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Las minas del Libertador sucumben ante la desidia

El antiguo inge­nio de la famil­ia Bolívar













De los ocho puentes que hay en el parque nacional, solo uno está en dignas condiciones. No hay baños públicos, ni seguridad a lo largo y ancho del río y la infraestructura colonial en franco deterioro, lo que representa un peligro para los visitantes 

“No poseo otros bienes más que las tier­ras y Minas de Aroa”. Así lo dis­pu­so Simón Bolí­var en su tes­ta­men­to, dic­ta­do el 10 de diciem­bre de 1830. Pero a pesar que este mági­co lugar perteneció al Padre de la Patria, la triste real­i­dad mues­tra su ros­tro más dramático.
Lo que en un primer momen­to fue desar­rol­la­do como un lugar de atrac­ti­vo para el des­can­so, esparcimien­to, recreación e iden­ti­fi­cación del vis­i­tante con una parte impor­tante de nues­tra his­to­ria, es hoy un mon­tón de chatar­ras oxi­dadas y enormes casas en ruinas, com­ple­ta­mente destru­idas por el tran­scur­rir del tiem­po, el inex­is­tente man­ten­imien­to y la indo­len­cia gubernamental.
Uno de los puentes exhibe una gran tronera
La exu­ber­ante veg­etación, el río col­or cobri­zo y el olor a veg­etación fres­ca, con­trastan abrup­ta­mente con las desven­ci­jadas fachadas de la época colo­nial que se han ren­di­do ante el olvi­do y aban­dono de los gob­ier­nos de turno.
La entra­da al Par­que Nacional Minas de Aroa mues­tra, eso sí, dos grandes val­las que dan fe de inver­siones ofi­ciales eje­cu­tadas en el impre­sio­n­ante lugar, pero la real­i­dad, durante los tres kilómet­ros de recor­ri­do, ates­tigua la vil ruina y el mar­ca­do desam­paro estatal.
Moradores del pueblo de Aroa tes­ti­fi­caron que las minas y el par­que como tal, tiene más de dos décadas de aban­dono, “y para mues­tra están los siete de ocho puentes que exis­ten en el camino”, afir­mó Anyelis Piñan­go, res­i­dente del sitio.
‑El primer puente sobre el río Minas de Aroa, no tiene ni cua­tro meses de con­stru­i­do, pero duró en el sue­lo más de dos años, lo que impidió el acce­so al par­que por un largo peri­o­do de tiem­po, aseguró.
Indicó Piñan­go que los restantes siete puentes están tan mal­trata­dos y a pun­to de der­rum­barse, que las autori­dades de Inpar­ques han toma­do la res­olu­ción de impedir el acce­so de auto­mo­tores al lugar.
 Asimis­mo, Piñan­go man­i­festó que a pesar que en el par­que no se obser­van dese­chos sóli­dos ni a lo largo del camino ni a oril­las del río, no existe un solo pipote o recip­i­ente en el sitio, para desechar la basura, situación que corroboramos.
No hay baños públi­cos, pues fueron des­bal­i­ja­dos, la mis­ma suerte cor­rió el cafetín, el cual ni las sil­las y mesas quedaron. La seguri­dad es una utopía y la infraestruc­tura colo­nial en fran­co deterioro.

Las derruidas minas de Bolívar 

El tiem­po y el olvi­do se han encar­ga­do de ocu­par en estos espacios
La situación agreste en las cuales se encuen­tran las antiquísi­mas y destar­ta­l­adas maquinar­ias de las minas, mues­tran la triste desidia oficial.
El ros­tro cru­el del aban­dono lo rep­re­sen­ta esta propiedad del Lib­er­ta­dor Simón Bolívar.
En el par­que exis­ten numerosas casas colo­niales que ates­tiguan tiem­pos remo­tos, pero las mis­mas están en abier­ta y expan­si­va ruina.
Sus techos en el sue­lo, las pare­des a pun­to de der­rum­barse, sin puer­tas ni ven­tanas. A ese respec­to, Samia Sal­ih, observó que dichas estruc­turas son un peli­gro inmi­nente para los vis­i­tantes, más a pesar de su destruc­ción, aun son víc­ti­mas de mal­he­chores que sus­traen las antiguas puer­tas y ven­tanales para venderlas.
Para Sal­ih, lam­en­ta­ble­mente las minas ya no son un atrac­ti­vo, sal­vo para ir a bañarse al río, dis­fru­tar del aire puro y ver con pro­fun­do dolor como desa­parece en el olvi­do nues­tra memo­ria y lega­do histórico.

Datos históricos

Las antiquísi­mas casas ingle­sas se desplomaron
Por Decre­to 432, se crea el Par­que Nacional Minas de Aroa,  inau­gu­ra­do 19 de agos­to de 1977, en un área de catorce hec­táreas enclava­do en las fal­das mon­tañosas del munici­pio Bolí­var del esta­do Yaracuy.
En 1630, gra­cias a la explotación min­era, Aroa fue un cen­tro pro­duc­ti­vo de los más impor­tantes de Venezuela.
Hoy día, rep­re­sen­ta un mon­tón de ruinas
Estas pos­e­siones pertenecieron a Simón Bolí­var, quien luego de su muerte, las minas de Aroa rep­re­sen­taron un pat­ri­mo­nio cer­cano a las 40 mil libras esterlinas.
Fueron ven­di­das por su her­mana María Anto­nia Bolí­var, luego de muchos entuer­tos tes­ta­men­tar­ios en 1832, a la com­pañía ingle­sa The Boli­var Min­ing Asso­ci­a­tion, éstas fueron explotadas nue­va­mente por 11 años entre 1898 y 1909, pero fue en 1936 que se mar­có el aban­dono definitivo. 

Tex­to y fotos:
Luis Alber­to Per­o­zo Padua

CorreodeLara

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