La primera expedición venezolana al Auyantepuy
Luis Heraclio Medina Canelón
Historiador
En nuestro país hemos tenido y tenemos personas valiosísimas en toda clase de artes y ciencias, que es justo y necesario recordarlos, sobre todo en momentos oscuros donde parece sobresalir la mediocridad y el egoísmo. Nuestros científicos han demostrado gran empeño a la hora de las exploraciones y estudios de nuestra naturaleza. Hoy queremos recordar a la primera expedición netamente venezolana al Auyantepuy. Este año se acaban de cumplir 64 años de aquella memorable aventura científica
Fue en abril de 1956 cuando un grupo de universitarios de la UCV, que incluía tanto a profesores como a estudiantes junto a otros científicos realizaron una expedición de 17 días en la Meseta del Auyantepuy, el más famoso de todos los tepuyes venezolanos. Fue un hermoso proyecto verdaderamente nacional, sin distinciones de tipo político o de cualquier otra clase, que incluyó a distintos sectores de la vida de nuestro país: a la universidad se le sumaron las Fuerzas Armadas, la Iglesia Católica y las tribus indígenas, todos hermanados con la finalidad de llevar a cabo el proyecto científico.
En lenguaje indígena (pemón) el término “tepuy” se le da a las extrañas elevaciones montañas con paredes verticales y cumbres aplanadas características de la Guayana venezolana. El Auyán es uno de los cinco tepuyes más grandes de Venezuela con unos 700 km² de extensión. Allí se encuentra el río Churún, que da origen al Salto Ángel.
Por cientos de años los indígenas no se habían atrevido a explorar el Auyantepuy por temores supersticiosos, por lo que había permanecido inexplorada hasta finales de los años 30 cuando una expedición del American Museum of Natural History, quienes tuvieron que contratar como porteadores a indígenas makiritare, por el temor de los locales pemones a acercarse a la mole de piedra. Tuvieron que pasar 20 años para que en 1956 la Escuela de Biología de la UCV organizó la primera expedición venezolana.
Esta aventura de la Escuela de Biología contó con el decidido apoyo de las autoridades rectorales, efectivos de las Fuerzas Armadas de Cooperación y la Fuerza Aérea Venezolana, que se encargó del traslado de los expedicionarios y su equipo, de la Iglesia Católica por medio de los misioneros capuchinos que fueron el contacto con los indígenas de Uyén, donde se ubicó el campamento, con la asesoría del Sr. William H Phelps, financista de la expedición de los años 30, y la invaluable colaboración de los indígenas kamakotos, que ya habían superado los temores y supersticiones que tenían veinte años atrás.
La expedición científica multidisciplinaria estuvo por más de dos semanas recorriendo toda la cima y los acantilados, riachuelos y selvas, peñascos y grietas, algunos nunca vistos por ser humano alguno. Se hicieron innumerables colecciones botánicas y zoológicas. Se tomaron centenares de fotografías y películas. Se descubrieron muchas especies nuevas y se redactaron los informes correspondientes.
Muchos de los ejemplares descubiertos eran endémicos del Tepuy, por lo tanto no existen en ninguna otra parte del mundo. La colección de insectos fue de casi 3000 ejemplares, la de vertebrados de unos 150, especialmente lagartos acuáticos. La colección botánica fue de unas 800 muestras, entre las que destacan helechos y orquídeas nunca vistas. Los resultados de la expedición se publicaron en diversos medios dedicados a la biología. Esta expedición marcó un hito en los estudios de la biología en Venezuela.
Las fotografías son de nuestro tío-segundo Gonzalo Medina Padilla, destacado miembro de la expedición, en su carácter de integrante de la Primera Promoción de Biólogos de la Universidad Central de Venezuela.