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Los discípulos intelectuales de Chío Zubillaga Perera

Freddy Torrealba Z.
Escritor e investigador

Cecilio de la Trinidad Zubil­la­ga Per­era (Caro­ra 12–2‑1887 – 25–7‑1948) no pertenece a ningu­na gen­eración de las que mar­caron un tiem­po en el país. En efec­to, no for­mó parte de las gen­era­ciones del 18 y 28 del siglo XX pro­tag­o­nistas de una var­iedad de acon­tec­imien­tos en la vida del país. Es más bien el pro­mo­tor de una gen­eración de int­elec­tuales a los que con­tribuye a su for­ma­ción moral, éti­ca, social y humana


Un mae­stro es un hom­bre de la calle. Primero es un líder de su pueblo para así eri­girse en mae­stro des­de su cuar­to-bib­liote­ca en la esquina de la calle Bolí­var con Ramón Pom­pilio Oropeza de Caro­ra.  Por care­cer de aula ofi­cial su mag­is­te­rio lo ejerce al esti­lo de los filó­so­fos grie­gos cuyo esce­nario eran las plazas y calles.

Cecilio de la Trinidad Zubil­la­ga Perera

Ante todo, desar­rol­la en sus alum­nos las fac­ul­tades morales, humanas e int­elec­tuales para que sean bue­nas per­sonas en la vida dotadas de cul­tura ciu­dadana. Luego viene la instruc­ción cuan­do imparte una diver­si­dad de conocimien­tos, entre estos el idioma francés. Es decir, que edu­ca e instruye a la vez a sus dis­cípu­los.  Su lec­ción prin­ci­pal es la de moral y cívi­ca com­pro­meti­da con la jus­ti­cia social y la hon­esti­dad ciu­dadana por la lib­er­tad y democracia.

Legal­mente no se hizo de ningún títu­lo uni­ver­si­tario o académi­co para refu­gia­rse en la condi­ción de un auto­di­dac­to con amplios conocimien­tos de una var­iedad de dis­ci­plinas de las cien­cias sociales. Para esto se valía de per­sis­tentes lec­turas de libros, per­iódi­cos y revis­tas que recibía del país y el exte­ri­or. Ello más la escucha de radios inter­na­cionales cuyos con­tenidos usa­ba para sus escritos de pren­sa sien­do el pio­nero del peri­odis­mo de análi­sis inter­na­cional en la provin­cia vene­zolana luego de Job Pim en Caracas.

No obstante, fue des­ig­na­do miem­bro cor­re­spon­di­ente en Lara de la Acad­e­mia Nacional de la His­to­ria que ya es mucho. Bas­ta con señalar que era un com­pe­tente his­to­ri­ador la cual cul­ti­va con méto­do cien­tí­fi­co, según lo rev­ela el his­to­ri­ador Tay­lor Rodríguez. Igual­mente es elec­to por acla­mación en 1942, primer pres­i­dente de la Aso­ciación Vene­zolana de Peri­odis­tas, sec­cional Lara,

Los 27 años de la dic­tadu­ra gomecista sum­ieron a Venezuela en el más espan­toso atra­so cul­tur­al y educa­ti­vo. Era la negación de la moral y luces en que no creía el tira­no Juan Vicente Gómez. Con­tra ese deplorable esta­do de cosas se rev­ela Chío Zubil­la­ga Per­era con las famosas peñas cul­tur­ales en su cuar­to-bib­liote­ca donde con­versa­ba con sus dis­cípu­los sobre dis­tin­tos tópi­cos. En mate­ria filosó­fi­ca plat­i­can sobre el pos­i­tivis­mo, cris­tian­is­mo, lib­er­al­is­mo y en menor pro­por­ción marxismo.

Ninguno pertenece a las famil­ias pudi­entes y menos a la godar­ría caroreña con priv­i­le­gios como el de recibir una esmer­a­da edu­cación. Lo indi­ca el hecho de que se cobi­jaron en su per­sona en bus­ca de luces. 

Los par­tic­i­pantes en aque­l­las veladas son jóvenes que lle­garon muy lejos en la vida bajo su sabia egi­da. Entre estos desta­can: escritores, peri­odis­tas, pen­sadores, cien­tí­fi­cos, políti­cos, abo­ga­dos, edu­cadores, músi­cos, diplomáti­cos, ger­entes públi­cos, abo­ga­dos y luchadores sociales.

Morón, Lame­da, Mují­ca, Guer­rero y Riera, fueron algunos de los desta­ca­dos dis­cípu­los del mae­stro Chío Zubil­la­ga Per­era en Carora

De esa pléyade de jóvenes que bus­can su afec­tu­oso y lúci­do cobi­jo ten­emos a: Alí Lame­da es uno de los que pasa por su cuar­to y a quien con­sid­era su hijo espir­i­tu­al tenien­do hacia su per­sona los mejores elo­gios. Es una de las may­ores voces de la poesía nacional. Tam­bién fig­u­ran: Luis Bel­trán Guer­rero, escritor y human­ista Pre­mio Nacional de Lit­er­atu­ra. Guiller­mo Morón, his­to­ri­ador, peri­odista y escritor. Ambro­sio Oropeza. Eli­sio Jiménez Sier­ra, poeta. José Her­rera Oropeza, peri­odista y políti­co. Rodri­go Riera, músi­co. Héc­tor Muji­ca, direc­tor de la Escuela de Comu­ni­cación Social de la UCV. Juan Oropeza, escritor y rec­tor de la UCV en 1945. Alirio Díaz, músi­co y escritor. Fedéri­co Álvarez, peri­odista y diri­gente políti­co. Eddy Morales Cre­spo, poeta y cien­tí­fi­co. Anto­nio Her­rera Oropeza, Fran­cis­co Manuel Már­mol, Decano de la Fac­ul­tad de Humanidades de la UCV y Lino Coro­nel, un líder campesino ori­un­do de San Fran­cis­co, can­dida­to por AD a la Asam­blea Con­sti­tuyente de 1946. Y quien tam­bién se rev­eló como agu­do arti­c­ulista de pren­sa en El Diario y El Provin­ciano, dirigi­do el segun­do en la déca­da de 1970, por el peri­odista Félix José Crespo.

Por sus ras­gos una gen­eración no es del todo homogénea. Pero ésta es una gen­eración con unas car­ac­terís­ti­cas sociales sim­i­lares en cuan­to a su ori­gen. Algunos de los padres de sus inte­grantes eran pequeños y medi­anos com­er­ciantes. Otros emplea­d­os públi­cos como maestros.

Don Chío Zubillaga

Así pues, el padre de Alí Lame­da era dueño de una bot­i­ca o far­ma­cia que por cier­to tenía un pequeño per­iódi­co. La madre de Guiller­mo Morón era una maes­tra de escuela de la época. El prog­en­i­tor de Alirio Díaz poseía una bode­ga en el caserío La Can­de­lar­ia al tiem­po que cul­tiva­ba la músi­ca. El de Héc­tor Muji­ca es el doc­tor Pas­tor Oropeza, el pio­nero de la pedi­atría en el país.

Fedéri­co Álvarez, exdi­rec­tor de la Escuela de Comu­ni­cación Social de la UCV, refer­ía sus enseñan­zas de la lengua france­sa. Al respec­to nos dice: “Insis­tió en que aprendiera francés. En real­i­dad, aque­l­la pieza era el com­ple­men­to del liceo. Las pági­nas amar­il­len­tas del sem­a­nario “Lu”, per­iódi­co de anteguer­ra, era el tex­to oblig­a­do. Había que cumplir con las tra­duc­ciones porque Chío era más exi­gente que mis­ter Lasry”.

Juan Páez Ávi­la y Rafael Montes de Oca Martínez no lle­garon a ten­er con­tac­to direc­to con su per­sona, sino por ref­er­en­cia. Pero son los autores de dos de sus biografías.

Su fac­eta mag­is­te­r­i­al la desem­peña como un lúci­do civilista. Era un con­ven­ci­do de la fuerza de la inteligen­cia, cul­tura y el arte en la superación del hombre. 

Foto de por­ta­da: Agustín Zubil­la­ga Álvarez con su tío abue­lo Chío Zubillaga

CorreodeLara

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