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La pintura Colonial, los primeros pasos de un arte religioso en Lara

Freddy Torrealba Z.
Escritor e investigador

La pintura del período de la Colonia en el estado Lara está a la altura del progreso alcanzado en las regiones de Mérida, Maracaibo, Valencia, San Cristóbal, Isla de Margarita, San Carlos y Caracas. De esa manera ocupa un lugar privilegiado gracias a la actividad de sus gestores que le imprimieron un sello particular


Pero ese pro­ce­so es difer­ente al resto del con­ti­nente amer­i­cano dado que Venezuela esta­ba desconec­ta­da de las cul­turas de los otros pueb­los, entre éstas la inca y azteca. El mis­mo reg­is­tra un notable retra­so por la lenti­tud con que se desar­rol­la tal vez por nues­tra condi­ción de Cap­i­tanía Gen­er­al sin la pri­or­i­taria aten­ción de la Coro­na españo­la. Sus antecedentes lo con­sti­tuyen las telúri­c­as y prísti­nas piezas de arcil­la creadas por los indí­ge­nas que se desplaz­a­ban por aquel inmen­so ter­ri­to­rio antes de la Cap­i­tanía Gen­er­al, Provin­cia, Nación y República.

Inmac­u­la­da Con­cep­ción: Fecha: Finales s. XVII Dimen­sión: 150 x 109 cm. / mar­co: 193 x 153 cm. Igle­sia de San Miguel de Boconó, Esta­do Tru­jil­lo. Restau­ra­do por Car­los Duarte y Doña Mer­cedes Hur­ta­do de Ghi­naglia en 1965

Un arte impor­ta­do        

La pin­tu­ra es un arte impor­ta­do por los con­quis­ta­dores a Venezuela en un pro­ce­so muy pau­sa­do por el devenir de los acon­te­ceres que le dieron ori­gen, evolu­ción y for­ma. El primer pin­tor venido de España es Tomás de Cocar quien arri­ba a Coro en 1602. En ese momen­to éramos una provin­cia en camino hacia la Cap­i­tanía Gen­er­al a par­tir de 1777.

Des­de la cap­i­tal fal­co­ni­ana se ini­cia la pen­e­tración del ter­ri­to­rio vene­zolano por el occi­dente. Así se establece una ruta que con­duce a tier­ras de El Tocuyo pasan­do por Agua­da Grande, Caro­ra y Curarigua. A la mis­ma se le conocía como “Ruta de la Sal” por su inten­sa activi­dad comercial. 

De la plás­ti­ca españo­la son evi­dentes en Venezuela las car­ac­terís­ti­cas de lo reli­gioso impuesto por la Igle­sia. Igual­mente, mist­i­cis­mo y ascetismo cul­ti­va­dos por Muril­lo y El Gre­co. Tam­bién el “tene­bris­mo” con fon­dos opa­cos. La pin­tu­ra con­sti­tuye una her­ramien­ta comu­ni­ca­cional ide­al en aquel ambi­ente donde pre­dom­ina­ba un ele­va­do índice de anal­fa­betismo en el orden del 90%.

Los gestores

Entre los sig­los XVI y XVIII tiene impul­so este género artís­ti­co en El Tocuyo y Venezuela. El Tocuyo tiene el priv­i­le­gio de ser uno de los tres cen­tros donde tiene lugar jun­to a Cara­cas y Méri­da. La fecha de ini­cio de este género artís­ti­co en Lara tiene como ref­er­en­cia la apari­ción del Pin­tor del Tocuyo en el año 1682. Éste osten­ta una abun­dante pro­duc­ción de obras que ron­da las 100. Eso sucede 137 años después de la fun­dación de El Tocuyo por Juan de Car­va­jal en 1545.

El méri­to de este tocuyano con­siste en que no se con­for­mó con realizar repro­duc­ciones de los graba­dos impor­ta­dos de España. Fue capaz de pen­e­trar por los para­jes de una inge­niosa inven­ti­va que lo con­vir­tió creador de un arte con ras­gos orig­i­nales, pese a la situación des­fa­vor­able en que se encon­tra­ba dado su ais­lamien­to del mun­do inte­ri­or y exterior.

Sus obras pic­tóri­c­as pre­sen­tan una sin­gu­lar belleza por su destreza para el mane­jo de las artes plás­ti­cas de su momen­to, evi­den­cia de su innegable tal­en­to. Al Pin­tor de El Tocuyo lo acom­pañan en estas activi­dades el Pin­tor de Rebolle­do tam­bién en El Tocuyo. El Pin­tor de Por­ras igual­mente en El Tocuyo. Tam­bién el escul­tor cono­ci­do como El Tocuyano. Hay que agre­gar a var­ios arte­sanos anón­i­mos que cumpli­eron con sim­i­lar labor.

A las atrac­ti­vas pin­turas de estos cul­tores, se suman los her­mosos retab­los en los altares de los tem­p­los que deslum­braron al obis­po Mar­i­ano Martí en su visi­ta al esta­do Lara en 1776. Este hecho es por demás sig­ni­fica­ti­vo pues demues­tra la alta fac­tura de esas crea­ciones. Recordemos que el prela­do Martí era una per­sona cul­ta cono­ce­do­ra de la materia.

Lo filosó­fi­co y religioso

Durante el Renacimien­to la temáti­ca reli­giosa es desplaza­da del interés de los pin­tores. Es cuan­do la Igle­sia reac­ciona con el bar­ro­co sig­nadas por lo reli­gioso acom­paña­do de diver­sos sen­timien­tos y emo­ciones. Se tra­ta de una pin­tu­ra ale­ja­da de los moldes rig­urosos del Medioevo.

Vir­gen del Rosario: Fecha: Finales s. XVII, prin­ci­p­ios s. XVIII Dimen­sión: 148 x 113 cm. (1964) / 150 x 113.5 cm. / mar­co: 170 x 113 cm. Igle­sia de la Con­cep­ción, El Tocuyo, Lara. Restau­ra­do por Fer­nan­do de Tovar en 1985

En la Igle­sia dom­ina­ban dos cor­ri­entes filosó­fi­cas des­de los tiem­pos de la Edad Media, a saber: la escolás­ti­ca y la metafísi­ca- La primera con­ju­ga la fe con la razón. La segun­da nie­ga el movimien­to y el cam­bio. En la metafísi­ca prevale­cen las ideas de la eternidad de Dios y el reposo de inal­ter­able de la sociedad, uni­ver­so y el hom­bre. El dog­ma inapelable que ten­drá sus reper­cu­siones en el arte como la fal­ta de dinamis­mo en la pintura.

Eso es lo que orig­i­na el bar­ro­co cuan­do la Igle­sia percibe que los movimien­tos de la Con­trar­refor­ma y la cien­cia le ladra­ban en la cue­va en los inten­tos por fre­nar y delim­i­tar su poder. La igle­sia fomen­ta en el Nue­vo Mun­do un arte tute­la­do bajo sus estric­tas y dog­máti­cas cos­mo­vi­siones del mun­do, sociedad y uni­ver­so con sus sig­nos en la obra del pin­tor. Por ende, a éste no le que­da otra alter­na­ti­va que seguir y acep­tar calla­do la sum­isión a este poder.

Nece­sario recal­car que se tra­ta de un arte de corte reli­gioso en que des­de luego resulta­ba inevitable la pres­en­cia de la filosofía dom­i­nante en la Igle­sia: la escolás­ti­ca más la metafísi­ca con sus dog­mas de siem­pre. Es el papel que sutil­mente desem­peñan las imá­genes de san­tos. Pre­cisa­mente las tra­ba­jadas por el Pin­tor del Tocuyo, en la soledad de su taller, bajo el tute­la­je de los curas fran­cis­canos lle­ga­dos a la cap­i­tal moran­d­i­na en 1545.

La idea de la inamovil­i­dad de la exis­ten­cia humana, la sociedad y el uni­ver­so es lo que emana de estas rep­re­senta­ciones visuales. A las mis­mas se ape­gan estos artis­tas que irrumpen en El Tocuyo a par­tir de 1682. La antíte­sis entre cielo, pur­ga­to­rio e infier­no se paten­ti­za por medio de fig­uras celes­tiales de ánge­les, ser­afines y vír­genes, del­i­ca­dos dibu­jos y col­ores de tonal­i­dades suaves algu­nas veces bril­lantes. Tam­bién los mat­ices oscuros en lo que sea definido como “tene­bris­mo” en la pin­tu­ra por la ten­sa atmós­fera visu­al presente.

Arte académi­co y popular

A la luz de los enfo­ques de las for­mas del arte es noto­rio primera­mente un arte “cul­to” u ofi­cial elab­o­ra­do por los misioneros de la Orden de los Fran­cis­canos. Luego un arte que Jesús Manuel Velas­co D. en Edu­cación Artís­ti­ca, denom­i­na “pop­u­lar”.

Es el aspec­to académi­co o cul­to de las for­mas de arte pre­sente en el pro­ce­so de enseñan­za-apren­diza­je. Aquel arte refi­na­do del bar­ro­co con sus téc­ni­cas ibéri­c­as es lo que asim­i­lan sus alum­nos en El Tocuyo de 1682. Apor­ta además el fac­tor de lo pop­u­lar en esta for­ma de arte algo a nue­stro juicio dis­cutible en aquel con­tex­to. Lo pop­u­lar no lo deter­mi­na uni­lat­eral­mente la car­ac­terís­ti­ca ingen­ua de esta man­i­festación artís­ti­ca.  Lo ingen­uo es más bien un género que en Venezuela tiene entre sus máx­i­mos rep­re­sen­tantes a Bár­baro Rivas.

Cier­ta­mente que la par­tic­i­pación de indí­ge­nas y esclavos o sier­vos de famil­ias pudi­entes le inyec­ta un cier­to aire pop­u­lar. Sin embar­go, para que sea tal debe ser espon­ta­neo y gener­arse al inte­ri­or de los pro­tag­o­nistas del pro­ce­so. Un hecho que no se cumple en este caso y lo cual con­tradice lo afir­ma­do por Jesús Manuel Velas­co D. La sola incor­po­ración de gente del estra­to social infe­ri­or no le otor­ga de por sí ese carác­ter a una expre­sión cultural.

Pues estos ter­mi­nan suscri­bi­en­do el arte met­ro­pol­i­tano incul­ca­do por los sac­er­dotes en fun­ciones ide­ológ­i­cas y reli­giosas. En este caso las defini­ciones se tor­nan res­bal­adizas por las claras fron­teras reinantes entre lo académi­co y pop­u­lar que suele ter­mi­nar en el sincretismo.

Así en las artes plás­ti­cas de la región durante la Colo­nia, no hay sig­nos de mes­ti­za­je como si lo hubo en la dan­za del Tamu­nangue. Lo que se pro­duce es una tran­scul­tur­ización euro­pea por demás pre­pon­der­ante en las obras. El indio y el negro quedan reduci­dos artís­ti­ca­mente a su mín­i­ma expre­sión. No exis­ten evi­den­cias del peso del escla­vo africano en sus obras. El mes­ti­za­je es leve por su par­tic­i­pación en la mate­ri­al­ización de las mismas.

Las Ben­di­tas Áni­mas del Pur­ga­to­rio: Fecha: Finales s. XVII
Dimen­sión: 120 x 107 cm. Fue de la pequeña igle­sia de Pueblo Llano, caserío situ­a­do entre Bari­nas y San­to Domin­go. Colec­ción Doña María Euge­nia Zamorani de Curiel. Restau­ra­do por Doña María Tere­sa Ger­bec en 1961. No tiene marco

Los talleres                              

La con­struc­ción de tem­p­los en las ciu­dades recién fun­dadas requería la dotación de imá­genes de san­tos, vír­genes y patronos. Orig­i­nal­mente son traí­dos de España. Pero en la medi­da que avan­za el tiem­po las pin­tan los pro­pios misioneros franciscanos.

Recordemos que algunos de estos reli­giosos eran ofi­ciantes del arte de la pin­tu­ra. Por ende, tra­jeron a Améri­ca lo más avan­za­do del bar­ro­co español. Luego la activi­dad es trans­feri­da a los nativos entre quienes fig­u­ran indí­ge­nas y esclavos o sier­vos de las famil­ias poderosas.

Estos artis­tas recibían instruc­ción de los curas fran­cis­canos en los Talleres de Pin­tu­ra y Tal­lo habil­i­ta­dos para tales fines. Los talleres impar­tidos por los misioneros fran­cis­canos con­sti­tuyen la primera man­era de instruc­ción sobre artes visuales en la enti­dad. Su fecha data del año 1682 cuan­do aparece el Pin­tor del Tocuyo

En los mis­mos eran for­ma­dos ele­men­tos pertenecientes a la clase de los esclavos negros. Por lo que imper­a­ba el anon­i­ma­to. La par­tic­i­pación de negros e indí­ge­nas rev­ela su incor­po­ración, aunque no espon­tánea a esta man­i­festación artís­ti­ca, de ele­men­tos de las capas infe­ri­ores de la sociedad.

Los talleres son el instru­men­to pedagógi­co para la propa­gación de la cul­tura cris­tiano occi­den­tal en la nue­va colo­nia. Esas fae­nas las desar­rol­lan entre los sig­los XVI y XVIII que con­vir­tió a El Tocuyo en un empo­rio de la pin­tu­ra en su fase embri­onar­ia en Lara.

Lien­zo telúrico 

Des­de el pun­to de vista téc­ni­co estos emplean en sus activi­dades tela extraí­da de los cul­tivos de algo­dón de la zona cat­a­lo­ga­do de alta fac­tura. Al mis­mo se le conoce como “el lien­zo de la tier­ra” de acuer­do con Emil­ia Tro­co­nis de Ver­a­coechea en His­to­ria de El Tocuyo Colonial.

San Jac­in­to, autor anón­i­mo: Fecha: Finales s. XVII Dimen­sión: 103 x 71 cm. (1964) orig­i­nal­mente 130 x 90,5 cm. (1991) Al frente, atrav­es­an­do hor­i­zon­tal­mente la com­posi­ción y a la altura de la cabeza del san­to: “SANTOIA/ CINT…” (San Jacinto)

El pro­ced­imien­to para su fab­ri­cación con­sistía en la fusión de agua, hari­na, miel y alma­gre al aceite que ase­gura­ba la elas­ti­ci­dad. En este sen­ti­do es tal la rel­e­van­cia de El Tocuyo que, según Pilar Márquez Ayala, se con­vir­tió en fab­ri­cante y abaste­cedor de estas telas para pin­tores de otras regiones.

Al hecho pura­mente artís­ti­co se añadía el económi­co al gener­arse un pro­duc­tor de mate­ria pri­ma, un bien y con­sum­i­dores aledaños que via­ja­ban has­ta la zona para proveerse. Se impone el inge­nio inven­tor para ir más allá de estas telas y pig­mentación. Así otro mate­r­i­al en el cual traz­a­ban difer­entes for­mas era la madera gen­eral­mente de cao­ba y cedro col­or neu­tro, oscuro, bril­lante o tierra.

Las piezas eran pin­tadas con oleo o tem­pera impor­ta­dos de Europa. Tam­bién en relación a la pig­mentación lle­garon a crear los pro­pios com­po­nentes con mate­ri­ales autóctonos entre estos el añil.

Excel­sa Div­ina Pastora

Sin lib­er­tad creadora

Pero en esen­cia el detalle es que se tra­ta de un arte de carác­ter neta­mente reli­gioso. Esto era parte del cul­to a dis­tin­tas advo­ca­ciones, entre éstas la de la vir­gen de la Con­cep­ción y San Anto­nio de Pad­ua tal como se esti­l­a­ba en Europa           

Todo indi­ca que el ofi­ciante de este arte no tenía abso­lu­ta lib­er­tad de creación por su sub­or­di­nación a ese poder. La Igle­sia ejer­cía sus anchas su rig­uroso con­trol sobre esa activi­dad artís­ti­ca con sus con­cep­ciones filosó­fi­cas de la sociedad y uni­ver­so plas­ma­do por aque­l­los creadores en sus telas y tablas. No olvidemos que entonces fun­ciona­ba en la local­i­dad un tri­bunal de la temi­da Inquisición.

Entonces Venezuela había sido incor­po­ra­da al sis­tema económi­co del mer­can­til­is­mo tras la con­quista españo­la con sus ven­ta­jas y desven­ta­jas a la vez. En con­se­cuen­cia, pasamos a ser recep­tores de su cul­tura y arte en las más vari­adas ver­tientes que nos lle­ga­ban con sus ingre­di­entes orig­i­nales, entre estos el barroco.

Pero en el pro­ce­so de asim­i­lación y trans­fer­en­cia se con­vertía en la cul­tura refle­ja. Es lo que en este cam­po se conoce como bar­ro­co menor que en Venezuela no tuvo la per­ti­nen­cia en com­para­ción con otros país­es de Améri­ca Lati­na, entre estos los que se rigieron por Vir­reinatos donde exis­tió la economía min­era como la del oro.

Foto de por­ta­da: La Asun­ción de la Vir­gen. Fecha: Finales s. XVII Dimen­sión: 30 x 24 cm. Encon­tra­da en un ran­cho de los alrede­dores de Humo­caro Alto, Esta­do Lara. Colec­ción par­tic­u­lar. Restau­ra­do por Car­los F. Duarte en 1985

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