1935, aspi­ra con vehe­men­cia la pres­i­den­cia de la Repúbli­ca, pero la des­i­gnación en ese car­go de Eleazar López Con­tr­eras frus­tra sus deseos de poder.

Entra tarde al ruedo

Eusto­quio entró tarde y además enfer­mo y sin cuar­tel en la puja suce­so­ral del clan con­for­ma­do por su pri­mo Juan Vicente. Des­gas­ta­do esta­ban ya tras 35 años en el poder, pero pese a eso, en una reunión no tan sec­re­ta, acor­daron que la joya petrol­era no podía ser arrebata­da, sin embar­go, el impe­rio aceit­ero norteam­er­i­cano ya se movía enér­gi­ca­mente al saber del del­i­ca­do esta­do de salud del Benemérito.

Juan Vicente Gómez se negó en vida a des­ig­nar suce­sor para el trono en Venezuela, lo que desató luchas intesti­nas durante su larga agonía y después de su muerte

A juicio del bió­grafo Temís­to­cles Salazar, el gen­er­al Eusto­quio Gómez pade­ció de una desmemo­ria fatal al pen­sar más en las intri­gas palac­i­e­gas, famil­iares y cuar­te­lar­ias, que en la ver­dadera con­spir­ación deriva­da del petróleo.

El mal cál­cu­lo de Eusto­quio lo hundió en el pasa­do donde der­rota­ba inva­siones y alza­mien­tos, mien­tras que López Con­tr­eras, que no enfren­tó ni una sola, se apoderó de la sil­la presidencial.

Cuan­do el Ben­eméri­to decide renun­ciar en 1929, a la pres­i­den­cia, man­da lla­mar a Dió­genes Escalante, su emba­jador petrolero, y con­ver­san en 1931, pero a últi­ma hora el dic­ta­dor decidió quedarse y despacha al diplomáti­co, quien tenía estre­chos lazos con López Con­tr­eras y con la poderosa Roy­al Dutch Shell, con asien­to en Lon­dres y con grandes intere­ses en Venezuela.

El petróleo como 
motor de la historia

En esa puja de poder suce­so­ral, no solo com­piten Eusto­quio y López Con­tr­eras, sino tam­bién el gen­er­al Vin­cen­cio Pérez Soto, naci­do en el esta­do Lara (El Tocuyo el 24 de julio de 1883), sino tam­bién Velaz­co Ibar­ra, jefe de la Guar­ni­ción Mara­cay, hom­bre de extrema con­fi­an­za del gen­er­al pres­i­dente. Igual­mente desta­can Félix Galavís, León Jurado.

Para 1933 ya Venezuela pro­ducía el 10% de la indus­tria petrol­era mundi­al, razón por la cual las man­io­bras esta­dounidens­es se inten­si­fi­caron «lle­gan­do a la con­clusión que López Con­tr­eras defend­ería con fuerza y legit­im­i­dad políti­ca los grandes intere­ses petroleros en juego».

Entre la telaraña cuida­dosa­mente teji­da por intere­ses pro­pios y extraños, se movía Eusto­quio, solo, pues ape­nas el sinie­stro Indio Tara­zona le hace lob­by en las man­io­bras cuartelarias.

 

Eleazar López Contreras

La estocada final

Para ais­lar defin­i­ti­va­mente a Eusto­quio y der­ro­tar­lo en sus «capri­chosas pre­ten­siones», López Con­tr­eras se gana la con­fi­an­za del gen­er­al Pedro Alcán­tara Leal, coman­dante jefe de la Guar­ni­ción del Táchi­ra, así como tam­bién se cuadra con la Guar­ni­ción de Puer­to Cabel­lo; además dispone ya de la leal­tad de Pérez Soto y Félix Galavís.

Igual­mente dividió a la famil­ia del Ben­eméri­to, lo que deter­minó el quiebre del pri­mo cod­i­cioso a pesar de que en las Guar­ni­ciones de los esta­dos Lara, Por­tugue­sa y Bari­nas, pre­sun­ta­mente esta­ban bajo las influ­en­cias de Eustoquio.

«A nosotros los Gómez nos toca el man­do porque lo ganamos», era el lema de Eusto­quio, quien además garan­ti­z­a­ba la con­tinuidad. «Aquí nadie va a expropi­ar lo que nos pertenece, tam­poco nos saque­arán las casas, ni nos perseguirán ni mucho menos nos apre­sarán», repetía con insis­ten­cia, dueño de ese sen­tir porque él era el Gómez con «más guáramo para enfrentar lo que venía».

Fatal destino

En las horas postr­eras del dic­ta­dor, Eusto­quio resolvió jugarse el des­ti­no. Emprende via­je des­de Bar­quisime­to a Mara­cay, dejan­do encar­ga­do de la pres­i­den­cia de aquel esta­do al doc­tor Car­los Siso.

Tam­bién encar­ga sus asun­tos per­son­ales y lo con­cerniente a la con­spir­ación a Eloy Mon­tene­gro, jefe civ­il de Bar­quisime­to, quien es detenido por orden de López Con­tr­eras en el ínterin con una car­ta de Eusto­quio fecha­da en Mara­cay el 15 de diciem­bre de 1935, dos días antes de fal­l­e­cer Gómez, en donde asien­ta el parte del entra­ma­do para hac­erse del poder.

Para la fecha, mezquina­mente Gómez no deja­ba herederos en el trono, esce­nario que provo­ca­ba hon­da incer­tidum­bre y desasosiego entre los lla­ma­dos «legionar­ios de Gómez», que tenían mucho que perder en aquel juego de poderes. 

Eusto­quio Gómez rodea­do del clero

Un golpe fallido

Atribu­la­do Eusto­quio se lan­za sobre el poder ame­nazan­do al min­istro de Guer­ra con dos batal­lones en Lara al tiem­po que López Con­tr­eras gira instruc­ciones de arrestar a Tara­zona, que es detenido por Julio Muril­lo cuan­do regresa­ba de Barquisimeto.

Otros jefes mil­itares tam­bién fueron reduci­dos a prisión, descal­abran­do el engreimien­to de Eusto­quio, quien jamás vio que su ver­dadero ene­mi­go fue el poder petrolero esta­dounidense, y que éstos esper­aron pacientes para cobrar­le su con­duc­ta sub­ver­si­va y hos­til cuan­do fue el man­damás del esta­do Táchira.

Revuelta popular

Entre­tan­to Eusto­quio seguía osten­tan­do el car­go de pres­i­dente del esta­do Lara, región que no esperó el enfri­amien­to del cuer­po del dic­ta­dor para man­i­fes­tar con ardor la lib­er­tad de los pre­sos políti­cos, saque­an­do algu­nas propiedades de los Gómez y sus allegados.

En los días suce­sivos, se inten­si­f­i­can las man­i­festa­ciones pop­u­lares a lo largo y ancho del país, y en Car­cas pidieron la cabeza del gob­er­nador Rafael María Velas­co que, al ver aque­l­la trage­dia de muer­tos y cien­tos de detenidos tras la bru­tal repre­sión, escapó refugián­dose en Curazao.

Durante las exe­quias al gen­er­al pres­i­dente fal­l­e­ci­do, López Con­tr­eras llegó al funer­al escolta­do de su plana may­or, lo que enfure­ció a Eusto­quio, retirán­dose intem­pes­ti­va­mente del recinto.

«¡Qué frío, qué frío tan horrible!»

Resuel­to a depon­er a López Con­tr­eras, Eusto­quio se aven­tu­ra, acom­paña­do de su her­mano Fer­nan­do y su cuña­do Leopol­do Briceño Tor­res, plan­tarse en Miraflo­res y enfrentar al nue­vo pres­i­dente, pero como López Con­tr­eras despach­a­ba des­de el Min­is­te­rio de Guer­ra, has­ta allá fue con­duci­do Eusto­quio por algunos per­son­eros de la nue­va admin­is­tración, en medio de una ten­sa calma.

Lo recibe Félix Galavís, nue­vo gob­er­nador de Cara­cas. Cier­ta­mente logró con­ver­sar con el nue­vo dig­natario nacional, negán­dose a dos prop­ues­tas for­mu­ladas por López Con­tr­eras: que se ale­jara de la políti­ca y se reti­rara a vivir plá­ci­da­mente en Curazao.

Sal­ió ira­cun­do del despa­cho pres­i­den­cial y se dirigió al edi­fi­cio de la Gob­er­nación del Dis­tri­to Fed­er­al, para desafi­ar a Galavís y exi­gir le entregue el man­do, pero al lle­gar se tropezó con una agi­ta­da mul­ti­tud que, al recono­cer­lo inten­taron lin­char­lo, por lo que Eusto­quio se les enfren­tó espetán­doles: «¡Todavía hay Gómez vivos, cara­jo; máten­me si se atreven!».

Las cróni­cas rela­tan que el gen­er­al Félix Galavís, per­suadió a Eusto­quio aban­donar el recin­to escolta­do, pero éste ahoga­do en ira, se negó y profir­ió con deter­mi­nación: «¡Yo no me voy!».

Don Eusto­quio Gómez con su famil­ia hacia 1930

Entre las balas 
y el linchamiento

Fue entonces cuan­do el gob­er­nador de Car­cas le infor­mó que por órdenes de López Con­tr­eras sería detenido y expul­sa­do a Curazao, pero Eusto­quio se opu­so. Hubo un vio­len­to force­jeo, para desar­mar a Eusto­quio que ya había saca­do su revolver, se escucharon dis­paros y Eusto­quio cayó al sue­lo mor­tal­mente herido.

En medio del estu­por, lograron alzar­lo y lo colo­caron en un catre; al poco rato lle­garon los médi­cos, pero el tumul­to enarde­ci­do gri­ta­ba que no los dejarían pasar, que Eusto­quio no merecía vivir.

Envuel­to en mor­ta­jas, fue traslada­do y enter­ra­do en secre­to en el Cemente­rio Gen­er­al del Sur la madru­ga­da del 22 de diciem­bre. Sola­mente le acom­pañaron a su últi­mo des­ti­no, Eloy Mon­tene­gro y un vehícu­lo reple­to de fun­cionar­ios de la policía.

Su hijo Eusto­quio Gómez Vil­lamizar, declaró que su padre solo fue a salu­dar al Gob­er­nador y allí fue muer­to aprovechan­do la con­fusión que rein­a­ba ante la caí­da del rég­i­men gomecista para apartar­lo del camino hacia la suce­sión presidencial. 

La noticia de EL IMPULSO

Gen­er­al Eusto­quio Gómez, pres­i­dente del esta­do Lara

El diario EL IMPULSO, en su segun­da edi­ción del 21 de diciem­bre de 1935, en primera pági­na difundió el ter­ri­ble suce­so: «Pre­sos Eusto­quio Gómez, su her­mano y sus adic­tos». En otro pár­rafo este per­iódi­co acen­túa «… por cul­pa­bil­i­dad en un movimien­to subversivo».

El rota­ti­vo pub­li­ca el 23 de diciem­bre de ese año, en primera plana «la sen­sa­cional noti­cia» de la muerte de «… quien has­ta ese momen­to y des­de hacía casi siete años desem­peña­ba la pres­i­den­cia del Esta­do, en donde ha deja­do ingra­to recuer­do y jus­ti­fi­ca­dos resen­timien­tos por sus despóti­cas arbi­trariedades y sus punibles abu­sos que ensom­bre­cen la innegable obra de pro­gre­so que real­izó y arro­jan sobre su memo­ria tremen­das responsabilidades». 

Este per­iódi­co con­fronta­ba las ideas dic­ta­to­ri­ales y tiráni­cas de Eusto­quio Gómez, pero igual­mente recono­ció, en medio de la noti­cia, la obra de infraestruc­tura ade­lan­ta­da por su gob­ier­no en Lara.


Fuente: Temís­to­cles Salazar. Eusto­quio Gómez. Bib­liote­ca Biográ­fi­ca Vene­zolana. Vol­u­men 118. El Nacional-Fun­dación Ban­car­ibe. Cara­cas, mayo de 2010.
Reinal­do Rojas. de Varique­ceme­to a Bar­quisime­to. Siete Estu­dios Históri­cos. 2002
Archi­vo del Diario EL IMPULSO Bar­quisime­to, 21 de diciem­bre de 1935

CorreodeLara

Esᴛᴀ́ ᴜsᴛᴇᴅ, ᴅɪsᴛɪɴɢᴜɪᴅᴏ ʟᴇᴄᴛᴏʀ, ᴇɴ ᴛᴇʀʀɪᴛᴏʀɪᴏ ᴅᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ, ᴅᴇ ʜᴏᴍʙʀᴇs ᴄɪᴠɪʟɪsᴛᴀs, ʏ sᴏʙʀᴇ ᴛᴏᴅᴏ, ᴅᴇ ɢʀᴀɴᴅᴇs ᴀᴄᴏɴᴛᴇᴄɪᴍɪᴇɴᴛᴏs ϙᴜᴇ ᴍᴀʀᴄᴀʀᴏɴ ᴜɴ ʜɪᴛo

6 comentarios en «La extraña muerte de Eustoquio Gómez durante pugna por el poder en Venezuela»

  • Qué sabroso es leer la his­to­ria real de las cosas , sobreto­do cuan­do es escri­ta por quien la conoce y escri­ta por quién lit­er­ari­a­mente sabe hac­er­lo como un rela­to inolvid­able. Gra­cias por este escrito. Devo­to de su amis­tad, Miguel Octavio Sosa Palaviccini

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  • Que for­ma tan intere­sante de cono­cer la his­to­ria de Venezuela. Gracias!

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  • Exce­lente, quiero saber más de nues­tra his­to­ria , saludos

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    • Muchas gra­cias por su con­sid­eración. Te invi­ta­mos a seguirnos por las redes sociales como @CorreodeLara. Salu­dos cordiales

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  • y luego esta­mos los vil­lamizar 4 o 5 gen­era­ciones despues hijos de la primera mujer que embara­zo y no nos recono­cio asi que no somos gomez solo villamizar(y si somos hijos de la her­mana de su “esposa legal”. y todos ten­emos el mis­mo tem­ple y car­ac­ter. nadie sabe mejor la his­to­tia q la mis­ma familia

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